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Jack Teixeira no es Daniel Ellsberg: en qué se parecen y en qué no los papeles de Ucrania a los papeles del Pentágono

Daniel Ellsberg durante su testimonio en el Congreso en julio de 1971.
14 de abril de 2023 22:46 h

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Cuando el 19 de marzo de 1971, el reportero del New York Times Neil Sheehan y su mujer, Susan, periodista del New Yorker, se registraron con nombres falsos en un hotelucho de Cambridge, Massachusetts, para hacer copias de los papeles del Pentágono, Daniel Ellsberg, su fuente, llevaba años haciendo campaña contra la guerra de Vietnam. 

Ellsberg había hecho copias de los documentos 17 meses antes en Santa Mónica, California, donde trabajaba como analista para un think-tank del Pentágono, y había intentado que el Congreso hiciera público el estudio de la estrategia militar de EEUU y sus fallos en Vietnam. Les había dado parte de los papeles a varios senadores, que no habían querido hacer nada con ellos e incluso le habían aconsejado acudir al New York Times, que empezó a publicarlos el 13 de junio de 1971. “Nadie en el círculo de amigos y conocidos de Ellsberg desde que se había mudado a Cambridge… tenía que preguntar en junio de 1971 qué le preocupaba a Ellsberg. Todos sabían que era la guerra en Vietnam. Cada hora que Ellsberg pasaba despierto estaba dedicada a su causa”, escribe Harrison E. Salisbury en Without Fear Or Favor, publicado en 1980 y todavía hoy uno de los libros más detallados sobre la revelación de los papeles del Pentágono. 

Teixeira no es Ellsberg, Manning y Snowden

Cuando el Times y después el Washington Post publicaron extractos de los documentos secretos, Ellsberg tenía 40 años, trabajaba como investigador académico en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y era conocido por sus vecinos por su incesante teclear a máquina sobre la guerra de Vietnam, que él mismo había sufrido en el campo de batalla.

Ellsberg, que se identificó poco después como fuente y se entregó a la policía, tenía una intención clara de denuncia. También la tenían Chelsea Manning, cuando en 2010 filtró documentos sobre la guerra de Afganistán e Irak, que había vivido como parte del ejército, y Edward Snowden, que en 2013 reveló el espionaje masivo de la Agencia Nacional de Seguridad de EEUU que había visto de cerca como analista de una subcontrata.

Esto no se asemeja a lo que se sabe sobre Jack Teixeira, el miembro de la Guardia Nacional de Massachusetts de 21 años arrestado este jueves en su casa de North Dighton, al sur de Boston, por haber publicado en un grupo de amigos online documentos clasificados del Pentágono sobre la guerra de Ucrania.

Teixeira, según la información publicada por el New York Times, Bellingcat y el Washington Post, compartía al menos desde octubre documentos clasificados en una red de jóvenes aficionados a las armas y que habían conectado a través de juegos online en la soledad de la pandemia, por ejemplo uno que consiste en sobrevivir a los zombies en un mundo post-apocalíptico en Kentucky. El grupo en la plataforma Discord, dedicada sobre todo a juegos online, se llamaba Thug Shaker Central (un nombre sacado de un meme bromista sobre un vídeo porno) y sus miembros, unas pocas decenas de hombres jóvenes y adolescentes, compartían chistes, algunos con toques racistas, detalles sobre armas y alabanzas religiosas. Teixeira, que utilizaba el pseudónimo de “O.G.”, era el administrador del grupo y quería enseñar a sus amigos online cómo era una guerra de verdad. Era libertario, conservador, hablaba de su fe cristiana, compartía vídeos suyos disparando, decía no entender la guerra en Ucrania y no parecía estar interesado en denunciar nada en particular, sino en exhibir el acceso que tenía a documentos sobre la inteligencia rusa o las debilidades del ejército ucraniano. “Su objetivo, según miembros del grupo, era informar e impresionar”, dice el Times. “Todo el mundo respetaba a O.G. Era el hombre, el mito. Era una leyenda”, dice al periódico un estudiante de instituto de 17 años miembro del grupo e identificado como “Vahki” y que, como otros, no veía a Teixeira como un denunciante. 

Teixeira, por la evidencia hasta ahora, ni siquiera quería publicar estos documentos más allá de su pequeño grupo de fans, pero uno de ellos, adolescente, compartió documentos en un espacio menos privado y de ahí acabaron en grupos de Telegram rusos y canales de YouTube. Ahora el joven es jaleado por algunas voces de extrema derecha en Estados Unidos.

¿En qué se parece?

Según la información disponible ahora, la filtración de documentos actual no tiene la dimensión de los papeles del Pentágono –que eran 7.000 páginas– ni de la gigantesca base de datos de los telegramas diplomáticos publicados por Wikileaks y varios periódicos del mundo en la década anterior. La filtración de Snowden se estimó en más de 1,7 millones de documentos y la de Manning, en más de 700.000. 

En el caso de los papeles compartidos ahora en redes, el número no está claro. El New York Times y el Washington Post han encontrado unas 300 imágenes de documentos a través de usuarios de Discord. No contienen un mensaje común de denuncia, como la falta de transparencia de los políticos sobre lo mal que iba la guerra de Vietnam en 1971 o el espionaje masivo de la Agencia Nacional de Seguridad en 2013. Pero la filtración de estos documentos se parece en cuanto al impacto de la revelación de secretos y el debate sobre qué medidas de seguridad toma Estados Unidos para su cantidad ingente de documentos clasificados. En este caso, aunque la Administración Biden quiere minimizar su importancia, el efecto puede ser más inmediato y claro que en filtraciones pasadas.

El análisis sobre la guerra de Vietnam era un documento interno de estudio retrospectivo sobre la actuación de Estados Unidos de 1945 a 1967, y cuando se publicó en 1971 los principales responsables políticos y militares aquellos años estaban muertos o retirados de la vida pública. Por ejemplo, los documentos no contenían información sobre la Administración de entonces, la de Richard Nixon, aunque el presidente se obsesionara con castigar a los periodistas y a Ellsberg porque temía las filtraciones, incluso las que dejaban mal a sus archirrivales demócratas John Kennedy y Lyndon Johnson. 

Sin embargo, algunos de los documentos secretos que han circulado ahora tienen poco más de un mes y se refieren a operaciones en curso que tendrán que ser modificadas y pueden afectar directamente a personas en Ucrania. También contienen detalles que pueden alertar al ejército ruso de las debilidades de los militares ucranianos, por ejemplo en su defensa antiaérea, que, según uno de los documentos, puede quedarse sin recursos a principios de mayo. 

¿Cómo tiene acceso cualquiera?

Esta filtración ha vuelto a despertar el debate sobre cómo es posible que una persona en apariencia tan distante del conflicto en cuestión y de cualquier cadena de mando pueda tener acceso a documentos tan sensibles. 

“Que un reservista de la Guardia Nacional de 21 años pudiera compartir fotos durante varias semanas revelando algunas de las señales de inteligencia y planes de guerra más sensibles de Estados Unidos es una prueba más de que nuestro sistema para proteger secretos está completamente fuera de control”, explica a elDiario.es Matthew Connelly, historiador de la Universidad de Columbia que lleva años trabajando en la desclasificación de documentos a través de la mayor base de datos pública del país. Además, subraya que ninguna de las 18 agencias de inteligencia de Estados Unidos ha sido capaz de revelar la identidad del acusado, sino que han sido los reporteros del Washington Post los que descubrieron el grupo origen de la filtración y los del New York Times quienes estaban entrevistando a familiares junto a la casa de Teixeira antes de que llegaran los agentes del FBI. “Y todo esto pese al hecho de que el Gobierno se gasta más de 18.000 millones de dólares cada año para proteger información de seguridad nacional”, dice Connelly.

La apariencia de los documentos difundidos sobre Ucrania, fotografiados a veces con una gorra de béisbol de los Red Sox de Boston o revistas de caza de fondo, mostraba que ni siquiera había un gran esfuerzo para esconderse. Y en eso tal vez se parece a las fotocopias de Ellsberg, hechas con la ayuda de sus hijos y un par de amigos que tenían una fotocopiadora en su agencia de publicidad. Robert, de 13 años, hacía copias en una máquina Xerox, y Mary, de 11, cortaba las palabras “top secret” de las hojas

En casos anteriores, el debate se centraba en el acceso de empresas de análisis y otros grupos externos. En este caso, la Guardia Nacional es un cuerpo oficial del ejército, dedicado sobre todo a desastres naturales y otras emergencias en el país, pero Teixeira trabajaba en una posición técnica para garantizar la seguridad de las comunicaciones en una base en Cape Cod, la península al sur de Boston, y así podía tener una autorización de acceso a documentación secreta. Para quienes se preguntan por su juventud y falta de experiencia, un portavoz del Pentágono aseguró que es parte de la cultura del Departamento “confiar” en jóvenes y ofrecerles pronto responsabilidades. 

El caos de los documentos secretos

Más de 1,3 millones de personas en Estados Unidos cuentan con autorización oficial para poder ver o manejar documentos clasificados como secretos, con distintos grados de acceso. Incluso para los más básicos, que a veces son revistas de prensa, los permisos se otorgan después de un proceso largo y detallado de entrevistas y chequeo de la persona en cuestión. Pero no hay un sistema para controlar qué hace después esa persona con los documentos, especialmente ahora que son electrónicos y tan fáciles de reenviar de manera masiva, a veces accidental. 

Uno de los problemas es el uso recurrente del sello de información clasificada. “Estados Unidos crea tantos secretos que ya no puede llevar la cuenta de todos”, decía el historiador Connelly en una entrevista con elDiario.es en febrero, cuando publicó su libro The Declassification Engine: What History Reveals About America’s Top Secrets.

La gestión de los documentos oficiales que han crecido exponencialmente con la digitalización se ha convertido en casi imposible con poco personal y poca automatización. En 1991, la agencia de Archivos Nacionales tenía que gestionar 13 millones de documentos electrónicos; ahora son al menos 21.500 millones y cada año crecen más deprisa.

“Antes cada copia de un registro estaba numerada correctamente y era más fácil hacer un seguimiento. Ahora con los documentos electrónicos es cada vez más difícil saber quién podría tener una copia”, explica Connelly. “Hace 10 años, el Departamento de Estado estimó que estaban generando 2.000 millones de correos electrónicos cada año. Es simplemente imposible hacer un seguimiento”. 

La ley contra el espionaje

Lo que los filtradores, accidentales o no, tienen en común es la ley de espionaje de 1917, ideada contra los espías alemanes y que el Departamento de Justicia de EEUU sigue utilizando como referencia en estos casos. 

Ellsberg fue acusado y procesado utilizando esa ley entre otras, pero el juicio fue anulado en 1973 por el uso de pruebas contra él obtenidas de manera fraudulenta por parte de la Administración Nixon, incluyendo pinchazos telefónicos y el asalto de la oficina de su psiquiatra (obra de algunos implicados después en el asalto de la sede del partido demócrata en el hotel Watergate).

En 2013, Manning recibió una condena de 35 años de cárcel, pero el presidente Barack Obama le conmutó la pena en 2017, unos días antes de abandonar la Casa Blanca, por siete años en prisión. Manning salió de la cárcel en mayo de ese año. 

Snowden fue acusado en 2013 de espionaje y robo de material público, pero dos días después del anuncio de los cargos voló a Moscú y pidió asilo en Rusia, donde ahora sigue viviendo. En septiembre de 2022, el presidente Vladímir Putin le concedió la ciudadanía rusa.

Ellsberg anunció este marzo, en una entrevista al New York Times, que sufre un cáncer de páncreas y que los médicos le han dicho que le quedan pocos meses de vida. Espera que otros sigan su lucha por la paz y el desarme, pero reconoce su decepción: “Dejo el mundo en un estado terrible y terrible en todos los aspectos en los que he intentado ayudar a mejorarlo... Este no es el mundo que esperaba ver en 2023”.

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