Un año después de los ataques del grupo islamista Hamás del 7 de octubre, el miedo, el odio y el rencor aún no se han disipado en Israel, sobre todo entre los familiares de las más de 1.200 víctimas mortales y de los rehenes que permanecen cautivos a día de hoy.
“No tenemos vida desde hace un año”, cuenta la madre de uno de los asesinados en el festival Nova, el lugar donde los asaltantes de Hamás mataron a más personas el 7 de octubre de 2023 –alrededor de 400 y varias decenas fueron secuestradas–. “Ahora no sé para qué estoy viviendo”, agrega Ruth, que reside cerca del kibutz Ofakim, en el sur de Israel.
La madre relata a elDiario.es que su hijo Nir, de 23 años, intentó escapar del festival Nova cuando empezaron a caer los cohetes que Hamás lanzó antes de dar comienzo a su asalto terrestre. “Se subió al coche y se fue hacia casa. Pero cuando salió a la carretera, los terroristas llegaron y lo mataron a él y a su novia”. Un año después, Ruth dice que los palestinos han tenido “muchas oportunidades para la paz, pero las han desaprovechado” y “han educado a sus hijos para que odien y maten” a los israelíes.
“No quieren que estemos aquí, pero esta es nuestra tierra, nuestro país, no vamos a marcharnos de aquí”, afirma. Mientras habla, suenan los disparos de artillería desde Israel en dirección a Gaza y la mujer de rostro pálido y ojos ausentes parece ni escucharlos. A pesar de residir muy cerca de la Franja, vive de espaldas a la masacre que su Ejército lleva a cabo desde hace un año, en el que han muerto 42.000 palestinos y cerca de 100.000 han resultado heridos.
Miedo y vulnerabilidad
“El 7 de octubre supuso una sensación de mucha vulnerabilidad”, dice a elDiario.es el politólogo Dani Filc. “Esa sensación de miedo y vulnerabilidad se tradujo en una sensación de odio y de necesidad de apelar a la fuerza”, agrega. El experto explica que esas sensaciones no han terminado aún, porque decenas de miles de personas siguen evacuadas de las zonas atacadas por Hamás en el sur de Israel y también en el norte, junto a la frontera con Líbano; además, todavía hay áreas del país en las que suenan casi a diario las sirenas que alertan del lanzamiento de cohetes o misiles y la gente tiene que meterse en los refugios.
“El 7 de octubre implosionó la idea de que se puede ser un país europeo, un país occidental con un alto nivel de vida, haciendo caso omiso de la ocupación de los territorios palestinos y de la falta de solución para los derechos de los palestinos”, dice Filc.
Según el investigador de la sociedad y política israelíes, “el grado de barbarie del ataque influyó mucho” en el odio que se generó a raíz del 7 de octubre. Para que una reconciliación entre los dos pueblos sea posible, Filc considera que es necesario “llegar a un acuerdo por el que la guerra en Gaza termine y se liberen a todos los rehenes, a cambio de prisioneros palestinos; y crear un escenario en el que otras fuerzas palestinas que no aboguen por la destrucción de Israel dirijan Gaza y comprometerse con la creación de un Estado palestino”.
Una encuesta publicada este 7 de octubre por el Instituto para la Democracia Israelí (IDI) muestra que el 45% de los judíos encuestados creen que la guerra debe terminar, frente al 43% que cree que no. Pero los motivos de los primeros difieren: el 53% quiere parar la guerra porque pone en riesgo a los rehenes; el 16% para que el Ejército se pueda centrar en la ofensiva contra Líbano y el 14% porque la mayoría de sus objetivos han sido alcanzados. El sufrimiento de los gazatíes no figura entre las razones.
“Que hagan con Gaza lo que quieran”
Itzik Horn es uno de los que apoyan un acuerdo de alto el fuego para que sus dos hijos secuestrados por Hamás puedan volver a casa, pero no le importa que los bombardeos contra los gazatíes prosigan a continuación: “Que haya un cese de fuego, que los suelten a todos y cuando los rehenes hayan vuelto, que hagan con Gaza lo que quieran”, afirma en una entrevista con elDiario.es en Tel Aviv. Respecto a los presos palestinos que los captores piden a cambio de los rehenes, Horn los califica de “terroristas”, pero dice que su excarcelación es “el precio que hay que pagar”.
Sin embargo, tal y como señala el hombre de 72 años, “a día de hoy no hay negociaciones, no hay nada sobre la mesa”. Los cerca de 150 rehenes que han sido liberados hasta el momento lo fueron gracias a un acuerdo entre Israel y Hamás, con la mediación de Estados Unidos, Egipto y Qatar. “No sé cuánto tiempo más van a estar en Gaza y cuántos van a quedar con vida”, lamenta Horn, quien confía en que sus hijos aún están vivos.
El padre de Iair (46 años) y Eitan (38 años) dice que siente una “preocupación constante” por sus hijos y que lleva un año sin dormir, desde que los secuestraron el 7 de octubre de 2023, en el kibutz Nir Oz, en el sur de Israel. “Mis hijos son ciudadanos comunes, como la mayoría de los secuestrados. Los sacaron de su casa brutalmente y los secuestraron”. Los dos hermanos estaban pasando juntos el fin de semana en casa de Iair en el kibutz muy próximo a la frontera con Gaza. Horn habló con ellos por última vez el día 7 por la mañana y al día siguiente supo que habían sido secuestrados.
“Antes del 7 de octubre formábamos parte del campo de la paz: la convivencia, dos Estados para dos pueblos, etc. Pero lo que hizo Hamás fue una traición”, asegura el hombre, quien cree que los palestinos que trabajaban en los kibutzim próximos a Gaza pasaron información de la seguridad de estas comunidades a los atacantes. “Te di de comer, te di de trabajar, ¿y me matas? Me va a llevar muchos años reconciliarme con la idea de los dos Estados”, dice Horn, originario de Argentina, afincado en Israel desde el año 2000.
Originario de Argentina y afincado en Israel desde el año 2000 junto a sus hijos, explica que su familia siempre había confiado en que el Gobierno y el Ejército la protegiera, pero el 7 de octubre del año pasado no lo hicieron. “Hay que revisar muchas cosas, tiene que haber una comisión de investigación que investigue desde el primer ministro a todos los que estuvieron implicados en este desastre”, dice con firmeza.
“El primero que tiene que asumir responsabilidades es el primer ministro (Benjamín Netanyahu)”, quien Horn considera que tendría que haber renunciado hace tiempo. Aun así, no se plantea marcharse de Israel: “No hay ningún otro lugar en el que vaya a estar más seguro que en el país de los judíos”.
Horn afirma que “este país no va a ser el mismo si los rehenes no vuelven: los que están vivos para rehabilitarse y los que ya no están para ser enterrados aquí”.
Una reconciliación muy lejana
El profesor Filc también opina que la vuelta de los rehenes es fundamental, como uno de los pasos hacia la reconciliación entre los dos bandos. Poner fin a la guerra y reconstruir la Franja, también lo son. Luego, buscar una fórmula de gobierno en Gaza en la que participen la Autoridad Palestina de Mahmud Abás y la comunidad internacional; posteriormente establecer un Estado palestino independiente.
“Sólo después de que pase el tiempo, de que sanen las heridas y de que se reconstruya lo destruido, se podrá hablar de un proceso de reconciliación. Puede llevar varias décadas”, afirma.
El politólogo dice que, primero, hay que “poner fin a la guerra y a las raíces de la guerra: la ocupación de Gaza y de Cisjordania y la falta de un Estado palestino”. En segundo lugar, hay que “neutralizar los sectores en el mundo islámico para los que la destrucción del Estado de Israel es una meta ideológica, no relacionada con la situación de los palestinos”. En su opinión, es la comunidad internacional la que debe encontrar formas para “neutralizar la amenaza” que representan esos grupos, como los hutíes del Yemen o Hizbulá en Líbano.
Sin embargo, para que todo eso ocurra, “va a ser imprescindible un cambio de Gobierno en Israel”, agrega Filc. Netanyahu se opone frontalmente a la creación de un Estado palestino y por ello se ha enfrentado a los países que en los pasados doce meses han reconocido a Palestina, entre ellos, España. El experto afirma que hay amplios sectores de la población que han salido a la calle en contra del Gobierno. Pero no lo han hecho por la matanza que está cometiendo en Gaza.
El sábado, miles de personas se manifestaron en todo el país para pedir la vuelta a casa de los rehenes, como cada sábado de los pasados doce meses. En Jerusalén, las consignas y pancartas a favor de la paz apenas se veían en medio de las muchas banderas israelíes y amarillas, color que simboliza a los rehenes.
Una mujer de mediana edad repartía pegatinas en las que se podía leer en hebreo y en árabe “sí a la paz”, pero ella misma admitía en una conversación con este periódico que su grupo era una minoría, señalando a otras mujeres con camisetas y carteles morados con el mismo lema. Sin querer decir su nombre, la mujer afirmó que la mayoría de los asistentes a la manifestación sólo querían la liberación de los rehenes.
El sector pacifista y que aboga por la convivencia con los palestinos se ha reducido en este último año y desde la llegada al poder en 2022 de Netanyahu, que encabeza el Gobierno más ultranacionalista de la historia de Israel. Según la encuesta de IDI, el 61% de los judíos cree que los palestinos no tiene derecho a un Estado; asimismo, el 83% de los encuestados de esa confesión considera que la conducta del Ejército israelí en la guerra ha sido ética, lo cual indica que no conocen o no reconocen los abusos que los militares han cometido en Gaza, denunciados y documentados por Naciones Unidas.