Los países africanos respondieron con rapidez a la primera ola de la pandemia, pero la segunda ola fue más grave en el continente, según un estudio publicado este jueves en la revista científica The Lancet. Se trata del primer análisis sobre el impacto de la COVID-19 de todo el continente, elaborado por expertos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de África, autoridades e instituciones sanitarias de Marruecos, Nigeria, Sudáfrica y Etiopía, así como los CDC de EEUU.
A finales de año, las infecciones diarias fueron aproximadamente un 30% más altas durante el aumento de la segunda ola, que tuvo lugar de noviembre a febrero aproximadamente, en comparación con el pico de la primera. Los autores han analizado los casos, las muertes, las recuperaciones y las pruebas efectuadas en los 55 Estados miembros de la UA entre el 14 de febrero y el 31 de diciembre de 2020, utilizando las cifras recogidas por el CDC de África.
Los autores afirman que la rápida y coordinada respuesta inicial de las naciones africanas a la pandemia “probablemente” limitó la gravedad de la primera oleada. Pero la posterior relajación de las medidas de salud pública y la disminución del cumplimiento de las normas tras el primer pico, “probablemente debido a la fatiga y a la necesidad económica” han contribuido a que el impacto de la segunda ola fuera mayor. El informe señala que indicios “anecdóticos” procedentes de todo el continente apuntan a que los comportamientos de uso de mascarillas y distanciamiento físico disminuyeron notablemente.
También es probable que el aumento de contagios durante la segunda ola haya sido impulsado en parte por la aparición de variantes de COVID-19, algunas de las cuales son más contagiosas que la cepa original, aunque los expertos dicen que no fue posible examinar sus efectos. Los autores reconocen algunas limitaciones de su estudio en ese sentido. Como el análisis concluyó el 31 de diciembre, no fue posible evaluar las consecuencias de nuevas mutaciones como la variante detectada por primera vez en Sudáfrica, B.1.351.
Además, la escasez de datos específicos de los casos, como la edad, el sexo, la ocupación o las condiciones subyacentes también fue una limitación obtener información sobre cualquier impacto de estas variables, lo que pone de manifiesto la necesidad de mejorar los sistemas de recopilación de datos, explican. No todos los países comunicaron los contagios y las cifras de pruebas diariamente, y se utilizaron diversos enfoques sobre los test, lo que puede haber afectado al estudio.
A pesar de la COVID-19 se propagó a casi todos los países de África en un plazo de tres meses, los recuentos de casos notificados por los países “sugieren que la pandemia se ha extendido mucho más lentamente en el continente que en el resto del mundo”, recoge el informe. Sin embargo, hasta la fecha no se ha elaborado una evaluación en profundidad de la naturaleza de la pandemia en todas las regiones y en los 55 países de la UA, donde viven más de 1.300 millones de personas.
“Este primer análisis exhaustivo de la pandemia en África permite conocer mejor las repercusiones de la COVID-19 en el conjunto del continente. Una mejor comprensión es esencial para sustentar los esfuerzos en marcha para hacer frente a los brotes actuales y a las futuras olas de infecciones”, dice en un comunicado Justin Maeda, de los CDC de África.
Según datos de los CDC consultados por elDiario.es, hasta este jueves África ha notificado 4.141.339 casos, aproximadamente el 3% del total mundial. Durante el primer pico, a mediados de julio de 2020, se notificó una media de 18.273 nuevos casos al día. Sin embargo, a finales de diciembre de 2020, cuando aproximadamente el 65% de los países habían experimentado o estaban experimentando una segunda ola de infecciones, el número medio de nuevos casos diarios aumentó hasta cerca de 24.000.
Hasta este martes, se ha notificado la muerte de 110.866 personas a causa del virus.
Una respuesta inicial rápida
El análisis de las medidas de salud pública vigentes en ese momento confirma que los países actuaron inicialmente con rapidez para aplicar medidas, lo que pareció frenar el avance de la pandemia en África, según los autores. Su análisis de las medidas de prevención (como el cierre de escuelas y las restricciones a los viajes), se llevó a cabo utilizando los datos de la Asociación para la Respuesta Basada en la Evidencia a la COVID-19 y el Rastreador de Respuesta Gubernamental a la COVID-19 de Oxford.
Entre los 50 países para los que se disponía de datos, casi el 72% (36 países), aplicaron sus primeras medidas de control estricto aproximadamente 15 días antes de notificar su primer caso de COVID-19. Para el 15 de abril de 2020, casi todos los países (96%, 48 países), tenían al menos cinco medidas estrictas de control. Las más comunes eran controles a los viajes internacionales, cierre de colegios, cancelación de eventos públicos y restricciones a las reuniones.
Pero cuando, pasados los meses, se enfrentaron al segundo gran repunte de casos, muchos países no aplicaron los medidas con tanta fuerza como lo habían hecho durante las primeras etapas de la pandemia. De los 38 países que habían experimentado o estaban experimentando una segunda ola, y que registraron medidas, casi la mitad (45%, 17 países) tenían menos –por lo general dos menos– que en la primera.
Una decena de países concentra la mayoría de los casos
África, en su conjunto, no notificó tantos casos y muertes por COVID-19 como muchas otras partes del mundo, pero hay variaciones considerables en el continente.
Algunos países se han visto más afectados que otros: nueve de los Estados miembros de la UA registraron la mayoría (83%) de los casos: Sudáfrica, Marruecos, Túnez, Egipto, Etiopía, Libia, Argelia, Kenia y Nigeria.
Además, aunque todas las naciones, excepto las Seychelles, han notificado fallecimientos, más de tres cuartas partes de ellos (78%) se produjeron en cinco países: Sudáfrica, Egipto, Marruecos, Túnez y Argelia. Las mayores incidencias de casos por cada 100.000 habitantes se registraron en Cabo Verde, Sudáfrica, Libia, Marruecos y Túnez.
De los 53 países que notificaron más de 100 casos de COVID-19, un tercio tenía tasas de letalidad (proporción de muertes en comparación con el total de casos) superiores a la media mundial del 2,2%.
Mejorar la capacidad de prueba
Para finales de marzo de 2020, la mayoría de los países (89%) ya tenían la capacidad de efectuar pruebas PCR de COVID-19. En julio, todos podían hacerlas. A final de año, se habían hecho más de 26 millones de test de COVID-19 en los 55 Estados miembros de la UA.
Sin embargo, el estudio indica que muchos países no pudieron satisfacer la necesidad de pruebas (basadas en una recomendación de la OMS de ratios de “prueba por caso” superiores a 10) durante los periodos de mayor incidencia de los brotes. Mientras que más de dos tercios de los países (70%) que registraron datos tenían suficiente capacidad para efectuar test cuando comenzó la primera ola, solo una cuarta parte (26%) pudo satisfacer la necesidad en el momento álgido de la primera oleada. En el momento álgido de la segunda, solo un tercio de los países (36%) pudo satisfacer la demanda de pruebas.
“Nuestros hallazgos indican que hay varios factores que probablemente han provocado la segunda oleada de casos de COVID-19 en África. Junto con los informes de que ha disminuido el cumplimiento de las medidas de salud pública, como el uso de mascarillas y el distanciamiento físico, ponen de relieve la importancia de un seguimiento y un análisis continuos, sobre todo a la luz de la aparición de nuevas variantes más transmisibles”, dice John Nkengasong, director de los CDC de África. “Estos datos también revelan la necesidad de mejorar la capacidad de realización de pruebas y de revigorizar las campañas de salud pública, para volver a insistir en la importancia de respetar las medidas que pretenden lograr un delicado equilibrio entre el control de la propagación de la COVID-19 y el mantenimiento de las economías y los medios de vida de las personas”.
En un artículo de The Lancet vinculado, varios expertos que no participaron en el estudio (Yap Boum, Lisa M. Bebell y Anne-Cécile Zoung-Kanyi Bisseck, de Médicos Sin Fronteras, la Facultad de Medicina de Harvard y el Ministerio de Sanidad de Camerún) consideran que una de las conclusiones más importantes es la necesidad de soluciones específicas para cada país del continente.
“A medida que los países africanos siguen enfrentándose a la pandemia de COVID-19, nunca han sido más importantes las soluciones innovadoras y locales, como la producción local de vacunas y test rápidos, una mayor participación de los trabajadores comunitarios en la vigilancia de la enfermedad y la telemedicina. Las soluciones locales deben garantizar que la COVID-19 no sea sólo un reto al que se haga frente, sino también una oportunidad para fortalecer los sistemas sanitarios antes de la próxima pandemia”, concluyen.
La OMS dice que África necesita más vacunas “urgentemente”
Entretanto, este jueves, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dicho que África necesita urgentemente más suministros de vacunas a medida que las entregas comienzan a disminuir y los lotes iniciales están casi agotados en algunos países. El continente ha administrado hasta ahora 7,7 millones de dosis de vacunas principalmente a grupos de población de alto riesgo.
Hasta ahora 44 países africanos han recibido vacunas a través del mecanismo de reparto equitativo COVAX o mediante donaciones y acuerdos bilaterales, y 32 de ellos han empezado la vacunación. COVAX ha suministrado casi 16 millones de dosis a 28 países desde que inició las entregas en el continente a finales de febrero. La OMS alerta de que aunque estas entregas han permitido a muchos países africanos empezar a vacunar, una proporción importante de la población objetivo en la fase inicial de la campaña puede permanecer sin inmunizar durante los próximos meses debido a las limitaciones de la cadena de suministro global. En 10 países africanos, las vacunas aún no han llegado.
“Si bien algunos países de ingresos altos están tratando de vacunar a toda su población, muchos en África están luchando para cubrir lo suficiente incluso a sus grupos de alto riesgo. La adquisición de vacunas no debe ser una competencia”, ha dicho Matshidiso Moeti, directora regional para África de la OMS.