México: una presidenta para un país hostil con las mujeres
Maria Elena Romero tiene 65 años, el pelo negro rizado, grandes gafas de pasta y sostiene un cartel hecho a mano que reza “Presidenta Claudia” en mayúsculas. Es el 1 de marzo y Romero ocupa la primera fila del multitudinario acto de inicio de campaña de la candidata izquierdista Claudia Sheinbaum, en el Zócalo de la Ciudad de México. “Ella, como mujer, va a voltear a vernos a nosotras las mujeres. Para mí es un orgullo que una mujer nos gobierne”, señala con devoción. “Tengo claro que no llego yo, ¡llegamos todas! Llegamos con nuestras ancestras y con nuestras hijas”, clama desde el estrado Sheinbaum.
México tendrá su primera presidenta tras las elecciones previstas para el próximo 1 de junio, pero el país continúa siendo un lugar hostil para las mujeres: diez mujeres son asesinadas al día, 27.000 permanecen desaparecidas y la impunidad es prácticamente total. La llegada al poder en 2018 de Andrés Manuel López Obrador, también conocido como AMLO, por sus siglas, supuso un cambio en el panorama político mexicano. Sin embargo, los principales problemas que afectan a las mujeres continuaron, al tiempo que el mandatario mostraba sus reticencias hacia el movimiento feminista.
Sheinbaum, candidata de la coalición “Sigamos haciendo historia” (liderada por Morena, el partido fundado por López Obrador) encabeza todas las encuestas por un amplísimo margen. Le sigue Xóchitl Gálvez, exsenadora y aspirante por la coalición de derechas “Frente Amplio por México”. Muy por detrás de ambas, se encuentra Jorge Alvárez por Movimiento Ciudadano.
En su acto de inicio de campaña, Sheinbaum dedicó un tiempo para enumerar cien compromisos en caso de ganar las elecciones. Entre ellos, un programa para reducir los asesinatos de mujeres y que todos ellos se investiguen como feminicidios. Gálvez, por su parte, apuesta por la creación de un Sistema Nacional de Cuidados para que las mujeres puedan dedicar más tiempo a su crecimiento profesional y un programa para reformar a los hombres violentos.
Sin embargo, que la próxima presidenta vaya a ser una mujer no implica que la agenda feminista sea prioritaria en los comicios o en el Gobierno. Así lo considera Wendy Figueroa, directora de la Red Nacional de Refugios para las mujeres víctimas de violencia. “Es un tema que sigue estando pendiente. Lo que hace falta es una escucha real y efectiva de quienes estamos en esto y donde la que esté al frente del país renuncie al pacto patriarcal y a los intereses partidistas”, dice.
Los avances de estos años, como la inconstitucionalidad de prohibir el aborto, la ley de violencia vicaria o la que tipifica los ataques con ácido, no son un medalla del Gobierno, sino que se han producido “gracias al movimiento de las mujeres y organizaciones de la sociedad civil”, dice Figueroa.
Las que ya no están
La historia reciente de México viene marcada por la violencia contra las mujeres. A finales del siglo XX, Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, se convirtió en símbolo de los feminicidios. Durante el último sexenio, sucesos como la desaparición y muerte de Debanhi Escobar, ocurrida en Nuevo León en 2022, o el brutal feminicidio de Ingrid Escamilla en la Ciudad de México en 2020, estremecieron a una opinión pública demasiado acostumbrada a lidiar con la violencia.
Según datos del Gobierno federal, en 2023 se registraron 3.411 asesinatos de mujeres (entre los tipificados como feminicidio y como homicidio doloso). Es decir, casi 10 al día. De las más de 100.000 personas que permanecen desaparecidas en el país, la mayoría desde que el expresidente Felipe Calderón declaró la denominada “guerra al narcotráfico” en 2006, 27.000 son mujeres. En ambos delitos, la impunidad es prácticamente total, como han denunciado organizaciones como la ONU o Amnistía Internacional.
Todos sus nombres no caben sobre las vallas negras que rodean la Glorieta de las Mujeres que Luchan. En 2021, después de sacar de su pedestal la estatua de Cristóbal Colón, activistas feministas se hicieron con este espacio. Su lugar lo ocupa ahora la silueta morada de una mujer con el puño en alto.
En este contexto de violencia, desapariciones y feminicidios son los temas que más ocupan los carteles en la marcha del 8 de marzo. En 2023, casi 100.000 mujeres avanzaron por la céntrica avenida de Reforma para llegar hasta el Zócalo de la Ciudad de México, que alberga el Palacio Nacional y la Catedral, destino de las protestas sociales y el principal espacio de celebraciones políticas, como el inicio de campaña de Sheinbaum.
Primero “los” pobres
Cuando López Obrador llegó al poder hace seis años, conformó el primer gabinete paritario de la historia de México. Sin embargo, “el movimiento feminista ha sido deslegitimado, perseguido y criminalizado por el Gobierno”, se queja Figueroa. “Yo me considero humanista”, fue la respuesta de AMLO siempre que le preguntaron si se consideraba feminista. Durante estos seis años, el Presidente no ha dejado de señalar al movimiento, especialmente en las principales jornadas de protesta, como las organizadas en defensa del derecho al aborto, contra la violencia machista o el mismo 8M, donde algunos grupos realizan pintadas o destrozos en las calles durante las marchas.
El dirigente las acusa de violentas, de ser utilizadas por sus opositores, de conservadoras, de querer afectar a su gobierno y minimiza su capacidad de convocatoria. Los desencuentros no terminan ahí. También ha defendido a políticos cercanos ante acusaciones de abuso sexual, como el senador Félix Salgado Macedonio, y ha protagonizado declaraciones muy polémicas sobre el supuesto rol natural de las mujeres como cuidadoras.
En su discurso, López Obrador sitúa la clase por encima del género. Su principal guía es el lema “Primero los pobres”. “Se van a resolver muchas injusticias siempre y cuando se atiendan primero estas desigualdades históricas con base en los últimos gobiernos neoliberales que miraron por sus beneficios. Para él, nuestras desigualdades como mujeres van a desaparecer cuando se abata la pobreza”, señala Palmira Tapia, analista política.
Para Tapia, Sheinbaum encarna la línea continuista pero con enfoque de género: “Con Claudia veremos políticas más aguerridas. Ella habla de feminismo social dentro de la 4T [la Cuarta Transformación, el plan de reformas promovidos por AMLO]: por el bien de todos primero LAS pobres. Es una diferencia no solo en el discurso sino en la forma de gobierno que podemos esperar”.
Horas antes de escuchar las promesas de campaña de Sheinbaum, protegida con su gorra del partido bajo el sol implacable de mediodía, Maria Elena Romero ya confiaba en ella: “Espero que todo lo que ella traiga y proponga sea cumplido para que esta transformación no dure ni seis ni doce, que dure muchos años para que mis nietos y bisnietos también lleguen a tener esta gran patria. Quisiera que cuando llegue a la silla presidencial salga a vernos, porque la necesitamos para decirle nuestro sentir como mujeres”.
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