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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

Las mujeres desafían al poder para ser el motor del cambio en Irán

Jóvenes iraníes muestran sus manos pintada con los colores de la bandera de su país durante una ceremonia conmemorativa por el 36 aniversario de la victoria de la Revolución Islámica.

Patricia Almarcegui

Irán vive una crisis económica muy grave. En los últimos meses, el tipo de cambio se ha triplicado, el rial se ha devaluado en torno al 80% y la inflación ronda el 50%. La firma del pacto nuclear en julio de 2015 originó un ambiente de tranquilidad que ayudó significativamente a la economía y a las actividades a favor de los derechos humanos. Alrededor de cien empresas europeas y marroquíes se radicaron en el país y unas 30 empresas iraníes comenzaron a trabajar en España. Irán podía exportar más petróleo y eso le aportó mayores beneficios para hacerse con importaciones e invertir.

Después de las sanciones económicas impuestas por Trump, el clima se ha enrarecido. A partir de noviembre, se aplicarán sanciones a las transacciones financieras con el Banco Central iraní y la venta de petróleo, la mayor fuente de divisas. Una buena parte de la materia prima es importada y, tras la devaluación del rial, el producto se ha encarecido enormemente.

En el bazar iraní, se ve menos gente y se compra menos. Los analistas avisan de que peligra el puesto de trabajo de un millón de iraníes y, desde marzo pasado, Irán habría sufrido una fuga de 30.ooo millones de dólares.

A ello se suman otros factores de inestabilidad: las diferencias entre el jefe de Gobierno y jefe de Estado (Jamenei y Rohaní), las sucesiones de la monarquía en Arabia Saudí, la sequía severa y, sobre todo, las mafias de poder y la corrupción de las que los iraníes se quejan constantemente. Alrededor de un 70% de la población está en contra del Gobierno y, según los analistas, las sanciones de EEUU son responsables únicamente de un 15% de los problemas.

A pesar de esta crisis, muy pocos creen que vaya a producirse una revuelta. Lo que parece estar esperando EEUU con el estrangulamiento de las sanciones, sin pensar (ni buscar) que en el régimen pudiera producirse un cambio. Los iraníes no pueden viajar a EEUU ni los iraníes de allí ni los estadounidenses pueden hacerlo a Irán, si se viaja, no se puede entrar de nuevo en EEUU.

Hace unos días, una joven iraní intentaba comprar euros en una oficina de cambio en Shiraz. Iba a estudiar a Berlín y los necesitaba para su llegada. Sin embargo, no había posibilidad de comprarlos. Ocurre más veces, de hecho, cuando se espera una fluctuación grande del rial, las oficinas de cambio se cierran sin avisar y se cuelga el cartel: “Hoy no se compra ni se vende”.

En este contexto de crisis (situación extrema para algunos), cualquier variación puede ser un punto de inflexión para el cambio y las transformaciones de las mujeres y, por lo tanto, un avance en los derechos y libertades. En Occidente y en Oriente el cambio más grande se ha producido en la generación de las mujeres nacida en los años 80 y, en Irán, el 65% de la población es menor de 35 años.

Las iraníes se cuestionan cómo se les ve desde el exterior: “Irán está mal y no se respeta fuera, ¿Occidente quiere ayudar o solo aprovecharse?”. Muchas artistas están cansadas de que solo se les pida obras en Europa que traten de la situación negativa de la mujer (opresión, machismo, censura).

Las iraníes conforman el 55% de los estudiantes de la universidad, el 43% de los estudiantes de máster, y el 58% de estudios de doctorado. Asimismo, son mayoría en los estudios de ciencias, tecnologías, ingenierías y matemáticas. El 5 de mayo del 2017, se firmó un manifiesto con más de 180 activistas para reclamar derechos para las mujeres. Todavía hay muchas libertades por conseguir, pero, sobre todo, se pide la participación política y social con cuotas en los puestos gubernamentales y administrativos.

Masidh Alineyad es una de las activistas más conocidas. Exiliada en EEUU desde 2009, creó en 2014 la página de Facebook My Stealthy Freedom (mi libertad clandestina) oponiéndose al código de vestimenta obligatoria. Allí invitaba a que las mujeres iraníes enviaran fotografías sin velo o hijab. Después emprendió la campaña #WhiteWednesday, los miércoles decenas de mujeres visten de blanco para denunciar la imposición de vestimenta. Y hace poco emprendió la campaña #MiMovilMiArma, mediante la cual las mujeres graban las reacciones de las chadoríes (defensoras del chador) cuando las ven sin velo y las conversaciones, gritos e insultos que mantienen.

Vida Movahed se quitó el hijab durante 45 minutos el diciembre pasado hasta que fue arrestada. Desde entonces, decenas de mujeres han realizado lo mismo y, veinte nueve, han sido encarceladas. “Estamos aburridas de hablar siempre del velo”, cuenta Forugh, ingeniera de Isfahan, “el velo se impone también por tradición”, afirma Mona, ama de casa de Yazd.

“La revolución no solo son luchas mentales y gritos, como en el hashtag #MiMovilMiArma, se conseguirá con respeto e intercambio de opiniones”, afirma Anahita, artista plástica de Teherán.

“¿Qué hace Alineyad fuera de Irán? ¿Cómo se puede ayudar a un país sin vivir en él?”, concluye. Y ambas ponen como ejemplo y prefieren el trabajo de las activistas de derechos humanos, Hoda Amid, Najmeh Vahedi y Rezvaneh Mohammadi. Desde el pasado 1 de septiembre (que fueron arrestadas las dos primeras) y del 3 de septiembre (que fue arrestada Mohammadi) no sé tiene noticias de ninguna. Habían organizado talleres de enseñanza femenina en los que explicaban la situación legal que adquiere la mujer cuando se casa y los derechos que pierde. “¿Sabes por qué las han metido en la cárcel tan pronto? Porque nos temen, a las mujeres nos temen”, dice Forugh.

La pregunta es: ¿ha mejorado la situación de la mujer en el último año? “Sí”, contesta Forugh, “la mayor parte de mis amigos viven en pareja sin estar casados y las mujeres pueden adoptar hijos solteras aunque no pueden darle su apellido”. “La mujer siempre se ha atrevido a decir lo que piensa y no ha seguido las normas. Una gran parte no está de acuerdo con llevar el chador, pero quiere elegir qué hacer. El Gobierno cree que es un juego o que lo ha organizado EEUU. Sí, la mejora ha tenido que ver con el movimiento del pañuelo blanco, pero lo importante es que se atrevan”, añade.

María ha estudiado Bellas Artes en Yazd (una de las mejores facultades del país) y ha tenido su propio taller. “Yazd –dice Forugh– es una de las ciudades más tradicionales y machistas de Irán”. María explica: “Habitualmente la mujer se queja de la situación en Irán, pero si sabe qué quiere hacer, lo puede hacer. Yo vengo de una familia tradicional y estudiar arte no está bien visto, pero me han ayudado y tengo mi propio taller”.

Según Forugh, “los iraníes son más profundos que los extranjeros y, sí, nos sentimos superiores. ¿Sabes por qué? Porque tenemos que ir contra corriente. Ha habido un cambio femenino y el machismo de Yazd se está suavizando”.

“Los hombres están hartos del país y quieren que las mujeres hagan las cosas, pero sin ellos no se puede hacer la revolución. Las mujeres, por ejemplo, son las responsables del ecoturismo y explican en los parques cómo reciclar”, cuenta.

“Sí, somos el eje principal de la sociedad y la familia. Pero si la sociedad no cambia, qué más da cómo eduques a los hijos”, señala Mona. Forugh afirma: “No me gustan los matrimonios temporales. Es una forma de encubrir la prostitución. En una ciudad como Qom hay prostitución. Las prostitutas llevan el chador al revés, se ven las costuras y pueden identificarlas. Entonces se casan temporalmente y así pueden mantener relaciones sexuales legales”.

El velo es un símbolo y, cuando el pueblo sufre, todo está al mismo nivel, la economía y la obligación de llevar chador. Sí, termina, Forugh, es nuestro momento: “La revolución en Irán será feminista o no será”.

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