Una “lucha diaria” y colas de seis horas para encontrar pan y agua en Gaza: “Es lo que tenemos para tranquilizar a los niños”

Marta Borraz

10 de noviembre de 2023 22:51 h

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“Estamos sufriendo. Todos los días estamos sufriendo. Ya no estamos familiarizados con las verduras. Los tomates, los pepinos o las patatas han sido borrados por completo de nuestras vidas. Solo tenemos pan y agua para tranquilizar a los niños y que duerman por las noches”. Norhan Ziadeh cuenta desde la Gaza asediada cómo las bombas israelíes, que ya se han cobrado la vida de más de 11.000 personas tras un mes de guerra, no son la única amenaza. El bloqueo total impuesto por Israel asfixia a los gazatíes, a los que les falta de todo: no hay luz ni combustible, tampoco suministros médicos y ya casi no saben dónde encontrar agua y comida.

Ziadeh habla a la cámara que portan trabajadores humanitarios del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA), que acaba de hacer un llamamiento urgente por la crisis alimentaria que está viviendo desde el pasado 7 de octubre la Franja de Gaza, donde los alimentos “se están agotando”. “Los padres y madres no saben si podrán alimentar a sus hijos hoy, ni tan siquiera si sobrevivirán para ver el día de mañana”, aseguró Cindy McCain, directora ejecutiva del programa, hace pocos días desde el paso fronterizo de Rafah, el único por el que entra una escasísima ayuda humanitaria.

La organización alerta de que las necesidades “aumentan vertiginosamente” y la cantidad de alimentos disponible “ha alcanzado niveles críticos”. Un “castigo colectivo”, en palabras de Naciones Unidas, que está llevando a la población al límite: “La situación aquí es muy mala. Han matado a gente, pero el resto morirá de hambre. No hay comida en el supermercado y tenemos que hacer cola para tener pan. Vamos a las seis de la mañana y esperamos hasta la tarde. Y eso si lo consigues”, asegura Heba, que habló con la organización Action Aid desde un refugio de la ONU.

La ONG denuncia cómo la situación se agrava en el norte de la franja, donde después de que el Ejército israelí la haya partido en dos, más de medio millón de personas “están atrapadas” y “se enfrentan a la muerte por inanición”. La ayuda llega a cuentagotas, y lo poco que entra apenas puede ser transportado hacia el norte porque las carreteras han sido destruidas, explica Riham Jafari, coordinador de Promoción y Comunicación de ActionAid Palestina, que asegura que los casos de deshidratación y desnutrición “están aumentando rápidamente”.

Los suministros de alimentos esenciales como el aceite vegetal, las legumbres, el azúcar o el arroz “se han agotado casi por completo” y los mercados se quedarán sin productos “en los próximos días”, según el PMA, que apunta a que los precios de los alimentos disponibles han subido un 10%. Artículos como la harina de trigo, los productos lácteos, los huevos o el agua mineral han desaparecido de las tiendas de toda Gaza y la población está recurriendo a lo poco que puede conseguir, como comidas a base de cebolla cruda y berenjena cruda, especifica la última actualización de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).

Las cifras de Naciones Unidas apuntan a que, desde el 21 de octubre, 821 camiones con alimentos, medicinas, agua embotellada y productos de higiene han entrado por el cruce de Rafah con Egipto. El combustible sigue estando vetado. Antes, entraba un promedio de 455 camiones cada día laborable para satisfacer las necesidades de los gazatíes, que ya dependían casi por completo de la ayuda alimentaria exterior.

Sin panaderías en el norte

Si en algún lugar se aprecia la crítica situación alimentaria que atraviesa Gaza es en las panaderías, de cuya situación da cuenta prácticamente cada día la OCHA. En su último informe, asegura que el acceso al pan “es un desafío” y el único molino actualmente operativo en Gaza sigue sin poder moler trigo por la falta de electricidad y gasolina.

En el norte ninguna panadería está a día de hoy activa y, según informa la OCHA, las tres últimas fueron vaciadas de existencias de harina por personas que irrumpieron en ellas “buscando desesperadamente alimentos”. Además, a 10 de noviembre, once de las 23 panaderías con las que antes de la crisis trabajaba el PMA han sido destruidas por los bombardeos israelíes. Varias de ellas, hasta seis, en la ciudad de Gaza, dos en el norte de Yabalia y dos más en los campamentos de Maghazi y Nusseirat. Casi todas las demás, salvo una, han cerrado por la falta de combustible.

El recuento hace referencia a los establecimientos a los que apoya la ONU, pero da una idea de la situación que están atravesando las 130 panaderías que previamente a la escalada del conflicto había en Gaza, muchas de las cuales han seguido el mismo camino. Las que todavía funcionan y pueden suministrar pan trabajan de forma intermitente en función de la disponibilidad de gasolina y harina mientras la población “arriesga su vida” haciendo colas de entre cuatro y seis horas a las puertas de los establecimientos expuesta a los ataques aéreos. “Muchos se van con las manos vacías”, añade María Gallar, portavoz en español del PMA.

Por su parte, la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, ha descrito la situación en la Franja de Gaza como “una lucha diaria por encontrar pan y agua” mientras apura las reservas de harina de trigo que ya tenía en el territorio costero e intenta distribuir a las panaderías.

“La situación alimentaria actual en Gaza es catastrófica. Las personas están pasando hambre y sed y luchan por conseguir las cantidades mínimas para sobrevivir. No hay ni agua ni alimentos”, explica Raquel Martí, directora ejecutiva del comité español de UNRWA, que aunque proporciona en algunos de los refugios “comidas calientes y otros alimentos como verduras”, las cantidades están lejos de ser suficientes para cubrir las necesidades de los alrededor de 1,5 millones de desplazados internos.

Al borde de una “catástrofe de salud pública”

Esta población es la que principalmente está recibiendo los suministros de alimentos que entran desde Egipto y que fundamentalmente incluyen alimentos listos para el consumo como atún enlatado o barras de dátiles, además de harina para las panaderías. Eso sí, los suministros se concentran prácticamente en el sur de la Franja porque en el norte ha habido dificultades para hacer llegar asistencia humanitaria debido a la intensificación de las operaciones terrestres. El Ejército israelí, de hecho, ha rodeado la ciudad de Gaza y asegura que ya combate “en el corazón” de la misma.

El acceso a agua es también un reto en el enclave. Actualmente el agua potable que entra por Rafah solo llega al 4% de los residentes, con una asignación de unos tres litros por día para todos los fines, mientras la situación de los pozos municipales, de donde se extrae agua salobre, varía con el paso de los días. El pasado fin de semana casi todos dejaron de funcionar debido a la falta de combustible, pero el lunes UNRWA y UNICEF utilizaron parte de sus reservas almacenadas antes del 7 de octubre para activar 120 pozos de todo el enclave con previsión de que puedan trabajar durante unos días.

El funcionamiento de los oleoductos israelíes y de las plantas desaladoras también es intermitente y son claves porque el agua que sale de los pozos solo debería estar destinada a uso doméstico, no potable. Sin embargo, ante la grave escasez de suministro, también ha sido usada para beber poniendo en riesgo la salud de la población. La Organización Mundial de la Salud (OMS), de hecho, ya ha alertado de “una inminente catástrofe de salud pública” en Gaza entre otras cosas debido al hacinamiento, la suciedad, intoxicaciones alimentarias y el consumo de agua no tratada.

Antes de la escalada violenta y tras años de bloqueo israelí, Gaza ya estaba en una situación muy comprometida: la desnutrición era alta, especialmente entre la población más vulnerable, explica Martí, pero ahora “a medida que empeora el acceso a los alimentos y al agua, las madres tienen cada vez más dificultades para alimentar y cuidar a sus familias, lo que aumenta los riesgos de desnutrición, enfermedades y muerte”. En los refugios de la UNRWA, una media de 600 personas comparten un solo baño. “Nunca jamás hemos visto a Gaza en una situación tan desesperada como ahora”, zanja la directora del comité español de UNRWA.