Lula: “Los países ricos nos metieron en esta crisis por vender papelitos en vez de productos”

Ante un auditorio repleto y entusiasta, Inácio Lula da Silva cargó contra Europa por su responsabilidad en la crisis económica actual, y criticó sus recetas para combatirla. Además, destacó los efectos nocivos que las políticas de los países ricos provocan en Latinoamérica. Lo hizo este jueves en Buenos Aires, en la inauguración del III Congreso de Responsabilidad Corporativa que tiene lugar estos días en la capital argentina. 

“La crisis en la que cayó el mundo en 2008 ha demostrado que todos aquellos que tenían las soluciones listas para nuestras crisis no supieron resolver la suya propia. Billones de dólares se han invertido en intentar solucionar el problema del sistema financiero y no lo han logrado en siete años. Porque arreglar el problema de Grecia es ayudar a los bancos franceses, a los acreedores alemanes. Europa ha tercerizado su política”, ha asegurado el exmandatario. 

También criticó las recetas de austeridad de la UE. “Con los primeros síntomas de crisis se empieza a hablar de recortes, de rebajar salarios. Pero nosotros tenemos la experiencia: todas las políticas que se tomaron en los 90 llevaron a nuestros países al empobrecimiento. Pensaba que era una cosa de Brasil, de Argentina, de Bolivia, pero no del primer mundo”, ironizó. “Todos las países que pasaron por ajustes incrementaron su deuda pública: Grecia, Portugal, España... y no se ha resuelto el tema de la crisis”, ha asegurado Lula. 

Doble discurso de los poderosos

“Fueron los países ricos los que nos metieron en esta crisis porque empezaron a hacer dinero vendiendo papelitos en lugar de productos. Y pagando bonos altísimos a personas que no producían nada. Y claro, la economía quebró”, explica Da Silva como resumen. 

El expresidente brasileño se refirió con ironía a los acuerdos internacionales y a las políticas económicas consensuadas internacionalmente. “En la reunión del G-20 en Londres en 2009 tomamos la decisión de restituir la confianza, restaurar el crédito, fortalecer la regulación financiera, reformar el sistema y rechazar cualquier forma de proteccionismo. Ningún país cumplió”.

“Los países ricos adoptaron el proteccionismo para evitar que los países pobres, los de América Latina, pudiéramos competir. En Doha descubrí que el libre comercio que tanto defienden es para vendernos sus priductos. Cuando los que vendemos somos nosotros no están tan convencidos de defenderlo”, ha asegurado entre aplausos. 

La inclusión como receta económica

“Lo primero que hice cuando asumí el gobierno fue llevar a los ministros a las zonas más pobres. Quería que supieran que no gobernábamos sólo para una parte de la población. Le pusimos rostro a los problemas. Entonces me decían que Brasil estaba quebrado, que no tenía dinero ni para financiar sus exportaciones. Pero yo tenía un proyecto y era mejorar la vida de las personas más humildes. Sabía que cuando subieran un poco también lo haría la clase media y los empresarios ganarían dinero”, afirmó al repasar su mandato. 

“Muchos decían que nuestra política de transferencia de renta era simplemente asistencialismo, simplemente populismo. Porque quien ha tenido siempre dinero, quien nunca pasó necesidad, no ve un gran significado en un poco de dinero en la mano de la persona que nunca lo había tenido. La persona que por primera vez tiene suficiente para comprar comida para sus hijos”, aseguró. 

“No hay nada que interese más a empresarios y comerciantes que el Estado convierta a los más pobres en consumidores. En que dejen de pasar por delante del restaurante para entrar y pedir una cena. Y lo mismo con las tiendas. Con el cine. Yo llegué a oír a personas decir que el aeropuerto parecía una autopista por la cantidad de pobres que había. Y para nosotros no hay nada más extraordinario que eso”, remachó con una sonrisa. “Pero hay quienes se sienten incómodos cuando un pobre se sienta en la mesa de al lado y pide el mismo plato de comida”, afirmó. 

Un pobre en el G-8

Aunque Brasil se encuentra en un momento económico delicado, luchando contra la recesión y enfrentando la devaluación del real y la propia devaluación del gobierno del PT (el partido de Lula y la presidenta Dilma Rousseff), el mensaje de Lula en Buenos Aires fue de optimismo y tranquilidad. “América no debe temer esta crisis porque es pasajera. La gente tiene que tener en cuenta que en economía no hay magia, pero hay decisiones que pueden ayudar al país”. 

Y puso un ejemplo: “Nosotros llevamos más negros a la universidad en 12 años que en toda la historia de Brasil”. Para enseguida contraponer: “Ellos piden su receta: más ahorro, más ajuste, pero nunca dicen más educación”, gritó entre los aplausos entusiastas de un auditorio abarrotado. 

Para Lula, los países poderosos siempre han mirado con desdén a los más pobres. Y defiende que la unidad latinoamericana ha dado más fuerza negociadora a la región. “Antes nos peleábamos para ver quién salía con Bill Clinton en la foto, un gobernante que nadie respeta ya. Pero después le dijimos a Bush que no queríamos el ALCA. Y yo me convertí en el primer mandatario latinoamericano en el G-8. De todos ellos yo era el único que trabajó en una fábrica, que perdió dedos, que estuvo desempleado, que pasó hambre. Pero también era el que mejor representaba a mis electores”, concluyó en medio de una sonora ovación.