La emoción de volver empezar, de cuando aún todo está por hacer y hacerlo conjuntamente. Kamala Harris ha cerrado la Convención Demócrata, convirtiéndola en el punto de partida de un nuevo principio para el partido y para el país. “Con estas elecciones nuestra nación tiene una oportunidad preciosa de deshacerse de la amargura, el cinismo y las batallas divisorias para trazar un nuevo camino hacia adelante. No como los miembros de un partido o una facción, sino como americanos”, ha dicho Harris, tendiendo la mano a toda la sociedad americana.
La candidata ha dibujado un horizonte en el que caben todas las Américas y en el que se pone fin a la polarización iniciada en 2015 con la irrupción de Donald Trump: “Escribamos juntos el próximo gran capítulo de la historia más grande jamás contada”. La demócrata ha tomado el espacio que decidió dejar vacío Trump durante su discurso de aceptación de Milwaukee: el de la reconciliación. Después del tiroteo contra él en Pensilvania, se esperaba que el magnate hiciera un discurso apelando a la unidad. Pero al final, a la única unidad que apeló fue a la de los suyos.
Ahora solo hace falta ver si los votantes indecisos finalmente aceptarán tomar la mano que Harris les ha tendido. A pesar de que el estado del United Center ha vibrado con cada una de las palabras de la presidenciable, a quien realmente buscaba convencer con esta idea de pasar página era a los votantes que no están adscritos a ningún partido y que serán clave en noviembre.
Justo cuando se ha cumplido un mes y un día de la tarde de domingo en que Joe Biden anunció que se retiraba de la carrera electoral, Harris ha pronunciado su discurso de aceptación a la candidatura. A sus pies, muchos de los asistentes y delegados vestían de blanco, el color de las sufragistas. Se trata de un gesto cargado de simbolismo y que resuena con la idea de que Harris devolverá a las mujeres del país la opción de tomar decisiones sobre su propio cuerpo. Una cuestión que no podía faltar durante su intervención como presidenciable, pues ha sido su principal cartera como vicepresidenta.
“Creedme, América no puede ser auténticamente próspera a no ser que los americanos sean completamente capaces de tomar sus propias decisiones sobre sus propias vidas. Hoy en Estados Unidos hay demasiadas mujeres que no pueden tomar esas decisiones”, ha defendido Harris. Una vez más, la demócrata ha abordado la cuestión del aborto desde la perspectiva del derecho a la libertad.
A lo largo de su discurso, Harris ha entrelazado su vida personal con el relato del sueño norteamericano. La demócrata ha recordado sus orígenes como hija de una madre que a los 19 años dejó la India para buscar una vida mejor en California. “Siempre hemos sabido que una clase media fuerte es clave para el triunfo de Estados Unidos. Esto es personal para mí, la clase media es de donde vengo”, ha afirmado.
Entre las numerosas referencias a las lecciones de su madre, Harris ha recordado que ella, como mujer india “y con acento”, nunca dejó achantarse por las etiquetas. “Nunca dejes que nadie te diga quién eres: muestrales lo que eres”, ha citado la demócrata. Se trata de una lección que ahora quiere aplicar a una sociedad que tiende a encasillar al otro en diferentes etiquetas. La mayoría basadas en prejuicio. “Vamos a enseñarnos los unos a los otros y al mundo quién somos y qué defendemos: libertad, oportunidad, compasión, dignidad, justicia e infinitas posibilidades”, ha afirmado.
Su historia es la de una niña, hija de inmigrantes y con orígenes humildes, que puede llegar a ser la primera presidenta negra de Estados Unidos. El contraste es notable con la trayectoria vital de Donald Trump, nacido y criado en la abundancia de una familia multimillonaria. “En realidad, Trump no lucha por la clase media”, ha asegurado Harris, prometiendo un recorte de impuestos para “la clase media que beneficiaría a 100 millones de estadounidenses”.
El partido del cambio desde el poder
A lo largo de su discurso, Harris ha hablado desde la posición del partido del cambio. Es uno de los muchos paralelismos que los demócratas han construido con la campaña de Barack Obama en 2007. Aunque con el ligero y significante matiz de que cuando Obama se presentaba como el cambio lo hacía después de ocho años de presidencia del republicano George Bush. Harris lo hace cuando su partido es el que está ocupando el poder desde el 2020.
La contradicción, sin embargo, queda difuminada gracias a la sensación de aire fresco que supuso la sustitución de Biden por Harris, y por el hecho de que la sombra de Trump sigue siendo alargada. Antes de terminar el mandato, el expresidente se encargó de dejar tras de sí un Tribunal Supremo con mayoría republicana. De esta forma, se puede dar continuidad a su agenda a través de los recursos judiciales. La derogación de Roe contra Wade -que blindaba el aborto- fue en 2022, cuando los demócratas ya llevaban dos años en el poder, y Trump siempre ha sacado pecho de que se logró gracias a él.
En el contraste con Trump, también ha agitado el miedo a un posible segundo mandato del magnate si gana el próximo noviembre. “Donald Trump es un hombre muy poco serio”, ha dicho. “Pero las consecuencias de poner a Donald Trump de nuevo en la Casa Blanca son muy graves”. Entre esta lista de consecuencias, está el Project 25, el cual ha citado. También ha acusado al expresidente de “autócrata”.
Gaza, “devastador” pero sin derecho a la palabra
La guerra de Gaza ha estado sobrevolando la convención demócrata desde el primer día. Las organizaciones propalestinas se han encargado de llevar el conflicto a las puertas del United Center y donde los manifestantes no llegaban, estaban los 30 delegados por el alto el fuego a Gaza, fruto de los más de 700.000 votos protesta emitidos durante las primarias del partido.
Después de marcar perfil con la visita del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el ala progresista de las bases pedía a Harris que fuera más precisa. Sin salirse del discurso oficial con respecto a su socio, la candidata ha vuelto a decir que “la dimensión del sufrimiento en Gaza es desoladora”.
“El presidente Biden y yo estamos trabajando para poner fin a esta guerra de manera que Israel esté seguro, los rehenes sean liberados, el sufrimiento en Gaza termine y el pueblo palestino pueda hacer realidad su derecho a la dignidad, seguridad, libertad y la autodeterminación”, ha afirmado.
Las palabras suenan poco creíbles después de que el partido demócrata haya negado la petición de los 30 delegados sin compromiso para que una persona palestino-americana subiera al escenario a hablar. Estos delegados representan los más de 700.000 votos protesta contra la guerra de Gaza que se emitieron durante las primarias del partido.
La negativa aún adquiere más gravedad después de que el miércoles subieran al escenario Jon Polin y Rachel Goldberg Polin, los padres de Hersh Goldberg-Polin uno de los rehenes que fueron secuestrados por Hamás durante los ataques del 7 de octubre. La madre del joven relató durante 10 minutos el infierno que han vivido desde que su hijo fue secuestrado. La mujer rompió a llorar encima del escenario mientras el público la arropaba a gritos de “Bring them home” (Devolvedlos a casa).
Goldberg pudo explicar su sufrimiento, no ha sido así para las víctimas palestinas. La negativa de que una persona palestina-americana pudiera dirigirse al estadio representa la primera grieta en la imagen de presidenciable de Harris que quiere gobernar para todos los norteamericanos.