“El cuerpo de los muertos no es basura para reciclar”. Con este contundente mensaje incluido en un folleto distribuido este domingo en todas las parroquias del país, la Iglesia Ortodoxa griega ha querido dejar claro que no acepta la cremación; ni el entierro de urnas, ni liturgias funerarias para los que opten por esta solución.
La Iglesia reacciona así a la reciente inauguración del primer crematorio en Grecia, el último país de la Unión Europea que todavía no contaba con incineradoras. La resistencia del clero ha sido feroz, por lo que el proyecto de abrir una incineradora se había postergado durante décadas.
La que se acaba de inaugurar hace dos meses en Ritsona, a 70 kilómetros de Atenas, es incluso privada porque, a pesar de que hay muchos municipios que lo tienen planeado desde que se aprobó la ley correspondiente en 2006, la presión de la jerarquía eclesiástica es muy fuerte.
El hombre debe ser enterrado a semejanza de Jesús
“El entierro del cuerpo humano es lo natural y la Iglesia no tiene derecho a ir contra la naturaleza”, dice a Efe Serafím Dimitriu, sacerdote en una parroquia de Atenas. Para él las cosas son muy sencillas: el cuerpo de Jesús fue enterrado y eso es lo que debe ocurrir con todo cristiano que muere. Por eso, las urnas no tienen cabida en un cementerio ortodoxo. La ley, sin embargo, no lo impide, porque los camposantos están bajo responsabilidad de los municipios.
María Papapetru comparte esta visión ortodoxa. “Estoy de acuerdo con la Iglesia de que no debe haber una misa funeraria para los que optan por la cremación, porque el que decide dejarse incinerar tampoco acepta el resto de la enseñanza de la Iglesia. Por eso tampoco pedirá misa”, dice al salir de la iglesia de Ayios Dimitrios en Atenas.
El pope Dimitriu representa la corriente mayoritaria de la Iglesia, pero los hay que piensan de otra forma. “Es una postura indicativa del espíritu provinciano de la Iglesia griega, sin ninguna justificación teológica”, sostiene Andreas Aryirópulos, teólogo y profesor de religión.
El Patriarcado de Constantinopla, la máxima instancia de la Iglesia ortodoxa, no solo acepta la cremación, sino incluso ha modificado ligeramente la liturgia funeraria para incluir a las personas que hayan optado por ella, explica el profesor. “Nadie puede acusar al Patriarca de hereje”, asevera Aryirópulos, y añade que en toda Europa, con la excepción de Grecia, los ortodoxos tienen la opción entre el entierro y la cremación.
La odisea de la primera incineradora en Grecia duró veintitrés años
De hecho, aunque las reglas son estrictas, y la Iglesia no acepta ni la cremación ni el entierro de urnas en cementerios, ni las misas para los cremados, la corta experiencia que existe hasta el momento ha demostrado que muchos clérigos se saltan este precepto.
Lo cuenta Andonis Alakiotis, fundador de la Sociedad Griega de Cremación (EKA), una asociación que durante veintitrés años ha llevado, con paciencia y perseverancia, una campaña para que se legalice en Grecia la creación de crematorios. Aunque su lucha era que estos lugares fueran públicos, Alakiotis se siente orgulloso de que al menos se haya podido inaugurar un crematorio privado.
Su asociación nació en 1996 a partir de una experiencia personal. Un conocido pintor amigo suyo le contó a él y a unos amigos que el día que muriera le gustaría que lo incinerasen en Grecia y no en Bulgaria, a donde recurren hasta ahora la mayoría de las personas que optan por esta alternativa.
Desgraciadamente, murió en 2004 sin que su deseo pudiera cumplirse. Fueron necesarios otros quince años. “Todavía no puedo creérmelo. Vengo aquí todos los días para convencerme de que es verdad”, explica Alakiotis.
La prohibición de la Iglesia no resta interés a las cremaciones
En los dos primeros meses de funcionamiento del centro de Ritsona ha habido ya 260 incineraciones, una cifra relativamente alta si se tiene en cuenta todos los obstáculos que han de superar los interesados. Grecia es un país muy creyente y tomar una decisión contra la Iglesia no le resulta fácil a muchas familias, por mucho que simpaticen con la idea de la cremación.
“Conozco a gente que quería ser incinerada, pero cuyos familiares no respetaron su voluntad, por miedo a ser estigmatizados”, explica Alakiotis. Alakiotis confía en que el funcionamiento del centro en Ritsona contribuirá a incrementar el número de cremaciones. Para que la incineradora sea rentable debe haber al menos 1.200 al año. Gajes del negocio privado.