Unas horas antes de que el Ejército de Vladímir Putin invadiera su país, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, hizo un discurso en ruso, su lengua natal, dirigiéndose directamente a la población de Rusia. Todavía llevaba chaqueta y corbata.
“Os dicen que somos nazis. Pero, ¿cómo un pueblo que perdió ocho millones de vidas para derrotar a los nazis puede apoyar el nazismo? ¿Cómo puedo ser yo un nazi? Decídselo a mi abuelo, que luchó en la Segunda Guerra Mundial como soldado soviético de infantería y murió siendo un coronel en una Ucrania independiente”, dijo Zelenski. Los tres hermanos de su abuelo y sus progenitores, judíos como el resto de la familia, fueron asesinados en el Holocausto, ejecutados por los invasores de la Alemania nazi. Zelenski no solía hablar de ello. Su familia también solía ser discreta sobre su religión en los tiempos de dominación soviética en los que el antisemitismo era habitual. Pero en enero de 2020 recordó a sus familiares asesinados y al abuelo que sobrevivió en un acto en Jerusalén.
En su discurso en ruso del 23 de febrero, Zelenski también hablaba de la supuesta ofensiva contra los rusoparlantes de la que habla Putin.
“Os dicen que odiamos la cultura rusa. ¿Cómo puede uno odiar la cultura? Cualquier cultura. Las culturas de los vecinos siempre se enriquecen mutuamente. Sin embargo, no somos parte de un todo. No nos podéis tragar. Somos diferentes. Pero esta diferencia no es motivo de enemistad. Queremos determinar nuestro propio camino y construir nuestra propia historia pacíficamente, con calma, con honestidad”, dijo Zelenski.
Los mensajes de Putin sobre el supuesto destino común de Ucrania y Rusia se han alternado con las afirmaciones falsas de que Ucrania es un país “neonazi” o donde “parece que hay un genocidio” contra la población que habla ruso. La lengua que Zelenski aprendió en casa fue el ruso, algo común en la región donde creció. Los primeros programas de su productora de ficción y sátira estaban en ruso. Ahora es bilingüe, como la mayoría de los ucranianos.
La fantasía de la “desnazificación” está en varios discursos de Putin. También en los medios rusos que se siguen emitiendo porque han aceptado las nuevas normas de utilizar sólo fuentes oficiales, evitar la palabra “guerra” y exponerse a penas de cárcel de 15 años si dicen algo “falso” según el Kremlin, y hasta en las demandas rusas para las negociaciones de paz (aunque en la última ronda pareció desaparecer esta referencia).
Una visión distorsionada de la Segunda Guerra Mundial
“Putin está arrogándose el derecho para interpretar la Segunda Guerra Mundial. Lo que cuenta es una fantasía, lanzando afirmaciones sobre genocidios y nazis en cualquier dirección. Ucrania sufrió mucho en la Segunda Guerra Mundial, más que Rusia. Y es notable que haya conseguido elegir a un presidente que es judío. Dice mucho de cómo ha superado la Segunda Guerra Mundial”, explicaba en la radio de la BBC el historiador Timothy Snyder, profesor de la Universidad de Yale y autor de Tierras de sangre: Europa entre Hitler y Stalin.
Para algunos historiadores, las palabras de Putin son parte de una estrategia para argumentar el expansionismo de Rusia y justificar lo que puede hacer después si logra ocupar el país.
“Hay una dimensión colonial en la manera en la que Rusia trata con Ucrania y retrata al país. La idea de un salvador que viene a ayudarte, la idea de que hay minorías en peligro. Y creo que es la continuación del relato de la Segunda Guerra Mundial que retrata a la Unión Soviética como la vencedora. Putin está utilizando ahora esa idea de luchar contra el fascismo y no contra Ucrania, lo que es extremadamente ridículo y ahora terrible porque la gente está muriendo por ello”, explica a elDiario.es Olivia Durand, historiadora de la Universidad de Oxford, especialista en el siglo XIX e investigadora de las comunidades históricas en Ucrania.
Si la familia de Zelenski era discreta sobre su religión en la Ucrania dominada por los soviéticos, esto no era casualidad.
William Nivel, profesor de Historia contemporánea de Alemania en la Universidad Trent de Nottingham explica también que en la Unión Soviética y en el bloque del Este en general había campañas contra los judíos, a los que se acusaba de “cosmopolitas”, “faltos de patriotismo” o “corrompidos por las influencias occidentales”.
“En los ojos de Putin, el Gobierno ucraniano, en su supuesta negativa del derecho de los que viven en Crimea y en la región del Donbás a ‘volver’ a Rusia, está actuando como los neonazis. Pero ahora la amenaza no es Hitler sino un imperialismo occidental dirigido por la OTAN”. Putin justificó la invasión de Ucrania diciendo que Occidente quiere “degradar” a Rusia “desde dentro” y que esto llevará a “la degeneración”. “Esto se parece mucho a como Hitler hablaba sobre los judíos”, dice el profesor Nivel.
El uso de la palabra “nazi” revela parte de una estrategia para justificar cualquier atrocidad, según explica Peter Pomerantsev, periodista y autor de varios libros sobre la propaganda en Rusia. “Aunque sea ridícula, la terminología de Putin es intencional y estratégica. Está utilizando el término ‘nazi’ exactamente de la misma manera en la que los nazis usaban ‘untermensch’”, escribe en referencia al término despectivo que utilizaban los nazis para referirse a judíos y otras minorías. “Utilizar ese término permite el asesinato de civiles con municiones ilegales de racimo que ya están pulverizando zonas residenciales. Prepara el camino para la represión después de la ocupación. Las listas rusas de asesinatos de activistas y periodistas de la sociedad civil y los periodistas y los arrestos masivos. Después de todo, si estás luchando contra ‘los nazis’, cualquier medida es aceptable, según esa lógica perversa. Mira lo que hicieron los aliados bombardeando ciudades alemanas en la Segunda Guerra Mundial”.
Ucrania es una democracia
Oliva Durand insiste en que Ucrania es un país democrático donde se celebran elecciones libres con competencia real entre partidos políticos y medios críticos y variados, a diferencia de lo que sucede en Rusia. Explica que hay “grupos conservadores y ultranacionalistas en Ucrania”, pero son una minoría.
Olga Onuch, profesora de la Universidad de Manchester, investigadora sobre movimientos de protesta en el mundo y experta en política ucraniana, explica también a elDiario.es que el Gobierno de Zelenski no puede definirse como nada parecido a ultraconservador o nacionalista.
“Zelenski claramente no es de derechas y claramente no es nacionalista. Tiene un discurso más cívico. He analizado sus discursos y muy a menudo habla de unir a los ucranianos sin importar qué lengua hablan o dónde viven”, dice. También recalca que la ficción del “nazismo” que ha utilizado Putin para invadir Ucrania es “completamente absurda”, empezando por el hecho de que los partidos de extrema derecha no tienen ni remotamente el peso de movimientos similares en otros países europeos.
Durante el Gobierno de Zelenski, se ha perseguido judicialmente y encarcelado a varios miembros de grupos radicales de extrema derecha, según explica la profesora Onuch, que dice que las exigencias de Rusia de “desnazificar” Ucrania no tienen ningún sentido porque no se pueden traducir en acciones prácticas: “No son demandas hechas de buena fe porque no hay nada que puedas hacer. Si hubiera un gran partido radical de extrema derecha en el Parlamento aún podrías decir que no lo aceptas… Si la demanda es sobre algo que no existe no hay nada que puedas hacer”.
Extrema derecha sin voz
En las elecciones parlamentarias de 2019, cuando fue elegido presidente Zelenski, varios partidos se unieron al principal partido político de extrema derecha, Svoboda, para presentar una lista conjunta. Sólo consiguieron el 2,15% de los votos. Es decir, se quedaron por debajo del umbral del 5% necesario para entrar en las listas nacionales del Parlamento. Consiguieron un escaño regional, según explica Anton Shekhovtsov, investigador del Institute for Euro-Atlantic Cooperation, un think tank de Kiev, y editor de libros sobre la extrema derecha.
Más allá de los partidos políticos, el principal grupo de extrema derecha es el llamado Batallón Azov, cuyos miembros han entrado en la guardia nacional y que se formó en 2014 –cuando Rusia invadió y se anexionó Crimea– con el objetivo de combatir a los separatistas apoyados por Rusia en el Este de Ucrania. Rusia suele repetir que en el Donbás hay “un genocidio” aunque ni la ONU ni organizaciones de derechos humanos especializadas en genocidios y otras masacres colectivas han registrado tal cosa pese a las repetidas violaciones del alto el fuego por ambas partes. Entre 2014 y 2015, en el pico de la violencia del conflicto armado, se estima que murieron más de 13.000 personas.
En 2014, cuando se formó el Batallón Azov, algunos de sus miembros repetían mensajes antisemitas e incluso decían combatir contra Putin porque “es judío”, según recogía en una entrevista del Guardian con uno de sus miembros que no quería dar su nombre real de septiembre de 2014. Carmen Claudín, investigadora del think-tank de Barcelona CIDOB, explicaba en una entrevista con elDiario.es antes de la invasión que Rusia había creado una “desinformación repugnante” sobre el peso de esos grupos de extrema derecha en las protestas, la mayoría pacíficas, a favor de la UE en 2014.
Según Olga Lautman, experta del Center for European Policy Analysis, estos ultranacionalistas y sus simpatizantes suponen, en cualquier caso, el 2% de la población ucraniana, que es parecido al porcentaje de apoyo que tuvieron los partidos de extrema derecha en las elecciones de 2019.
El crisol de Ucrania
Serhii Plokhy explica en su obra The Gates of Europe, un libro de referencia sobre la historia de Ucrania publicado en 2015, que tampoco hay un conflicto etno-lingüístico de fondo ni en el Donbás ni en Crimea.
“Hoy en día vemos un crisol de zonas lingüísticas, culturales, económicas y políticas que enlanzan diferentes regiones la una con la otra y mantienen el país unido. En la práctica, no hay una barrera cultural clara que divida Crimea del resto de regiones del sur de Ucrania o el Donbás de cualquiera de otras regiones del Este. Ninguna de las regiones históricas han mostrado un deseo fuerte de dejar Ucrania ni las élites han conseguido movilizar a los ciudadanos en apoyo a una secesión. Esa movilización ha tenido lugar en Crimea y en el Donbás, pero solo como consecuencia de la anexión o intervención rusa”, escribe.
Antes de la elección de Zelenski, Ucrania había tenido un primer ministro judío, sigue contando con una comunidad judía sustancial y el antisemitismo no es ahora un problema como en otros países del Este de Europa: según un sondeo de Pew Research de 2018, un 5% de los encuestados en Ucrania dice que no aceptaría a una persona judía frente al 22% de Rumanía, el 18% de Polonia o el 14% de Rusia.
En 2021, el Parlamento ucraniano aprobó una ley para castigar el antisemitismo de manera específica por ataques físicos o retóricos contra personas e instituciones de origen judío. Unos días antes de la invasión, enmendó la ley para que se puedan imponer penas de cárcel.
Babi Yar
Uno de los símbolos del pasado sangriento de Ucrania es Babi Yar, un lugar cerca Kiev donde decenas de miles de personas fueron cercadas y asesinadas por el Ejército nazi con la ayuda de los milicianos nacionalistas ucranianos.
El 29 de septiembre de 1941, las tropas nazis convocaron a los judíos de Kiev –la mayoría mujeres, niños y ancianos, pues los hombres estaban en el frente– y les pidieron que se presentaran con sus posesiones allí, como si los fueran a mandar a otro lugar. Cuando llegaron, les robaron, los desnudaron y los acribillaron en grupos. “La masacre de Babi Yar destaca en la historia como el primer intento de aniquilar a toda la comunidad judía de un gran centro urbano en toda Europa”, escribe Serhii Plokhny en The Gates of Europe. Después, llegó la persecución del Ejército soviético. “Los que sobrevivieron y fueron liberados por los soldados del Ejército rojo entre finales de 1944 y 1945 fueron tratados a menudo como traidores y algunos fueron enviados directamente de campos de concentración alemanes a los soviéticos del sistema de Gulags”, escribe.
Se estima que más de 33.000 judíos fueron asesinados entonces, pero los nazis siguieron con matanzas en Babi Yar. Al menos 100.000 personas fueron asesinadas allí, también prisioneros de guerra soviéticos.
El primer monumento de homenaje en el lugar se construyó en 1976, cuando Ucrania era parte de la Unión Soviética, y fue sólo dedicado a los soviéticos, sin ninguna mención a los judíos. El año pasado, un centro de la memoria, una sinagoga y un parque abrieron al público para contar y recordar la masacre de judíos.
El 1 de marzo, las tropas rusas bombardearon la antena de televisión de Kiev y el parque junto a Babi Yar. Zelenski puso un tuit dirigido al “mundo”:“¿Qué sentido tiene decir 'nunca más' durante 80 años si el mundo se calla cuando caen las bombas en el mismo sitio de Babi Yar? Al menos cinco muertos. La historia se repite”.