María Eugenia Rodríguez Palop (Llerena, 1970) es una profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid que entró en la política institucional en mayo de 2019, cuando encabezó la lista de Unidas Podemos al Parlamento Europeo. Ahora concluye esa legislatura y su nombre no estará en la papeleta de Sumar el próximo 9 de junio, después de que la plataforma de Yolanda Díaz eligiera a Estrella Galán como número 1 y de las posteriores negociaciones con los partidos para el resto de la lista –Jaume Asens (comunes), Compromís, Manu Pineda (IU) y Más Madrid–.
Rodríguez Palop coordinó el programa electoral de Sumar para las elecciones generales del 23J y, desde el pasado sábado, ocupa la secretaría de Internacional y Europa dentro de la Ejecutiva de la formación de la vicepresidenta primera. En julio se producirá el relevo de escaños en el Parlamento Europeo y se dejará atrás una legislatura con avances inesperados en integración –fondos europeos de la pandemia con deuda comunitaria–, gestión de la crisis –suspensión de las reglas fiscales– y en materia de transición ecológica, que en sus últimos meses ha avanzado con la aprobación del Pacto Migratorio, la ola reaccionaria que puede estar por venir tras las elecciones europeas.
La aún eurodiputada ha estado esta semana en la redacción de elDiario.es, 24 horas después de que concluyera el periodo de reflexión que se dio a sí mismo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras los ataques sufridos contra su esposa. “A mí la carta me pareció un acierto”, reflexiona Rodríguez Palop: “Creo que está bien que los líderes políticos y las personas que ocupan cargos de responsabilidad muestren sus sentimientos y sus emociones. Las feministas siempre hemos dicho que lo personal es político, y yo creo que es algo muy bienvenido, que nos permite reflexionar sobre las personas que hay detrás de los cargos”.
¿Y qué le ha parecido el fruto de esa reflexión?
Eso lo tendremos que valorar con el tiempo. Lo importante es que el punto y aparte no se convierta en puntos suspensivos y, por tanto, que se dote de contenido a esos cinco días. Ya hay propuestas sobre la mesa: hace falta desbloquear el Consejo General del Poder Judicial porque no podemos continuar con esta deriva que desacredita al Poder Judicial; hace falta meterle mano a los medios; repensar sobre la actitud ciudadana de youtubers y de influencers en las redes. También hace falta derogar la Ley mordaza, lo sabemos de hace tiempo, porque el derecho a la protesta se tiene que salvaguardar.
Y hace falta eliminar la crispación en sede parlamentaria, porque la gente ha dejado de escuchar a los parlamentarios y los ha dejado de respetar. Entonces, si estos cinco días sirven para hacer esos cambios, para que todos pensemos sobre esto y tomemos una iniciativa transformadora, pues bien está lo que bien acaba.
Algunos de los asuntos apuntados por el presidente en estos últimos días hacía tiempo que venían siendo denunciados por otras personas y colectivos, que han sufrido persecución, lawfare, etc, como raperos, independentistas, miembros de Podemos, de IU. Hace tiempo que se venían señalando carencias democráticas desde algunos ámbitos y la respuesta en aquel momento era otra.
La parte criticable es que es tarde para mucha gente, es tarde para la gente que ha sufrido penas de cárcel, para los exiliados, para quienes se han tenido que retirar del mundo de la política por la presión de medios y de redes sociales que, cuidado, no están solamente en manos de la derecha y la extrema derecha, también hay izquierda y otras posiciones.
¿Cuando decía que también hace falta meter mano a los medios, en qué sentido es?
Hay mucho que se puede hacer para ganar en transparencia y calificar adecuadamente qué es un medio de comunicación y qué no es un medio de comunicación. Se ha hecho esa reflexión también en relación a las acreditaciones para entrar en el Congreso, porque hemos visto situaciones profundamente lamentables protagonizadas por supuestos medios. Hay que penalizar no solamente a quien comete delitos de odio y de otras características en los medios, sino también a los medios que los amparan, los difunden, los replican.
Este fin de semana, coincidiendo con el periodo de reflexión del presidente, se ha elegido la nueva ejecutiva de Sumar, de la que forma parte como responsable de Internacional y de Europa. ¿Cómo ve esta nueva fase que se afronta?
Sumar tenía que dotarse de una organicidad y por fin tiene esa organicidad. Y ahora tiene que empezar a andar y ver cómo se conjuga la convivencia de diferentes culturas políticas y de partidos, movimientos y personas en el mismo espacio. Es el gran reto de la izquierda, y es un reto inconcluso desde hace muchísimo tiempo.
Hace un año aproximadamente se celebró el acto de Magariños, que supuso el punto de salida de Sumar. Desde entonces se produjo la lista unitaria del 23J con con un montón de actores que antes no habían concurrido juntos. Eso se rompió, Podemos está en el Grupo Mixto y ha habido competición electoral en Galicia y en Euskadi. Y ahora vendrán las europeas con una lista de Sumar y otra de Podemos, encabezada por Irene Montero. ¿Qué opina de esa competición y división?
Yo siempre aposté por la lista unitaria y por la incorporación de Podemos. De hecho, lideré una lista de Unidas Podemos porque siempre he creído en la confluencia, y me incorporé a Sumar porque era una confluencia. Nunca he sido una persona orgánica ni de partido. Y sigo creyendo que hay que aprender a articular en la pluralidad y en la diferencia. Que esto no haya salido bien o no haya salido todo lo bien que hubiéramos querido a lo largo de este tiempo, no dice nada acerca de si es o no es deseable. Yo creo que es deseable.
Recordaba que en 2019 encabezó la lista de unidad de Unidas Podemos para las elecciones europeas, y ahora se daba por descontado que pudiera repetir en la lista de Sumar para las elecciones europeas de junio. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué al final no repite en la lista de Sumar?
Ha sido el producto de una negociación donde se ha decidido optar por otros candidatos. A mí me apena muchísimo no repetir. Reivindico, por supuesto, mi trabajo y el trabajo de mi equipo. Los resultados son claros, pero no reivindico un escaño porque los escaños no son de nadie y no tienen nombre y apellido. A mí me avala mi trabajo. Ese trabajo se ha dado por terminado en el Parlamento Europeo y no tengo mucho más que decir. Espero poder ser útil en otro lugar, y estoy segura de que voy a seguir luchando por las mismas causas, esté donde esté. Y hay muchos sitios en los que yo he estado antes, como la universidad, y en los que puedo llegar a estar en el futuro y desde donde esa lucha puede ser muy útil y muy transformadora.
Insisto en que todo el mundo es prescindible, también yo, y los escaños no son nominales.
Esa lucha suya siempre ha estado atravesada por el feminismo, el ecologismo, los derechos humanos, los derechos civiles, por confrontar desde esos espacios la ola reaccionaria... Y en esos ámbitos también se ha desarrollado su tarea en el Parlamento Europeo, como vicepresidenta de la Comisión de Mujeres e Igualdad de género del Parlamento Europeo y miembro de la de Empleo y de la de Agricultura.
Estoy muy orgullosa de haber formado parte del Parlamento Europeo en esta legislatura, que creo que ha sido la legislatura de las Mujeres.
Hemos pedido la reforma de la Carta de Derechos Fundamentales para incorporar el derecho al aborto como derecho autónomo; hemos conseguido la ratificación del Convenio de Estambul en la parte en la que la Unión Europea era competente; hemos luchado para que la violencia de género fuera un eurodelito y, aunque no lo hemos conseguido, sí hemos conseguido sacar adelante una directiva de violencia contra las mujeres donde falta el tipo penal de la violación, si bien está contemplado en la parte preventiva y se plantean un montón de medidas que van a mejorar la vida de las mujeres en toda la Unión Europea, donde solamente tenemos dos leyes de violencia de género.
También hemos sacado, y ahí he sido protagonista y estoy muy contenta, una reforma de la directiva de trata donde se plantea la criminalización de la demanda y de la gestación subrogada cuando se cumplen los requisitos del tipo penal de la trata, que son dos cuestiones bastante ambiciosas y que ha salido adelante en el Pleno con solo siete votos en contra. Es decir, que hemos negociado muy bien y hemos hecho muy buena pedagogía.
Y hemos apoyado la ratificación del Convenio 190 de la OIT, donde se aborda todo lo que tiene que ver con el acoso y la violencia en el trabajo.
Además, hemos sacado una estrategia europea de cuidados, que ya sabemos que es un espacio profundamente feminizado; una directiva de transparencia salarial que aborda la brecha salarial de género, que se traduce en una enorme brecha de pensiones; hemos sacado la directiva de salarios mínimos, teniendo en cuenta que el 59% de las personas que reciben salario mínimo son mujeres...
Así mismo, se ha apostado por que la transición ecológica y digital tuviera perspectiva de género, y se pudiera formar a personas más vulnerables para incorporarse a ese cambio.
También hemos apostado por el Pacto Verde, y ahí protagonicé el trabajo en la estrategia de la granja a la mesa en la pata alimentaria del Pacto Verde: como también he estado en agricultura, he trabajado sobre la reforma de la PAC.
En fin, creo que ha sido desde el punto de vista social, ecologista y feminista, una legislatura envidiable que no va a tener parangón, me temo, en los años próximos.
De hecho, al final de la legislatura se ha estado viendo cómo las derechas se han ido descolgando del desarrollo del Pacto Verde Europeo, muy contaminadas por un debate en torno al campo, como si fuera incompatible el campo con la transición verde.
Hemos tenido el acoso, y espero que no derribo, de las grandes multinacionales en el ámbito de la alimentación, y de los fondos de inversión, que han planteado desde el minuto uno una contraposición casi estructural entre las políticas ambientales o agroambientales y la política agrícola tradicional.
Yo creo que eso obedece a un falseamiento absoluto de la realidad, y además a la ocultación del auténtico problema que tienen los agricultores, que es no solamente el cambio climático, sino también la falta de fertilidad en los suelos, la desertificación y la falta de agua, que no solamente ha provocado el cambio climático, sino también determinadas políticas agrícolas y maneras de abordar la producción agrícola y agroganadera.
Entonces, querer meter la cabeza debajo del ala como la avestruz y engañar a los agricultores no es buena cosa. Eso ha encontrado un canal o una posibilidad. Primero con la guerra de Ucrania y ahora, con las sucesivas crisis asociadas a los conflictos y a la nueva política belicista o defensiva de la Unión Europea, se ha aprovechado para suspender en buena parte las exigencias que, ya de manera bastante esquelética, había incorporado la política agrícola común en temas ambientales.
Entonces, ¿la culpa no es de la Agenda 2030 como dicen las derechas?
La culpa no es de la Agenda 2030, me temo que no. De hecho, la Agenda 2030 yo creo que ni se la han leído.
Es curioso cómo agitaban eso la derecha y la extrema derecha para frenar el Pacto Verde siempre. Incluso había un cartel electoral de Vox en el que tiraban la Agenda 2030 a la basura.
La derecha y la extrema derecha se han aprovechado de la falta de pedagogía, de la aceleración en las tomas de posición respecto de la cuestión verde en la Unión Europea y, también, por supuesto, de errores que se han cometido en la implementación del Pacto Verde.
Yo, por ejemplo, he sido muy crítica con determinadas apuestas energéticas. Una cosa es que tengamos que desarrollar las energías renovables y otra cosa es que sea de recibo que tú apuestes por llenar hectáreas y hectáreas de campos fértiles de placas solares, o instalaciones eólicas, o que se apueste por minas a cielo abierto en la parte oeste de la Península Ibérica.
Está claro que se ha abierto ahí también un nicho de inversión que han querido aprovechar los mismos que querían aprovechar el nicho inmobiliario de la construcción. Y la gente también ha visto eso, se ha visto acosada por un proceso acelerado donde había malas intenciones: el acoso que reciben los agricultores por parte de este tipo de empresas multinacionales y por parte de los fondos de inversión es inaceptable.
La legislatura arrancó marcada por una pandemia que nadie podía imaginar. Y se produce una respuesta ante una crisis total diferente a como la UE afrontó la crisis anterior: se mutualizó deuda, se hicieron unos fondos de de recuperación como nunca habían existido... Parecía casi que se podía estar ante un relativo cambio de paradigma. Y ahora empiezan a aparecer síntomas de retroceso.
Lamentablemente, sí. De hecho, lo más importante es que se suspendió el Pacto de Estabilidad, y eso nos dio desahogo para desarrollar el pilar social y todas esas políticas tan positivas de las que he hablado antes.
Y ahora vuelve otra vez el fantasma de la austeridad, y lo hemos visto en el Semestre Europeo, se vuelve a las andadas de forma profundamente lamentable. En parte ya se está viendo el ascenso de las derechas y la extrema derecha en diferentes estados de la Unión Europea. Y ahora de manera oportunista hay gente como Ursula von der Leyen, por ejemplo, a quienes no les importa volver al punto de partida.
La pandemia demostró que cuando hay voluntad política se pueden hacer cambios rápidos, sustanciales, efectivos y muy positivos. Y, por tanto, hay una Europa mejor que es posible.
También en el Pacto Migratorio se ha visto cómo pueden penetrar los discursos más duros de la extrema derecha y de la derecha, que tiene mucho que ver con la correlación de fuerzas que hay en el Consejo. Al final, cuantos más gobiernos conservadores haya en el Consejo más difícil será que se impongan posiciones progresistas en la UE.
El Pacto Migratorio se ha saldado de manera lamentable, con una solidaridad a la carta por la que tú puedes pagar 20.000 euros por no reubicar personas. Y que esos 20.000 euros puedan ir a destinados a la Europa fortaleza para cerrar todavía más a Europa.
Ese chovinismo del bienestar del que hablaba Jürgen Habermas en su momento, el racismo cultural, el fomento del miedo al otro que nos va a quitar los servicios sociales, nos va a atracar y atacar. Todo eso no nos hace ningún bien. Y, además, estimula claramente las políticas de las derechas y de las extremas derechas, que son las políticas del miedo.
Nosotros hemos votado, por supuesto, en contra del Pacto Migratorio, y me llevo un sabor agridulce, porque creo que podía haberse avanzado de otra manera. Hemos cerrado Europa más con políticas de expulsión que no cumplen con el derecho internacional y con el derecho de asilo y refugio, con más militarización, con más externalización de fronteras, con más países gendarmes, con más pánico, en definitiva. Yo creo que eso conduce al darwinismo social y ahí quienes pierden pues son los de abajo.
A menudo se dice que el discurso del miedo siempre despierta los peores instintos. Ahora se está denunciando mucho la posibilidad de una guerra, y siempre parece que después de la enunciación de una idea a continuación viene su materialización.
Si, la profecía autocumplida.
Sí.
Muchas veces estamos en la distopía del bote salvavidas, en la que tú estás dentro y el otro está fuera y no cabe nadie; la parábola de El banquete de la naturaleza maltusiano. Y eso es terrible, porque yo creo que deberíamos estar en la utopía de la nave Tierra, si lo queremos ver así, más que en la distopía del bote salvavidas.
Y es una cuestión simplemente de manera de ver las cosas, como todo el mundo sabe en Filosofía Política, materia que he enseñado en mi vida académica: que el hombre sea un lobo para el hombre o no lo sea, pues es algo que podemos elegir. Simplemente. No hay absolutamente ninguna tesis fidedigna de carácter antropológico que demuestre que somos seres en esencia egoístas y que tenemos que temer al otro o tenemos que tener miedo de que el otro nos ataque. Podemos cooperar en lugar de competir. Y eso lo podemos elegir. Las derechas han elegido un modelo social y nosotros, personas de izquierdas, deberíamos elegir el otro. Y si tenemos dudas con eso, si no lo tenemos claro, entonces nos hundiremos, iremos flaqueando hasta desaparecer.
La izquierda en España ha defendido históricamente la autonomía de la defensa en contraposición a la OTAN, que al final es una organización militar cuyo jefe está en la Casa Blanca. Sin embargo, el debate en estos últimos meses ha pasado desde esa autonomía europea a una suerte de belicismo europeo.
La espiral belicista es clarísima.
Empezamos hablando de la legítima defensa de Ucrania, que es evidente que tiene sentido. Hablamos también de Gaza, y pensamos que la gente tiene derecho a defenderse frente a un ataque que es ilegítimo e ilegal, y frente a una agresión, sea del tipo de la que Israel está desplegando sobre Gaza, sea del tipo de la que Putin desplegó sobre Ucrania.
Y de ahí, hemos pasado a una carrera armamentística, al incremento desmesurado de los presupuestos en defensa, a asumir que hay que derivar recursos del pilar social al defensivo, y a que la única forma de defendernos es volver a armarnos. Yo creo que eso hay que resistirlo: no podemos volver a los años de la Guerra Fría ni a años anteriores peores. Hay que pararlo.
Dice que hay que pararlo. Pero parece que estamos en una espiral de declaraciones, Von der Leyen dijo hay que tener un comisario de Defensa, aunque no vaya a tener competencias en los ejércitos porque es una cosa de los Estados. Ella arrancó la anterior legislatura diciendo que había que apostar por la transición verde y digital, y ahora pareciera que la agenda pasa por lo militar.
La agenda de Von der Leyen ha demostrado ser muy oportunista durante toda la legislatura. Ella no empezó defendiendo ni a las mujeres ni al Pacto Verde. Recordemos que fue presidenta tras una segunda votación que salió adelante solo por nueve votos, porque justamente no defendía ni el Pacto Verde ni la agenda feminista. Después lo ha hecho y lo ha hecho relativamente bien, ya lo comentábamos antes, pero ahora no tiene ningún empacho en volver a ser la ministra de Defensa que siempre fue.
A mí es una persona que no me genera ni la más mínima adhesión. Ya voté en contra en su momento y ahora votaría en contra: no tengo ningún interés en que esta señora sea la presidenta de la Comisión. Dicho esto, creo que la defensa no pasa únicamente por incrementar el armamento ni por dotarnos de más y mejores ejércitos. Se ha olvidado la existencia de la ONU, por ejemplo, y creo que sería interesante volver a plantearse el papel de la ONU, en qué manera se puede democratizar y se puede profundizar el mandato de la ONU, que también es un mandato defensivo, solo que desde otros esquemas de seguridad.
Además, la seguridad solo puede ser real si es seguridad de todos y para todo, porque si es solo la seguridad de algunos y en algunas cosas, siempre será insuficiente. Creo que si pensáramos más en la ONU y menos en la OTAN nos iría mejor.
Quizá estos sean algunos de los asuntos que más fricciones puedan generar entre el grupo de La Izquierda, que es en el que estaba inscrita, y los Verdes, que es otro el grupo al que fueron integrantes de la lista de UP y al que irán también de la lista de Sumar.
Bueno, los Verdes son variados, como también es variada La Izquierda [The Left]. Y algo que sucede en el Parlamento Europeo, y que no todo el mundo sabe, es que no hay ninguna homogeneidad en los grupos parlamentarios. En La Izquierda ha habido gente, tengo que recordar, lamentándolo mucho, porque es mi grupo parlamentario, que ha votado en favor de Israel en las sucesivas votaciones que hemos tenido y en resoluciones donde se ha pedido el alto al fuego, y se han opuesto a ese alto al fuego.
¿Los alemanes?
Y los nórdicos, y algunos franceses en según qué resoluciones y según qué enmiendas. No hay homogeneidad, y en los Verdes se ubican ERC y el BNG, que han votado de manera distinta al resto del grupo.
Hay, además, libertad de voto y hay muchas cosas que los parlamentos estatales deberían aprender del Parlamento Europeo, que es el mejor lugar donde se puede trabajar políticamente y donde se puede legislar.
En todo caso, mi filiación política es claramente la de The Left, porque desde ahí creo que es más fácil defender ciertas cosas, aunque entiendo que se puede hacer buena política casi que desde cualquier grupo parlamentario.
Hablando de eso, de que es un buen sitio para trabajar el Parlamento Europeo: si uno piensa en la legislatura de estos cinco años en Bruselas, ni existía Gobierno de coalición en España, ni Sumar, Pablo Iglesias todavía no había sido vicepresidente, por el camino han ido pasando diversas elecciones, Carles Puigdemont está a punto de volver porque se ha negociado una ley de amnistía.. Pero, en cambio, en Bruselas...
Aquello permanece. Y eso es bueno. La parte positiva es que permite trabajar con más tranquilidad. A mí me parece muy positivo. Yo siempre he pensado que lo verdaderamente republicano son los procedimientos. Hay personas republicanas y personas que no lo son, pero eso no garantiza nada, lo que garantiza una política republicana, más democrática y más profundamente democrática, son los procedimientos.
Y hay un elemento importante para legislar y para hacer política, que es el tiempo. No hay absolutamente nada que se pueda hacer ni se pueda hacer bien sin tiempo. Si tú estás permanentemente acosado por elecciones posibles, probables y permanentemente rodeado de medios de comunicación que incentivan el conflicto, la polarización y por lo tanto, la llegada, entre comillas, inevitable de esas supuestas elecciones, eso no te permite concentrarte en el trabajo ni te permite legislar adecuadamente.
En el Parlamento Europeo no pasa eso. Sabemos que tenemos cinco años, son cinco años seguros y eso fomenta al menos dos cosas importantes: uno, hacer proyectos a medio o largo plazo en esos cinco años, que es una carrera universitaria, que es un proyecto de investigación en la universidad, un plazo adecuado; y dos, negociar con el que tienes al lado, porque salvo que se marche por voluntad propia o le pase cualquier otra cosa desgraciada, es la persona con la que vas a tener que trabajar.
Eso permite que seas más creativo a la hora de desarrollar argumentos persuasivos. Y eso es muy importante, porque estimula la racionalidad, que no es sino la capacidad argumentativa y desestimula la locura y la perturbación. Creo que es importante, porque todos tenemos momentos de locura y todos nos podríamos dejar llevar por la pasión en un momento dado.
Hay procedimientos que expulsan o, al menos amortiguan, esa salida. Eso pasa en el Parlamento Europeo, y pasa justo lo contrario en cualquier parlamento estatal.
Y hay otra cuestión: nosotros no interesamos a los medios más que puntualmente, y eso es algo bueno, porque no siempre tenemos cosas que contar. Es que hay muchos periodos en la vida en los que uno no tiene nada que decir ni nada que contar. Y está bien que esté callado sin más, y que hable cuando corresponda; esto es, cuando haya hecho algo de interés. Y no todos estamos haciendo cosas de interés todos los días, hacemos cosas de interés algunas veces, si es que tenemos la suerte de hacerlas alguna vez.
Por tanto, no pasa nada por estar en el perfecto ostracismo durante una temporada incluso larga. Falta mucho silencio en política, mucho, y está bien que no tengamos tanto foco mediático.
Los políticos profesionales que van allí se agobian, porque descubren rápidamente que a pesar de las hiperventilaciones y de las necesidades permanentes de llamar la atención, los medios no ven ninguna necesidad de cubrirles. Y, bueno, pues a mí me parece que eso está muy bien. Yo creo que nos ayuda a trabajar, a pensar, a dialogar, y aunque los resultados no siempre son de nuestro agrado, por supuesto, porque a veces perdemos en esas negociaciones, como ha pasado con el Pacto Migratorio, y en otros casos no. Pero sí permite que los procesos sean más razonables y más racionales.
Históricamente el Parlamento Europeo también ha sido la parte más ambiciosa desde un punto de vista progresista, si queremos, en comparación con el Consejo o la Comisión. También es verdad que tradicionalmente las familias que han dominado las instituciones han sido socialdemócratas, democristianos y liberales. Ahora a veces se ha basculado con apoyos de Verdes y La Izquierda, y a veces con los ultraconservadores. Sin embargo, parece que las nuevas elecciones pueden traer un cambio de ese mapa hasta el punto de que pueda haber mayorías estables de las derechas con liberales y la extrema derecha.
Todo indica que puede ser así. Son muy importantes estas elecciones. El Parlamento Europeo siempre ha sido la institución más progresista. Si se compara con la Comisión, y desde luego con el Consejo, que es retardatario por definición. Y esto también lo digo para quienes aspiran a volver al Estado nación, que sería profundizar aún más en la regresión, por eso quienes quieren volver al Estado nación son precisamente los más reaccionarios.
El Parlamento siempre hemos sido la parte más progresista. ¿Esto puede cambiar? Sí, puede cambiar. Ursula von der Leyen en el debate del lunes ya abría la posibilidad de un acuerdo con ECR, donde está Vox y donde está también Meloni.
Y esto ya nos está dando pistas de qué es lo que puede venir. A mí me da mucha pena, porque The Left incluso puede crecer, pero nosotros, como grupo pequeño en la Cámara hemos tenido que pelear muchísimo para modificar cosas, para incorporar enmiendas, y pensar que ese trabajo puede llegar a ser incluso inútil durante cinco años porque haya un rodillo por parte de la derecha y la extrema derecha es demoledor.
Me parece letal, y además una homogenización ya entre Comisión, Consejo y Parlamento que nos puede llevar a una Unión Europea que nos recuerde a momentos de los que hemos salido. Yo siempre he sido eurocrítica, pero mi paso por el Parlamento me ha hecho ver muchas cosas positivas de la Unión Europea y del Parlamento que no había visto antes. Espero no tener que volver a posiciones que han sido felizmente superadas. Aunque, bueno, si hay que protestar contra la Unión Europea y llega el caso, ahí estaremos.
Tras las elecciones del 9 de junio, a principios de julio habrá un pleno en el que los diputados salientes dejan el paso a los diputados que llegan. ¿Qué hará a partir de entonces?
Yo dejo de ser eurodiputada el 16 de julio y, a partir de ahí, está todo abierto. Todo el mundo sabe que soy profesora universitaria, que la universidad es mi casa, y para mí trabajar desde la universidad es un honor; hay que poner en valor lo que hacen los universitarios en la investigación, en la docencia, de manera que no descarto eso y tampoco descarto otras salidas profesionales.
Estoy abierta a todas las posibilidades, la verdad. Y tendría que ver, bueno, en qué medida esas salidas profesionales son más o menos compatibles con mi continuidad en una ejecutiva o con el desarrollo de funciones orgánicas. Está todo abierto y todo se puede redefinir.