El primer ministro italiano, Mario Draghi, ha recibido numerosas alabanzas en editoriales de la prensa internacional sobre su gestión en los cerca de 10 meses que lleva al frente del país. Se destaca su capacidad para mantener unida una coalición imposible, que abarca desde la ultraderecha populista de la Liga de Matteo Salvini hasta el centro izquierda europeísta del Partido Demócrata (PD), así como el buen ritmo de las reformas para asegurar los fondos europeos.
La prensa nacional, que también apoya su gestión, habla de un vigoroso crecimiento del PIB con un incremento de la inversión extranjera sin precedentes, impulsados por la confianza que genera la figura del expresidente del Banco Central Europeo (BCE). Las encuestas le dan más de un 60% de apoyo entre los ciudadanos.
Aún así, este jueves se enfrentará a la prueba de la calle. Dos de los tres principales sindicatos del país han convocado una huelga general para el 16 de diciembre. El anuncio de las movilizaciones cogió al Gobierno por sorpresa. El actual jefe del Ejecutivo de “unidad nacional” deberá enfrentarse a los mismos ciudadanos que no le han votado directamente, como a tantos “premiers” italianos.
Presupuestos “insuficientes”
La huelga viene motivada como protesta por los presupuestos gubernamentales. Los líderes de los sindicatos CGIL y UIL lamentan que el incremento del gasto público y el recorte de hasta 12.000 millones de euros en impuestos no servirá para reducir las desigualdades en el país ni garantizar una salida de la crisis equitativa. La huelga durará todo el día 16, pero se excluirá al sector sanitario por la situación de pandemia.
“Queríamos representar la voz de un país donde no va todo bien. Ser la voz de los desilusionados, todavía hay mucho sufrimiento, malestar social que estos presupuestos no afrontan”, afirmó en rueda de prensa el secretario general de la UIL, Pierpaolo Bombardieri.
La idea de la huelga es cabalgar una supuesta ola de malestar creciente que ni las encuestas ni los medios detectan, pero que los sindicatos están convencidos de que existe. “El Gobierno de 'unidad nacional' de Draghi ha eliminado de facto la política y muchos debates no encuentran vías de canalización”, dice a elDiario.es el politólogo italiano Lorenzo Castellani.
“Vamos a la huelga para defender una idea de recuperación diferente en este país”, dice el comunicado de los sindicalistas en el anuncio de la jornada. Los sectores más progresistas de Italia creen que el gobierno Draghi supone una “oportunidad perdida” para impulsar cambios profundos en las reformas e inversiones públicas para una salida de la crisis “por la izquierda”.
Los agentes sociales consideran que los presupuestos no hacen nada para proteger a los más perjudicados por la crisis de la COVID-19 y sí por las rentas más altas y por las empresas que no se han visto afectadas por la pandemia.
Pesimismo sindical
Con diferentes matices, los partidos rechazan la huelga porque creen que va en contra del momento político-económico actual y porque todos, con la excepción del ultraderechista Hermanos de Italia, forman parte del Gobierno.
Por el momento, nada hace pensar que la huelga vaya a tener un gran seguimiento, según se desprende de los mismos partidos y del Gobierno. Los sindicatos piden reabrir las negociaciones para desconvocar el paro y el Gobierno se niega.
A Draghi y a su equipo económico –en buena parte formado por antiguos miembros de la Banca d’Italia— les ha costado tener a todos los partidos de acuerdo con concesiones importantes a izquierda y derecha. Destacan el mantenimiento de la renta de garantía ciudadana, una reducción de impuestos y un respeto parcial al sistema de pensiones Quota 100, que impulsaron la Liga y el Movimiento 5 Estrellas (M5E) cuando compartieron gobierno de 2018 a 2019, y que permitía jubilarse a los 62 años si se habían cotizado 38.
Maurizio Landini, secretario general del CGIL, tacha a todos los partidos de irresponsables por igual. Además, les acusa de “desautorizar” a Draghi en las negociaciones. Landini explicó que en sus conversaciones con el primer ministro hubo un compromiso por no rebajar impuestos a las rentas más altas este año, y que esta medida se incluyó en el primer borrador de las cuentas. “Después, los partidos lo hicieron desaparecer, dejando en muy mal lugar al premier”, dijo.
El malestar social al que por ahora se ha enfrentado Draghi ha estado más relacionado con las medidas para dificultar la vida social y laboral a los no vacunados que no tanto por cuestiones económicas. Grupos negacionistas y neofascistas intentaron asaltar la sede del Gobierno en octubre y destrozaron la sede del sindicato de la CGIL en Roma. La primera prueba contra la calle de Draghi fue precisamente el 15 de octubre, día que entró en vigor el pasaporte COVID para ir a trabajar. Se temía que se paralizase el país, pero al final, más allá de las protestas entre los estibadores de Trieste, todo siguió funcionando con normalidad.
Un gran paro general seguido masivamente –que por ahora no parece que vaya a darse— podría tener consecuencias importantes en el Ejecutivo y en los partidos, que en estos momentos valoran más positivamente estar junto a Draghi que enfrentarse a él.