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El negocio israelí de la guerra: “Muchas empresas promocionan material militar que el Ejército está probando en Gaza”

Soldados israelíes en la Franja de Gaza.

Francesca Cicardi

13 de febrero de 2024 22:35 h

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Desde el comienzo de la ofensiva israelí en la Franja de Gaza, el pasado 7 de octubre, las empresas de defensa de Israel han seguido haciendo negocios a nivel internacional e, incluso, promocionando las armas que el Ejército está probando sobre el terreno, contra los palestinos, asegura el escritor y periodista Antony Loewenstein, autor de ‘El laboratorio palestino’ (Capitán Swing). 

A pesar de que el 7 de octubre fue “una catástrofe política, de Inteligencia y de seguridad”, dice Loewenstein a elDiario.es, no ha habido ningún tipo de rendición de cuentas ni repercusión para las empresas israelíes que fabrican y venden algunos de los sistemas que no lograron prever ni evitar el ataque sorpresa del grupo palestino Hamás contra Israel.

El escritor australiano explica que, aunque el 7 de octubre podría ser una demostración de que la tecnología de seguridad israelí no es infalible, no hay indicios de que lo sucedido vaya a afectar al sector. “Israel está probando armas en directo y está presumiendo de ello en las redes sociales”, agrega. “Y no es sólo para convencer a la audiencia israelí de que Israel está ganando la guerra, sino para los mercados globales, que están mirando hacia Israel” mientras comete masacres con esas armas punteras. Pero Loewenstein no se muestra sorprendido, porque “la industria armamentística no es una industria moral”.

“Un gran número de compañías dicen abiertamente y promueven equipamiento que el Ejército está usando en su lucha contra Hamás –o en la ofensiva contra Gaza–”, afirma. Las armas probadas en los pasados cinco meses están siendo mostradas en ferias de armamento, como el Foro de Innovación en Defensa, que tuvo lugar en París a finales de noviembre de 2023, asegura el periodista de investigación. “Regularmente hay artículos en la prensa israelí que hablan de las armas que están siendo probadas en Gaza mientras hablamos”. Además, hay palestinos o doctores extranjeros que han estado en Gaza y que dicen haber visto “heridas que nunca habían visto antes”, presumiblemente provocadas por armas novedosas.

Las “cobayas” del laboratorio palestino 

El libro de Loewenstein habla precisamente de cómo los palestinos han sido las cobayas del armamento y la tecnología de seguridad israelí desde hace décadas. “El laboratorio palestino ha sido una política estatal casi durante tanto tiempo como la ocupación israelí del territorio palestino”, escribe el autor, que recopila investigaciones e informaciones publicadas en la prensa o por centros de estudios, y entrevistas con expertos, incluidos militares israelíes. Es más, desde los años 2000, las tecnológicas que fueron naciendo en Israel y que acabarían siendo punteras en todo el mundo son “empresas de defensa cuyo objetivo principal era monetizar la ocupación y vender la experiencia de control a otro pueblo en el mercado global”.

“La historia demuestra que, a pesar de que Israel haya cometido muchas veces crímenes horribles en Palestina y a pesar de que muchas naciones del mundo los han condenado, eso ha influido poco en que esas naciones no compren armas israelíes”, dice Loewenstein, preguntado por si la actual ofensiva en Gaza, donde muchos consideran que Israel está perpetrando un “genocidio”, puede afectar a las ventas de armamento o tecnología israelí.

“La triste realidad es que, a pesar de que Israel haya matado probablemente a 30.000 palestinos, la mayoría de ellos civiles, no hay evidencias de que la industria de defensa israelí se vaya a ver afectada por lo que ha ocurrido”, afirma. El periodista considera que Israel seguirá comercializando sus armas y su tecnología como “probados en combate”, esto es, en Gaza. 

Agrega que “es pronto” para saber cómo va a afectar a la industria armamentística israelí el conflicto, pero cree que hay factores que no han cambiado en los pasados cuatro meses y no van a cambiar: “Después de la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022, muchas naciones europeas se dirigieron a Israel casi suplicando [que les vendiera] nuevos equipamientos: escudos de defensa antimisiles, otras armas, tecnología de vigilancia…”.  

Durante la guerra en Gaza, “Israel intenta promover armas para futuras ventas porque, sin duda, la economía israelí se está viendo afectada” por el esfuerzo bélico. Prueba de ello es que la agencia Moody’s rebajó la semana pasada la calificación de Israel de A1 a A2 y dijo que las perspectivas económicas eran negativas. Pero Loewenstein cree que “en el corto y medio plazo, la economía israelí va a estar bien, porque goza de un gran apoyo de los países occidentales y estas naciones van a apoyar la economía y la industria armamentística israelí como muestra de solidaridad con Israel y su guerra”.

La guerra ideológica

“Muchas naciones europeas, Reino Unido, Australia, sienten afinidad con otro poder imperialista. También estas naciones, de diferentes formas, han cometido abusos, matanzas, masacres contra sus propias poblaciones indígenas hace mucho tiempo, y tienen una afinidad con Israel, una nación que tan descaradamente mata, asalta, ataca una población indígena”. Precisamente, en el libro explica que Israel ha sabido “exportar” el control sobre los palestinos, un pueblo indígena considerado inferior o del que hay que defenderse, y la tecnología que ha ensayado en Cisjordania y en Gaza ha sido empleada en otros lugares para vigilar, oprimir y separar.

Además, Israel ha sabido presentarse como uno de ellos y “vincular las operaciones del Estado judío con los valores occidentales”, escribe Loewenstein. La estrategia de Israel y su Ejército en las redes sociales es tan exitosa que ha sido copiada por el Ejército más poderoso del mundo, el de EEUU. En estos momentos, Israel no sólo está intentando convencer a sus ciudadanos, pero también a la comunidad internacional y, en concreto, a la comunidad judía global, que su guerra en Gaza es “justa y moral” para justificar sus acciones –y la mayor parte está comprando ese discurso, según el periodista–.

“Israel ha tenido éxito, al igual que EEUU después del 11-S, a la hora de vincular su guerra a una batalla existencial”, pero, en opinión del autor, el 7 de octubre no representó una amenaza para la existencia de Israel como Estado. “Muchas naciones occidentales han aceptado esa narrativa, al igual que han aceptado la narrativa de la guerra contra el terrorismo [islamista]” desde el año 2001.

En su libro, Loewenstein echa la vista atrás para ver que el 11-S y la guerra contra el terror que emprendió Washington en todo el mundo benefició considerablemente a la industria de seguridad israelí, que ya era conocida anteriormente pero se ha convertido en líder mundial. En las dos décadas que siguieron a los atentados contra EEUU, muchos Estados valoraron la “experiencia” de Israel contra el terrorismo y, sobre todo a partir de 2001, la causa palestina se asocia al extremismo islamista, afirma el autor.

Pero Washington no sólo apoya a Israel por afinidad ideológica o por su histórica relación, ni por los cálculos electorales de cara a las presidenciales del próximo noviembre en EEUU, sino también por sus propios intereses económicos. Loewenstein cree que “la industria armamentística estadounidense juega su papel” en el apoyo incondicional del presidente Joe Biden a Israel. “Los CEO de empresas de defensa clave, desde el 7 de octubre, han hablado de lo entusiasmados que están por lo que está pasando en Gaza. No es que hayan causado la guerra o que ésta continúe por ellos, pero se están beneficiando porque EEUU está vendiendo muchísimas armas a Israel”. 

“La escala de la ofensiva de Israel en Gaza, la cantidad de municiones que está lanzando (más de las que EEUU lanzó en Irak y Afganistán) casi no tiene precedentes en las guerras modernas”, en el mismo periodo de tiempo. Según Loewenstein, esto demuestra lo mucho que Israel depende de EEUU: “La guerra puede terminar muy rápidamente si EEUU elige ponerle fin, porque sin las armas y apoyo logístico norteamericano, a Israel le costaría” seguir adelante con sus operaciones militares a gran escala.

Además, el periodista señala que EEUU necesita de compradores de armas porque, tarde o temprano, va a tener “un problema en su cadena de suministros”, después de haber vendido tantas armas a Ucrania y aumentado la producción armamentística a raíz del estallido del conflicto en ese país hace dos años. Israel tampoco ha detenido la exportación de armamento en relación a Ucrania durante la guerra en Gaza: “Muchas naciones europeas, incluso después del 7 de octubre, se han comprometido a comprar escudos antimisiles, por ejemplo. Es decir, no ha habido un impacto negativo en esas ventas potenciales”.

Pegasus, el caballo de troya de Israel

No sólo los países occidentales o “amigos” son clientes de Israel, también otros que, en público, pueden ser críticos con el Estado hebreo. Sin ir más lejos, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos o Bahréin, que han criticado las masacres israelíes en Gaza, pero desde octubre no han degradado sus relaciones diplomáticas –en el caso de Bahréin y Emiratos–, ni han tomado medidas más contundentes contra el país que les proporcionó el spyware Pegasus para espiar a sus opositores o críticos –miembros del Gobierno español, empezando por el presidente, Pedro Sánchez, y decenas de independentistas han sido espiados con Pegasus–.

Loewenstein cuenta en su libro que, en 2020, el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, llamó al primer ministro Benjamín Netanyahu para pedirle que desbloqueara el acceso de su país a Pegasus, después de que el Ministerio de Defensa de Israel denegara la renovación de la licencia por “uso indebido”. Netanyahu lo hizo, lo cual –según el autor– también demuestra la estrecha relación del fabricante de Pegasus, NSO Group, con el Estado israelí y sus intereses geopolíticos. Mientras, Ucrania ha querido comprar Pegasus desde 2019, pero Israel se ha negado porque quiere mantener sus buenas relaciones con Rusia.   

Después de los escándalos en torno al uso de Pegasus para espiar a políticos, periodistas o disidentes, el escritor dice que NSO Group tiene problemas económicos, pero sigue existiendo. “Eso no ha tenido impacto en la industria, porque todas las personas que trabajaban para NSO Group se han marchado a otras compañías que tienen una no tan mala reputación” y los compradores siguen demandando el mismo tipo de producto a las empresas israelíes. “Ningún país, incluidos los europeos o aquellos que se han visto afectados por Pegasus, tienen interés alguno en regular [su uso]. Todos quieres usarlo, da igual quién se lo ofrece”, asegura. Esa tecnología no tiene por qué ser israelí, agrega, pero la “impunidad” en ese país es un factor importante.

México es otro ejemplo que Loewenstein destaca en su libro y en la conversación con elDiario.es: “México es el mayor usuario de spyware israelí en todo el mundo, y eso ha sido así con gobiernos de izquierda. Es una locura”. México fue el primer campo de pruebas importantes de NSO Group, pero le siguieron otros países que, a menudo, no respetan los derechos humanos como Kenia, Turquía, Marruecos o Hungría. En 2022, el periódico israelí Haaretz desveló que NSO Group tenía 22 clientes en la Unión Europea.

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