No había pasado una semana desde las elecciones de mitad de mandato, las que lanzaron a la primera línea política a una nueva generación de mujeres jóvenes y de perfiles no tradicionales y ya comenzaban a asomar algunos brotes verdes entre la densa niebla que cubre Washington desde la elección del presidente Donald Trump.
Primero vimos a una congresista demócrata recién electa, Alexandria Ocasio-Cortez, subida sobre una mesa en una iglesia, micrófono en mano y dirigiéndose a un grupo de activistas movilizados en torno a la crisis climática, el Sunrise Movement. Después, a esos mismos activistas marchando en paz hasta el despacho de la también demócrata Nancy Pelosi, lideresa de la Cámara de Representantes, y sentados frente a ella. Poca novedad. Carteles. Cantos. Manifiesto. Algunos arrestos. Previsible.
El giro político novedoso, que en esa protesta participaba la misma congresista que el día anterior hablaba con los activistas subida a una mesa. Convertida en dinamizadora de una nueva izquierda obrerista, feminista, activista, socialista –con lo que ello implica en este país– que confluye ahora en defensa de un paquete legislativo claro, con nombre, apellidos, fecha de nacimiento y mayoría de edad casi inmediata: El Green New Deal. Un Nuevo Acuerdo Verde.
Alexandria Ocasio-Cortez ha decidido presentarse, orgullosa y sin complejos, como una mujer joven trabajadora, latina, que vive en un apartamento de una habitación en el Bronx y que no tenía dinero suficiente para mantenerse en Washington hasta cobrar su primer salario. Que firma su primer seguro médico como congresista denunciando que paga por él la mitad de lo que pagaba como camarera. Que anuncia que pagará al menos el salario mínimo a sus becarios en el Congreso, a diferencia de lo que hacen hoy el 90% de los congresistas. Que, ante la elección de su distrito como futura sede de Amazon, no aplaude sin disenso la versión monolítica de los puestos de trabajo a crear. Que, en cambio, pregunta por los riesgos de gentrificación que se abalanzan sobre sus votantes al tiempo que cuestiona que el estado otorgue beneficios fiscales a las empresas en lugar de aprobar ayudas e inversión centradas en los ciudadanos.
Ninguno de esos planteamientos debería sorprender de alguien que ante el despacho de Nancy Pelosi en el Congreso recordó los inicios de su militancia política en la movilización, larga, dura, de base, en Standing Rock, Dakota. Miles de personas en torno a la protesta nativa contra un oleoducto del que parten muchas de las disidencias actuales, sobre todo las medioambientales, de la política norteamericana.
Ocasio-Cortez lo llama la “poesía de la historia” y, ya congresista, defiende que no hay contradicción alguna entre las identidades múltiples de una activista, el salto institucional y la coherencia implícita en seguir persiguiendo la agenda que anunció en campaña cuando ya recorre los pasillos de Washington empujando a su partido a cada paso que da.
La presencia de Ocasio-Cortez en aquella protesta de despacho respondía a la siguiente estrategia: Si Pelosi quiere renovar su puesto al frente de la Cámara de Representantes, no es suficiente con apelar a una lealtad de partido automática. Ser mujer, joven o latina tampoco va a definir el sentido del voto ni el de la coalición que, de manera informal, Ocasio-Cortez comienza a liderar en la estela de Bernie Sanders, para quien trabajó en los inicios de su corta carrera. Quien quiera contar con su apoyo y el de su plataforma, tiene que apoyar el Nuevo Acuerdo Verde. Tiene que mover el partido a la izquierda. Las etiquetas, lo simbólico y lo declarativo, no sirven de nada si no van acompañadas, según Ocasio, de políticas concretas. Ambiciosas, sin duda.
La política verde
El “movimiento de derechos civiles de nuestra generación”. Así define su apuesta Ocasio-Cortez. La versión corta: convertir un problema, el cambio climático y la necesidad urgente de plantear una economía del carbono alternativa a la actual y orientada hacia energías renovables, en un ambicioso proyecto de transformación económica y política del país. Abarcando también la regulación del sistema financiero internacional, los sistemas impositivos, la responsabilidad de las compañías transnacionales o el papel del Estado en la creación de incentivos y empleo a través del gasto público para un crecimiento más inclusivo.
Ocasio-Cortez se apoya en lo que el filósofo francés Bruno Latour ha formulado así: a la desregulación globalizadora, que genera desigualdad, sólo se puede responder desde la política del clima en sentido amplio: la regulación de la relación entre los seres humanos y las condiciones materiales de la existencia desde un enfoque planetario y de futuro.
En cuestión de semanas, la propuesta ya ha conseguido el apoyo de 31 congresistas (el 15% de los demócratas electos y cuando ni siquiera ha comenzado el período de sesiones) y del senador Bernie Sanders, padre político de la generación de representantes de la nueva izquierda que, con el nombre de Socialistas Democráticos o Demócratas por la Justicia, ha irrumpido con fuerza en la escena política estadounidense.
El Comité para el Nuevo Acuerdo Verde, de salir adelante, estaría formado por 15 miembros y diseñaría un plan de movilización del Gobierno federal que, impulsando el gasto público desde un banco verde, aprobaría a comienzos de 2020 un paquete de leyes necesarias para la transición rápida, en una década, a una economía neutral en carbono. Que reduzca las emisiones al mismo tiempo que recaptura parte del ya existente tanto en la atmósfera como en el océano. Y que, persiguiendo esa agenda, cree empleo verde, sin huella de carbono, desde un enfoque de igualdad y justicia económica y medioambiental. Principios que la propuesta define como vinculados a la cohesión social, racial, regional y de género del país.
La campaña electoral para 2020 ha comenzado
Durante una reciente intervención televisada desde Washington, Ocasio-Cortez lo explicaba así: “Vamos a generar empleo y potenciar la industria, levantar escuelas, reconstruir carreteras, inventar tecnología con la ambición y el impulso con el que Franklin D. Roosevelt lo hizo en un momento complejo de la historia con el que comenzamos a encontrar paralelismos”. Hasta aquí un plan de desarrollo económico keynesiano tradicional. Al que Ocasio añade la interseccionalidad: “Con políticas que no dejen a nadie atrás”.
“No podemos avanzar al futuro hasta que todos los americanos formen parte de él. Dejar grupos atrás crea una grieta social. La política tiene que servir a todos y no sólo a una élite”, defiende. Para ella, no se trata solo de una solución económica o medioambiental, sino de crear un mecanismo que devuelva la justicia a las comunidades que no han sido tratadas correctamente. “Hay niños que beben agua sucia en Flint, hay niños que respiran aire sucio en California, hay niños en Puerto Rico que viven entre el barro. Y muchas de esas comunidades más pobres y peor tratadas son nativas y oscuras. Reparar la conducción de agua en Flint es justicia, da empleo e integra a la sociedad”.
En definitiva, que la inversión necesaria para mitigar el clima, impacte positivamente en los grupos que se están quedando atrás y se convierta en plataforma de movilización y programa para su partido. La economía verde genera empleo. Es un hecho. Según datos del Gobierno federal los puestos de trabajo que más crecen en Estados Unidos son los de técnico de energía solar y eólica.
Para Ocasio-Cortez, Sanders y los representantes del ala izquierdista del Partido Demócrata, la intención no es sólo científica y medioambiental. Han lanzando la carrera de las primarias demócratas de cara a las elecciones de 2020. Marcando agenda y liderando discurso, poniendo a los sectores más tradicionales del partido ante una disyuntiva: seguir el curso de acción tradicional, con los resultados ya conocidos o apostar por las bases demócratas más movilizadas, jóvenes, mujeres y ciudadanos que representan además la diversidad étnica, ideológica y de clase de Estados Unidos.
Una plataforma que, además, propone, al ubicar el centro de su agenda política en lo verde, cambiar el propio modelo de financiación del partido y sus campañas, rechazando cualquier contribución de empresas implicadas en la producción de combustibles fósiles. Algo que modificará la estructura organizativa, agencia de representación y programa político del propio Partido Demócrata.
Cuando el Presidente Donald Trump marcó la línea roja al retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París en 2017 pese a que todo indica que el cambio climático se agrava e importa cada vez más a los votantes, estaba lanzando un guante que un grupo de congresistas ha sabido recoger. Marcaba las líneas del terreno de juego y sus reglas. Comenzó a diseñar, por oposición, la plataforma política a la que él y su partido tendrán que enfrentarse en un futuro cada vez más cercano.