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ANÁLISIS

La guerra de Israel es también la guerra de EEUU en Oriente Medio

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“¿Cuánto tiempo le parecerá bien que Israel bombardee Líbano?”, le preguntaron a Biden esta semana en rueda de prensa. El presidente estadounidense sonrió y, sin contestar, dio por terminada su comparecencia. También esta semana el portavoz del Departamento de Estado de EEUU afirmó que “nunca quisimos ver una resolución diplomática con Hamás”.

El respaldo del Gobierno estadounidense a la invasión israelí y las masacres en territorio libanés es contundente. Este sábado las cifras proporcionadas por Naciones Unidas elevaban a 2.000 el número de muertos, más de un centenar niños y niñas. Además, un millón doscientos mil libaneses se han visto forzados a abandonar sus hogares.

Al igual que ocurrió con Gaza, Israel afirma que su invasión es una “incursión” y “una operación limitada”, pero los intensos bombardeos de esta semana desmienten esas declaraciones. Durante la invasión israelí de Líbano en 1982, Tel Aviv aseguró que su operación militar duraría “48 horas”. En aquella ocasión, el asedio a Beirut se prolongó durante setenta días y el Ejército israelí permaneció en el sur de Líbano hasta el año 2000.

La agresión contra Líbano no ha detenido los ataques israelíes en Palestina. Esta semana el Ejército israelí ha matado a decenas de personas en Gaza y Cisjordania, incluidos varios niños en un orfanato. Desde octubre de 2023 los bombardeos contra la Franja han causado más de 41.000 muertos. A esa cifra oficial hay que sumar algunos desaparecidos bajo los escombros y las personas fallecidas por causas indirectas, como desnutrición, hambre o enfermedades provocadas por el bloqueo israelí de la ayuda humanitaria necesaria. Según cálculos conservadores de personal sanitario, el número total superaría las cien mil víctimas mortales.

99 profesionales sanitarios que han trabajado en Gaza establecen una cifra de 118.908 muertos

En una carta dirigida a Biden y a Kamala Harris, publicada esta semana, 99 profesionales sanitarios que han trabajado en Gaza establecen una cifra de 118.908 muertos y afirman que “todos los que atendemos en urgencias, cuidados intensivos o en un centro quirúrgico tratamos a niños preadolescentes que recibían disparos en la cabeza o el pecho de forma habitual o incluso diaria”.

La ayuda militar, política y económica de EEUU a Israel

A pesar de la envergadura de las matanzas contra población palestina, el respaldo y protección de EEUU a Israel ha sido constante durante este año. A los 3.600 millones de dólares anuales que Washington proporciona a Tel Aviv desde hace décadas -la mayor cantidad fija anual que EEUU otorga a un país- hay que sumar varios paquetes adicionales en estos meses. El último de ellos, por valor de 8.700 millones de dólares, recibió luz verde hace escasos días.

Además, el Gobierno de Biden ha aumentado la presencia militar estadounidense en la región, con el envío de más aviones, buques y soldados, y con un refuerzo del apoyo en materia de inteligencia. A nivel diplomático, ha vetado varias resoluciones de Naciones Unidas que solicitaban un alto el fuego en Gaza o el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino.

Todo ello deja claro que EEUU es promotor activo y directo de la escalada bélica israelí. Si no lo fuera, habría suspendido hace meses su protección militar, política y diplomática a Israel, así como los envíos de más armamento y municiones. Israel es una pieza clave para que Washington pueda mantener -y, eventualmente, extender- su capacidad de influencia en la región, así como el acceso a recursos naturales y rutas comerciales.

Esta semana se ha sabido que ya en octubre de 2023 el Gobierno de Biden recibió informes que advertían del riesgo de crímenes de guerra israelíes. También se ha desvelado que dos agencias gubernamentales estadounidenses denunciaron el bloqueo deliberado de Israel a la entrada de ayuda humanitaria en Gaza. A pesar de ello, la Administración estadounidense mantuvo su apoyo cerrado a Tel Aviv.

Biden ha dicho esta semana que "ninguna Administración ha ayudado a Israel más que yo; ninguna, ninguna, ninguna”

Las palabras de Biden de hace dos días, en línea con declaraciones pasadas, lo expresan así: “Ningún Gobierno [de EEUU] ha ayudado a Israel más que yo; ninguno, ninguno, ninguno”. Su respaldo es indudable, aunque sus antecesores no se quedaron muy a la zaga. Todos los gobiernos demócratas y republicanos de las últimas décadas han patrocinado a Israel mientras éste extendía su ocupación ilegal y su sistema de apartheid contra la población palestina.

El riesgo de perder votos por el apoyo a Israel

La escalada bélica israelí está afectando a la campaña electoral estadounidense, con votantes habitualmente demócratas muy descontentos con la política de Biden y de Harris ante Tel Aviv. En enero y febrero de este año el Movimiento Nacional No Comprometido, que pide un alto el fuego en Gaza y embargo de armas a Israel, obtuvo más de 700.000 votos en las primarias del Partido Demócrata.

Posteriormente, tras el anuncio de la candidatura de Kamala Harris, los integrantes de este grupo, así como asociaciones judías por la paz y miembros de la comunidad árabe y musulmana estadounidense, solicitaron a la vicepresidenta un cambio de posición, sin resultados. El pasado mes de agosto el Congreso Nacional del Partido Demócrata ofreció espacio en su escenario a representantes de todas las minorías, excepto a la palestina. También negó la participación al Movimiento Nacional No Comprometido.

Según las encuestas, Harris pierde votantes árabes pero sigue sin hacer nada para intentar recuperarlos

Esta semana una nueva encuesta muestra que Kamala Harris se arriesga a perder un porcentaje importante de votantes árabes, pero su campaña sigue sin hacer nada para intentar recuperarlos. La presión de los lobbies proisraelíes, que aportan grandes cantidades de dinero a los dos grandes partidos, así como el temor a perder a los votantes sionistas, mantiene paralizada a la candidata demócrata.

A ello se suman sus propias convicciones y su trayectoria política, siempre en línea con Israel. El pasado mes de abril Harris ayudó a recabar apoyos en el Congreso para lograr otro envío de ayuda militar a Tel Aviv, por 17.000 millones de dólares. Anteriormente, en 2017, hizo campaña contra una resolución en la ONU que condenaba los asentamientos ilegales israelíes, y copatrocinó en el Senado una iniciativa contra la intervención de Naciones Unidas en la cuestión palestina. Además, se opone a las investigaciones del Tribunal Penal Internacional a crímenes israelíes.

Harris no habla mucho de Oriente Medio. Cuando lo hace es para dejar claro su firme apoyo a Israel. Celebró el asesinato del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, que describió como “una medida de justicia”, e insiste en su “compromiso inquebrantable con la seguridad de Israel” y su “derecho a defenderse”. Poco antes de asumir la candidatura presidencial lamentó la muerte de civiles y niños palestinos, pero apoya el legado de Biden y no marca distancia de sus políticas.

Hay un frente belicista internacional proisraelí que defiende la escalada de la impunidad global

El frente belicista internacional

El presupuesto de Defensa de EEUU supera los 900.000 millones de dólares anuales, y aumenta entre un 2 y un 3 por ciento anualmente. La guerra es en sí misma un motor para la economía estadounidense. Solo en sus bombardeos contra Yemen de estos meses Washington ha gastado entre 1.800 y 4.000 millones de dólares.

Al apoyo directo y tangible de EEUU a Israel se unen algunos países que siguen enviando armas a Israel, así como grupos empresariales y políticos. Entre estos últimos se encuentra una parte importante de la ultraderecha europea. Todos ellos conforman un frente belicista internacional que defiende la apuesta por la guerra permanente de Israel y la escalada de la impunidad global, con el objetivo de aumentar su enriquecimiento o capacidad de dominio. Su postura debilita seriamente el derecho internacional y amenaza con dejarnos más desprotegidos ante la ley del más fuerte. Son los mismos que, a principios de este siglo, respaldaron la llamada guerra contra el terror y la invasión ilegal de Irak.

Entre ellos ya estaba entonces el propio Benjamin Netanyahu, quien en 2002, ante el Congreso de EEUU, aseguró que una operación estadounidense para derrocar a Sadam Hussein “tendrá, se lo garantizo, enormes repercusiones positivas en la región”. Aquella guerra generó un aumento de la militarización en el mundo, provocó otros conflictos en la zona y asentó dinámicas de mayor impunidad y belicismo que llegan hasta hoy. Veintidós años después, Oriente Medio sigue sufriendo sus consecuencias.