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La izquierda francesa mantiene su unidad entre dudas sobre el camino a seguir tras el golpe de mano de Macron

El pasado junio, unos días después de la disolución de la Asamblea Nacional, Le Monde atribuía a Emmanuel Macron una frase pronunciada en el transcurso de una conversación privada con un empresario en el Palacio del Elíseo. Según revelaba el diario, el presidente de Francia dijo que, con el adelanto electoral, “había lanzado una granada sin anilla a los pies de los partidos políticos; ahora a ver cómo se las arreglan”.

En los días posteriores, Éric Ciotti, presidente de Los Republicanos (derecha), hacía buenos los pronósticos de Macron al anunciar una alianza electoral con la ultraderechista Marine Le Pen, contra la opinión de la mayoría de sus compañeros de formación, que votaron para expulsarlo. En la izquierda, sin embargo, las cuatro principales formaciones (Francia Insumisa, Partido Socialista, Europa Ecología-Los Verdes y Partido Comunista) acordaron en pocos días que acudirían juntos a las elecciones legislativas en el Nuevo Frente Popular (NFP).

Contra todo pronóstico, el NFP logró ser la fuerza con más escaños en la Asamblea (193, frente a 166 de la coalición centrista y 146 de la extrema derecha). Con el grupo más numeroso en escaños en la nueva Asamblea, los partidos progresistas se pusieron de acuerdo, tras varias semanas de negociaciones, y nombraron a la economista del Estado, Lucie Castets, candidata para ser nombrada primera ministra. La coalición de izquierdas lograba así dejar atrás días de tensiones y diferencias internas para consensuar y defender, todos a una, el nombre de Castets.

Pero Macron rechazó la propuesta del NFP desde el principio, para decantarse finalmente por el conservador Michel Barnier. Desde entonces, las fuerzas progresistas no han dejado denunciar la “negación de la democracia” que supone la decisión del presidente francés y tratan de organizar una respuesta conjunta, aunque difieren sobre el tono y la modalidad.

Este fin de semana, durante la Fête de l'Humanitéjornadas que organiza cada año el diario L’humanité y que suponen una gran cita de políticos y militantes de izquierda– los cuatro principales representantes de los partidos, el socialista Olivier Faure, la ecologista Marine Tondelier, el insumiso Manuel Bompard y el comunista Fabien Roussel defendieron públicamente la necesidad de preservar la unidad del NFP, como fuerza parlamentaria y como vehículo para conducir las protestas.

Primeras protestas

Hace unas semanas, Francia Insumisa convocó –sin consultar a sus socios– una protesta contra “la negación de la democracia de Emmanuel Macron”. Y el sábado, el fundador del partido de izquierdas, Jean-Luc Mélenchon, dijo que apoyaba la nueva jornada de acción prevista para el 21 de septiembre contra un “gobierno Macron-Barnier”, convocada inicialmente por asociaciones y organizaciones estudiantiles, ecologistas y feministas.

Los socialistas no participaron en la primera, apostando por centrarse en las protestas coordinadas con los sindicatos, que han previsto grandes manifestaciones para el 1 de octubre. Tampoco estuvo Lucie Castets, que ha anunciado que solo participará en las protestas a las que acudan las cuatro fuerzas del NFP.

Respuesta parlamentaria

Además de la calle, otro escenario de la oposición al nuevo gobierno estará en el Parlamento. Este martes, la Mesa de la Asamblea Nacional, donde los diputados de izquierda son mayoría, debía pronunciarse sobre la admisión a trámite de la moción de destitución de Emmanuel Macron, presentada por Francia Insumisa.

Aunque los otros partidos del NFP –especialmente el Partido Socialista– han mostrado públicamente sus dudas sobre la viabilidad y la base legal para este procedimiento, todos votaron a favor de que la propuesta sea debatida en la Asamblea. No obstante, muchos socialistas afirman que, llegado el caso, votarán en contra.

Las divergencias en el fondo y en la forma de Francia Insumisa y el Partido Socialista han sido visibles en varias etapas desde la creación del NFP, hasta el punto de que, entre los socialistas, una parte importante del partido está promoviendo la ruptura con los insumisos y critica abiertamente al secretario general de la formación, Olivier Faure, partidario de mantener la unidad de la izquierda –fue uno de los principales impulsores del NFP y de su predecesora NUPES–.

Pero, hasta el momento, la necesidad de mantener un frente unido prevalece. “Los militantes del PS suelen estar muy alejados de algunas de las posturas y acciones de los insumisos”, dice a elDiario.es Gilles Candar, historiador y especialista en la izquierda francesa. “La alianza es controvertida e impopular, y lo mismo ocurre a menudo del lado de LFI. Pero la pregunta es: ¿tienen realmente otra opción? Incluso las corrientes más hostiles a LFI en el Partido Socialista tendrán que forjar alianzas de cara a las próximas elecciones municipales y locales. Hoy en día, es raro poder ganar en solitario. Y en la realidad electoral, es más fácil formar un bloque de izquierdas que una alianza de centro-izquierda que no entusiasma al electorado susceptible de votar al Partido Socialista”.

La opción Cazeneuve

Si Macron no parece haber considerado la opción Castets, sí que invitó en varias ocasiones al socialista Bernard Cazeneuve al Palacio del Elíseo. Las razones para descartar al antiguo primer ministro de François Hollande, así como la sinceridad de Macron a la hora de explorar la pista Cazeneuve para la jefatura del Gobierno son objeto de debate.

Una parte de los socialistas acusa a la dirección del PS, en particular al secretario general, de sabotear las opciones de Cazeneuve. “Podríamos haber tenido un primer ministro de izquierda, en línea con el voto de los franceses. Había un nombre, el de Bernard Cazeneuve, y fue mi propio partido el que impidió su nombramiento”, dijo la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, reacia a continuar la alianza con Francia Insumisa.

En realidad, Cazeneuve forma parte del sector más hostil a cualquier alianza con los de Mélenchon y su nombramiento hubiese supuesto la ruptura del Nuevo Frente Popular. “Existen fuertes tensiones para un Partido Socialista que ve los buenos resultados obtenidos en el seno de la alianza de izquierda pero que también está tentado por los macronistas, muchos de los cuales provienen de sus filas”, analiza Gilles Candar. “Un gobierno liderado por Bertrand Cazeneuve se habría basado en una alianza entre socialistas y centristas. Una perspectiva muy frágil, tanto para él como para los dos bandos: los socialistas divididos, los macronistas también en proceso de recomposición”.

Presidenciales en el horizonte

Como telón de fondo de esta secuencia de la formación de gobierno, varios candidatos comienzan a posicionarse de cara a las próximas elecciones presidenciales. Después de sus resultados en 2017 y 2022, Jean-Luc Mélenchon se perfila como el candidato dominante en la izquierda y aparecen los primeros debates sobre la conveniencia o no de una candidatura de unidad.

“La fuerza de Mélenchon se debe también a la debilidad de sus socios”, opina Gilles Candar. “Por el momento no se impone ninguna candidatura, ni en el PS, ni entre los ecologistas ni alrededor de los partidos (Glucksmann, Hamon, Autain, Ruffin, etc.). ¿Podría Lucie Castets ser una posibilidad? Está por ver”.

En los últimos días ha subido de intensidad la rivalidad entre Jean-Luc Mélenchon y François Ruffin, antiguo miembro de LFI, que abandonó recientemente el partido y ahora quiere ofrecer una alternativa al líder insumiso en el extremo izquierdo del paisaje político francés.

Para ello, Ruffin afirma sus “desacuerdos profundos” con Mélenchon y acusa a al líder de Francia Insumisa de abandonar al electorado rural para concentrarse en movilizar a la juventud de la periferia de las ciudades, así como de despreciar a los votantes de ciertos territorios –en particular del norte de Francia– en los que en la última década se impone regularmente la extrema derecha.