La servilleta en cuestión está expuesta en el museo de historia más importante de EEUU, el Smithsonian. Tiene todo el sentido que sea así, porque pocas servilletas en la historia de la humanidad habrán tenido una influencia política tan profunda. Esa servilleta se ha usado para perpetrar una de las grandes mentiras económicas de nuestra era y, aunque desacreditada, todavía tiene cierto predicamento en círculos liberales. Hablamos de una curva pintarrajeada en una servilleta hace 45 años, así que empecemos por el principio.
Estamos en 1974. Nixon ha tenido que dimitir por el Watergate y su vicepresidente, Gerald Ford, ha heredado el cargo. El país está cabreado y su economía maltrecha. La crisis del petróleo ha provocado una rara combinación que se da en llamar “estanflación”: no hay crecimiento, sube el paro, pero a la vez también suben los precios. Un combo terrorífico que el gobierno de Ford está desesperado por romper.
Los detalles y las fechas difieren, pero la versión más probable es que cuatro personas quedan a cenar el 14 de septiembre de 1974. Se sientan a la mesa del exclusivo restaurante Two Continents de Washington un académico, un periodista y dos políticos. Ellos dos son un futuro vicepresidente de EEUU, Dick Cheney, y un futuro secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Entonces son el jefe de gabinete del presidente Ford y su segundo. Los acompañan Jude Wanniski, del Wall Street Journal, y Art Laffer, un joven profesor de Economía de la Universidad de Chicago con una teoría revolucionaria: bajar los impuestos aumenta la recaudación fiscal.
Como Cheney no acababa de entender cómo podía el gobierno bajar los impuestos y a la vez recaudar más dinero, Laffer decidió pintárselo. En una servilleta dibujó un diagrama que mostraba con una curva cómo a partir de cierto punto de subida de impuestos, el efecto era negativo en la recaudación porque desmotivaba el ahorro y la inversión. El argumento de Laffer era que ciertos recortes de impuestos “se pagaban a sí mismos”. Es decir, que el efecto de la bajada de los tipos se veía compensado por el aumento de la actividad económica: se pagaba menos porcentaje sobre la riqueza de uno, pero como esa riqueza era mayor, todos ganan.
Medio siglo desmontando a Laffer
A Gerald Ford le quedaba poco en la presidencia, pero la teoría de Laffer tomó el partido republicano por asalto y, cuando Reagan llegó al poder seis años más tarde, puso en práctica sus enseñanzas fiscales: en un país donde los más ricos habían llegado a pagar el 94% durante la Segunda Guerra Mundial, acabaron pagando el 28%. El recorte se hizo y tuvo ciertos efectos beneficiosos sobre la economía, pero ese supuesto aumento de la recaudación no se produjo. En vez de eso se crearon grandes déficits porque más dinero en el bolsillo del contribuyente no siempre significa más inversión y más empleo: hay quien lo ahorra, hay quien invierte fuera del país y hay quien reparte dividendos entre sus accionistas.
La curva de Laffer se basa en una realidad que está en sus extremos: si el tipo del impuesto es cero se recauda cero y si el tipo del impuesto es el 100%, también se recauda cero, porque nadie trabajaría si el Estado se quedara con el 100% del rendimiento. Sin embargo es mucho más difícil saber qué pasa dentro de la curva. Es decir: cuándo se llega al punto en que el impuesto es tan alto que desincentiva a mucha gente a trabajar y por tanto se genera menos riqueza y eso hace que baje la recaudación.
El presidente Ronald Reagan siempre creyó en esa teoría porque la había vivido en primera persona: contaba que en sus tiempos en Hollywood nadie hacía más de cuatro películas al año porque no compensaba trabajar más y subir al siguiente tramo de impuestos. Sin embargo, casi cada vez que en EEUU se ha querido aumentar la recaudación bajando impuestos, el resultado ha sido poco concluyente. Incluso en los casos en los que a una bajada de impuestos le ha sucedido una subida de la recaudación, los economistas se han mostrado bastante incapaces de demostrar que una sea consecuencia de la otra.
A pesar de esto, Laffer sigue vivo y reinando en el partido republicano de EEUU y en muchas otras partes del mundo. Réplicas enmarcadas de la servilleta donde pintó su curva se encuentran en muchos despachos poderosos. El original del museo Smithsonian ha sido denunciado por muchos expertos, incluido el propio Laffer, como una mera réplica producida años después. Tendría gracia que una teoría falsa estuviera representada en un museo por una servilleta falsa. Toda una ironía.