Maria Ressa (Manila, 1963) coge un bolígrafo en un hotel del centro de Madrid. Intenta aclarar sobre un folio cuántos casos legales tiene pendientes ahora, tras quedar absuelta en enero de unos cargos de evasión fiscal en Filipinas. Confiesa con humor que incluso ella se pierde. La veterana periodista sonríe, comprueba los detalles y despeja las dudas: aún quedan tres casos, y podrían llevarla a la cárcel o al cierre del medio digital que fundó y encabeza, Rappler.
En octubre de 2021, Ressa recibió una llamada de Noruega. Le habían concedido el premio Nobel de la Paz junto al periodista ruso Dmitri Muratov por defender “la libertad de expresión para exponer el abuso de poder”, en concreto, por arrojar luz sobre la letal “guerra contra las drogas” de Rodrigo Duterte que se ha cobrado miles de vidas en Filipinas. Durante aquella llamada, Ressa cogió un bolígrafo, pero no sabía qué escribir. Ese reconocimiento, como otros tantos que ha recibido por su trabajo, fue un espaldarazo tras años de amenazas, pleitos, investigaciones y órdenes de arresto bajo el mandato del ya polémico expresidente.
En todo este tiempo, explica a elDiario.es, el miedo no la ha vencido porque ha aprendido a sobrellevarlo. La periodista filipino-estadounidense publica en España su libro Cómo luchar contra un dictador (Península), en el que alerta sobre cómo mueren las democracias y reflexiona sobre la amenaza que, insiste, suponen las campañas de desinformación en Internet. A lo largo de sus páginas, lanza una llamada a la lucha contra el autoritarismo y en defensa de la verdad a través de su trayectoria y sus principios éticos.
Dentro de Filipinas: ataques, amenazas de muerte, 10 órdenes de arresto, cargos que pueden conllevar una vida entera en la cárcel. Fuera de Filipinas: premios, reconocimientos, el Nobel de la Paz. ¿Cómo se vive con esta dualidad?
Intento no pensar en ello (risas), porque el objetivo de cualquier gobierno que te intenta frenar intimidándote es colocar una espada de Damocles sobre tu cabeza. Y si siempre estás mirando hacia arriba, esperando a que baje, entonces no estás mirando hacia adelante y haciendo lo que tienes que hacer. Intenté hacer lo que queríamos hacer como medio. Y simultáneamente, en parte, ese es el motivo por el que nos atacaron: porque expusimos historias sobre desinformación y, a la vez, sobre la “guerra contra las drogas”. Y seguimos adelante.
Los altibajos, los premios y las acusaciones, se convirtieron en parte del precio por nuestra actividad. Tengo que agradecer a muchísimas personas su ayuda durante todo este periodo. No sé si hubiéramos podido sobrevivir si los periodistas en todo el mundo no hubiesen escrito sobre lo que nos estaba pasando. La única defensa que tiene el periodismo contra los ataques autoritarios es alumbrar el foco, contarlo.
El Gobierno me encarceló durante una noche pensando que eso me asustaría. Hizo lo contrario. Me hizo darme cuenta de lo peligroso que puede ser doblar el Estado de derecho hasta el punto de que se rompa solo para intimidar a una ciudadana. Al día siguiente, cuando pude pagar la fianza, fue la primera vez que sentí incredulidad y rabia, porque me di cuenta de que hay un poco de luz a mi alrededor porque he sido periodista durante mucho tiempo, había dirigido el medio más grande de Filipinas [la cadena ABS-CBN] y Rappler era una start-up de perfil relativamente alto. Si el Gobierno estaba dispuesto a hacer esto a plena luz del día, ¿qué hacen en los callejones oscuros? Eso me motivó. Cuando un gobierno ataca sin motivo, cuando intenta impedir que hagas tu trabajo, los periodistas se dan cuenta y nuestro medio estuvo a la altura del desafío.
La única defensa que tiene el periodismo contra los ataques autoritarios es alumbrar el foco, contarlo
¿Cuántas veces ha estado a punto de dejarlo?
Dejarlo no es una opción. Cuando estaba en la CNN y hacíamos noticias de última hora las 24 horas, pensaba que era agotador. En 2005, pasé a dirigir el mayor medio y aprendí a hacerlo, y eso fue más difícil que las últimas horas de la CNN. Luego Rappler fue incluso más difícil todavía, porque la televisión por lo menos tenía personal, dirigí a mil periodistas. Intentábamos hacer lo que hace una cadena con una décima parte del personal. Nunca se acaba, siempre estás cambiando, estás constantemente experimentando y a la vez estás intentando entender las noticias y dar una visión más clara de lo que está pasando.
En el libro, hablo del momento presente del pasado. Hay una cita de T.S. Eliot sobre cómo la última novela que lees se ve afectada por el hecho de que has leído a Shakespeare, pero tu apreciación de Shakespeare cambiará con la última novela que leas. Así es nuestra vida como personas y como sociedad. De repente, me di cuenta de que me había convertido en jefa cuando solo había un camino para seguir adelante.
¿Y qué le hace seguir adelante?
Al principio, nos planteamos todos los peores escenarios posibles. En el libro hablo de abrazar el miedo. Miedo, por ejemplo, a que nos cierren el medio. ¿Cómo te preparas para eso? Todos los trimestres, desde 2018, lo simulamos. Pensamos: vale, tenemos 120 personas, ¿qué hacemos si nos cierran la redacción? Lo ensayamos. Cuando piensas en los peores escenarios, la violencia, aceptas que puede ocurrir. El miedo se te quita y puedes tener una idea más clara de qué hacer para seguir. Es mucho más fácil así, porque entonces no puede impedirte hacer tu trabajo.
¿Ha temido por su vida?
He vivido una vida sin remordimientos. Siempre he intentado tomar las decisiones correctas. Por eso, cuando empezaron los ataques propagandísticos contra mí, no pudieron rastrear mi historial. Llevo 37 años trabajando como periodista. No he sido corrupta, así que no pueden hacer nada. Es difícil intimidarme. Buscaron mis debilidades personales. Lo acepté porque sabía lo que nos jugábamos en Rappler y en la democracia filipina.
Si algo no está bajo tu control, aceptas ciertas cosas. Pero lo que sí puedes controlar lo haces muy bien. Y luego, recuerdas la Plegaria de la serenidad: “Dios, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”. También hago muchas bromas. Mañana me puede atropellar un coche, así que no puedes aferrarte al miedo. No puedes aferrarte a la posibilidad, porque hay muchas posibilidades. Solo tienes que dar los pasos correctos hacia adelante de acuerdo con tus valores y la misión del periodismo.
Intentamos mitigarlo. Aumentamos la seguridad de Rappler, porque me preocupaba más por nuestros periodistas jóvenes. En 2018, habíamos aumentado seis veces la seguridad de la oficina. Hubo casos en los que aumenté la seguridad para mí, pero ya lo había hecho antes. Cuando cubría la red de Al Qaeda en el Sudeste Asiático, la CNN tuvo que aumentar la seguridad a mi alrededor porque había amenazas creíbles. Así que esto no era nuevo, me lo tomé de otra manera y luego intenté no pensarlo.
Ya ha dado algunas pinceladas, pero ¿cómo ha vivido el equipo de Rappler todos estos ataques?
Fui transparente. En Rappler, somos un medio pequeño, unas 120 personas. Nuestra manera de manejarlo fue decirle a nuestra gente lo que estaba pasando. En 2018, cuando el Gobierno intentó cerrarnos por primera vez, convoqué una asamblea general. Nuestra oficina está diseñada a lo Star Trek, tenemos un puente de mando y yo hablé ahí con nuestro equipo. Les dije que sabía que esto era diferente. Nuestro equipo es joven, me preocupaba que sus padres pudieran estar preocupados. Les dije: “Si tenéis miedo, decídnoslo, si estáis preocupados, podéis hablar con vuestro jefe e intentaremos colocaros en otro sitio”. Ni un solo periodista lo pidió. Y lo que pasó fue que las fricciones habituales de las redacciones desaparecieron porque nuestros reporteros estaban motivados por la tarea.
Es curioso, porque nunca me preguntaron si tenía miedo o estaba preocupada por mi bienestar. Y en privado, entre las fundadoras, a veces les decía: ‘Chicas, puedo ir a la cárcel’. Me respondían: ‘No, no vas a ir a la cárcel’. Cuando te atacan, muchas veces tus miedos son peores que la realidad, hay que gestionarlos. Se convirtió en una broma. Me decían que, si me encarcelaran, una me llevaría comida, otra libros, otra sábanas. Nuestro equipo estaba a la altura, yo llevaba demasiado tiempo haciendo esto y el Gobierno estaba haciéndolo demasiado mal. A medida que me hice mayor, me di cuenta de que si yo era quien decía ser, una periodista que se regía por unos principios, realmente solo tenía un camino. Mi equipo lo sabía y salimos fortalecidos. Nietzsche dijo: “Lo que no te mata te hace más fuerte”. A nosotros nos hizo más fuertes.
¿Los ataques habrían sido distintos si no fuera una mujer?
Fueron peores por serlo. Los ataques a las mujeres son mucho peores, y no quiere decir que los hombres no sean atacados. En todas nuestras sociedades, el machismo inherente estaba ahí. Filipinas fue colonia española durante 300 años y el machismo también era parte del país. Luego, con Duterte, se convirtió en misógino. Hay ataques sexualizados y de género contra las mujeres.
En mi caso, la UNESCO y el Centro Internacional de Periodistas llevaron a cabo un estudio en el que analizaron casi medio millón de ataques en las redes sociales, mostraron que el 60% estaban destinados a derribar mi credibilidad y el 40% eran personales, para doblegar mi voluntad. Esos eran los ataques de género. Por ejemplo, yo tengo la piel seca y se me deshumanizó colocando mi cabeza encima de genitales humanos. Y las plataformas [tecnológicas] lo permitieron. Este tipo de deshumanización es un paso hacia la violencia. Cuando esto salió a la luz, me di cuenta de que esta amenaza iba a aumentar porque la violencia online es violencia en el mundo real.
Las mujeres hemos retrocedido en los avances que hemos logrado en las últimas dos décadas, no solo en Filipinas, en todo el mundo. Y no solo ocurre con las mujeres periodistas: cualquier mujer en la esfera pública es atacada hoy en día de una forma que nunca antes había sufrido. Cuando son personales, el efecto es espeluznante. El problema a veces con las redes sociales es que el antiguo régimen no se da cuenta. Como periodista tradicional, me habrían dicho: ‘No respondas’. Pero cuando no respondes, esto se normaliza. Lo que hicimos en realidad era bastante empoderador. Miramos bien los datos y los expusimos. Eso es lo único que una periodista puede hacer. Pero si estabas discriminada en el mundo real antes de las redes sociales, hoy estás aún más discriminada. Si eres mujer, LGTBIQ+, es más duro.
Gran parte del trabajo de Rappler ha sido investigar la “guerra contra las drogas” de Duterte. ¿Qué lecciones extrae de esa cobertura?
La primera, no sabemos cuántos han muerto. Quedó claro pronto que la primera baja en nuestra batalla por los hechos iba a ser el número de personas asesinadas. En diciembre de 2018, los grupos de derechos humanos ya habían dicho que esperaban que la cifra de muertos rondara los 27.000. A finales del año pasado, la Policía de Filipinas dijo 6.000. Rebajaron el número de manera evidente. En 2017, la Policía lo cifró en 7.000. Es ridículo. No tenemos ni idea de cuánta gente ha muerto exactamente.
La segunda es la mayor lección, sobre la violencia. A veces los cuerpos se abandonaban frente a una escuela o en las aceras por la noche. Un equipo nuestro salía y volvía con ocho cadáveres cada noche. Además de esa violencia en el mundo real, se normalizó la violencia online, que entonces impedía a la gente hablar. Esta atmósfera de miedo se normalizó, y eso ayudó a que las instituciones democráticas se desmoronaran. Las historias más importantes fueron las de cómo la desinformación es utilizada por el poder para controlar y ganar más poder.
¿Rendirá cuentas Duterte por ello?
La Corte Penal Internacional ya ha dado un paso. Esto lleva mucho tiempo, pero ya veremos. El nuevo presidente Marcos ha fijado la economía como objetivo principal. La UE acaba de enviar una delegación parlamentaria de derechos humanos a Filipinas. La jefa, Hannah Newman, ha hablado de acuerdos comerciales preferenciales. Nuestro presidente tiene interés en demostrar el buen nombre de su familia y ha viajado más al extranjero en sus primeros 100 días que cualquier otro presidente filipino. Eso es interesante, le importa. Ya veremos. Nosotros seguimos haciendo nuestro trabajo. Estamos preparados para lo peor, pero esperamos lo mejor.
En el libro dice que el mundo debe fijarse con atención en lo que sucede en Filipinas e interpela a los occidentales “que dan por hecha la democracia”.
Chris Wiley, denunciante [que destapó el escándalo] de Cambridge Analytica, nos llamó la placa de Petri –el lugar donde se experimenta y crecen cosas nuevas, normalmente bacterias–. Dijo que experimentaron con tácticas de manipulación de masas y luego si funcionaba en nuestro país, lo ‘portaban’ (adaptaban) a Occidente. Esa prueba de Cambridge Analytica ocurrió con impunidad en un país donde la penetración de teléfonos móviles es alta. Luego, durante seis años seguidos, hasta 2021, los filipinos fueron los que más tiempo pasaron online y en las redes sociales en todo el mundo. En Filipinas se acelera, en España puede ir más despacio porque la penetración de las redes sociales no es tan alta. El 100% de los filipinos conectados a Internet están en Facebook. Así que probaron tácticas de manipulación en Filipinas.
En 2016, estuve en un evento de Google y les dije a otros directores y estadounidenses que lo que nos estaba pasando a nosotros también les iba a pasar a ellos. El 6 de enero de 2021 [día del asalto al Capitolio] a nosotros no nos sorprendió, pero a muchos estadounidenses sí. Nuestro país simplemente fue más rápido en la tecnología.
Llega a escribir que Facebook “supone una de las amenazas más graves para las democracias de todo el mundo”.
Sí, las redes sociales. Me fijo en las empresas tecnológicas y su impunidad para experimentar con tecnología que cambia nuestro comportamiento. En Occidente, siento que todavía se está debatiendo si el comportamiento del perro cambió con los experimentos de Pávlov. Cambió, y esto nos está pasando como personas. Estas tecnologías, primero las empresas estadounidenses a las que ahora se unen ByteDance o TikTok, están experimentando con nuestra biología y nuestras emociones. Cambian cómo nos sentimos, lo que pensamos y cómo actuamos en el mundo real.
Hay estudios sobre cómo los adolescentes tienen una mayor incidencia de la depresión, de las tasas de suicidio y de trastornos de la alimentación. En Occidente, hay un debate sobre si esto está relacionado con la tecnología. La evidencia también nos muestra esto, simplemente parece que no queremos aceptarlo y cambiarlo. Mientras nos resistamos a ello, no seremos capaces de cambiarlo. El impacto es personal porque literalmente cambia lo que piensas y juega con tu sesgo cognitivo.
¿Cómo lo hacen?
El primer objetivo es que sigas haciendo scroll. ¿Qué hace que lo sigas haciendo? El miedo, la ira, el odio, las emociones. ¿Y luego, qué hace que sigas? ¿Qué es lo que activa esas emociones? Las mentiras. En 2018, el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) demostró que las mentiras se difunden al menos seis veces más rápido que las noticias aburridas, los hechos. Es como si le dijeras a tu hijo: ‘Miente, te recompensaré’. Así es como nuestro mundo se volvió del revés.
Es una influencia que corrompe porque la información es poder y si eliges dejar que la mentira se extienda por encima de los hechos, no puedes responsabilizar a nadie. Eso significa que los periodistas no vamos a poder hacer nuestro trabajo porque el periodismo se ha mercantilizado. Es un entorno en el que hay que mentir para que la mentira se extienda, cosa que no haremos porque tenemos responsabilidad legal. Ese es el cambio fundamental.
El impacto es que la gente se cree las mentiras, el desencadenante de las emociones, es un poco adictivo. El impacto es personal. El impacto secundario es sociológico. Nos comportamos de manera diferente en grupos. Hablo de cómo las turbas se forman en el mundo real. Las turbas online hacen mucho daño, especialmente a las mujeres periodistas. La tercera capa es una de la que no hemos hablado lo suficiente, el comportamiento humano emergente. El lodo tóxico, si te alimentan con odio todos los días, te cambia. Esto nos empuja a ser lo peor de nosotros mismos, empuja a la humanidad a ser su peor versión. Casi hace que el bien sea irrelevante, lo que no es cierto. El impacto es enorme y en realidad podría cambiar evolutivamente a los seres humanos dependiendo del camino que tomemos. Hay ciertas cosas como la plasticidad de nuestros cerebros, tenemos niveles más altos de dopamina.
En el libro toca el presente, llega hasta la invasión rusa de Ucrania. ¿Qué papel están jugando la propaganda, la desinformación y los trolls en Internet en este momento?
Es un experimento continuo. Recordemos de nuevo los perros de Pávlov. El país que más experimentó a partir de 2014 fue Rusia. Hay pruebas de esto, en cuanto a datos. La metanarrativa sembrada por Rusia es una manera distinta de funcionar. En realidad, el objetivo no es que se vuelva viral, sino que forme parte del ecosistema de la información, porque con el tiempo, con la repetición, se convierte en un hecho. La metanarrativa que se sembró es que Crimea forma parte de Rusia. Por ejemplo, una cuenta falsa de un médico, que fue eliminada por Facebook y Twitter después, hablaba de antisemitismo y contaba que había sido objeto de cosas que eran mentira, mentiras que fueron repetidas por el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.
Primero, en 2014, la metanarrativa ayudó a la anexión [rusa] de Crimea y luego ocho años más tarde, en 2022, la misma metanarrativa sembrada fue retomada por Putin y Rusia para invadir Ucrania. Es como un virus. Yuri Andrópov, exjefe de la KGB, dijo: “La desinformación es como la cocaína: si la esnifas una o dos veces, puede que no te cambie la vida. Sin embargo, si la consumes a diario, te convertirá en una en una persona diferente”. Las democracias de todo el mundo han estado tomando cocaína desde 2014, porque lo que ha sido probado por Rusia se ha convertido en parte del manual de un dictador. Esto se está utilizando ahora mucho y es parte de la razón por la que la democracia ha retrocedido. Más del 60% del mundo vive hoy bajo regímenes autocráticos, con la ayuda de la tecnología que se suponía liberadora.
En el último capítulo se pregunta “por qué está ganando el fascismo”. Le devuelvo esta pregunta.
Yo lo llamo la muerte por mil cortes. Cuando te hacen pequeños cortes y piensas que como son pequeños vas a estar bien, miras hacia otro lado. Sin embargo, cada vez que te cortas, te estás desangrando y no te das cuenta de que estás tan débil que vas a morir. Este es el estado del cuerpo político. Eso pasó en Filipinas. El diseño de las plataformas de redes sociales que ahora unen al mundo ha contribuido a que las mentiras se difundan más rápido que los hechos, a que se elijan democráticamente a líderes iliberales que, una vez elegidos, aplastan las instituciones democráticas desde dentro.
Lo vemos en Filipinas y otros muchos países. Y no se quedan ahí, crean alianzas globales. Duterte juró en junio de 2016 y fue a Pekín en octubre. Allí anunció que Filipinas se alejaría de Estados Unidos y se acercaría a China y Rusia. Añadió Rusia. A todos nos sorprendió. Este tipo de alianzas empezaron a ocurrir. Bielorrusia es un buen ejemplo. ¿Sería hoy una democracia si Rusia no hubiera colaborado? Sí, muy probablemente.
Anne Applebaum lo llamó “Autocracia, Inc”. Yo abogué por “Cleptocracia, Inc”. Turquía e Irán buscan unirse a una agrupación de países liderada por China y Rusia, la Organización de Cooperación de Shanghái. Los países iliberales, los países con tendencias fascistas, están creando nuevas alianzas. El viejo mundo, Naciones Unidas, se mueve despacio. El mundo está cambiando rápidamente y el poder geopolítico se está desplazando. La pregunta es: ¿seremos capaces de hacer lo suficiente para proteger la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Seguimos creyendo en ella?
Los países 'iliberales', los países con tendencias fascistas, están creando nuevas alianzas
La mayoría de la gente piensa que la batalla está ahí fuera, que hay una guerra convencional, con Rusia atacando Ucrania, que podría convertirse en la Tercera Guerra Mundial si Rusia utiliza armas nucleares. Ese es el miedo. Pero la batalla está ocurriendo ahora mismo con cada persona en cualquier red social. Hay una batalla individual por los hechos y por la integridad, por los valores. Cada uno de nosotros tiene que ganar esas batallas. Es el primer paso. En el libro, pido al lector que piense qué está dispuesto a sacrificar por la verdad. Porque eso es por lo que estamos luchando.
Más de 30 años después, la familia del dictador Marcos está de nuevo instalada en el poder en Filipinas. ¿Cómo valora estos meses de Ferdinand Marcos Jr. como presidente? ¿Está continuando la senda autoritaria de Duterte o han cambiado las cosas?
Es un regreso al futuro. Ferdinand Marcos Jr., Bongbong, ganó con una mayoría aplastante, en parte por dos razones principales. La primera es que a partir de operaciones de información en 2014, el nombre de Marcos pasó de ser, en redes sociales, el de un cleptócrata que robó 10.000 millones de dólares en 1986 al mejor líder que Filipinas ha conocido. La segunda: se alió con la hija de Duterte, Sara Duterte, que se presentó como su vicepresidenta. Él es del norte, ella es del sur. Él todavía tenía a los partidarios de su padre que no se fueron. Estaban en el tejido de la sociedad filipina y las dinastías volvieron. Esta es la realidad.
Si soy justa con el presidente Marcos, el ambiente de miedo parece haberse calmado. Es parte de la razón por la que creo que nuestro poder judicial actuó con independencia [en enero]. Solo eso me da esperanza. Ese es un primer paso. El listón estaba tan bajo que el hecho de que el presidente Marcos aparezca a su hora, que no haga esperar a la prensa hasta medianoche, que viaje por el mundo y se preocupe por la economía es casi volver a la antigua normalidad, con la excepción de que Marcos está al mando. Nosotros seguimos haciendo nuestro trabajo. El presidente Marcos se mantuvo alejado de los medios tradicionales durante la campaña porque llevaba consigo sus propios propagandistas. Ahora que es presidente, volvemos a tener acceso al Palacio de Malacañán. Duterte nos lo prohibió, yo no podía ir.
¿En qué estado está la “guerra contra las drogas”?
La delegación de la UE que acaba de estar en Filipinas dijo que los asesinatos continúan. Pero no se oye hablar tanto de ellos. Así que hay trabajo para los periodistas. Seguimos siendo atacados. Algunos filipinos se creen de verdad que soy una criminal. Pero tenemos una oportunidad. Tengo que ser optimista, no hay otra opción. Ahora mismo me centro en las soluciones a la corrupción de nuestro ecosistema de la información: la educación, la legislación para acabar con la impunidad y trabajar con la sociedad civil sobre el compromiso cívico en la era de las mentiras exponenciales.
En el libro habla de ser vulnerable. Uno de los adjetivos más usados para definirla como periodista es 'valiente'. Muchos pueden pensar que es contradictorio.
Diría que es lo contrario. Se necesita valor para bajar la guardia y ser vulnerable de verdad. No tengo mucho tiempo que perder. No se me dan bien las conversaciones triviales. Si realmente trabajas con alguien, si vas a comprometerte con el otro y trabajar juntos, bajas la guardia. Yo también me esfuerzo por ello dentro de Rappler. Una de las cosas que nos hacen funcionar es mantener nuestros egos bajo control. Porque hay que tener suficiente confianza para tener ego, pero hay que mantenerlo bajo control para que no cambie tu trabajo como periodista.
Como persona, me di cuenta muy pronto de que la gente tiene miedo de dejar caer sus escudos, de que en cierto modo, como están haciendo las redes sociales, golpeamos primero antes de saber si la persona con la que estás hablando va a golpear. Aprendí pronto que soy lo bastante fuerte como para arriesgarme, puedo bajar mi escudo y contarte exactamente quién soy. Cuando me he equivocado, era lo suficientemente fuerte para soportar el impacto del puñetazo. Funciona. La vulnerabilidad es el lugar donde reside la verdad, y debes partir de un lugar donde resida la verdad para tener verdaderas conexiones humanas. ¿No tiene sentido? ¿Lo tiene solo porque soy mujer? Lo tiene, ¿verdad? (Risas).
Vídeo: Clara Rodríguez.