¿Qué fue de la izquierda en Israel?
En mayo de 1977, tras prácticamente 30 años de dominio absoluto de la izquierda sionista en Israel –primero con Mapai de 1948 a 1968 y después con el Partido Laborista–, la derecha liderada por el Likud (el partido de Netanyahu) se hizo con el poder por primera vez en su historia. El encargado de este hito fue Menájem Beguín, el que fuera líder de Irgún, la organización paramilitar sionista que en 1946 atentó contra el Hotel King David matando a 91 personas. Desde entonces, en los últimos 44 años la izquierda solo ha liderado el Ejecutivo en ocho de ellos. El último primer ministro laborista, Ehud Barak, dejó el cargo en 2001, hace 20 años.
En las últimas elecciones, celebradas en marzo, el histórico Partido Laborista alcanzó solo siete de los 120 escaños del Parlamento. Los mismos que obtuvo el ultraderechista Naftali Bennett, que tiene todas las papeletas de convertirse en próximo primer ministro de Israel (se turnará con Yair Lapid) si el 13 de junio se confirma el acuerdo de Gobierno para desbancar a Netanyahu en votación parlamentaria. Netanyahu está haciendo todo lo posible por romper esa débil mayoría alternativa.
Bennett ha negado la existencia de la ocupación: “¿Qué ocupación? ¿Puede uno ser un ocupante en su propio hogar? Esta es nuestra casa”. Ha comparado la situación entre Israel y los palestinos como metralla molesta clavada en el culo que no se puede extirpar y es autor de otras frases como: “Cuando ustedes todavía colgaban de los árboles aquí teníamos un Estado judío”; “Yo ya he matado a muchos árabes en mi vida y no hay absolutamente ningún problema”; y “haré todo lo que pueda para luchar contra la creación de un Estado palestino en la tierra de Israel”.
Las otras fuerzas de izquierdas con representación suman 12 escaños: seis para la antisionista Lista Conjunta (liderada por Jadash, sucesor del Partido Comunista) y seis para Meretz (socialdemócrata y verde). Así, hay 19 escaños en total para la izquierda frente a los 72 de la derecha, extrema derecha y partidos religiosos conservadores; los 25 de las formaciones consideradas de centro aunque sin grandes propuestas de cambio en cuanto al conflicto con Palestina; y cuatro del partido árabe conservador musulmán Lista Árabe Unida, el cual ha entrado en el nuevo Ejecutivo.
Sionismo de izquierdas: “Un intento de cuadrar el círculo”
“La izquierda israelí tiene problemas. Prácticamente ha desaparecido. Y esto se debe a que ha perdido su programa político. Se ha convertido en una sombra débil del Likud. El Partido Laborista es el que construyó los asentamientos, llevó a cabo la ocupación, rechazó la solución de dos Estados y estropeó [los acuerdos de] Oslo… Por eso no hay ninguna razón para votar al Partido Laborista si puedes votar al Likud”, dice a elDiario.es Jeff Halper, activista pacifista, director de la organización Israeli Committee Against House Demolitions (Comité Israelí contra la Demolición de Casas) y cofundador de One Democratic State Campaign (Campaña por un Estado Democrático).
Para muchos expertos, ahora que la solución de los dos Estados está prácticamente muerta, el sionismo de izquierdas ha perdido todo su sentido.
Es el caso del historiador israelí Ilan Pappé: “La izquierda sionista ha desaparecido. Ahora hay en el Parlamento más miembros antisionistas que sionistas progresistas. Creo que el el sionismo liberal es un intento de cuadrar el círculo y hay un momento en el que la gente deja de creer en él. Israel está en la encrucijada y tiene dos opciones: ser un Estado democrático o ser un Estado de apartheid”, dice. “La solución de los dos Estados de intentar ser un Estado democrático judío y no un Estado de apartheid podría haber funcionado, pero ya no”.
“La izquierda en Israel está en crisis desde el colapso del proceso de paz de Oslo a principios de los 2000. Desde entonces no ha logrado presentar una visión alternativa con la que movilizar a la sociedad y competir con la derecha”, dice Ben Reiff, director de comunicaciones en inglés del movimiento socialista Standing Together, una organización judío-árabe de Israel, escritor y estudiante de máster en la Universidad de Oxford en Estudios Modernos de Oriente Medio.
“En las últimas dos décadas ha intentado ganar a la derecha a su propio juego, es decir, la seguridad. Ha elegido una y otra vez a generales del ejército retirados como líderes. Mientras tanto, sigue aferrada al paradigma de la ‘separación’ inherente al proceso de Oslo, incluso cuando la realidad sobre el terreno hace que esa separación entre palestinos e israelíes parezca cada vez menos factible”, añade.
El auge de los partidos de centro
“Si el sionismo de izquierdas existió, hoy la derechización de las fuerzas israelíes que reivindican ser la izquierda sionista tienen que repensarse a sí mismos: o proponen un proyecto de izquierdas real o amplían sus vínculos con el sionismo y, por tanto, viran al centro en detrimento de los ideales progresistas”, sostiene Thomas Vescovi, autor del libro ‘L'échec d'une utopie: Une histoire des gauches en Israël’ (El fracaso de una utopía: historia de la izquierda en Israel).
Reiff cuenta que precisamente el auge de ese centro más secular “ha sido el principal cambio en la política israelí en las últimas dos décadas”. “Muchos que se identificaban con la izquierda han pasado a identificarse con el centro. Esto se debe a que desde el colapso de Oslo y el aumento de la escalada violenta durante la Segunda Intifada, muchos israelíes que apoyaban la solución de dos Estados, son ahora más escépticos. De ahí viene el crecimiento de partidos como Azul y Blanco y Yesh Atid, que apuestan por minimizar la ocupación en lugar de acabarla. Económicamente, estas formaciones son de derecha, dado que su base de votantes está formada en gran parte por la élite askenazí de clase media alta”.
En los últimos dos años Israel ha celebrado cuatro elecciones ante la incapacidad de formar gobierno. El partido centrista Azul y Blanco empató con el Likud en las primeras, ganó en las segundas y se quedó a tan solo tres escaños en las terceras. En las cuartas, Yesh Atid se separó de Azul y Blanco y quedó en segundo lugar con 17 escaños (30 de Netanyahu). Esta última fue castigada por apoyar un Ejecutivo de unidad con Netanyahu, imputado por corrupción.
“Está claro que la emergencia de partidos centristas que proponen una articulación entre globalismo económico y secularismo atrae más a la población progresista de Israel de lo que lo hace la izquierda sionista, que parece cansada y desfasada”, dice Vescovi.
“Para repensar un proyecto progresista, la izquierda israelí debería empezar por observar que la población progresista judía está en minoría en Israel. Por tanto, para formar un Gobierno sin fuerzas religiosas o de extrema derecha, la izquierda israelí debe mirar inevitablemente a la población palestina de Israel para proponer un proyecto igualitario y social”, añade el escritor y profesor.
Vescovi cree que será interesante analizar la trayectoria de la formación izquierdista Meretz. “En Meretz hay una división entre una parte que quiere permanecer leal al sionismo y otra que afirma que necesitan estar más unidos a la población palestina de Israel y crear un frente árabe y judío para un nuevo proyecto”, dice. “Hace un año, en las elecciones de marzo de 2020, quedó claro que ganó la gente que prefiere quedarse en el campo político sionista y lograron formar una unión con los laboristas y el centro. Sin embargo, en las elecciones de marzo 2021, Meretz propuso una lista con cinco palestinos en los 10 primeros puestos de la lista”, añade. Se trata de un nuevo proyecto que puede determinar el futuro de la formación.
El eje izquierda-derecha determinado por el conflicto
La distinción entre izquierda y derecha en Israel no es tan sencilla como en otros países. “La distinción realmente no existe. Desde los 80, la izquierda se ha convertido prácticamente en sinónimo del llamado ‘bando de la paz’. Es decir, todos aquellos que apoyan el principio de tierra por paz como forma de resolver el conflicto a través de una solución de dos Estados”, dice Reiff.
“Dado que los temas socioeconómicos son irrelevantes para este eje, existen partidos supuestamente de izquierdas cuyo programa económico es más socialista que el de partidos supuestamente de izquierdas que promueven políticas neoliberales”, añade.
Vescovi apunta en la misma línea: “La cuestión política ya no es predominante. Hay un consenso en el campo sionista sobre la colonización y ese consenso es que el derecho internacional no se respetará”.
“La división real hoy en día es sobre cómo debería ser el Estado de Israel. Un Estado judío sobre una base religiosa, como pide Netanyahu, o un Estado judío en el que la sinagoga esté separada del Estado, como lo que pide Yair Lapid (Yesh Atid). Pero la nueva coalición entre la derecha y la izquierda sionista solo se basa en el deseo de expulsar a Netanyahu”, añade.
El escritor sostiene que “Israel es un país económicamente muy desigual”. “Las clases populares judías votan generalmente a la derecha porque no ponen la cuestión socioeconómica en el núcleo de sus demandas, sino la defensa de un Estado en el que los judíos mantengan una posición privilegiada, especialmente desde el punto de vista religioso. En este sentido, temen que la izquierda, a la que perciben como antirreligiosa y favorable a un intercambio de tierras con los palestinos, llegue al poder”.
“La izquierda sionista nunca ha sido capaz de apelar a estas comunidades más populares porque es predominantemente secular”, dice Reiff.
“La izquierda que existe actualmente en Israel nunca será capaz de llegar al poder. Para ganar unas elecciones debe haber un nuevo tipo de izquierda que no ha existido antes en Israel. Una izquierda capaz de unir a todos los que han sido marginados y comprometida con la igualdad real de todos los ciudadanos y con el fin de la ocupación. No puede haber igualdad sin paz y paz sin igualdad”, añade Reiff.
Halper va más allá: “La única solución es establecer un único Estado democrático sobre la Palestina histórica. El sionismo es un proyecto colonial y la única forma de acabar con ello es la descolonización: no la resolución de conflictos, no la negociación, no los acuerdos… Simplemente desmantelar las estructuras colonialistas de dominación y control y establecer un nuevo Estado con una nueva sociedad civil que ofrezca los mismos derechos a todos, así como el regreso de los refugiados”.
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