La Conferencia del Conservadurismo Nacional que tuvo lugar a principios de febrero en Roma se celebró tan solo unos días después de que Marion Maréchal anunciase de forma oficial el lanzamiento de una sucursal del ISSEP, (Instituto de Ciencias Sociales, Políticas y Económicas, del que es fundadora) en Madrid. De considerar que España no estaba “madura”, Marion Maréchal ha pasado a poner a nuestro país en cabeza de la expansión de su centro de estudios y proclamar su papel como punta de lanza en la creación de “un Visegrado Mediterráneo”, en referencia al grupo de países más conservadores de la Europa del Este como Hungría y Polonia.
En su lucha nacionalista, la nieta de Jean-Marie Le Pen y sobrina de Marine Le Pen quiere expandir su proyecto de forma global en un cierto juego paradójico para alguien que se proclama contraria al globalismo. Una estrategia para la derecha que viene, la que acaricia el poder. La foto en la que quiere salir Vox.
El ISSEP, que según lo anunciado abrirá su nueva sede en Madrid en unos meses, parece ser la pieza calculada en una estrategia ambiciosa de renovar la derecha en Europa. Un medio para un fin. Un mecanismo con el que coger impulso, acumular contactos y tejer alianzas que permitirán a Maréchal, líder sin partido, llevar por delante un título, el de directora de un centro de formación (intelectual, si se quiere) como carta de presentación. Además, Maréchal no esconde cuál es su verdadera misión: formar élites capaces de ir “en contra de toda esa carga ideológica débil, cosmopolita, biempensante”.
Más paradojas: Marion Maréchal concede una entrevista en el momento en el que, para pesar dentro de la derecha ultraconservadora europea, se quita el apellido que la hizo famosa y, al mismo tiempo, se reclama frente a su tía como la digna sucesora de Jean-Marie Le Pen, “guardián de esencias” del clan familiar. Se sabe joven (30 años) y su carrera es de fondo. Como ya explicó en una entrevista en 2018, quiere “estar preparada”, ideando algo así como “un Gobierno en la sombra”. Por aquel entonces, decía conocer poco a Vox y no contar con “aliados” en España, pero las cosas han cambiado y la apertura de una sucursal del ISSEP en España es inminente, gracias precisamente a una alianza con dos personas del entorno de Vox, Kiko Méndez-Monasterio y Gabriel Ariza.
En las últimas semanas ustedes han hecho pública su voluntad de abrir un centro de estudios en Madrid. Lo primero que sorprende es el país y el lugar escogido. ¿Por qué España y por qué Madrid?
Desde los orígenes yo siempre he querido dar al ISSEP una dimensión internacional. Es algo que se puede rastrear viendo los programas del ISSEP de estos años, tanto a nivel de estudios (hay mucho de derecho internacional, de relaciones internacionales, de geopolítica) como a nivel de profesores (en la plantilla tratamos de aunar a diversas familias de la derecha francesa pero también a profesores y expertos de otras partes de Europa y Estados Unidos). El objetivo siempre ha sido conectar a una élite que sea capaz de religar la nación al mundo y defender sus intereses nacionales en el marco de la globalización.
Y después hay que decir que teníamos las antenas bien puestas. Yo particularmente tenía las antenas fijas hacia el eje latino del sur de Europa. Creo que el futuro de Europa se escribirá a partir de la famosa alianza de los países latinos de la que hablaba en la conferencia. Y la Providencia o el azar, quién sabe, me hizo contactar con Gabriel Ariza, que seguía nuestro proyecto desde hace tiempo y que se presentó como formando parte de un grupo de emprendedores españoles que se sentían muy cercanos a nuestro proyecto pedagógico, de la forma que nosotros tratamos de responder a las actuales derivas de la universidad y que querían exportar nuestro modelo. Ha sido un proceso largo de varios meses de encuentros y trabajo que ha desembocado finalmente en el ISSEP de Madrid.
En una entrevista en septiembre de 2018 usted no mostró ningún interés particular por España, incluso llegó a sugerir que España no era un país preparado para un tipo de proyecto así…
Sí, es cierto, pero yo mismo me he sorprendido de lo extremadamente rápido que está evolucionando la sociedad española. El ISSEP no es un proyecto político o electoral. Es un proyecto educativo que pretende responder no sólo a carencias pedagógicas, sino que sobre todo responde a una deriva del sistema universitario que se ve devorado por lo políticamente correcto, el terrorismo intelectual, todas las teorías de los campus universitarios norteamericanos, lo postcolonial, indigenista, neofeminista y todos esos yo-yo-yo, en detrimento de los conocimientos y saberes.
Las universidades españolas sufrían de ello, pero desde el exterior no estábamos viendo que se estaba organizando algún tipo de resistencia. Sin embargo, ahora vemos que en España se da una forma de aceleración, y eso nos ha confirmado que quizás España sí estaba 'madura' para un proyecto como éste y que respondería a una necesidad y tendría un público.
Usted insiste mucho en la dimensión educativa del ISSEP, pero no puede negar que tiene un componente político de lucha cultural y que además en el caso de Madrid está asociado con el entorno de Vox y particularmente de Santiago Abascal.
El ISSEP y el ISSEP-Madrid no tienen ninguna conexión estructural con los partidos: son autónomos. Pero es verdad que una parte del equipo de ISSEP-Madrid pertenece al entorno de Vox y que una persona, Kiko Méndez-Monasterio, trabaja con Santiago Abascal. Pero esto no debe extrañar: en el ISSEP-Lyon también pueden encontrarse personas que han podido tener o tienen un compromiso con el Reagrupamiento Nacional [antes Frente Nacional], pero que no constituyen más que una parte del equipo. Hay otra gente que proviene de horizontes muy variados y que en su gran mayoría nunca han tenido una militancia política.
Su objetivo desde hace tiempo en Francia ha sido la “unión de las derechas”. ¿Es ese también un objetivo para España?
Mi objetivo no es la unión de las derechas. Imagine lo triste que sería para una persona que el objetivo de su vida fuera la unión de las derechas [se ríe]. Lo que me interesa son las ideas, es cambiar el destino de Francia. Y dentro de ese marco, creo que facilitar los encuentros entre la gente me parece una estrategia coherente.
La expresión concreta de la “unión de las derechas en España” me da igual. Lo que me interesa es que los españoles puedan preservarse de un cierto número de cosas. Y si para ello tienen que pasar por ahí, pues mejor que mejor. Porque lo que yo constato en Francia es que tenemos dos grandes partidos de derechas y una serie de pequeños partidos que también podemos situar en la derecha, y que entre muchos de ellos existen fracturas irreconciliables que contribuyen a que el progresismo de Emmanuel Macron se mantenga en el poder.
Pero a usted no se le escapa que tiene una muy buena imagen entre algunos sectores del Partido Popular español, y que incluso personas como el expresidente José María Aznar o el exministro Mayor Oreja le consideran un referente político…
[Se ríe]. Entonces estupendo. Pero el objetivo es salir del aislamiento. Cuando yo digo que es necesario que las derechas discutan entre ellas, es precisamente por eso: porque es importante salir de las caricaturas, salir del aislamiento, poner por delante lo que tenemos en común más que lo que nos separa. La realidad se ha convertido en tan dura, los desafíos se han hecho tan enormes que no podemos encerrarnos sólo en nuestras diferencias y en la gestión administrativa de todos los días. Tenemos por delante decisiones muy importantes que tomar, que son decisiones radicales, que atañen al tipo de sociedad que queremos.
Por eso me desespero al ver a algunas personas, sobre todo entre Los Republicanos [centro-derecha francés] que comparten con nosotros un 80% de una visión común y que sin embargo continúan encerrados en las viejas posturas morales del gaullismo.
Se refiere a los cordones sanitarios…
Sí, efectivamente, a los llamados “cordones republicanos”. Pero es que además los franceses ya no se reconocen en este tipo de esquemas. Son algo que podía funcionar en los años 90. Pero no ahora.
Todo esto de los “cordones republicanos” pertenece a una vieja lógica partidista o partitocrática. Pero yo no soy una mujer de partido. No es mi mentalidad. De hecho, en la época en la que tuve desacuerdos con el Frente Nacional traté de ser leal (aunque no tenía miedo de decir que no estaba de acuerdo con todo), pero eso me trajo algunos problemas y finalmente me fui. Por eso digo que no soy una persona obsesionada con los partidos. Los partidos sólo son un instrumento, no fines en sí mismos. En estos momentos es importante trascender las pequeñas diferencias de partido.
¿También en España?
Me refiero en general, pero por qué no.
Regresando al tema de la escuela, ¿tienen ya ustedes un nombre?
ISSEP-Madrid. El acrónimo será el mismo, pero el nombre no será exactamente el mismo sino “Instituto Superior de Sociología, Economía y Política”, porque queríamos mantener el acrónimo y la marca, pero no podíamos hacer una traducción literal de Institut de Sciences Sociales, Économiques et Politiques. Todo el resto será igual: la imagen, la carga pedagógica, el espíritu de la escuela: la idea de aliar la ciencia política con la dirección de empresas. O sea, vincular formación intelectual y liderazgo, conectar las competencias ligadas a las empresas con el saber ligado a los asuntos públicos. Ese es nuestro ADN. Y luego por supuesto las ideas de enraizamiento en una cultura y en una civilización y compromiso con esa cultura y con esa civilización.
El ISSEP se da a sí mismo tres misiones: la primera es educar y transmitir, la segunda es ser una herramienta de defensa de la libertad de expresión, y en esto tenemos que ser ejemplares y comprometernos con una cierta pluralidad, para no convertirnos en la caricatura inversa de aquello que criticamos. Y la tercera es que sea un lugar de producción intelectual e investigación.
¿Cómo se conjuga el respeto a las diferencias nacionales con el hecho de que los programas sean comunes?
No, no, los programas van a ser adaptados.
¿Usted va a participar dando clases?
El ISSEP-Lyon y yo misma estamos en la estructura del ISSEP-Madrid. Vamos a estar implicados en el comité estratégico del instituto, no en el día a día cotidiano. Porque la estructura va a ser autónoma en su funcionamiento y en su política de contratación. Pero vamos a estar implicados en la supervisión de la estrategia de la escuela porque evidentemente hace falta que sea una casa común. Así que seguro que estaré para dar conferencias. Aunque insisto en que los profesores y las empresas serán en su inmensa mayoría españoles. Y, salvo excepciones, la lengua que se hable será el español. Pero el objetivo es formar a un público español. Y a término medio nos gustaría que pudiera haber intercambios entre los estudiantes de Francia y los de España.
No obstante, en Francia ustedes han tenido problemas para conseguir que los cursos que proponen tengan una acreditación oficial. ¿No teme que en España le pueda pasar lo mismo?
No, en Francia no es que hayamos tenido un problema con la acreditación, sino que hace falta un tiempo mínimo de dos años, o sea dos promociones de estudiantes, para poder lograrlo. Así que de manera general todas las escuelas privadas necesitan tres o cuatro años antes de poder obtener la acreditación del Ministerio. Así que en ese sentido somos como muchas otras escuelas privadas en Francia. Y por otro lado, para mí el Estado no es necesariamente una garantía de calidad [se ríe].
Y luego no sé bien si también ocurre en España, pero hemos llegado a una época en la que existe una masificación tal en la enseñanza que los grados y másteres no valen gran cosa. Hay muchísimos estudiantes que llegan al mercado de trabajo con grado y máster y encuentran muchas dificultades para distinguirse del resto. Por eso los empleadores están cada vez más interesados en aquellos estudiantes que han seguido un recorrido algo diferente: que han sido formados de otra manera, que han recibido enseñanzas a la contra de todo esa especie de sandez de la gestión de las élites en la época de la globalización. A la contra de toda esa carga ideológica débil, cosmopolita, biempensante. Así que tengo bastante confianza.
Pero muy posiblemente en España encontrarán ustedes las mismas dificultades administrativas. ¿Ya han cerrado algún tipo de acuerdo con el Ministerio de Educación?
No le puedo contestar porque no soy yo quien lo llevo, pero estoy segura de que los que están encargándose de ello seguirán todos los procedimientos.
O sea que en septiembre de 2020 ustedes estarían en condiciones de abrir.
Depende de cómo vayan las obras, pero los locales deberían abrir normalmente en el mes de abril. Y después la apertura del curso se hará en septiembre.
Existe el rumor de que ustedes están pensando en abrir escuelas en otros países, por ejemplo en Italia. ¿Es eso cierto?
En Italia me encantaría, es uno de esos países a los que nosotros apuntamos. Pero por el momento no hay nada avanzado. Es un objetivo, sí, pero no hay nada concreto. También estamos mirando la posibilidad de llegar a acuerdos con otros países para ampliar la red.