El grupo Wagner ha reconocido su papel como ejército de mercenarios del Kremlin por primera vez hace sólo unos meses, durante la invasión rusa a gran escala de Ucrania, pero lleva años operando también en el continente africano, en particular, en Sudán, Libia, Mali, Burkina Faso y la República Centroafricana. En estos países ha sido acusado de cometer atrocidades en combate y contra la población civil.
Después de la rebelión frustrada del grupo Wagner el pasado fin de semana, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, quiso dejar claro que los “asesores” y “contratistas militares privados” de Rusia permanecerán en la República Centroafricana y Mali. Sin embargo, este viernes Lavrov aseguró en rueda de prensa que los “contratos” firmados entre gobiernos africanos y Wagner dependen de esos gobiernos y subrayó que el Ministerio de Defensa ruso mantiene “varios centenares” de asesores militares en la República Centro Africana.
“Rusia no está dispuesta a perder su presencia e influencia en África y hará lo posible por mantener los vínculos con Wagner” en ese continente, pase lo que pase tras el motín del líder de Wagner, Yevgueni Prigozhin, explica a elDiario.es Federica Saini Fasanotti, del centro de investigación Brookings de Washington.
Esos vínculos ahora mismo pasan por Prigozhin, señala la investigadora, y por tanto, dependerán en gran parte de la suerte que él mismo corra: “Si Prigozhin sigue con vida, no tiene por qué quedarse en Bielorrusia. Podría moverse en África porque la mayor parte de sus intereses están allí ahora mismo (...) Probablemente en Sudán, en este momento tan delicado y confuso” en ese país, sumido en un conflicto armado desde mediados de abril.
Apoyo a golpistas y regímenes africanos
Saini agrega que los países donde opera Wagner necesitan a este grupo, porque son “regímenes débiles” que “no tienen el monopolio de las armas” y obtienen el respaldo de los mercenarios rusos sobre el terreno y del Kremlin ante los ojos del mundo, después de que Occidente les haya dado la espalda por sus estándares poco democráticos.
En Mali, Moscú ha legitimado a la junta militar golpista y los mercenarios de Wagner han sustituido a las tropas francesas que habían estado en el país africano luchando contra los grupos islamistas radicales.
En una operación contra supuestos yihadistas, soldados malienses y “personal militar extranjero” mataron en marzo de 2022 a unas 500 personas, muchas de ellas ejecutadas sumariamente, en la localidad de Moura, en el centro de Mali, según una investigación de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU. La ONG Human Rights Watch señaló que los combatientes extranjeros que participaron en la matanza eran rusos.
Mientras, documentos internos del Ejército maliense, a los que tuvo acceso el diario The Guardian, revelaron la presencia de miembros de Wagner —denominados “instructores rusos”— en “misiones mixtas” junto a soldados y gendarmes malienses, en las que muchos civiles fueron asesinados entre enero y abril de 2022. Una de esas misiones, en la que murieron más personas con diferencia, fue la de Moura.
En la República Centroafricana, el país con mayor presencia de Wagner, los mercenarios rusos han sido clave desde 2018 para que el presidente Faustin-Archange Touadéra se mantenga en el poder, a pesar de que apenas controle la capital de este Estado fallido. Incluso, hay fotos que apuntan a que Touadéra tiene a presuntos mercenarios rusos entre sus guardaespaldas.
Un informe publicado esta semana por The Sentry, un centro de investigación con sede en Washington, revela los abusos cometidos por el grupo ruso en el país africanos que se sitúa en el puesto 188 (de 191 países) del índice de desarrollo humano de Naciones Unidas. “Bajo la cobertura de una contraofensiva contra los grupos armados anti-Touadéra, Wagner, el presidente y su entorno cercano han cometido amplias, sistemáticas y bien planeadas campañas de asesinatos masivos, torturas y violaciones sexuales en todo el país”, según The Sentry.
Además, su informe detalla que, mientras “Touadéra y su entorno controlan las operaciones militares dentro de la capital, Bangui, Wagner ha conseguido establecer el control militar de las operaciones fuera de Bangui, bajo el lema ‘no dejes huella’, en otras palabras: ‘mata a todo el mundo, incluidas mujeres y niños’”.
Para recordar sus hazañas militares, el Gobierno de la República Centroafricana erigió una estatua en honor a sus soldados y a los combatientes rusos en la capital.
Importante para una Rusia aislada
En los últimos años, Rusia ha penetrado de norte a sur y de este a oeste del continente africano gracias a los servicios que ofrece Wagner a gobiernos locales débiles o inestables, como el de la República Centroafricana, que ahora dependen tanto de esos servicios de seguridad como del suministro de armas rusas y del respaldo político del Kremlin, que ha logrado atraerlos a su órbita y alejarlos de la occidental.
“Desde 2006, hubo un nuevo acercamiento entre Rusia y África, y Putin se dio cuenta de que África era importante y es cada vez más importante, sobre todo para una Rusia aislada y que ha perdido la orilla norte del Mediterráneo”, explica a elDiario.es la investigadora sénior del Brookings. Sin embargo, nunca ha estado “en el interés de Rusia mandar a sus propias fuerzas armadas a África, porque tendrían que someterse a escrutinio y habría enfrentamientos continuos con otras tropas de (miembros de) la OTAN” presentes sobre el terreno.
La presencia de soldados occidentales, no ha impedido que Wagner haya penetrado en algunas zonas. Es el caso de Níger, donde Estados Unidos ayuda al Ejército local en la lucha antiterrorista y cuyo Gobierno es el principal receptor de ayuda estadounidense en África Occidental.
En el continente, el grupo Wagner ha cometido incluso más atrocidades de las que han salido a la luz en el conflicto de Ucrania. Esos abusos “han sido posibles porque son mercenarios y están acostumbrados a actuar así, y además, en África sabemos que los derechos humanos, de las mujeres o de los niños no están a la orden del día, por lo que (los mercenarios) se aprovechan” de ese contexto, afirma Saini. Y se muestra muy convencida de que “no pueden ser sustituidos por soldados rusos, sino por otros mercenarios”.
Otras compañías de seguridad privadas rusas operan en África, pero “no están tan organizadas como Wagner” ni pueden sustituir al grupo en estos momentos, en opinión de Saini, quien señala que “en muchos casos es una cuestión de dinero”. Rusia puede “coger a otro grupo que ya está sobre el terreno y ayudarle a pagar mejor a los mercenarios, que del grupo Wagner pasarían a este posible futuro grupo”.
Esta semana Putin ha admitido por primera vez que el Grupo Wagner está “totalmente” financiado por Rusia. En declaraciones recogidas por la agencia rusa Tass, el presidente ruso detalló que “sólo entre mayo de 2022 y mayo de 2023, el Estado pagó a la empresa [propietaria] Wagner 86.262 millones de rublos (unos 900 millones de euros) por salarios de los combatientes y pagos de incentivos”.
Los mercenarios asesoran, entrenan y combaten del lado de gobiernos africanos, pero el propio Gobierno ruso se beneficia de las concesiones que obtienen a cambio para explotar recursos naturales (oro, petróleo, diamantes, uranio, etc.), de contratos comerciales y del acceso a puntos estratégicos como puertos o bases militares. Wagner u otras compañías de seguridad privadas han actuado todo este tiempo en África sin “responsabilidades” respecto a los derechos humanos, tal y como destaca Saini en un informe de 2022 publicado por Brookings.
Los mercenarios también aportan información de inteligencia a Moscú y defienden sus intereses sin la involucración directa del Gobierno ruso, que no ha tenido que responder a la actuación de estos combatientes a sueldo, sanguinarios en muchas ocasiones. “Si Rusia hubiera querido enviar a África a sus propios soldados, lo hubiera hecho antes”, dice la investigadora italiana. “El modelo de Wagner es ganador en África, ¿para qué cambiarlo?”.
Los lucrativos negocios de Wagner
El Kremlin, de forma directa o a través de Wagner, ha tenido acceso a los recursos naturales de África en los últimos años, lo que ha ayudado a su economía, sobre todo después de que Occidente impusieran sanciones a Rusia por la anexión de Crimea en 2014. Pero el propio grupo mercenario, Prigozhin y sus empresas se han enriquecido en África, y los países donde operan necesitan de sus servicios para hacer frente a grupos rebeldes o terroristas y a otros enemigos.
Es el caso de Sudán, donde Wagner ha apoyado al líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), el general Mohamed Hamdan Dagalo, alias ‘Hemedti’, que desde mediados de abril se enfrenta a las tropas del Ejército sudanés para hacerse con el control absoluto del país. El propio Hemedti ha amasado dinero y poder gracias a la explotación de minas de oro.
A mediados de 2020, Washington sancionó a M Invest, una empresa de Prigozhin, por sus actividades en Sudán, “que destacan la correlación entre las operaciones paramilitares de Rusia, el apoyo para el mantenimiento de regímenes autoritarios y la explotación de recursos naturales”, según el Departamento del Tesoro. M Invest era “una cobertura” de Wagner, que había ayudado a suprimir las protestas populares contra el expresidente Omar al Bashir, que estallaron en diciembre de 2018. En 2017, M Invest había obtenido concesiones para explorar minas de oro en Sudán, bajo el mandato del dictador, de acuerdo con el Gobierno estadounidense.
Esta misma semana, Estados Unidos ha impuesto sanciones a dos empresas mineras con base en la República Centroafricana, una de ellas vinculada y otra controlada por Prigozhin. Esas empresas están involucradas en “negocios ilícitos de oro para financiar al Grupo Wagner para mantener y expandir sus fuerzas armadas, en Ucrania y en África”, dijo en un comunicado el Departamento del Tesoro. También impuso sanciones a un individuo “clave” en las operaciones de las unidades de Wagner en Mali.
“El grupo Wagner financia sus operaciones brutales, en parte, explotando los recursos naturales en países como la República Centroafricana y Mali”, denunció EEUU.
El aumento del poder económico y militar de Wagner en África va de la mano de estrategias cuestionables, tal y como ha advertido The Sentry: “Mientras Wagner continúa expandiéndose a otros países -Burkina Faso es el ejemplo más reciente y Chad su próximo objetivo en África Central-, es probable que el grupo siga empleando estrategias que han tenido éxito. El uso de la propaganda y el terror psicológico como arma de guerra se ha visto en varios países africanos en los que ha establecido su presencia, en particular, Mali y la República Centroafricana”.