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20 lugares que (quizá) aún no conoces en Portugal

Vegetación exhuberante en las Azores

Enrique Domínguez Uceta

7 de enero de 2020 21:28 h

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Estamos familiarizados con las grandes ciudades, regiones, playas y monumentos de Portugal, Lisboa, Oporto, Coímbra, Algarve, pero todo el país está lleno de lugares para sumergirse en sensaciones maravillosas que apenas son mencionados. Algunos destacan por su modernidad, por la presencia de gente joven que disfruta de las playas, del senderismo, del surf, de sus bodegas o de sus fiestas hasta el amanecer. 

Para los más activos

Ruta vicentana

Entre los mejores senderos de costa del mundo

La costa atlántica portuguesa de Alentejo y Algarve que mira al oeste se conoce como Costa Vicentina. La bordea el formidable Parque Natural del Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina, en parte recorrido por una ruta de 350 kilómetros, con dos trazados principales. Uno es el Caminho Histórico, cercano a la costa por el interior, ideal para senderismo y cicloturismo, y el otro es el espectacular Trilho dos Pescadores, exclusivamente senderista, que discurre al borde de acantilados de vértigo, donde anidan cigüeñas blancas y los últimos ejemplares europeos de águila pescadora. Los altos farallones se abren ocasionalmente en pequeñas calas con playas de arena que forman remotos paraísos de calma y esplendor natural.

El camino baja a las playas, atraviesa pinares y cruza sobre ríos limpios, donde nadan las nutrias a la sombra de bosques de robles y alcornoques. Los paisajes son tan abruptos como espectaculares, y nunca falta un restaurante, en los pequeños pueblos o en las playas, para disfrutar de los sabores procedentes del mar. El exquisito diseño de plataformas, rampas, miradores y barandillas de madera que jalonan el trayecto, han convertido la Costa Vicentina es un destino de alta calidad ecológica en paisajes prístinos con instalaciones excelentes. Se ha mejorado el acceso desde las carreteras para que motos, coches y autocaravanas encuentren aparcamientos desde donde iniciar rutas a pie bien señalizadas. Así se ha convertido en uno de los mejores senderos naturales de Europa.

Playa da Bordeira (Carrapateira)

Para fanáticos de la soledad y el surf

Un remoto paraíso para surfistas en la costa oeste del Algarve, que admiraría cualquier californiano. El inmenso arenal, orillado por un riachuelo, se extiende entre los acantilados de una costa abrupta y poco accesible. Hay que atravesar a pie el profundo estuario para llegar a la orilla marina, donde los fanáticos de los espacios naturales solitarios disfrutan del lugar, en compañía tan sólo del pequeño chiringuito de la escuela de surf Carrapateira y el Bordeira Beach Club.

Un promontorio al sur permite contemplar lateralmente a los surfistas tomando olas rectas que entran limpiamente hasta la playa, y disfrutar las maravillosas vistas hacia el norte, con largas puntas acantiladas metiéndose en el océano. Donde termina carretera hay varias casas y un restaurante, O Sitio do Rio, junto a un sencillo alojamiento, Bamboo B&B (55 € doble), en un ambiente de remoto esplendor natural.

Ciclovía del Algarve

Pedaleando al borde de las playas

El más placentero de los turismos activos espera a quien se anime a recorrer los más de 200 kilómetros de la Ciclovía del Algarve, por caminos que orillan las playas, atraviesan salinas y marismas en íntimo contacto con la naturaleza, cruzan pueblos y playas con máxima animación en verano, alternando con grandes arenales desiertos. Sin apenas desnivel, permite ir combinando etapas muy poco exigentes con el disfrute del baño, de los chiringuitos y restaurantes donde preparan cataplanas de pescado y marisco, y también visitar las ciudades cargadas de historia del litoral.

La Ciclovía va desde Vila Real de Santo Antonio, en la desembocadura portuguesa del Guadiana, hasta el espectacular Cabo de San Vicente, y es mejor recorrerla en este sentido, en el que los paisajes empiezan siendo llanos y arenosos para evolucionar hacia costas acantiladas con mayores contrastes. Aunque la señalización es mejorable, también es posible encargar la organización a empresas que ofrecen alquiler de material e infraestructura de apoyo para viajes de cinco días. 

Paisajes con mucha música

Zambujeira do Mar

Música dance y buenas playas

El pequeño pueblo de Zambujeira do Mar cuelga sus impolutas casitas blancas, sin destrozos urbanísticos, sobre un acantilado que abraza en su fondo una perfecta concha de arena. La pequeña iglesia se asoma al borde del precipicio y una estrecha calle baja desde el pueblo al fondo de una playa siempre escogida entre las mejores de Portugal. Este tranquilo lugar es la sede de MEO Sudoeste, un espectacular festival de música dance, pop, hip hop y reggae que durante cinco días reúne a las figuras del EDM y Big room house, entre el 6 y el 10 de agosto.

Para relajarse, nada mejor que la vecina playa do Carvalhal, sin construcciones, accesible, con un agradable chiringuito, Carvalhal Beach Nature, y servicios de surf y masaje. A un paso se encuentra un alojamiento de capricho, el hotel Herdade do Sardanito da Frente, turismo rural y granja, con lago y piscinas de agua salada (Bungalow 4 plazas 150 €). En Zambujeira, es posible alojarse en Hakuna Matata Hostel (50 € doble) y para comer, los mejores mariscos en Costa Alentejana y, más asequible, la cocina de A Barca Tranquitanas.

Marvão

Pasión musical en el nido de águilas

Entre los secretos mejor guardados del Alentejo se encuentra el pueblo maravilloso de Marvão, cerca de la frontera con Cáceres. Elevado sobre un territorio ondulado de sierras y llanos, es un excelente mirador sobre docenas de kilómetros en todas direcciones. Los musulmanes levantaron en la cima un gran recinto fortificado, con muchas casas en su interior, que permanece bien conservado. El diario New York Times escogió Marvão entre los mil lugares del mundo que uno debería visitar a lo largo de su vida, sin duda fascinados por la belleza del lugar y por el extraordinario Festival Internacional de Música que se celebra en su recinto durante el mes de julio.

Su creador fue el director de orquesta alemán Christoph Poppen, que se enamoró de Marvão en un viaje de cicloturismo por el Alentejo. Hoy cuenta con un programa de insólita calidad para un lugar tan pequeño, y celebra sus conciertos en la fortaleza, en la cisterna del castillo, en las plazas y en los espacios públicos del pueblo, que es un nido de águilas, con vistas formidables, en el silencio acariciado por el viento de las alturas de Marvão. El festival se celebra en julio, y el resto del año atrae a viajeros menos melómanos. Entre los hoteles dentro del pueblo destacan las excelentes vistas de Dom Denis Marvão (70 € doble), El-Rei Dom Manuel Hotel (60 €, doble), y la Pousada de Marvão (120 €, doble). Para comer, la cocina tradicional del restaurante Mil-Homens, o la del restaurante de la Pousada. Está muy cerca de Cáceres, y se tarda solo media hora en llegar desde Valencia de Alcántara.

Forte São João Baptista, Vila Do Conde

Buenas playas y noches de música electrónica

La excitante mezcla de tradición y modernidad de Portugal alcanza momentos mágicos en algunos lugares repartidos por todo el país. Uno de ellos se encuentra en la costa norte, en Vila do Conde, escenario favorito para las escapadas de los habitantes de Oporto. La ciudad se encuentra en la desembocadura del río Ave, en su orilla norte, con playas sensacionales y varios monumentos importantes que ha dejado su larga historia de salinas y astilleros.

Además del Museo de Construcción Naval, del acueducto y del enorme monasterio de Santa Clara, el antiguo Forte de São João Baptista se ha convertido en un espectacular hotel de diseño, con sólo siete habitaciones, que durante los fines de semana del verano organiza descomunales fiestas nocturnas de música electrónica con DJ’s, que reúnen a dos mil personas bailando en la fortaleza y sobre la arena de la playa. Además del Hotel Forte São João, el hotel Brazão (90 € doble) es buena opción. El restaurante Theatro en la inmediata Póvoa de Varzim ofrece máxima calidad a precios muy asequibles.

Descubriendo ciudades

Ponte de Lima

Invitado a la casa de un noble portugués

No es que el tiempo parezca detenido en el valle del río Lima, es que conserva intacto el encanto de otra época. Por eso lo eligió Fernando Trueba para rodar El año de las luces. El paisaje muestra un mar de lomas de un verdor lleno de matices que combina bosque, viñedos, casas de labor y huertos. Cada casa tiene emparrados, rosas, buganvillas y camelias. La ciudad de Ponte de Lima, medieval y amurallada, surgió junto al puente sobre el que se cruzaba el río, y más tarde se rodeó de palacios y mansiones de los nobles enriquecidos en la aventura colonial.

Algunos decidieron abrir sus casas a los viajeros, y hoy es posible dormir en sus palacios, rodeados de antigüedades y obras de arte. No hay que ir de etiqueta para ser recibido por el conde de Calheiros, y acomodarse en su casa, pasear por los jardines, tomar el desayuno en el salón, bajar a Ponte de Lima a ver el mercado a orillas del río, o buscar un lugar donde probar un contundente arroz de serrabulho. Y todo a menos de una hora de la frontera de Tui (Pontevedra) y a poco más de las de Fermoselle (Zamora) o la de Fuentes de Oñoro (Salamanca). 

El mar está a sólo 24 kilómetros, en Viana do Castelo. Vale la pena salir a pasear por los senderos, entre aromas de verbena, hierbaluisa o acedera escuchando el canto de verderones y jilgueros. Ver las uvas madurando en las cepas y presentir los suaves días de otoño, atemperados por la proximidad del Atlántico. Para dormir, los palacios agrupados en la marca Solares de Portugal (www.solaresdeportugal.pt), el Paço de Calheiros (125 €, doble), la Casa do Barreiro o la Casa do Outeiro. Para comer Diamante Azul (Rua de Vandoeuvre, Ponte de Lima).

Évora

Un templo romano y animada vida universitaria

Una de las ciudades mejor conservadas del Alto Alentejo, con menos fama que méritos, ya que sus murallas, su casco antiguo y sus monumentos completan uno de los conjuntos históricos más interesantes del país. Évora merece una visita por su espectacular catedral, por las 14 columnas corintias que se mantienen en pie del Templo Romano atribuido al culto de Diana, que aparece imponente, rodeado por edificios de fachadas encaladas de blanco impoluto.

Es un placer pasear por el casco antiguo, por la Praça do Giraldo y calles peatonales como la Cinco de Outubro, llenas de animación. Se nota la presencia de una amplia colonia universitaria en la abundancia de locales de ocio y de restaurantes que proponen una extensa oferta de gastronomía alentejana. Buena cocina en Taberna Tipica Quarta Feira y, para comer en la barra, ninguno como el excelente Botequim da Mouraria. Para dormir, el espléndido Tívoli Évora Ecoresort (99€, doble), o el Hotel Moov Évora, en la antigua plaza de toros (53 € doble).

Mértola

Antiguo puerto de los musulmanes del Guadiana

Mértola es uno de los secretos mejor guardados de Portugal, y una de sus ciudades más bellas y sorprendentes en el sur del Alentejo, muy cerca de la frontera española. El pueblo se aprieta al pie de un gran recinto fortificado de murallas con altos cubos prismáticos. Hay que encaramarse por sus estrechas calles, entre casas blancas, hasta la iglesia Matriz de Nossa Senhora da Anunciação, que es una antigua mezquita musulmana convertida en iglesia cristiana sin perder su forma original, a la que se añadió un campanario y unos pináculos. Entre el templo y el castillo se extienden las excavaciones de lo que era el alto barrio musulmán.

Desde la fortaleza se domina la vista del río Guadiana, que corre encajonado a sus pies en una parte de su cauce que entra por completo en tierras portuguesas. Hoy se navega en lanchas y en kayak, pero fue puerto fluvial en tiempo de los árabes, de donde salían los barcos por el Guadiana para alcanzar las costas de África. Se encuentra en el interior del Parque Natural do Vale do Guadiana. Para dormir la Quinta do Vau (45 € doble) tiene una hermosa vista de la ciudad, al igual que el restaurante Espaço Casa Amarela. Vale la pena visitar la cercana Serpa y comer en O Alentejano, de buena cocina tradicional.

Lo más natural

Azores

Ballenas y volcanes en pleno Atlántico

Las nueve islas verdes de las Azores emergen en el Atlántico, 1.500 kilómetros al oeste de la costa continental portuguesa. Son cimas de volcanes submarinos batidas por las olas y los vientos alisios, cubiertas de una vegetación exuberante. Visitadas por aves marinas, delfines y ballenas que acuden a sus costas, estaban deshabitadas cuando llegaron los portugueses, en 1439. Además de granjas, construyeron ciudades tan hermosas como Angra do Heroísmo, en la isla Terceira, declarada Patrimonio de la Humanidad, al tiempo que se convertían en escala para los barcos que cruzaban el Atlántico entre Europa y América.

Combinar en un mismo viaje las islas de São Miguel, la mayor y más diversa, con Faial y Pico, garantiza conocer lo mejor del archipiélago. Los volcanes dominan el paisaje con grandes cráteres que ahora ocupan lagos y selvas en las que brotan fumarolas y barros hirvientes. El senderismo permite atravesar bosques profundos y dominar espectaculares panorámicas sobre calderas, volcanes y costas. No hay que perderse Las Furnas, en São Miguel, un área volcánica palpitante, rica en aguas termales, barros borboteantes y fumarolas, que Charles Baudelaire calificó como “un escándalo de la Naturaleza”.

En la isla de Pico, rodeado de viñedos y molinos de viento, se eleva el cono volcánico que alcanza la mayor altura de Portugal, en un lugar que parece agradar a las 24 especies de cetáceos que lo frecuentan. El antiguo centro ballenero guarda dos museos imprescindibles, el da Indústria Baleeira y el dos Baleeiros. Las lanchas que salen desde el puerto de Lajes consiguen el avistamiento de grupos de delfines y cachalotes en el 99 % de los viajes. En Ponta Delgada, en São Miguel, es recomendable el Hotel Camões (88 € doble) y la gastronomía de Tasquinha Vieira.

Mata de Buçaco

Un bosque mágico

Entre los lugares próximos a la bella Coimbra, ninguno como el bosque de Buçaco, un jardín forestal de más de cien hectáreas cuidado durante siglos por los monjes carmelitas que plantaron especies exóticas llegadas de América y Asia, y lo rodearon de un muro para protegerlo. Hoy es un modelo de bosque pintoresco, salpicado por capillas, fuentes y rincones románticos, como el Vale dos fetos o el estanque de la Fonte Fría. Varios senderos señalizados en su interior permiten descubrir más de 700 especies botánicas, entre ellas los cedros de México y lo formidables helechos arborescentes.

Entre la fronda se levanta uno de los alojamientos más sorprendentes del país, el Palace Hotel de Buçaco, ocupando un edificio neomanuelino, que fue residencia de verano de los monarcas, terminado en 1907 sobre lo que fuera convento carmelita. El sentido escenográfico y la rica decoración del exterior se refuerzan en el interior con fantásticas representaciones de batallas en azulejos. El capricho de alojarse en el Palace Hotel Buçaco no es barato (126 € doble), pero resulta realmente excepcional. Como alternativa, en la cercana Coimbra, el hotel Tivoli Coimbra (88 €, doble) y, para comer, el restaurante No Tacho Cozinha Portuguesa (Rua da Moeda 20) y Sete Restaurante (Martins de Carvalho 10) son excelentes opciones.

Parque Natural de Ria Formosa

Arenales solitarios y almadrabas

En el Algarve, entre Faro y el mar abierto, se extiende un laberinto de marismas y barras de arena que se prolongan a lo largo de sesenta kilómetros, integrados en el Parque Natural de Ría Formosa, un enorme sistema lagunar con dunas, canales y bancos de arena. Es un lugar perfecto para los aficionados a observar la naturaleza, que encuentran especies únicas de aves y los rarísimos perros de agua. Sus cinco islas-barrera poseen playas interminables, en las que es un placer bañarse en soledad escuchando el canto de los pájaros y el rumor de las olas sin construcciones a la vista.

El centro de interpretación del parque, en la Quinta de Marim, cerca de Olhao, es etapa interesante para planificar la visita. Desde Pedras d'El Rei se puede cruzar a pie, o en un trenecito recuperado, sobre el canal y llegar hasta la playa de Barril, para ver la antigua almadraba de Santa Luzia, una cementerio de anclas oxidadas saliendo de la arena, y el restaurante Museu do Atum, con fotos del trabajo de la almadraba que dejó de funcionar en 1972. A pocos kilómetros, en la desembocadura del Guadiana en el Atlántico, otra Reserva Natural, la de Sapal de Castro Marim e Vila Real de Santo António protege una valiosa marisma rica en pescados, crustáceos y moluscos, en la que descansan aves migratorias, cigüeñas y flamencos. En Tavira hay alojamientos sencillos y gratos, del tipo de Casa Branca (75 € doble).

Para no parar

Aldeas históricas

Fortalezas que miran a España

Cerca del límite de Portugal con Extremadura, en tierras altas y pedregosas, se levantan castillos de frontera, fuertes y orgullosos, que dominan vastos panoramas salpicados de aldeas históricas que parecen detenidas en el tiempo. Los olivos, el matorral y el bosque dialogan con el granito y la pizarra con la que se construyeron las viviendas populares, en un fascinante minimalismo matérico. Muy cerca de Guarda se pueden enlazar, en un corto circuito, las fortalezas fronterizas de Castelo Mendo, Almeida y Castelo Rodrigo, regresando por Marialva para disfrutar su armoniosa belleza, en un itinerario de pueblos que comparten la imagen de sus sólidas casas de piedra al pie de una fortaleza.

La pasión por los productos tradicionales de máxima calidad se muestra en Trancoso, sede de la Casa da Prisca, dedicada a la elaboración de productos de gastronomía artesanal. En Marialva, al pie de un castillo con vistas impresionantes, se han recuperado las casas antiguas para ser habitaciones dispersas de un hotel singular, Casas do Côro (190 € doble), en torno al estupendo restaurante de la casa central. Tanquilidad, belleza y lujo rural lo han convertido en refugio exquisito para gente discreta. La Quinta Calcaterra (65 € doble) comparte la belleza del lugar.

Algarve interior

Bosques y manantiales y memoria musulmana

Todo el mundo acude en verano a las playas del Algarve, pero una vez recorridas, desde el Cabo de San Vicente se puede iniciar el regreso hacia el este por el interior, donde se encuentra un mundo rural en un estado casi idílico. La carretera sube, pasando por Vila do Bispo, hacia la sierra de Monchique, un verde mirador sobre la costa, rebosante de manantiales y arroyos. Bosques de pinos y eucaliptos llevan hasta el balneario de Caldas de Monchique, donde se siguen tomando las aguas sulfurosas ya apreciaban los romanos. Entre laderas cubiertas de olivos, almendros, higueras, robles, encinas y alcornoques, se llega a Silves, coronada por el castillo y la catedral, al borde del río Arade.

Estaba considerada la Bagdad del oeste, y fue capital del Algarve musulmán. El romero, el brezo y las jaras perfuman el aire. En São Bartolomeu de Messines coinciden los dos paisajes algarvios, el más alto de la Serra do Caldeirão, con alcornoques y encinas, y el Barrocal, de suelos rojos en los que se cultivan almendros, naranjos, higueras y algarrobos. El camino sigue hacia Alte y atraviesa un mar de montañas antes de llegar a Salir con su castillo musulmán.

Sin bajar de las alturas de la sierra se enlazan lugares de placentera intemporalidad, Querença, Barranco do Velho, Cachopo, con decoradas chimeneas en las casas, primitivos dólmenes, y toscas construcciones de piedra y paja semejantes a las pallozas gallegas. Por Martim Longo y Pereiro se llega a Alcoutim, ya a orillas del Guadiana, el río que se contempla desde la altura del castillo moro. Senderistas y ciclistas pueden recorrer el territorio siguiendo la Vía Algarviana, a lo largo de una senda de casi 300 kilómetros.

Tras os montes

El tarro de las esencias

Una de las zonas más remotas y menos transformadas de Portugal se llama Tras os Montes y se encuentra en el extremo noreste del territorio, encajada en las fronteras de Ourense y Zamora. La arquitectura tradicional y la agricultura de subsistencia mantienen la cultura campesina en pequeños pueblos plenos de autenticidad. Es un placer atravesar los montes desde Puebla de Sanabria para entrar en Portugal en busca de Braganza, por carreteras solitarias que atraviesan el Parque Natural de Montesinho, en las que se cruzan los rebaños de ovejas y se ensartan pueblos diminutos como Francia o Rabal, de rica arquitectura popular y buena agricultura de trigo, maíz, viñedos y olivos. La zona, separada del resto del país tras los montes de Marão, Alvão y Gerês, es un museo vivo de una forma de vida prácticamente desaparecida en el resto del país.

La capital de estas tierras poco habitadas es la ciudad de Braganza, perfecta para un paseo por su centro histórico, con una impagable subida a su hermoso castillo, donde coinciden la iglesia de Santa María y el Domus Municipalis, un raro ejemplo de arquitectura civil románica del siglo XII. El contrapunto lo pone el moderno Centro de Arte Contemporânea Graça Morais, en pleno casco histórico, con una bella adaptación y ampliación del arquitecto Eduardo Souto de Moura. La cocina trasmontana es protagonista en dos restaurantes de Braganza, Solar Bragançano en la plaza da Sé, y Tasca do Zé Tuga en el castillo, sin olvidar los suntuosos cocidos de Poças. Para dormir, la elegante Pousada de Bragança-Sao Bartolomeu (119 €, doble), o el céntrico Baixa Hotel (51 €, doble).

Aveiro

Bacalao de lujo en la Venecia portuguesa

Aveiro no se parece a ningún otro lugar de Portugal. Una hermosa ría penetra en el interior del territorio y da lugar a una albufera llena de vida. La ciudad se construye sobre los canales y en ellos navegan las barcas moliçeiras que se utilizaban para recoger algas en la marisma. Tierra y mar, aguas dulces y saladas, forman parte de la vida de una ciudad de pescadores y comerciantes, que mezcla el arte barroco con el voluptuoso art nouveau, y una universidad con una hermosa biblioteca del arquitecto Álvaro Siza. El puerto convive con la Reserva Natural das Dunas de São, y la arena forma largas playas frente al Atlántico en barrios como Costa Nova, con sus casas listadas de colores puros, ofreciendo una imagen de ocio y veraneo en sutil paralelismo con Venecia. 

La íntima relación de Portugal con el bacalao tiene en Aveiro su mejor escenario. En el siglo XIX, su flota iba hasta Terranova para capturar el pescado que, salado, llegaba al país para ser consumido de manera masiva y convertirse en seña de identidad de su gastronomía. Cerca de Aveiro, en Ílhavo, se puede visitar el magnífico Museu Marítimo, dedicado a la historia local de la pesca del bacalao y a la vida de los marineros. La Cofradía Gastronómica del Bacalao de Ílhavo guarda la memoria del oficio y la pureza de su tradición culinaria. Un lugar tan modesto como el restaurante Bela-Ria es una excelente opción para degustarlo y conversar con pescadores que han realizado docenas de campañas en Terranova.

Aveiro es famoso por su pescado fresco. Su territorio acuático provee de lampreas, patos y anguilas que se toman en caldereta o en escabeche. Es recomendable el pequeño y delicioso restaurante O Bairro, donde preparan un sabroso bacalao escalfado en aceite de oliva virgen, un buen arroz de peixe e marisco à bairro, y el pescado del día adquirido en la inmediata Praça do Peixe, el mercado que se cobija bajo una cubierta de hierro de Eiffel. Para alojarse en pleno centro, el Hotel Moliçeiro (95 €, doble) ofrece alojamiento de calidad. El mejor recuerdo es el que dejan los dulces ovos-moles de Aveiro.

Hoteles de diseño

Formas limpias para alojamientos modernos

Portugal cuenta con una extensa red de Pousadas, semejante a nuestra red de Paradores, que colecciona edificios históricos y combina en ocasiones con el trabajo de arquitectos modernos, que restauran y crean, dando lecciones de buen uso de la arquitectura contemporánea de calidad. Un buen ejemplo es la Pousada de Santa Maria do Bouro, entre la ciudad de Braga y la Serra do Gerês, instalada en el monasterio cisterciense de Amares, del siglo XII, restaurado por Eduardo Souto de Moura, ganador del Premio Pritzker de Arquitectura 2011. El mismo autor firma el proyecto del hotel São Lourenço do Barrocal, en Monsaraz, ganador del León de Oro en la XVI Bienal de Venecia.

El arquitecto Manuel Aires Mateus es el autor de la Casa no Tempo, en el Alentejo, que refuerza la imagen arquetípica de una vivienda popular y funciona como casa rural en el Alentejo. El mismo estudio ha diseñado las encantadoras Casas na Areia en Comporta. En Sagres se levanta el Martinhal Beach Resort & Hotel, no muy lejos del sofisticado Memmo Baleeira. La alta calidad de los arquitectos portugueses, con Álvaro Siza y Souto de Moura como emblemas tras ganar sendos premios Pritzker, su elegante minimalismo y profundo respeto por el patrimonio, han influido en el trabajo de otros profesionales que proporcionan obras de calidad a la arquitectura de los nuevos hoteles portugueses.

Crómlech de los Almendros

Un desfile de construcciones megalíticas

Al oeste de Évora abundan las construcciones megalíticas, crómlech, menhires, dólmenes y poblados neolíticos, levantadas por una civilización común en Europa entre el sexto y el cuarto milenio antes de Cristo. En el Alentejo, esta cultura dejó numerosas obras en el corredor formado por los concejos de Montemor-o-Novo, Évora y Reguengos de Monsaraz. Una de las configuraciones más intrigantes es la del recinto megalítico Dos Almendres, un monumento prehistórico, cromeleque en portugués, formado por un centenar de menhires de formas y dimensiones diversas que se distribuyen de forma aproximadamente elipsoidal a lo largo de un eje orientado en sentido Este-Oeste.

Cuando se estudiaron, en los años sesenta del siglo XX, la mayoría de los menhires estaban caídos, pero han sido recolocados siguiendo las investigaciones arqueológicas posteriores. La disposición geométrica y la orientación parecen aludir a un significado simbólico y sagrado, relacionado con los movimientos del sol y la luna, cuyo sentido último permanece oculto. El recinto arqueológico se encuentra en una suave ladera a la que se accede por una avenida orillada de alcornoques, en un lugar de fácil acceso.

Beira Baixa

Sabores auténticos

Entre Guarda y Coimbra se extiende la Serra da Estrela, y en su entorno se despliega la Beira Baixa, repleta de paisajes auténticos, de pueblos cargados de carácter que trasladan al visitante a siglos pasados. Cualquier recorrido es una experiencia intensa, tanto por el Parque Natural da Serra da Estrela, como por los preciosos pueblos al sur de Guarda, Sortelha, Belmonte, Castelo Novo, Idanha-a-Velha, Piódão, todos ellos austeras sinfonías de arquitectura popular en piedra y teja.

La misma autenticidad se muestra en la gastronomía, con los magníficos quesos de la Serra da Estrela, como el que producen en la Quinta da Cerdeira en Seia, elaborado con leche de ovejas bordaleiras locales, sal y flor de cardo. También son extraordinarios los enchidos, los embutidos, con piezas de calidad sobresaliente, como el bucho de porco bísaro, o la alheira, un embutido de pollo que preparaban los judíos para hacerse pasar por cristianos en tiempos de la Inquisición.

En la Beira interior se producen los vinos de Dão, que ofrece a los enoturistas un interesante centro de información en el Paço dos Cunhas de Santar, al sur de Viseu, con espléndido restaurante. Sus tintos con cuerpo son la mejor compañía para la Caldeirada de enguias, de anguilas, la suculenta Lampreia à foz do Dao, y para las buenas carnes de la zona, de la ternera, Vitela assada, el lechón, Leitão recheado y el Cabrito assado à Beirão. En Viseu, para comer, O Cantinho do Tito y Vissaium Taberna son buenas elecciones. Es una zona ideal para alojamientos rurales como la Casa das Naves de Santo António, en Idanha-a-Nova (40 € persona/noche) o, en Viseu, Charme e Alegria (46 €, doble).

Porto Covo

Emblema de la sencillez más placentera

Porto Covo es un sitio delicioso, sencillo, lleno de encanto y de gente agradable, que quiere disfrutar con calidad y sin convencionalismos de la playa, el sol y los mejores pescados. Pertenece al selecto grupo de lugares que conservan la nostalgia del desenfadado 68. El pequeño pueblo de la costa alentejana es el punto de encuentro de los portugueses que aman esa costa desde hace décadas. Pocos hoteles, algunas casas que se alquilan y varios restaurantes estupendos. Tiene una placita principal, el Largo Marqués de Pombal, con la Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad, apenas una capillita, y unas esbeltas palmeras.

La calle Vasco da Gama baja hacia el mar entre restaurantes y tiendas de recuerdos que la identifican como la costa de California de Europa, embajada de la cultura pop americana y con abundantes referencias al surf, a las plantitas de marihuana y a la música beat. Tiene un puerto estrecho como una ría, y varias playas de todos los tamaños en su entorno para poder elegir. En la plaza se encuentra el mejor restaurante de Porto Covo, Marqués, especializado en marisco. Para alojarse, los céntricos Apartamento Rosa 1 (46 € doble).

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