Marrakech sana las grietas del terremoto una semana después de su peor tragedia en la historia reciente
En cada esquina de la zona este de la Medina de Marrakech huele a carne o a pescado a la brasa. El olor del carbón se funde con el de los pequeños ultramarinos, desde donde brotan aromas a clavo, comino y montañas de hierbabuena recién cortada. En las partes más alejadas del bullicio de la plaza Jemaa el Fna, muchos han vuelto a abrir sus comercios. En la esquina, alguno que otro echa una cabezadita al medio día. El sueño aprieta, las noches continúan siendo largas. A pesar de los esfuerzos por revivir una de las ciudades más turísticas de Marruecos, muchos temen nuevas réplicas.
Sin ir más lejos, el pasado jueves 14 de septiembre sobre las 6:53 hora local un temblor de magnitud 4,6, la primera réplica que supera los 4,5 desde el terremoto del día 8, sacudió la zona de Atlas. También se sintió en Marrakech. Pero no es el primer susto. Un día antes, en la aldea de Imi N’Tala, otro terremoto, esta vez de magnitud 3,9, obligó a los servicios de rescate a ordenar a los periodistas que abandonar la zona por posibles desprendimientos de grandes piedras.
A pesar de los avisos, y una semana después del trágico terremoto que ya suma más de 2.900 muertos –18 de ellos en Marrakech, la quinta zona más afectada de todo el país– y el doble de heridos, la ciudad vuelve a iluminarse. Al caer el sol, reaparecen los puestos callejeros presididos por manteles de papel, teteras y caracoles por doquier. Mientras, algunos turistas caen en las redes de los vendedores que preparan zumos de frutas y que, por lo que parece, no han perdido la tozudez. Marrakech no baja el ritmo, el turismo vuelve. La vida sigue. Según datos del Ministerio de Turismo marroquí, cuatro millones de turistas visitaron Marruecos durante el primer cuatrimestre de 2023, un 13% más que en 2019. Del total, el 60% eligió Marrakech como el destino principal.
“Hacía más de 11 años que no volvía a Marruecos”, dice una turista procedente de Portugal. La joven, acompañada de su pareja, cuenta que llegaron a Marrakech un par de días después del seísmo. “La verdad es que nos ha sorprendido lo bien que está. En las noticias parecía una catástrofe”, señala. Ahora planea salir de la ciudad y visitar otras zonas de los alrededores, quizás hacia el sur, cerca del epicentro.
Grietas del pasado
Aunque Marrakech mira hacia el turismo y varias grúas avanzan a pasos agigantados por la ciudad recogiendo restos de piedra o vigas, algunos rincones emanan dolor. Tras la última réplica, una fachada que hasta hace una semana dejaba entrever varias sillas, mesas y un cuarto de baño, ahora se ha convertido en un puñado de escombros. “La última replica ha derrumbado todo. Nos pegamos un buen susto”, cuenta uno de los comerciantes enfrente del edificio derrumbado.
Entre las calles más estrechas, varios andamios alargados sujetan dos paredes paralelas y el polvo en el ambiente revela que hace no mucho seguían sacando recuerdos del terremoto. Un par de hombres arrastran los restos con unas palas de madera y metal, que más tarde sacarán a las afueras del zoco encima de sus motos a toda velocidad. Sus manos, chalecos y pantalones, emblanquecidos, revelan el esfuerzo de su trabajo en los últimos días.
Durante la llamada al rezo de las 19:45 hora local, una de las mezquitas derruidas, la de la famosa plaza Jamaa el Fna, aún no se suma, aunque el resto de ellas se aúnan y suenan con más fuerza. En el suelo, las verjas siguen alertando a los viandantes, turistas y locales, de que no es una zona segura. A las puertas de muchos hoteles y riads, las grietas preceden al dolor. Las grietas hablan del pasado.
Reconstrucción y protección
A primera hora del jueves, el rey Mohamed VI presidió en el Palacio Real de Rabat una reunión dedicada a la activación del programa de emergencia para el realojamiento de las víctimas de la catástrofe, así como la atención a los puntos más críticos afectados por el terremoto. Los nuevos planes del monarca llegan días después de su paso por el Hospital Universitario que lleva su nombre en Marrakech, donde visitó a los heridos, mostró sus condolencias con varios familiares de fallecidos y donó sangre. Era la primera vez que Mohamed VI acudía a una de las zonas más damnificadas desde su vuelta de París el pasado sábado, 18 horas después del seísmo.
Después de días de inacción, la comitiva gubernamental, presidida por el monarca alauí, se ha reencontrado como una prolongación de la sucesión de medidas ordenadas por el propio rey. El objetivo principal es la rapidez. Con la ayuda de los socios “amigos” (España, Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos y Catar), tras la reunión han insistido en desplegar cuanto antes y donde más sea necesario los nuevos equipos de emergencia y rehabilitación de infraestructuras. Esta primera versión del programa de realojamiento, elaborado por la comisión interministerial, señala a alrededor de 50.000 viviendas total o parcialmente derrumbadas a lo largo de las cinco provincias afectadas. El Estado también concederá una ayuda de urgencia de 30.000 dirhams (3.000 euros) a los hogares afectados.
Durante la misma reunión, Mohamed VI también ha insistido en la atención inmediata de los niños huérfanos, sin recursos, casas ni familias. El monarca ha concedido a los menores el estatus de “tutelados de la Nación”. Con ello, no solo acelerará los circuitos de adopción, sino que además el reino se hará cargo de otros servicios como los honorarios educativos, los gastos de mantenimiento y salud y, en el futuro, un puesto de trabajo reservado en las administraciones públicas del país.
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