La medida estrella para ayudar a la economía ucraniana agrieta la unidad de la UE frente a la guerra
Ucrania es el granero del mundo. Esa fue una de las frases más repetidas a partir de la invasión rusa de ese país el 24 de febrero de 2022. La guerra puso en riesgo la seguridad alimentaria global. Los precios se dispararon, pero uno de los principales riesgos estaba en la imposibilidad de hacer llegar el grano a los países más necesitados. A pesar de las amenazas de ruptura por parte de Rusia, el desbloqueo a la exportación de cereales ha sido prácticamente el único acuerdo al que han llegado Vladímir Putin y Volodímir Zelenski en estos catorce meses, gracias a la mediación de la ONU y de Turquía. La UE, por su parte, eliminó los aranceles a los productos ucranianos para garantizar el abastecimiento, por un lado, y en su política de apoyo a Ucrania, por otro. Sin embargo, los perjuicios económicos que esa medida está causando en los estados miembros más agrarios, entre ellos Polonia y Hungría, han abierto una brecha en la unidad europea, que es el mantra que repiten los 27 desde el inicio de la guerra.
Polonia ha sido el primer país en prohibir la importación de productos agrícolas procedentes de Ucrania, a pesar del acuerdo suscrito por los 27. La decisión no afecta solo a las compras meramente polacas, sino también al tránsito de determinadas mercancías por ese país. La normativa, que entró en vigor el sábado con la intención de que dure hasta el 30 de junio, afecta a los cereales y otros alimentos, como frutas y verduras, carnes, productos lácteos, huevos, miel, así como al alcohol de origen agrícola.
La maniobra, que se produce en año electoral, choca con la actitud que hasta ahora ha tenido el gobierno ultraconservador de Mateusz Morawiecki con respecto a Ucrania. Polonia ha sido uno de los países más vocales en el apoyo a Zelenski –fue el primero en abordar el envío de tanques y el único que, por ahora, ha solicitado autorización para mandar cazas–, además de ejercer una enorme presión a la hora de establecer las sanciones más duras al régimen de Vladímir Putin. De hecho, el asunto estuvo sobre la mesa de la reunión que mantuvieron recientemente Morawiecki y Zelenski en Varsovia. Pero las protestas de los agricultores, de las que fue testigo el líder ucraniano y que provocaron la dimisión hace unos días del ministro de Agricultura polaco, están detrás el viraje en un asunto especialmente delicado en un país en el que en torno al 9% de la población se dedica a la agricultura, según los datos del ICEX.
El mismo camino siguió inmediatamente Hungría, aunque en su caso el ultraderechista Viktor Orbán tiene afinidad con Putin y ha ido poniendo trabas en la aprobación de los paquetes de sanciones de la UE. Después se ha sumado Eslovaquia y, finalmente, los 'cuatro de Visegrado' –que también incluye a República Checa– han emitido una declaración en la que llaman la atención de Bruselas sobre el desafío que supone la libre importación de grano ucraniano. Para ese momento, Bulgaria, donde también hay fuertes protestas sociales por la situación del sector agrícola, también ha barajado la prohibición.
El problema que alegan los agricultores –y también los gobiernos– es que la entrada masiva de grano ucraniano está distorsionando el mercado, puesto que se vende a un precio mucho más bajo con el que los países europeos no pueden competir. Esos países y Rumanía enviaron una carta a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, para que interviniera con carácter urgente ante una situación que consideran de emergencia.
Por eso, han optado por vetar las importaciones, lo que supone un golpe a Ucrania. El 10% de las exportaciones agrícolas de país pasaron por territorio polaco y el 6%, por el húngaro, según los datos ofrecidos por el ministro de Agricultura, Mykola Solskyi, recogidos por la Agencia EFE. Además de amenazar la medida estrella para ayudar a la economía ucraniana, que depende en buena medida de la agricultura (representaba el 9,3% del PIB en 2020), la decisión pone en riesgo la unidad de la UE en la respuesta a la guerra.
No obstante, la diplomacia ha comenzado a trabajar. La Comisión Europea ha rechazado la decisión tomada por esos países al recordar que no la pueden tomar de forma “unilateral”, ya que la política comercial es una competencia de la UE. No obstante, en Bruselas se limitan a decir que están en contacto con las autoridades de todos los países involucrados –también con Ucrania– para buscar una solución y evitan considerar la maniobra como una violación de la normativa europea bajo la premisa de que están analizando los textos legales “para entender adecuadamente el alcance de las medidas y la base jurídica”. El asunto se ha abordado, además, en un grupo de trabajo sobre agricultura en el que participan los 27 y la intención es que también surja en los encuentros semanales de los embajadores, según una fuente europea.
La intención de la Comisión Europea era extender la exención de los aranceles y cuotas hasta junio de 2024 en el marco de las medidas que han introducido de facto a Ucrania en el mercado único para responder al ataque ruso y en vista de que la adhesión tardará años. ¿Y no existirá ese problema cuando se produzca la adhesión? Fuentes europeas explican que, llegado ese punto, se negocian las cláusulas en el tratado. Lo que recuerdan en Bruselas es que el acuerdo contempla una salvaguarda que para reintroducir los aranceles para un producto ucraniano cuando su importación tenga un efecto adverso en el mercado europeo si así lo solicita un estado miembro o la Comisión.
Por el momento, en Bruselas sostienen que ya se aprobó un primer paquete para compensar a las economías de los países más agrícolas y que, por tanto, sufrían un mayor perjuicio por la apertura del mercado interior a Ucrania. Consistía en la movilización de 56 millones de la reserva de crisis de la Política Agrícola Común con destino a los agricultores de Polonia, Bulgaria y Rumanía. También defienden que se está trabajando en un segundo paquete del que prefieren no dar detalles.
La respuesta de la UE a la invasión rusa de Ucrania ha sido siempre unánime, pero tras arduas negociaciones y tiras y aflojas. Además de la batalla por el grano, los 27 se encaminan a una nueva tensión para el undécimo paquete de sanciones en el que Alemania está presionando para incluir la energía nuclear, algo a lo que siempre se ha opuesto Hungría, que tiene una central nuclear de construcción rusa que planea ampliar con Rosatom. En Bruselas no se atreven siquiera a poner una fecha orientativa de cuándo podrían tener preparado el nuevo listado.
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