El presidente Javier Milei termina en El Salvador su octavo viaje en seis meses para asistir a la toma de posesión del segundo mandato de Nayib Bukele. El ultraderechista argentino estuvo por quinta vez en Estados Unidos, donde exhibió en redes sociales un encuentro con Mark Zuckerberg, fundador de Meta, y no podía faltar como invitado en la ceremonia de Bukele, con quien tiene sintonía política y se cruzó en el foro trumpista CPAC el pasado febrero.
A Milei y a Bukele los une un liderazgo disruptivo, la simpatía hacia los republicanos estadounidenses, la política de mano dura contra el crimen y la actualización del discurso de los años 90 que presenta las inversiones extranjeras como la solución mágica a los problemas económicos. Eso sí, sin que el Estado regule ni intervenga para mejorar la situación de la población más vulnerable.
Con todas las diferencias geográficas en América Latina –uno proviene del sur y el otro, del centro– y en el tamaño de las dos economías, es característico en Milei y Bukele que se presenten como adalides de una nueva manera de hacer política. Ambos manejan la lógica del amigo-enemigo y abundan en utilizar redes como X (antes Twitter), TikTok e Instagram para hacerse propaganda.
Más seguridad, menos derechos en El Salvador
En el caso de Bukele, su guerra contra las pandillas (el enemigo) y los logros en seguridad –pese a los cuestionamientos por su autoritarismo y las violaciones a los derechos humanos– fueron las claves para su reelección en febrero. Las imágenes que difundió de miles de miembros de Mara Salvatrucha 13, esposados y con las cabezas agachadas, y los torsos desnudos, dieron la vuelta al mundo. El estado de excepción ha dejado más de 79.900 detenciones y ha sido extendido en 26 ocasiones por la Asamblea Legislativa de mayoría oficialista, órgano que ha sido pieza vital para su implementación y asignación de recursos sin análisis ni debate.
El Salvador venía de registrar en 2015 su año más mortífero con una tasa de unos 103 homicidios por cada 100.000 habitantes, que en 2018 bajó a 50,3 y siguió cayendo con la llegada de Bukele, hasta llegar a 36 en 2019. En 2020 fue de 21,2; en 2021, de 18,1; y en 2022 se registró una caída a 7,8, según los datos oficiales. Sin embargo, las organizaciones humanitarias han registrado más de 6.000 denuncias de atropellos y abusos, entre detenciones arbitrarias y torturas, además de 240 muertes de personas en custodia policial.
Carlos Monterroza, profesor del Departamento de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, señala a elDiario.es que la popularidad de Bukele empezó a sedimentarse siete años atrás, antes de llegar al Ejecutivo. “Se mostró como un joven que presentaba una nueva forma de hacer política frente a los viejos actores. Fue alcalde primero de Nuevo Cuscatlán (2012-2015) y luego, de San Salvador, la capital (2015-2018). Su liderazgo es ejecutivo y vertical. La sociedad salvadoreña tiene una cultura política autoritaria: puede tolerar figuras autoritarias que le garanticen seguridad incluso a costa de sacrificar derechos”.
Como Milei, comparte elementos de outsider, afirma Monterroza. “Ha usado a los partidos como el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) como un medio para un fin, no fue militante”, aunque fue alcalde de Nuevo Cuscatlán por esta formación izquierdista. Bukele tenía una empresa familiar que vendía servicios de publicidad al Gobierno de Mauricio Funes. En 2015 Bukele asumió la alcaldía de la capital con el FMLN, formación que lo expulsó en 2018. Ganó las elecciones presidenciales en 2019 de la mano de una coalición de derecha. Y más tarde crearía el partido Nuevas Ideas.
Outsiders y malos gestores económicos
Bukele asume nuevamente la presidencia con un marcado contraste entre los logros de seguridad y una economía con una de las menores tasas de crecimiento de América Latina y en constante necesidad de financiación del Ejecutivo, incluso a costa de los fondos de pensiones de los trabajadores. En una economía dolarizada hace más de 20 años, hoy los precios de algunos productos se asemejan a los de Miami. Una encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) dio a conocer que la situación económica ha desplazado a la delincuencia como la principal preocupación de los salvadoreños.
En el caso argentino, después de tan sólo seis meses de gobierno libertario, cuyo enemigo es “la casta política”, el derrumbe de la actividad económica es comparable al de la pandemia y la crisis de 2002. La megadevaluación de Milei del 13 de diciembre fue la mayor en los últimos 50 años, aseguran voces expertas. Los recortes al gasto público en áreas clave como la sanidad y la educación, y el fantasma del desempleo son las grandes preocupaciones de los argentinos de a pie. Sin embargo, el presidente aún goza de un 46% de apoyo ciudadano, según una encuesta del Centro de Estudio de Opinión Pública.
En medio de la recesión, el mandatario argentino promete inversiones. En su último viaje a San Francisco (EEUU), tuvo un encuentro con el dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, en la sede de su empresa en Palo Alto y, antes, con el CEO de Google, Sundar Pichai, y el de Apple, Tim Cook. Milei se mostró generoso con los popes de las empresas tecnológicas: llegó a ofrecerle a Cook una legislación para las inversiones tecnológicas sin control estatal. Se trata de un ofrecimiento nada desdeñable en un mundo donde predominan los controles estatales sobre los desarrollos tecnológicos.
En febrero pasado, Bukele y Milei participaron en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). Ambos dirigentes le hablaron a una audiencia cuyo máximo referente era Donald Trump, el hoy condenado por la justicia neoyorquina en el caso por pago de sobornos a una actriz porno y candidato presidencial en las elecciones de noviembre en Estados Unidos. En la CPAC quedó bien claro cuál es el norte de ambos.