Un cuarto de siglo ha sido más que suficiente para revolucionar Marruecos. El rey Mohamed VI cumple 25 años en el trono en un país que salía de un periodo de autoritarismo bajo el reinado de su padre, Hasán II, para entrar en una época marcada por el crecimiento macroeconómico, la desigualdad, la debacle de los derechos humanos y el Sáhara Occidental como foco de su política exterior. El historial del monarca combina las ansias de modernidad con un control político casi absoluto.
La celebración de su entronización coincide con un nuevo éxito diplomático para Marruecos alrededor del reconocimiento del Sáhara Occidental bajo la soberanía marroquí a través de su plan de autonomía —y que elimina, a su vez, las esperanzas de un referéndum de autodeterminación para la región—, una de las patas fundamentales de su política exterior. En un giro cargado de especial simbolismo por la historia de Francia con Argelia, Mohamed VI ha conseguido que el presidente Emmanuel Macron apoye su propuesta. El líder francés sostiene que dicha propuesta es la “única base” para solucionar el conflicto sobre la excolonia española.
Claves de la diplomacia marroquí
En los últimos 25 años, Marruecos se ha convertido en un actor relevante en la escena internacional. Bajo el mandato de Mohamed VI, Marruecos ha vuelto a la Unión Africana, después de que su predecesor, Hasán II, decidiera dejar la silla vacía y alejarse de las dinámicas de cooperación continental para priorizar el avance nacional.
“Mohamed VI sigue teniendo la lacra de no querer resolver el contencioso saharaui, empeñado en una visión estrecha de su propia esencia de país plural y plurinacional”, señala a elDiario.es Bernabé López García, catedrático honorario de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
“Sin embargo, Marruecos ha desempeñado un papel activo en lo económico y financiero, rivalizando con Argelia que, sin duda, ha perdido el liderazgo que tuvo en otros tiempos”, añade.
En la actualidad, una veintena de delegaciones han abierto consulados en ciudades del Sáhara Occidental como El Aaiún o Dajla. Durante su reinado, el reconocimiento o no del plan de autonomía marroquí sobre el Sáhara Occidental ha delimitado y condicionado las relaciones diplomáticas de Marruecos con el resto del mundo.
“La política de Mohamed VI sobre el Sáhara Occidental ha evolucionado desde lo que en una fase inicial se llamó una tercera vía hasta el plan de autonomía del Sáhara dentro de Marruecos de 2007”, explica Miguel Hernando de Larramendi, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Castilla La Mancha. El profesor añade que, especialmente durante la última década, este plan ha articulado la política exterior marroquí “de forma muy clara y asertiva”.
La triple alianza entre Marruecos, Estados Unidos e Israel, así como la inclusión de Marruecos en los Acuerdos de Abraham, es una de las demostraciones más destacables de cómo “la política exterior es uno de los ejes en los que el monarca sigue marcando las directrices”, dice Larramendi. El último giro de Francia se suma a la lista de países con los que Marruecos teje alianzas en base a sus posiciones sobre el Sáhara Occidental.
En un mensaje dirigido a Mohamed VI, el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció oficialmente que “considera que el presente y el futuro del Sáhara Occidental se enmarcan en la soberanía marroquí”. Además, y tras congratular a Marruecos por el “desarrollo económico y social” de esta región, el presidente de la República francesa se ha comprometido a “apoyar a Marruecos en este proceso en beneficio de la población local”.
En marzo de 2022 España utilizó un modus operandi similar al francés para consolidar un giro político que rompía con 40 años de tradición. En esta ocasión, también fue Marruecos el que anunció el giro de España a través de una carta de Pedro Sánchez al monarca. En la misiva, Moncloa reconocía la importancia que tiene la cuestión del Sáhara Occidental para Marruecos y consideró “la propuesta marroquí de autonomía presentada en 2007 como la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo”.
Avanza la economía, retroceden los derechos
La construcción de nuevas infraestructuras en Marruecos también ha marcado una época de esplendor macroeconómico en el país. El Producto Interior Bruto se ha triplicado desde la llegada de Mohamed VI al trono, hasta llegar a los 130.000 millones de euros en 2023.
El puerto de Tánger Med se ha convertido en el enclave portuario más grande del área de influencia del Mediterráneo y otros proyectos como el tren de alta velocidad Al Boraq o las desaladoras de Casablanca, reflejan ese avance.
“El desarrollo económico es innegable. En este cuarto de siglo se ha afirmado una clase media amplia y se han abordado inversiones importantes que han mejorado algunas regiones, especialmente al norte del país”, añade López.
Pero todo se queda en las grandes ciudades. En las zonas más despobladas, así como el Atlas u otras ciudades del sur del país, los recursos son escasos, igual que las oportunidades económicas o las conexiones con grandes ciudades como Rabat o Casablanca. El 10% de los marroquíes controla el 63% de la riqueza del país, en comparación con el 50% de las clases medias y bajas, que solo abarcan el 5% de la riqueza nacional, según datos de World Inequality. Por su parte, la tasa de analfabetismo se sitúa en el 24%, según datos de la ONU.
También cabe señalar el deterioro de las condiciones sociales y la vulneración de derechos fundamentales como la libertad de prensa. En la actualidad, Marruecos ocupa la posición 120 de 192 países en el Índice de Desarrollo Humano, mientras que hace 25 años ocupaba el 112.
Reporteros sin Fronteras sitúa al país en la posición 129 de 180 en el listado de liberad de prensa. Otras organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights Watch señalan la debacle de la situación de los periodistas y denuncian los encarcelamientos de reporteros.
Amnistía Internacional denuncia en su informe de 2023 la “represión de la disidencia y el derecho de reunión pacífica en el Sáhara Occidental” y cita varios casos de acoso a activistas y represión de manifestantes. La ONG denuncia también casos de tortura y malos tratos contra “personas consideradas críticas con las autoridades”.
De la “brillantez” al autoritarismo
Su reinado empezó con esperanzas y optimismo. En 2003, el monarca revisó el Código de Familia, que concedió a las mujeres el derecho a pedir el divorcio, entre otros temas. Entonces, Mohamed VI también creó una comisión de la verdad, la Instancia de Equidad y Reconciliación, que buscó reparar los errores de su padre.
“El reinado de Mohamed VI comenzó con brillantez. Permitió el retorno de exiliados como Abraham Serfaty, liberando a islamistas moderados como Abdesalam Yassin o reconciliando el Rif tan castigado por su padre”, sostiene López.
A finales de 2003, la transición de Mohamed VI cambió y la “brillantez” y acogida de sus primeros pasos como monarca dieron paso a un creciente autoritarismo. De pronto, la gobernanza, afectada por la violencia terrorista a raíz de los atentados de Casablanca en 2003, “dio un giro hacia el autoritarismo”, como apunta López. “La primavera árabe sirvió de tiempo de reflexión del que podría haber salido un país más moderno y democrático, pero se optó por un desarrollismo sin alma, con una involución en los derechos humanos”, añade.
A su vez, Larramendi asegura que el reinado de Mohamed VI ha experimentado diferentes etapas en los últimos 25 años. “En una primera fase, Mohamed VI trata de tomar distancia respecto al reinado de su padre y asumir un carácter propio atendiendo al papel de los derechos humanos”, afirma.
En una segunda fase, que coincide con las revueltas antiautoritarias y la creación del ‘Movimiento del 20 de febrero’ por parte de la oposición islamista y de izquierda, “el Rey estuvo obligado a realizar concesiones”, apunta Larramendi. En ese plano, el beneplácito tomó forma de una nueva Constitución que equilibraba y limitaba el poder de la monarquía, otorgando mayores prerrogativas al Ejecutivo.
“En la práctica, los avances se han visto limitados y se ha consolidado la idea de una monarquía ejecutiva en la que el monarca sigue marcando las directrices de la política”, añade el profesor de la Universidad de Castilla La Mancha. Mohamed VI escoge directamente a los responsables de ministerios fundamentales como el de Exteriores o Asuntos Islámicos.