El nuevo estallido de violencia entre Israel y Hizbulá esconde más de 40 años de guerra en las sombras

Jason Burke

24 de septiembre de 2024 14:03 h

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Los servicios de espionaje de Israel y la milicia islamista chií libanesa Hizbulá llevan más de 40 años librando una guerra cruel y violenta en las sombras.

Una de las primeras derrotas de Israel se produjo en noviembre de 1982, cinco meses después de que las fuerzas de Tel Aviv invadieran Líbano con el objetivo de destruir la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en el país donde estaba su sede entonces.

Tras forzar a los combatientes armados de la OLP a abandonar Beirut, Israel parecía haber ganado una victoria importante. Entonces fue cuando una estremecedora explosión demolió las oficinas en Tiro del Shin Bet, el servicio de espionaje interior de Israel. Como consecuencia de la explosión en la ciudad costera libanesa murieron 91 personas.

Las autoridades lo atribuyeron durante años a una fuga de gas, pero lo cierto es que la explosión había sido provocada por militantes islamistas de la población chií en el sur de Líbano durante un atentado suicida con coche bomba, uno de los primeros de este tipo. Los responsables de la explosión se unirían después a Hizbulá, fundada el verano siguiente con la supervisión y el apoyo del nuevo régimen revolucionario iraní, en el poder desde 1979.

Los mismos jóvenes radicales chiíes volverían a tener éxito en otro bombardeo contra la sede en Tiro del Shin Bet. Fue en noviembre de 1983 y mataron a 28 israelíes y a 32 prisioneros libaneses. Los servicios israelíes tampoco pudieron impedir otros atentados suicidas multitudinarios en los que murieron cientos de personas de Francia y EEUU. Así comenzó el que se iba a convertir en uno de los conflictos clandestinos más terribles que ha habido en el mundo durante las últimas décadas.

El Ejército de Israel luchó directamente contra Hizbulá en Líbano hasta que en 1999 se vio obligado a retirarse del país. Volvió a hacerlo en 2006, durante una breve guerra. Pero los servicios secretos israelíes no han dejado de hacerlo en ningún momento.

Durante gran parte de la década de los ochenta, Israel no tuvo mucho conocimiento de los planes de Hizbulá debido a una grave escasez de personas que proporcionaran información de inteligencia desde el terreno. El paradero de un joven chií, en concreto, seguía sin estar claro: el libanés Imad Mughniyeh, responsable intelectual de explosiones y secuestros. Tras varios intentos fallidos, a los israelíes les llevó más de 20 años dar con él. Hasta que en 2008 una bomba en un coche de Damasco terminó con la vida de Mughniyeh.

A principios de los años noventa, América Latina fue un importante campo de batalla, con Hizbulá reclutando a simpatizantes entre la numerosa diáspora chií procedente de Líbano.

Después de que en febrero de 1992 los helicópteros de ataque israelíes mataran en el sur de Líbano a Abbas al-Musawi, el nuevo líder de Hizbulá, la organización islamista militante buscó su venganza en Argentina. El primer atentado fue contra la embajada de Israel en Buenos Aires, donde murieron 29 personas. Después se produjo el ataque terrorista suicida de 1994 contra un centro de la comunidad judía en Buenos Aires, en el que murieron 85 personas. Los investigadores atribuyeron los dos atentados a Hizbulá.

Sudamérica también se ha convertido en un importante centro de financiación para Hizbulá, con simpatizantes que generan una cantidad enorme de dinero desplegando una gran variedad de actividades legales e ilegales. La propia escala de estas operaciones, que en muchas ocasiones tenían lugar en lugares remotos donde los servicios de seguridad locales contaban con poca información y presencia, ha dificultado los intentos de Israel por terminar con ellas.

Europa ha sido otro escenario de las hostilidades que a lo largo de las últimas décadas ha producido esta guerra en las sombras. Los servicios de espionaje de Israel no han cejado en su intento de bloquear las operaciones de Hizbulá para extender su logística en el continente usando decenas de empresas. Israel ha tenido cierto éxito con una serie de operaciones de bajo perfil, en muchos casos gracias a la discreta ayuda de los servicios de seguridad locales.

Así fue posible frustrar el intento de Hizbulá de atentar contra la embajada de Israel en Azerbaiyán en venganza por la muerte de Mughniyeh. Pero el que no se pudo evitar fue el atentado suicida de julio de 2012 en la localidad búlgara de Burgas, en la costa del Mar Negro, donde una bomba contra un autobús mató a cinco jóvenes israelíes y al conductor (los investigadores encontraron indicios que vinculaban el atentado a Hizbulá).

Para ese momento, la batalla ya se había extendido al resto del mundo. En 2012, analistas de los servicios de espionaje de Estados Unidos identificaron una multitud de complots de Hizbulá contra objetivos israelíes o judíos para un período de solo seis meses. Entre ellos, dos en Bangkok, uno en Delhi, uno en Tiflis, uno en Mombasa y otro en Chipre. Un diplomático de Delhi salió herido tras una serie de atentados con bombas magnéticas en coches, una compleja operación que contó con la participación de personas de Tailandia y de India, varias de ellas vinculadas a Irán y a Hizbulá.

Para Hizbulá, Estados Unidos ha sido principalmente un centro logístico, con las grandes operaciones de financiación como prioridad. Supuestamente, estas operaciones han permitido que los simpatizantes enviaran cientos de millones de dólares a Hizbulá, una fuente de financiación relevante para sus operaciones militares y su amplio presupuesto de bienestar social.

Empleados del Gobierno de Estados Unidos comunicaron en 2011 que los mecanismos de blanqueo de capitales controlados por Hizbulá se estaban usando para canalizar hacia Líbano dinero procedente de la venta de automóviles y del tráfico de estupefacientes. En 2023, un conocido coleccionista de arte fue incluido en una lista de sanciones del Tesoro de Estados Unidos. Lo acusaban de usar su colección, que incluye obras maestras de Pablo Picasso, Antony Gormley y Andy Warhol, para blanquear dinero de Hizbulá.

La guerra clandestina también se ha librado más cerca. David Barnea, el director del Mosad, habló en 2023 de 27 complots de Irán contra israelíes. Según el responsable del principal servicio israelí de espionaje exterior, había complots hasta en Georgia, Chipre, Grecia y Alemania. Los miembros de Hizbulá han estado activos en Irak, en Yemen y en Siria, donde miles de combatientes de Hizbulá fueron desplegados durante la guerra civil.

Si en las últimas décadas hubo victorias y derrotas en las dos partes, en los últimos meses la balanza parece haberse inclinado claramente en favor de Israel. Las autoridades israelíes han hablado de varios intentos de ejecutar asesinatos en Israel por parte de agentes iraníes o miembros de Hizbulá. Ninguno ha estado cerca del éxito.

Se presume que el Mosad y otros servicios del espionaje israelí son los responsables de los atentados con buscas y 'walkie-talkies' de la semana pasada en los que murieron 42 personas y unas 3.000 resultaron heridas. Una clara victoria para Israel, dicen los analistas, en este largo conflicto en las sombras.

El alto mando de la organización también se ha visto diezmado tras una sucesión de asesinatos de Israel contra altos cargos militares que hace pensar en una fuente continua de información precisa y oportuna. Lo más probable es que esta información tenga varios orígenes: comunicaciones interceptadas, vigilancia electrónica y agentes infiltrados en las filas de Hizbulá. “Se trata de un gran golpe de inteligencia... Los israelíes están atacando a los niveles superiores y medios, dejando a Hizbulá ciega, sorda y muda”, dijo Magnus Ranstorp, analista senior de Hizbulá en el Colegio de Defensa Nacional de Suecia.

Los asesinatos selectivos también demuestran la larga memoria institucional del Mosad y de otras agencias israelíes. Tanto Fuad Shukr, jefe del estado mayor de Hizbulá asesinado en julio por Israel, como Ibrahim Aqil, asesinado la semana pasada, eran miembros fundadores de Hizbulá y formaban parte de la red responsable de los atentados cometidos en 1982 y 1983. Los dos ocupaban posiciones relevantes en la actual jerarquía militar de Hizbulá. De no haber muerto, habrían desempeñado un papel fundamental en cualquier posible guerra total que se avecinara.

Traducción de Francisco de Zárate