Harris hace el retrato más oscuro de Trump desde donde instigó el asalto al Capitolio: “EEUU no es para aspirantes a dictador”

Washington —
30 de octubre de 2024 06:31 h

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El recuerdo de lo que pasó y el aviso de lo que podría volver a pasar. Kamala Harris ha dado su discurso final de campaña desde el Ellipse, el mismo punto del National Mall donde el 6 de enero de 2021 un Donald Trump derrotado en las urnas gritaba a sus seguidores: “Si no lucháis como demonios, ya no tendréis país”.

Luego, la masa agitada se dirigió hacia el Capitolio para asaltarlo. Este martes por la noche, a una semana de las elecciones, Harris ha llamado desde allí a la unidad del país para preservar el principio de libertad sobre el que se fundó Estados Unidos. 

“Aquellos que vinieron antes que nosotros [...] no lucharon, sacrificaron y dieron sus vidas solo para vernos ceder nuestras libertades fundamentales. No hicieron eso solo para vernos someternos a la voluntad de otro pequeño tirano. Estos Estados Unidos no es un trampolín para los esquemas de aspirantes a dictadores”, ha defendido Harris ante una multitud exultante que ondeaba banderas norteamericanas y sujetaba carteles con las siglas USA. Según afirmaba la campaña de la demócrata, unas 75.000 personas estaban esta noche congregadas en el lugar. Aunque la estimación previa era de unas 40.000.

Al dirigirse a la nación desde el mismo sitio donde Trump instigó el asalto al Capitolio, la demócrata buscaba ampliar aún más el contraste entre sus palabras y las del magnate: “Él es la persona que estuvo en este mismo lugar hace casi cuatro años y envió una multitud armada al Capitolio de los Estados Unidos para anular la voluntad del pueblo en una elección libre y justa, que sabía que había perdido - ha recordado la demócrata- Es hora de dejar de señalar con el dedo y empezar a unirnos. Es hora de pasar la página del drama y el conflicto, el miedo y la división. Es hora de una nueva generación de liderazgo en Estados Unidos.” 

Sin necesidad de utilizar adjetivos ni acompañar su nombre de ningún calificativo, Harris ha hecho uno de los retratos más oscuros de Trump hasta la fecha. Ya no es el “ególatra” que solo piensa en sí mismo, o el “abuelo” cuyos delirios son preocupantes, como dijo Barack Obama en Tucson. Tampoco es el criminal convicto frente a la fiscal. Es el hombre que tiene una lista de enemigos para cuando vuelva al poder, el que habla del “enemigo interno”, el individuo que miraba el asalto al Capitolio “desde la Casa Blanca” y cuando “el personal le informó que la multitud quería matar a su propio vicepresidente. Trump respondió con dos palabras: '¿Y qué?'” 

Los últimos días, Harris había empezado a atacar Trump desde el mismo lugar que lo había estado haciendo Joe Biden antes de renunciar a la candidatura: el miedo a su regreso. Con este giro, empezando a etiquetar el magnate de “fascista”, en lugar de reducirlo a un “ególatra”, la demócrata corría el riesgo de repetir los errores de su predecesor. Pero esta noche ha sido capaz de señalar a Trump como una amenaza para la democracia y aun así, ni su voz ni su mensaje se han ensombrecido. Todo lo contrario, por encima de la oscuridad, intentaba reivindicar el futuro y la esperanza. 

“Este no es un candidato a la presidencia que esté pensando en cómo mejorar tu vida. Es alguien inestable, obsesionado con la venganza, consumido por el resentimiento y en busca de un poder sin control. Donald Trump ha pasado una década tratando de mantener al pueblo estadounidense dividido y temeroso unos de otros. Así es él. Pero, Estados Unidos, estoy aquí esta noche para decir: esa no es nuestra identidad”. Harris se ha ofrecido no como la candidata alternativa para aquellos que no quieren a Trump en el poder, sino como la candidata para aquellos que quieren construir un nuevo país que deje atrás la polarización que empezó con la irrupción del magnate en la política. 

Cuando la demócrata ha pronunciado el “No vamos a retroceder” (We are not going back) lo hacía no como un lema de campaña, sino con la voluntad de construir un nuevo movimiento en torno a una gesta mucho más grande: la de elegir entre seguir adelante como una nación democrática o caer en las fauces de un futuro mucho más oscuro. A pesar de que se trate de una idea que los demócratas ya han ido macerando a lo largo de la campaña, esta noche resonaba con mucha más fuerza. 

“En menos de 90 días, o Donald Trump o yo estaremos en el Despacho Oval. El primer día, si es elegido, Donald Trump entrará en esa oficina con una lista de enemigos. Cuando yo sea elegida, entraré con una lista de tareas por hacer. Llena de prioridades sobre lo que lograré para el pueblo estadounidense”, ha asegurado Harris. A pesar de que ha empezado su discurso poniendo el foco en Trump, también ha dibujado qué tipo de proyecto tiene para el país. La demócrata es consciente que aun muchos votantes sienten que no saben suficiente sobre ella y, una vez más, ha puesto sobre la mesa su plan económico y para la frontera. 

“Cuando sea presidenta, sacaremos rápidamente a quienes lleguen aquí de manera ilegal, procesaremos a los cárteles y daremos a la patrulla fronteriza el apoyo que tanto necesitan”, ha dicho Harris en materia de inmigración. Esta promesa de sacar “rápidamente” a las personas migrantes que crucen la frontera de forma ilegal confirma una vez más el giro hacia la mano dura que han dado los demócratas en los últimos años. Trump, sin estar en la Casa Blanca, ha sido capaz de seguir marcando agenda en la cuestión migratoria. De hecho, lo que ha prometido Harris ya se está llevando a cabo: la orden ejecutiva que firmó Biden en junio ha acelerado las deportaciones a ventanas de menos de 24 horas. 

El endurecimiento de posiciones en la candidatura de Harris, que reflejan su voluntad de ocupar un centro político para llegar a los indecisos y a los republicanos descontentos con Trump, también se podía percibir en otras afirmaciones como la de: “Como comandante en jefe, me aseguraré de que Estados Unidos siempre tenga la fuerza de combate más fuerte y letal del mundo”. La frase no es nueva, la pronunció por primera vez en Chicago, pero no deja de chocar que salga de la boca de una candidata demócrata y refleja el viraje del marco político estadounidense en los últimos años. 

Después de convertirse en el relevo generacional que necesitaba el partido demócrata, Harris se ha postulado como el relevo generacional que necesitan los Estados Unidos: “Me comprometo a escuchar: a los expertos, a aquellos que se verán afectados por las decisiones que tome y a las personas que discrepan conmigo. A diferencia de Trump, no creo que las personas que no están de acuerdo conmigo sean el enemigo. Él quiere meterlos en la cárcel. Yo les daré un lugar en la mesa”. 

La imagen que quiere subrayar Harris a una semana de las elecciones es la de una líder fuerte que es capaz de liderar una transición hacia un país que deje atrás las divisiones que ahora parecen casi irreconciliables. Las encuestas nacionales siguen dibujando una lucha muy ajustada, con un 48,1% para Harris y un 46,7% para Trump, según el agregador Fivethirtyeight.