Disponer de nuevas vacunas contra la COVID-19 significará poco si la gente de todo el mundo no puede vacunarse a tiempo. Es la principal conclusión a la que llega un artículo publicado este sábado en la revista científica The Lancet elaborado por siete destacados expertos en inmunización, política sanitaria y enfermedades infecciosas.
Los autores defienden que las vacunas deben ser asequibles y estar disponibles para los países de todo el mundo, y que los gobiernos tengan la capacidad administrativa y política para distribuirlas localmente para garantizar una estrategia eficaz de inmunización mundial. Y se suman al creciente número de voces que abogan por un reparto equitativo, en un momento en el que más del 90% de los países que han puesto en marcha campañas de inmunización son ricos, y la demanda de vacunas sigue estando muy por encima de la oferta.
En estos momentos, el 75% de los 128 millones de dosis desplegadas se concentran en solo diez naciones que representan el 60% del PIB mundial. Mientras tanto, casi 130 países, con 2.500 millones de personas, aún no han administrado ni una sola dosis.
Los autores señalan que la distribución mundial de vacunas seguras es imprescindible para impulsar la recuperación económica, proteger vidas, lograr la inmunidad de rebaño y minimizar el riesgo de que surjan nuevas variantes contra las que las vacunas existentes sean menos eficaces. “Es improbable que la pandemia de COVID-19 termine hasta que se produzca un despliegue mundial de vacunas que protejan contra la enfermedad grave y, preferiblemente, impulsen la inmunidad de grupo”, reza el documento.
Hasta ahora, los organismos reguladores de numerosos países han autorizado o aprobado las vacunas contra la COVID-19, y se espera que se autoricen más en 2021. “Sin embargo, no basta con tener vacunas autorizadas para lograr el control mundial de la COVID-19: también es necesario producirlas a gran escala, con un precio asequible, asignarlas globalmente para que estén disponibles donde se necesiten y que se desplieguen ampliamente a nivel local”.
El artículo analiza los posibles problemas de producción, asequibilidad, asignación y puesta en marcha de una estrategia eficaz de vacunación mundial contra la COVID-19. Para ello, puntúan las 26 vacunas candidatas principales, algunas de las cuales ya han sido aprobadas, otras están en fase 3 del ensayo y otras en la cartera del mecanismo COVAX o con financiación de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI).
El semáforo
Para su análisis, los expertos utilizan un sistema de semáforo para indicar su posible contribución a la consecución de la inmunidad global mediante vacunas. El color rojo indica una alta amenaza para la consecución de la inmunidad generalizada, el ámbar se refiere a un riesgo medio y el verde indica poco o ningún riesgo.
Por ejemplo, clasifican las vacunas con nivel de riesgo rojo si tienen niveles de eficacia inferiores al 50% basados en los resultados provisionales de la fase 3, ámbar si la eficacia está entre el 50-69% y verde (riesgo bajo) si es del 70% o más. En el primer grupo están las vacunas de Pfizer / BioNTech, Moderna o la Sputnik V, del centro ruso Gamaleya. Sin embargo, todas ellas puntúan en rojo por requerir cadenas de suministro ultrafrías (por debajo de 2 °C).
La vacuna de Oxford/AstraZeneca se clasifica en verde por tener un precio inferior a 10 dólares por ciclo. Moderna, en rojo por tener un precio de 20 dólares o más. “El aumento de los precios amenaza la asequibilidad y la financiación de estas vacunas en los países de ingresos bajos y medios”, indican. Los datos de precios tienen como fuente Unicef y organizaciones que recopilan bases de datos, pero los autores dejan claro que es una información difícil de encontrar porque no todos los precios acordados en los acuerdos de compra por adelantado se hacen públicos, por lo que pueden estar incompletos.
Las distintas características de las principales vacunas se van compensado, lo que a juicio de los autores significa que se necesitará una gama de vacunas para controlar la pandemia.
“Varias empresas han desarrollado con éxito vacunas contra la COVID-19 en menos de 12 meses, un logro extraordinario”, dice Olivier Wouters, autor principal de la London School of Economics en un comunicado. “Pero la cruda realidad es que el mundo necesita ahora más dosis de vacunas COVID-19 que de cualquier otra vacuna en la historia para inmunizar a suficientes personas y lograr la inmunidad vacunal global. A menos que las vacunas se distribuyan de forma más equitativa, podrían pasar años antes de que el coronavirus esté bajo control a nivel mundial. Las preguntas ahora son cuándo estarán disponibles estas vacunas, y a qué precio”.
Compartir tecnología para superar el reto de producción
El mundo necesita ahora más dosis contra la COVID-19 de las que ha necesitado cualquier otra vacuna en la historia. El artículo afirma que aumentar la producción de vacunas para satisfacer la demanda mundial es “un reto monumental”. “Antes de esta pandemia, no existían redes de fabricantes contratados para varias de las principales candidatas a vacunas que presentan tecnologías novedosas, incluidas las que se basan en plataformas de tecnología ARNm”. Además, resaltan, “el volumen de vacunas que se necesita ejerce presión sobre las cadenas mundiales de suministro de insumos, como viales de vidrio, jeringuillas y estabilizadores”.
Actualmente, la capacidad de fabricación de vacunas se limita a un puñado de regiones del mundo y a las relaciones acordadas entre los desarrolladores y los fabricantes específicos. En este sentido, creen que una solución exitosa para el cuello de botella de la producción probablemente requiera “una amplia transferencia de tecnología” para permitir la expansión de la capacidad de fabricación. En la actualidad, pocos países tienen la capacidad nacional para producir rápidamente vacunas contra la COVID-19 por sí mismos y, “en cambio, necesitarán que las empresas compartan activamente los conocimientos, la tecnología y los datos con los fabricantes nacionales”.
Algunas de las principales empresas que han desarrollado vacunas tienen acuerdos de colaboración con fabricantes de países de ingresos medios. Aquí los autores destacan los ejemplos de AstraZeneca, que tiene acuerdos de este tipo con el Serum Institute en India, Fiocruz en Brasil, mAbxience Buenos Aires en Argentina y Siam Bioscience en Tailandia. Johnson & Johnson tiene un acuerdo con Aspen Pharmacare en Sudáfrica y Novavax con el Serum Institute. Sin embargo, “no están claras las condiciones de estas asociaciones, incluyendo la medida en que los fabricantes autorizados pueden negociar sus propios acuerdos de suministro con los países”.
Los expertos recuerdan que ha habido varias iniciativas para facilitar la ampliación de la producción mundial. Por ejemplo, la OMS ha pedido a los Estados miembros y a los fabricantes que se comprometan a compartir conocimientos, propiedad intelectual y datos sobre las vacunas COVID-19 a través del Fondo de Acceso a la Tecnología COVID-19 (C-TAP). Asimismo, varios países liderados por India y Sudáfrica han propuesto suspender temporalmente las normas de la Organización Mundial del Comercio sobre derechos de propiedad intelectual durante la pandemia, sugiriendo que ello podría facilitar la ampliación. Sin embargo, “hasta febrero de 2021, ningún fabricante de las principales vacunas candidatas se había comprometido con el C-TAP, y la propuesta en la OMC no ha ganado impulso”. De momento, los países ricos siguen cerrando filas a la hora de oponerse a la propuesta de exención
Dado que se están invirtiendo grandes cantidades de fondos públicos en las vacunas, los autores sostienen que los financiadores deberían incentivar que los desarrolladores de vacunas compartan su experiencia para ayudar a ampliar la producción. Gobiernos y organizaciones sin ánimo de lucro han destinado sumas de dinero “sin precedentes” al desarrollo de vacunas y a la infraestructura para producirlas. Según los datos que recopilan, los cinco fabricantes de vacunas que más fondos han obtenido de estos actores han recibido entre 957 millones de dólares y 2.000-1.000 millones de dólares en compromisos de financiación, sobre todo del Gobierno de EEUU y CEPI. Sin embargo, como muchos acuerdos de financiación son confidenciales, los detalles sobre los fondos “no están claros”.
Lograr un acceso universal
La escasez de suministros, unida a los pedidos anticipados por parte de las naciones más ricas del mundo de miles de millones de dosis de vacunas (suficientes para proteger a algunas poblaciones varias veces) crea problemas para el acceso universal oportuno, prosigue el informe. Hasta el 3 de febrero, al menos 62 países o bloques de países habían firmado acuerdos de compra con los fabricantes. Los autores creen que lo que se ha llamado el “nacionalismo de vacunas” puede dejar a la iniciativa COVAX con suministros limitados.
“Asegurar grandes cantidades de vacunas de esta manera equivale a que los países antepongan la vacunación generalizada de sus propias poblaciones a la de los trabajadores sanitarios y las poblaciones de alto riesgo de los países más pobres”, afirma el coautor Mark Jit, profesor de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
“Con financiación adicional, COVAX podría competir mejor en la lucha mundial por las vacunas”, explica el doctor Wouters. “Las vacunas desarrolladas por los fabricantes chinos, indios y rusos también pueden ofrecer un salvavidas para las naciones de ingresos más bajos si muestran buenos resultados en los ensayos de fase 3, lo que les permitiría adquirir abundantes dosis de vacunas que aún no han sido autorizadas en la mayoría de los países de ingresos altos. Una vez autorizadas por la OMS, estas vacunas podrían contribuir a la cartera de COVAX”.
El estudio también recalca que la asequibilidad sigue siendo una preocupación importante, ya que algunos fabricantes han fijado precios para las vacunas COVID-19 que se encuentran entre los más altos jamás cobrados por una vacuna. Sin control de los precios, es poco probable que los países de bajos ingresos puedan permitirse o acceder a suficientes vacunas para proteger a sus poblaciones, ya que los precios más bajos que se han ofrecido a cualquier país o bloque de compras oscilan entre los 5 y los 62 dólares por ciclo, según la información de The Lancet.
“Los gobiernos pueden insistir en que, como condición para obtener financiación pública, las empresas se comprometan a conceder suficientes licencias para permitir una producción mundial generalizada, y deben fijar precios asequibles”, afirma otro de los coautor, Kenneth Shadlen, de la London School of Economics.
Los autores también creen que el éxito del despliegue también puede verse obstaculizado por las dudas sobre la vacunación. “Para superar los desafíos de la indecisión en la vacunación y garantizar que las vacunas se administren al mayor número de personas posible, los gobiernos tienen que mejorar la confianza de la población en la seguridad de las vacunas y combatir la desinformación y los rumores en torno a la COVID-19”, afirma la profesora Heidi Larson, coautora de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical.