“¡Ay vale, estoy hablando con Obama!”, exclama Pánfilo Epifanio al ser atendido por el gobernante estadounidense tras marcar por error el número telefónico de la Casa Blanca. Se trataba de un 'sketch' humorístico que contaba con la participación del presidente y el actor Luis Silva, creador y protagonista del programa satírico cubano Vivir del cuento.
Era 2016 y luego Obama daría un paso más al participar presencialmente en el programa como parte de una campaña mediática para presentar el mandatario estadounidense, de forma inédita, al pueblo cubano. Junto a él, la verdadera estrella del show, un señor de pelo grisáceo y sombrero de tela, un humorista disfrazado de un anciano llamado Pánfilo. Sentado al lado del gobernante estadounidense en una mesa de dominó, pasatiempo preferido en muchos países caribeños, Pánfilo y sus amigos intercambian chistes con el mandatario. La dinámica bilingüe se caracteriza además por el doble sentido, mejor ejemplificado cuando Pánfilo intenta jugar la ficha de 6-2, pero se encuentra “bloqueado” (en referencia al embargo estadounidense contra Cuba).
“Ya vi que hiciste unos chistes con Pánfilo y sus vecinos. Ellos nos critican bastante, pero son cómicos”, dijo Raúl Castro a Obama durante su visita a La Habana, según cuenta Ben Rhodes, asesor del exmandatario estadounidense. La colaboración entre el presidente y Pánfilo, personaje que interpreta Silva, fue coordinada por la embajada estadounidense en Cuba. “Parte de la diplomacia pública hoy en día es ir hacia dónde están las personas—y donde están es viendo a Pánfilo”, explica Rhodes en un vídeo producido por la Casa Blanca y transmitido por Cubavisión.
Si bien los medios internacionales solo se enfocaron en Pánfilo en 2016, Vivir del cuento lleva más de una década transmitiendo programas cómicos de media hora sobre la cotidianidad cubana. Luis Silva, el creador del programa, atribuye su triunfo a la construcción del personaje como un paradigma ético en Cuba: “Lo que dice Pánfilo, su crítica social, su sátira social, se ve de una forma y se ve de otra forma si la digo yo como Luis Silva… Es un personaje correcto, es un personaje honesto… Entonces cuando hace una crítica, la gente se lo cree”.
En el contexto del breve deshielo entre Cuba y Estados Unidos al final del mandato de Obama, esta colaboración sin precedentes parecía marcar una disminución en las restricciones de la libertad de expresión en la isla. No obstante, los cambios tras la llegada al poder de Díaz-Canel y su espíritu de continuidad muestran que el nuevo gobierno mantiene un férreo control sobre uno de los pocos espacios críticos en la sociedad cubana.
Aunque se cree que el régimen castrista toleraba Vivir del cuento porque sus dirigentes lo disfrutaban, el Gobierno de Díaz-Canel empieza a mostrar señas de recelo hacia Pánfilo y sus amigos. Una columna publicada en el diario estatal Granma el 8 de agosto generó polémica en las redes sociales cubanas, que especularon sobre el futuro de la serie televisiva. El autor criticaba la sátira que tenía como objetivo “todo cuanto huela a 'institucionalidad'”, que se tomó como referencia al personaje de Facundo Correcto. Del Llano respondió en su propia columna y criticó al “dirigente sacrificado” que culpa a los humoristas por socavar su autoridad, en vez de reconocer “la mala fama ganada por generaciones de dirigentes inhábiles que disfrutan prebendas impensables”.
El espacio crítico que ofrece Vivir del cuento opera dentro de un panorama mediático muy restringido por el Gobierno cubano. “Los medios fundamentales de comunicación social, en cualquiera de sus manifestaciones y soportes, son de propiedad socialista de todo el pueblo o de las organizaciones políticas, sociales y de masas; y no pueden ser objeto de otro tipo de propiedad”, establece la Constitución de 2019. Cuba ocupa la posición 169 en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2019 de Reporteros Sin Fronteras, organización que critica al régimen castrista por su legado de represión a voces disidentes, olas de arrestos y trayectoria de hostigamiento a periodistas que incluye la “primavera negra” del 2003.
#SomosContinuidad es una de las etiquetas preferidas del presidente cubano Miguel Díaz-Canel, quien abrió una cuenta de Twitter en 2018. Solo dos millones de personas en la isla tienen acceso al Internet, una cifra que se espera que incrementará con las nuevas medidas gubernamentales. Sin embargo, el lema de continuidad de Díaz-Canel también se aplica a la política de derechos humanos del régimen castrista, según informa Louis Tillotson de Amnistía Internacional, quien critica medidas como el Decreto 349, una “perspectiva distópica” que requiere que los artistas tengan autorización del Estado para trabajar. Aunque la nueva Constitución representa “un avance de la letra escrita”, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que persiste “la persecución selectiva y deliberada en contra periodistas” opositores y al organismo le preocupa la “intensificación de los procesos de criminalización” contra activistas.
Con la llegada de Trump al Ejecutivo estadounidense se detuvo el avance del deshielo cubano en junio de 2017. Regresaron las restricciones de viajes para estadounidenses que visitan la isla y, en septiembre del mismo año, Trump retiró la mitad de los diplomáticos de su embajada en Cuba.
Mientras tanto, sin más colaboraciones con la Casa Blanca, Vivir del cuento se mantiene como elemento fijo de la pantalla cubana. Se transmite por el canal estatal Cubavisión todos los lunes a las 20.30 horas, pero sus episodios también se publican en Internet por YouTube y Facebook. En noviembre de 2017, la cuenta 'PanfiloYMas' en YouTube, donde se difunden capítulos enteros de la serie, fue suspendida durante tres días sin explicaciones.
A pesar de su éxito en la televisión cubana, Vivir del cuento todavía enfrenta obstáculos técnicos a la hora de producción. El programa carece de un “un sistema productivo que permita mayores libertades para satisfacer la demanda creativa que genera el programa”, según su director Ignacio 'Nachi' Hernández Benitea. En una entrevista publicada en febrero de 2018, Hernández señaló como dificultades el poco tiempo disponible para grabar Vivir del cuento, que no cuenta con un equipo estable ni un estudio moderno, y recalcó que el programa necesita “un mecanismo económico que permita estimular los resultados en cuanto a calidad, complejidad, índice de audiencia, gusto e impacto social”.
Asimismo, el equipo de Vivir del cuento debe acatar a las normas y exigencias del Instituto Cubano de Radio y Televisión, el órgano estatal que administra todas las emisoras dentro del país. En noviembre 2017, el cineasta humorista Eduardo Del Llano denunció que fue censurado por “las altas esferas” del ICRT, que rechazaron su guión para un capítulo del show humorístico. Del Llano surgió como crítico del Estado cubano con su cortometraje Monte Rouge, en el 2004, como parte de la serie Los cuentos de Nicanor O'Donnell.
Si bien el triunfo de Vivir del cuento difumina los límites de la libertad de expresión en Cuba, todavía sus guionistas escriben chistes que no aguantan el escrutinio del ICRT. Cuando el comandante Guillermo García Frías propuso introducir el avestruz como fuente de proteína en la isla –aseguró que el “avestruz produce más [proteína] que una vaca”– el Internet cubano se inundó con memes ridiculizando el momento televisado. Poco después, Silva descubrió que el Estado no iba a tolerar gracias sobre el tema, cuando se rechazó un episodio que contenía un pan en forma de cocodrilo. El comediante escribió por Facebook: “Por un pan en forma de cocodrilo, como este de la foto, no salió el capítulo de este lunes pasado. No se puede mencionar ni el cocodrilo, ni la jutía, ni el avestruz”.
El programa humorístico también tiene sus seguidores afuera de Cuba, facilitado por los capítulos publicados en el canal de YouTube que son vistos por expatriados en sitios como la República Dominicana y Florida. Desde su colaboración con Obama en 2016, el elenco de Vivir del cuento ha realizado dos giras por EEUU, la más reciente en febrero de este año. Tras su retorno a la Habana no se transmitieron capítulos nuevos de Vivir del cuento por varias semanas, a pesar de que el equipo había grabado “sin descanso”. En un vídeo publicado por las redes sociales, el personaje de Pánfilo se disculpa con los televidentes y recomienda que llamen al ICRT para investigar la causa de la suspensión. La sección de comentarios está repleta de usuarios que advierten lo peor: “Cuídate que te están haciendo una cama”.
Si la columna publicada en el Granma este agosto pasado implica que se avecina un apretón de restricciones por parte del Gobierno cubano, la respuesta a esta –redactada por el humorista Kike Quiñones y divulgada por Cubadebate– defiende el trabajo de sus colegas: “Asumir que los personajes son creados para desacreditar las instituciones… Es quitarle el mérito a los que, de manera honesta y altruista, que en Cuba son muchos, trabajan por llevar adelante este país”.
Hace solo un año, al cumplirse una década del debut de Pánfilo y sus amigos en la televisión cubana, se publicó en Granma una pieza que celebraba la habilidad del programa de “ponernos un espejo en la pantalla”. Los espectadores de Vivir del cuento son “conscientes del carácter crítico del programa, un fustigador necesario en todos los tiempos”, escribe Rey Montalvo en el diario estatal. Sin embargo, en la sección de comentarios, un usuario se pregunta: “¿Por qué Pánfilo puede decir cosas que no se le permiten a otros? ¿Por qué no se ven por la TV reportajes críticos sobre muchos de los aspectos que Pánfilo critica?”.
Tras diez años de éxito en la televisión cubana, es importante reconocer que Vivir del cuento opera dentro de un espacio donde la crítica es tolerada y no promovida, donde los satiristas expresan su disidencia bajo el velo del humor. “En ningún momento, los humoristas cubanos se dedican a criticar explícitamente a funcionarios, instituciones, legislación o iconos del Gobierno” y sus chistes dependen de “metáforas, apodos y parodias”. A diferencia de la sátira explícita que se produce en Europa o en EEUU, que contiene los nombres y cargos de sus blancos, el humor producido en la isla parece inocuo al que no lo sabe interpretar. En este contexto, con un porvenir que pareciera que va de mal en peor, los amantes de Vivir del cuento se deberán preguntar si el éxito televisivo formará parte de la continuidad de Díaz-Canel, un dirigente que resumió su actitud hacia la censura de la siguiente manera: “Que se arme el escándalo que se quiera armar, que digan que censuramos, todo el mundo censura”.