En las últimas 48 horas, el presidente de EEUU la ha acusado falsamente de apoyar a Al Qaeda y de casarse con su hermano para arreglarle los papeles. También la ha invitado a “volverse a su país” y ha observado tranquilamente cómo miles de sus seguidores coreaban en un mitin “¡mándala de vuelta!” nada más mencionar su nombre.
La congresista Ilhan Omar es el nuevo enemigo público número uno de la Casa Blanca, ¿por qué? Porque para Trump, Omar tiene el aspecto perfecto para ser el malo de la película: es musulmana, es demócrata, es refugiada, es mujer, lleva velo, habla claro y es enemiga declarada del presidente. Lo tiene todo para representar a esa América multicultural y urbana contra la que el trumpismo se ha rebelado. Por eso los medios más conservadores hablan de ella a todas horas y algunos de ellos difunden toda clase de bulos y manipulaciones malintencionadas sobre su vida.
Nadie ha presentado una sola prueba de esa teoría que dice que se casó con su hermano para darle los papeles, pero eso no ha impedido al mismísimo presidente hablar de ello con su característica forma de tirar la piedra y esconder la mano. Un medio marginal ultraconservador le pregunta por ello y él responde: “se habla mucho del hecho (...) de que se casó con su hermano, no sé nada sobre eso. He oído que se casó con su hermano, me preguntas sobre ello y no sé, pero seguro que alguien lo está investigando”. La misma manipulación chapucera que cuando la acusan de apoyar a Al Qaeda recortando un vídeo cuya versión completa no deja ninguna duda sobre sus opiniones al respecto. Igual que cuando se agarran a unas declaraciones en las que dijo que en el 11-S “algunas personas hicieron algo” para rasgarse las vestiduras... cuando en su frase completa hablaba de una organización de musulmanes que se habría fundado porque “después del 11-S, vieron que algunas personas hicieron algo y todos nosotros estábamos perdiendo libertades”. Herejía.
Desde que tomó posesión del cargo a principios de año, la congresista ha recibido centenares de amenazas de muerte y al menos una persona ha sido detenida por anunciar que iba a “poner una bala en su cráneo”. Parece difícil amedrentar a alguien que ha llegado tan alto después de perder a su madre a los dos años, huir de Somalia a los ocho y pasar otros cuatro en un campo de refugiados antes de poder huir a EEUU. Sin embargo, esta operación de acoso y derribo va mucho más allá de hacer daño a una congresista novata. Se trata de demonizar a todo lo que ella representa y de dejar claro que hay estadounidenses a los que se puede enviar “de vuelta a casa”, que los blancos son los verdaderos americanos y el resto está a prueba. Pero, sobre todo, se trata de identificar al partido demócrata con lo extranjero, con lo diferente, con lo peligroso... de cara a las presidenciales de 2020.
Los demócratas, también descolocados con Ilhan Omar
Trump y los republicanos han decidido que, independientemente de quién sea el candidato demócrata en 2020, quieren enfrentarse a Ilhan Omar. Y mientras tanto, en su propio partido, la defienden de los ataques más racistas y estridentes del presidente, pero tampoco acaban de estar encantados con ella. Después de que Trump venciera en 2016 arrebatando a los demócratas varios estados bastante blancos y envejecidos, muchos creen que no es muy beneficioso electoralmente que la imagen del partido sea la de una mujer musulmana que está además en su ala más izquierdista. Preferirían alguien más “tradicional” y por “tradicional” se entiende más blanco, más cristiano y probablemente más varón.
Además el alto mando del partido en Washington ya ha tenido varios encontronazos con ella, los más serios a cuenta de Israel. Ilhan Omar tuvo que pedir disculpas después de haber dicho que la influencia política de los grupos de presión pro-israelíes se debía al dinero. Muchos demócratas se desmarcaron y varios la acusaron directamente de antisemitismo por reforzar la idea del “dinero judío” sobornando políticos. Incluso sin esa polémica, sigue siendo raro en EEUU encontrar voces tan críticas con Israel y, también en esto, Omar ha supuesto una novedad que los republicanos quieren instrumentalizar y los demócratas no saben muy bien cómo tratar.