“He viajado desde Barcelona para votar a favor del aborto. Sentía que era un viaje que debía hacer por todas esas mujeres que han tenido que viajar al extranjero para abortar. Quería formar parte de esta lucha, las mujeres irlandeses han sufrido demasiado bajo las leyes de la Octava Enmienda”, contaba Anna Strong, una de las miles de mujeres y hombres que han vuelto a casa desde todas partes del mundo, bajo el lema #hometovote, para participar en el referéndum del viernes 25 de mayo en el que se decidía la legalización del aborto.
Jess se subió a dos trenes, un Uber, un taxi y un ferry para llegar a Dublín desde Berlín para apoyar el masivo “sí”. La noche previa al referéndum también rompió su silencio y le contó a su madre por primera vez sobre el aborto al que tuvo que someterse de joven. Ambas lloraron lo que más tarde celebrarían.
La campaña por el 'sí' apelaba a la compasión y lo hacía a través de la voz de miles de mujeres de todos los rincones de la isla esmeralda. Ellas han contado sus historias públicamente dando rostro y rompiendo el estigma sobre el aborto. En Facebook se creó la página In her shoes: Women of the Eighth (En sus zapatos: mujeres de la Octava). En ella, cientos de mujeres de todas las edades y clases sociales han expuesto sus casos, creándose una gran red de solidaridad.
Cada día 12 mujeres viajan desde Irlanda al extranjero para abortar. “Todo el mundo tiene un conocido o amigo que ha viajado a Reino Unido y que ha pasado por ello. Yo he escuchado sus historias de soledad, de miedo. Eso me rompió el corazón. He votado a favor por ellas. Irlanda ha despertado gracias a las historias personales”, dice Sophia, una joven irlandesa de 21 años. “Cuando anunciaron la victoria solté unas lágrimas y salí con mis amigas a celebrarlo”, confiesa.
El sábado por la noche Dublín era una fiesta. Sus asistentes vestían sudaderas y camisetas con la palabra “repeal” (revocar) en letras blancas.
El referéndum no solo ha copado en mayo informativos de televisión y portadas en los periódicos nacionales, sino que era un tema de debate en las sobremesas familiares o las tardes de cerveza con amigos. Pasear por las calles de Dublín significaba hacerlo bajo letreros con los lemas de ambos bandos. Se han celebrado mítines, conciertos benéficos y charlas en las universidades. Turistas de todo el mundo se fotografiaban frente a los murales del “Repeal the 8th” en la famosa calle del Temple Bar. El merchandising a favor se agotaba rápidamente según se acercaba la fecha al referéndum.
“He vivido las semanas previas a la votación informándome bien sobre qué votábamos y ayudando como voluntaria en la asociación 'Together for Yes' (Juntos por el sí)”, cuenta Claire Benela. “Me llevó un mes darme cuenta de la importancia de participar activamente. Tuve que pensar en mis propios prejuicios para decidir mi voto. Es un tema que necesitaba ser transmitido, la gente tenía miedo a hablar públicamente, ya que la religión todavía tiene raíces muy profundas en Irlanda. La Iglesia y la Ley no deberían estar casadas”.
Activistas de ambos bandos dedicaron los días previos al referéndum a llamar puerta por puerta para ganar adeptos a su causa. Fueron las asociaciones feministas las que han tenido mayor voz pública.
La campaña por la derogación de la Octava contó con el apoyo de más de 3.000 artistas. Se crearon asociaciones de diversos colectivos como la antiaborto “Love Both” o las proaborto:“Termination for Medical Reasons”, “ROSA: For Reproductive rights, against oppression, sexism and austerity”, “Grandfathers say yes” o “Home to vote”. Voluntarios de esta última, se acercaron al aeropuerto el jueves para recibir a los irlandeses que volvían a casa para votar.
La celebración: “Es un día histórico”
El sábado, día del recuento, cientos de irlandeses se congregaban desde mediodía en el castillo de Dublín donde el primer ministro, Leo Varadkar, anunciaría el resultado oficial del referéndum.
Una mujer se acerca sonriente a la multitud ofreciendo chocolatinas “After Eight”. El sentido del humor irlandés es amable y metafórico, se votaba la derogación del artículo 40.3.3, conocido como la Octava Enmienda que fue introducida en la Constitución irlandesa en 1983 y que equipara el derecho a la vida de una mujer embarazada con los de un embrión o feto: “El Estado reconoce el derecho a la vida de los no nacidos y, con la debida consideración al derecho igual a la vida de la madre”.
En la esquina izquierda de la plaza, un grupo de chicas jóvenes ha improvisado un picnic y comparte una botella de vino, saboreando así su victoria. “Es un día histórico”, dice una de ellas. En el otro lado, activistas de “Voice for choice”, entonan, acompañados de una guitarra, la famosa ‘Talkin bout a revolution“ de Tracy Chapman. Han cambiando la letra por un:”¿No lo sabes? Estamos hablando del referéndum“ y alguien al fondo grita: ”¡Y lo hemos conseguido!“. También hay lágrimas entre los asistentes que comienzan a tararear un masivo ”Sí, Sí“ mientras los políticos se suben al escenario.
“Dibuja un corazón y pon tu nombre” dice Sarah a su hija de seis años que obedece. Después, pega la nota en el mural conmemorativo del rostro de Savita Halappanava, la mujer que murió en 2012 en un hospital de Galway después de que se le negara la interrupción de su embarazo. Ella ha sido el símbolo de la campaña por el sí.
Este domingo, son muchos los que se han acercado a dejar flores, velas y sus mensajes de apoyo ante el altar improvisado en honor a Savita. “Ojalá pudieras ver esto”, reza otra de las notas. “Nunca más, esto es por ti”, se repite en decenas de ellas.
Sarah, que carga con su bebé dormido en sus brazos, afirma que ha votado a favor “por mis hijos, por su futuro, porque Irlanda es moderna y se merece ser como el resto de Europa”.
Irlanda ha demostrado que es cosmopolita. A pesar de la brecha generacional en las votaciones –los mayores de 65 años fueron los que más votaron en contra de la despenalización del aborto–, tras esta victoria las mujeres irlandesas podrán tener su derecho al aborto.