Khadija estaba sentada en la terraza del último piso del Ocean View de Taghazhout cuando, en la madrugada del sábado, vio cómo se tambaleaban todos los edificios.
En lo más alto de la colina de este pueblo surfero, los bloques de hormigón parecían de gelatina. Pero no se convirtieron en escombros, tal y como ocurrió en muchas otras localidades de Marruecos. A su móvil no paran de llegar vídeos de otros lugares de su país que lloran los casi 3.000 muertos en la tragedia.
La joven aún puede sentir el movimiento del edificio bajo sus pies. “Es un milagro”, cuenta Khadija. “Los edificios temblaron muchísimo, pero estas macetas de flores (que señala al borde de la terraza) no se movieron ni un pelo”, afirma.
A pesar de la intensidad del terremoto en esta zona del país, los daños materiales y humanos se cuentan con una sola mano. En Agadir, a escasos kilómetros de Taghazout, los últimos datos oficiales registran un total de cinco fallecidos y menos de un centenar de heridos.
En sus calles también se ven pocos escombros y sorprende la aparente tranquilidad de sus viandantes. En la puerta del hospital Hasán II, ni una ambulancia de emergencias. A Agadir le ha ayudado a salvarse otra tragedia: el terremoto que el 29 de febrero de 1960 causó entre 12.000 y 15.000 fallecidos.
Aprender de la tragedia
Contando el seísmo del fin de semana, el de Agadir es el tercero más fuerte en la escala de Richter de la historia reciente de Marruecos. El tercero en fuerza porque no superó la magnitud 6, pero sí el más mortal porque las infraestructuras no estaban preparadas para resistir seísmos y la ayuda no llegó a tiempo. Tras el golpe, Agadir volvió a levantar sus edificios con una mirada puesta en aquel día: otro terremoto no colapsaría la ciudad.
El epicentro del terremoto se situó en Ighil, en la cordillera del Alto Atlas, a 73,4 kilómetros al suroeste de Marrakech. De magnitud fuerte, su corta profundidad –de no más de 18 kilómetros– agudizó su poder destructivo. En los mapas que difunden el Servicio Geológico de Estados Unidos y la Alta Comisión de Planificación del Reino de Marruecos, los puntos críticos fueron varios: la región de Al Haouz, con la mayor intensidad, seguida de Taroudant, Chichaoua, Ouarzazate, Marrakech, Azilal y Agadir.
La peculiaridad de ese último lugar es que, a pesar de que está incluido en una zona de “baja” intensidad, en el pasado fue escenario de un fuerte seísmo en zonas de la parte sur de la ciudad. “Siempre se utilizan los datos de sismicidad histórica en las evaluaciones. Es frecuente que aparezcan con más peligrosidad en lugares donde se han producido terremotos importantes”, apunta a elDiario.es Arancha Izquierdo Álvarez, sismóloga de la Red Sísmica Nacional en el Instituto Geográfico Nacional de España.
Las consecuencias del terremoto, en cambio, dependen de muchos factores. “Aunque aparentemente dos lugares puedan estar más o menos a la misma distancia de un epicentro, los daños pueden ser muy distintos”, explica la experta.
En el caso de Agadir, hay diferentes factores que explican su resistencia. Entre ellos, la tipología, la altura, el tipo de suelo y terreno, el propio mecanismo del terremoto o la calidad de las construcciones, esta última vital para salvar la tragedia en Agadir.
La experta, además, insiste en que “un terremoto no es algo puntual, sino que es toda una superficie, o falla, la que se desplaza debajo del suelo. Una localidad puede estar mucho más cerca que otra de la falla”, explica. A pesar de que Agadir estaba a 200 kilómetros del epicentro, la falla estaba sometida a mayores aceleraciones y movimientos del suelo que otras regiones más cercanas al epicentro.
Una nueva ciudad
Quien pasea por las calles de Agadir siempre pregunta lo mismo: “¿Dónde está el casco antiguo? Parece todo muy nuevo”. Tras el desastre de 1960, el entonces Alto Comisionado para la Reconstrucción de Agadir (un organismo creado específicamente tras el terremoto) decidió trasladar el centro de la entonces ciudad y reconstruirlo en una zona más hacia el sur. Posteriormente al seísmo, los expertos detectaron que el antiguo emplazamiento era peligroso y sus fallas sísmicas podrían hacer temblar con facilidad la ciudad.
Con un nuevo plan maestro, Agadir comenzó a recomponerse. El propio rey Mohamed V colocó la primera piedra de la nueva ciudad el 30 de junio de 1960, solamente cuatro meses después del seísmo. La movilización fue a nivel nacional. A través de un impuesto de solidaridad establecido en julio de ese mismo año, el Gobierno logró recaudar 350 millones de dirhams (alrededor de 35 millones de euros).
Hoy por hoy, la ciudad sigue creciendo. Desde 2020, el Programa de Desarrollo Urbano de Agadir tiene por objetivo mejorar un municipio con potencialidades significativas. Después del puerto de Tánger-Med y de Casablanca, Agadir representa otro importante punto logístico por su ubicación geográfica en la costa del país, al sur de Rabat y Casablanca.
Se prevé que el proyecto quede terminado en 2024, con un presupuesto de casi 6.000 millones de dírhams (unos 550.000 euros). El único daño tras el terremoto del día 8 se ha registrado en la zona más alta de la ciudad, en la cima de una colina. Allí se encuentran las ruinas de la Kasbah, la fortaleza amurallada que rodeaba la parte antigua de la ciudad y que resultó muy dañada en el terremoto de 1960.
Tras el temblor de la semana pasada, las autoridades locales han registrado el derrumbamiento de 50 metros de este paraje histórico. Aunque Agadir ha perdido un pedazo de su historia, las lecciones aprendidas de 1960 han ayudado a la ciudad a evitar una tragedia mayor.