ANÁLISIS

El muro maldito: las estafas, chapuzas y delitos de la promesa estrella de Trump

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Ayer fue un día duro para Steve Bannon. Los agentes que subieron a bordo del fabuloso yate 'Lady May', de 50 metros de eslora, se lo llevaron detenido poco después del amanecer. El gran genio de la ultraderecha internacional, el que fue estratega jefe de Trump y se codeó en Francia con Le Pen, en España con VOX y en Hungría con Orbán, entre otros, apareció ante el tribunal esposado y con mascarilla para declararse no culpable. El juez ha decidido que puede abandonar la prisión pagando una fianza de cuatro millones de euros y comprometiéndose a evitar yates y jets privados.  

A Bannon y a algunos de sus socios los acusan de haber timado a miles de estadounidenses. En concreto, a un grupo enorme de personas a las que les hizo tantísima ilusión la promesa de Trump de levantar un muro en la frontera con México que no dudaron en poner dinero para pagarlo de su bolsillo. No “pagarlo” mediante sus impuestos, sino pagarlo contribuyendo directamente en una colecta online que recaudó más de 20 millones de euros. Sus responsables, incluido Bannon, les aseguraron una y otra vez que “el 100%” de sus aportaciones se destinaría a sufragar la construcción de ese imponente muro, pero en realidad desviaron a sus bolsillos cientos de miles de euros mediante estructuras opacas.

Con Bannon ya son al menos diez los asesores del círculo más cercano a Trump que han acabado en el banquillo por graves delitos. No está nada mal para una persona que prometió rodearse solamente de “la mejor gente, la más seria”. El presidente ha reconocido que le “sabe mal” la situación de su antiguo estratega, pero también ha dicho que “no sabía nada” de esa supuesta trama criminal. Tratándose de su célebre muro con México haría bien en enterarse, porque su promesa estrella se ha convertido en una sucesión de estafas, chapuzas y delitos que arranca casi desde el momento de su victoria.

Una promesa imposible

En la campaña de 2016, el muro era la propuesta estelar de Trump. Se trataba de una promesa concreta, fácil de entender, que encapsulaba perfectamente su mensaje racista y aislacionista. Daba igual que fuera poco factible. Durante sus mítines gritaba: “¿Quién va a pagar el muro?” y una multitud enfervorecida respondía: “¡México!”. Ese fue el primer fraude: México no iba a pagar un céntimo, claro. Su Gobierno lo dejó claro y hasta el propio Trump paró de insistir. El muro, si se hacía, lo pagaría el contribuyente estadounidense, pero existía un pequeño problema: el presupuesto lo controla el Congreso y los legisladores no tenían ninguna intención de gastarse ese dineral.

Ahí empezaron los problemas y los aprovechados. Según el propio Trump, siempre dado a la exageración, ya se han construido unos 400 kilómetros. Es decir, solo ha completado un 13% de una obra estimada en 18.000 millones de euros. El grupo desarticulado este jueves recaudó 20 millones entre miles de incautos para crear la organización “Nosotros construimos el muro”, que tenía que hacerse con terrenos fronterizos y pagar a promotores privados para que levantaran la infraestructura que quería Trump. El hijo mayor del presidente participó en uno de sus eventos recaudatorios y el propio Trump, que ahora se desvincula de todo el asunto, parece que no lo tenía tan claro hace solo unos meses. 

“El Lamborghini de los muros”

El proyecto estrella de la organización de Bannon, en el que ha invertido algo más de un millón de euros, es levantar una pequeña sección de muro privado en la orilla estadounidense del Río Grande. El diseño de esos cinco kilómetros lo ha realizado Tommy Fisher, un constructor políticamente bien conectado, habitual de los medios más conservadores, que bautizó su proyecto como “el Lamborghini de los muros”.

Es cierto que Fisher es veloz como un Lamborghini y que consiguió levantar su obra en pocas semanas. Para ello contó con la ayuda inestimable de algunos de los detenidos en la operación “Construimos el muro”, que montaban campañas de acoso contra todo aquel que se opusiera al proyecto o intentara que la empresa constructora cumpliera las normas. Los acusaba, entre otras cosas, de “estar a favor del tráfico sexual de niños”. Así es como el “Lamborghini de los muros” fue muy rápido, pero resulta que la ribera de un río no es lugar para un coche deportivo y que ahora esos cinco kilómetros de muro privado corren riesgo inminente de precipitarse al río.

Es una gran decepción para Trump: el presidente, entusiasmado con la constructora de Fisher y su obra, presionó para que le dieran contratos públicos por mil millones de euros en contra de la opinión de las agencias gubernamentales y del cuerpo militar de ingenieros. Ahora que el “Lamborghini de los muros” se viene abajo, dice que siempre estuvo en contra de la idea y cree que se realizó “para hacerme quedar mal”. Eso a pesar de que la organización estaba llena de aliados políticos que decían contar con su “bendición”.

El muro será público

Tras el fiasco de “Construimos el muro”, detenciones incluidas, parece claro que la promesa estrella de Trump será pública o no será. Hay varias investigaciones abiertas a lo largo del país y otro comentarista conservador que se había propuesto recaudar 850 millones de euros para levantar el muro ha cerrado la web donde pedía dinero. Tampoco parece que México se haya decidido a pagar la factura.

De los 18.000 millones de coste previsto, Trump ha conseguido financiación del Congreso para menos de una cuarta parte. Sin embargo, la construcción avanza lo suficiente como para que el muro le sirva en los dos meses que restan de campaña para la reelección. A las bases del presidente les encanta y es una forma más o menos aceptable de representar todas esas cosas que Trump usa pero que no se suelen decir en público: el racismo, el miedo y las soluciones fáciles a problemas complejos. Se seguirá hablando de lo malvados que son los migrantes latinoamericanos y de la importancia de la “ley y el orden” mientras los aliados del presidente desfilan por el juzgado.