¿Hay competencia militar entre España y Marruecos?
En mitad de una crisis política tan aguda como la que Marruecos ha provocado recientemente resulta tentador para algunos volver a revisar las respectivas capacidades militares, alimentando un enfoque de larga tradición que da a entender que el choque con España es, en última instancia, inevitable. Un enfoque que parte de resaltar, por un lado, la bien visible modernización de las Fuerzas Armadas Reales (FAR) y, por otro, las debilidades acumuladas por las Fuerzas Armadas españolas (FAS), para concluir de inmediato que eso supone una evidente amenaza para España. Esto obligaría a responder en la misma medida antes de que sea demasiado tarde.
Si nos atenemos a los hechos, es cierto que Marruecos se está convirtiendo en una potencia militar en el Magreb. En estos últimos años, gracias a la generosa ayuda saudí y al empeño estadounidense en dotar a su fiel aliado de lo que sea menester, Rabat está llevando a cabo una seria apuesta por mejorar sus capacidades militares en todos los terrenos. El desarrollo del plan quinquenal de adquisiciones iniciado en 2018 se ha traducido en anuncios recientes de compras tan sonadas como 25 cazas F-16, 36 helicópteros Apache y más de 200 carros de combate M1 Abrams. Y ya se vislumbra a corto plazo la materialización de la compra del sistema de defensa antiaérea Patriot, de misiles aire-aire AMRAAM de Raytheon AIM-120 y de cuatro drones MQ-9 Reaper, sin descartar una futura adquisición de los muy avanzados cazas F-35.
Para todo ello Rabat cuenta con unos 22.000 millones de dólares, una cantidad extraordinaria para una economía con tantas necesidades por cubrir como la marroquí, y solo explicable si se piensa en los favores que las monarquías del Golfo le vienen prestando. A ese esfuerzo militarista se suma la reintroducción del servicio militar obligatorio para hombres y mujeres desde el pasado año, sin olvidar la potenciación de su capacidad de defensa aérea y su componente naval, tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo.
Por su parte, es cierto que España padece graves carencias en sus FAS, cuando se piensa en términos de defensa de nuestros intereses vitales en diferentes escenarios y cuando se las compara con las de otros países de nuestro entorno (especialmente en el marco OTAN). Pero resulta fuera de lugar jugar a las comparaciones directas con Marruecos, para extraer de ahí mensajes alarmistas que parecerían dar a entender que ese rearme marroquí se dirige contra España.
En primer lugar, porque las respectivas cifras de equipo, material y armamento no resisten la comparación, con España más que duplicando el presupuesto que Marruecos dedica a la defensa (contando, además, con que España apenas dedica un 1,7% del PIB a ese capítulo, mientras que Marruecos casi llega al 6%), así como en número de aviones, helicópteros y buques de guerra, sin dejar de lado que nuestro vecino del sur no tiene ni portaeronaves ni submarinos. Y eso no se compensa de ningún modo, aunque Rabat nos supere en número de efectivos, en carros de combate y en piezas de artillería… todos ellos ubicados al otro lado del Estrecho. En segundo lugar, basta con recordar que el Global Firepower Index de 2021, que mide la potencia militar de 138 países, sitúa a España en el puesto 18º, mientras que Marruecos tan solo llega al 53º.
Intento de mejorar ante Washington
Pero por encima de esas consideraciones, y centrados únicamente en el terreno militar, es fácil concluir que el rearme marroquí se explica como un intento de mejorar su posición a los ojos de Washington como un importante contribuyente a la seguridad del Estrecho y a la lucha contra el terrorismo yihadista y, sobre todo, como parte de su competencia con Argelia por el liderazgo regional. Una Argelia que sigue siendo superior en el plano militar (figura en el puesto 27º en el citado índice), pero que ve cómo la brecha se va estrechando progresivamente.
Eso no quiere decir, evidentemente, que el proceso militarista marroquí no nos afecte de ninguna forma. Pero de ahí no se deduce ni una amenaza directa ni la necesidad de responder punto por punto a lo que haga nuestro vecino. Conscientes de que Ceuta y Melilla son militarmente indefendibles ante un ataque en fuerza, hace ya mucho tiempo que España ha procurado desarrollar una interdependencia lo más densa posible con nuestro vecino que haga impensable para Rabat la opción militar en su tradicional reivindicación soberanista sobre estas ciudades y otros territorios españoles. Como acabamos de comprobar una vez más, ese entramado no nos libra de sobresaltos y crisis; pero de ahí a una confrontación militar hay años luz de distancia.
De todo ello se deduce que los problemas que el rearme marroquí nos puede crear tienen mucho más que ver con la posible replica argelina, en un clásico juego de acción-reacción que ambos alimentan en una dinámica de confrontación que puede provocar una escala incontrolable. En ese caso, de manera automática la inestabilidad que pudiera generar un choque directo entre ambos vecinos tendría, sin duda, repercusiones muy negativas para los intereses españoles en la zona.
De ahí que, sin perder nunca de vista la necesidad de mantener una capacidad militar de ultimo recurso que preserve a toda costa nuestros intereses en la región, conviene mucho más que nos dediquemos a evitar que esas malas relaciones entre Rabat y Argel puedan desembocar en una confrontación directa.
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