Del pañuelo verde a la motosierra: qué ha pasado en Argentina, el país símbolo de la cuarta ola feminista en el que ahora gobierna un misógino
30 de diciembre de 2020. Miles de mujeres desbordan la plaza del Congreso de Buenos Aires. La Cámara acaba de aprobar la tan peleada ley del aborto y la multitud ruge. Para entonces, el pañuelo verde de sus muñecas se ha convertido en un símbolo mucho más allá de Argentina: el símbolo de un feminismo que, como esa plaza, ruge a un lado y otro del Atlántico. La imagen recorre el mundo. Nadie espera lo que sucederá exactamente en ese mismo lugar tres años después. 10 de diciembre de 2023. Javier Milei arenga a sus seguidores desde la escalinata del Congreso. Acaba de tomar posesión como presidente de Argentina. La plaza está hoy tomada por quienes visten colores celestes y lucen camisetas de la selección. El símbolo hoy no es un pañuelo, sino una motosierra, la que Milei, un líder ultra, ha prometido poner en marcha. El antifeminismo es una de sus indudables señas de identidad, y esa motosierra, el arma con la que hacerle frente.
¿Qué ha pasado en solo tres años para que el país que fue clave en el inicio de la cuarta ola feminista termine gobernado por un anarcocapitalista que hace gala de su discurso misógino? En un país que terminó 2023 con un 200% de inflación interanual casi todas las respuestas pasan por esa cifra. Sin embargo, hay un discurso que busca culpar precisamente al feminismo de la victoria de Milei. “Hay una moda en Argentina, que es decir que el gobierno de Alberto Fernández fracasó porque priorizó la agenda de derechos de las mujeres y disidencias. Es una mirada errada y vengativa. Lo que se dio tiene que ver con un profundo deterioro de las condiciones de vida”, asegura la periodista argentina Sonia Tessa.
Después de la gestión del Gobierno de Mauricio Macri, que adquirió una deuda con el FMI de más de 44.000 millones de dólares que condicionaba profundamente la economía del país, el Ejecutivo de Alberto Fernández y Cristina Fernández llegó con la promesa de recuperación. Sin embargo, el poder adquisitivo del salario registrado siguió cayendo durante su mandato. “Y ni hablar del no registrado, de quienes están en la informalidad. Con la pandemia de por medio y la dificultad de articular políticas entre los distintos sectores de la coalición gobernante, se dio un deterioro de la política. La pandemia cristalizó una idea: que el sector político vivió por encima de la mayoría de la población y Milei articuló a partir de ahí su discurso sobre la casta”, prosigue Tessa. En ese contexto, Milei explotó, de paso, la retórica antifeminista de la extrema derecha y su negacionismo de la desigualdad estructural con declaraciones contra la violencia de género, la brecha salarial o el aborto.
Fabiana Ríos fue la primera mujer en ser gobernadora de una región argentina. Desde 2007 a 2015 gobernó Tierra de Fuego y hoy, a los 59 años, sigue militando en el feminismo desde una organización autónoma. Ríos sostiene que las posiciones económicas y políticas de Milei se aliaron con sectores reacios a los avances de derechos que el país llevaba tiempo viviendo. “Milei no aparece en cualquier momento, lo hace pospandemia, reaccionado ante las decisiones sobre el aislamiento, y es a partir de ahí que construye una idea de libertad desde la perspectiva individual y no como un derecho colectivo. El Gobierno nacional se cerró en vez de abrirse, dejó de debatir y hubo una imposibilidad de dar respuesta a una inflación que venía de la deuda contraída pero también de la emisión que hubo que hacer para sostener la economía pandémica. Hay un momento histórico que resulta funcional a un discurso. En los últimos veinte años hubo una constante política de crecimiento de derechos desde una perspectiva progresista que los sectores más conservadores y reaccionarios, tanto de la política como de la vida social y cultural, percibieron como una amenaza. En este momento encontraron la posibilidad de una alianza estratégica con participación económica, ideológica y política para lograr este triunfo que a nosotras como feministas nos encuentra en shock”, explica.
Esos avances de derechos cristalizaron en la ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad trans, el cupo laboral trans, la ley de salud sexual y reproductiva que garantiza la anticoncepción en centros públicos y también la educación sexual integral, las jubilaciones para las amas de casa y, finalmente, la ley de interrupción voluntaria del embarazo. “El feminismo fue el movimiento de mayor incidencia en esos logros. Fue un error considerar que eran intocables. Ahora se discute lo que creíamos indiscutible, incluido quiénes debían pagar los costos de la crisis”, apunta la exgobernadora. Solo dos meses antes de la victoria de Milei, el 36º Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries reunía a miles de personas en la ciudad de Bariloche con el avance de la extrema derecha como punto clave de la agenda, pero ese empuje final no contrarrestó la ola pro Milei.
El shock del que habla Fabiana Ríos y que se siente con claridad entre las feministas argentinas ha llevado a muchas a la reflexión y la autocrítica. Hay, al menos, una conclusión ampliamente compartida: la lucha se desinfló una vez consiguieron la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Tras un objetivo común que sirvió de aglutinante, el aborto, había diferentes sensibilidades y posiciones sobre muchos otros temas. Y también mucho cansancio, sobre todo cuando la economía apretó aún más y los mismos cuerpos que sostienen dos o tres trabajos para poder salir adelante son los que tienen que sostener también la movilización. Hay, sin embargo, quien ve claro que la disolución de la campaña por el aborto una vez aprobada la norma fue un fallo estratégico.
Un clima hostil
La retórica de Milei ya ha comenzado a concretarse. El Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad ha desaparecido: será una subsecretaría dependiente del llamado Ministerio de Capital Humano, y la continuidad de las políticas para prevenir y atender la violencia de género es incierta. Cecilia Cataldo tiene 40 años y es jueza de instrucción en la ciudad de Río Grande. “Nos preocupa que haya un desfinanciamiento o que al cerrar el ministerio ese fondo que existía para atender a las víctimas no llegue a las provincias y municipios y obligue a tomar medidas que limiten el personal que atiende a las mujeres. Una víctima acompañada desde las instituciones atraviesa mejor el proceso. Les suele costar mucho denunciar por lo que implica, que muchas veces es quedarse sin ingresos o aisladas. El acompañamiento es fundamental para que esas mujeres puedan continuar y sostener su relato”, explica. Cataldo subraya los efectos positivos que las políticas de prevención y acompañamiento han tenido, tanto en los juzgados como, por ejemplo, en las escuelas secundarias, pero ahora todo queda en el aire.
La periodista Luciana Peker lo tiene claro: “Milei tomó el antifeminismo como bandera. La estrategia es tomar a las mujeres que lucharon como enemigo, para decirle a la gente que va a haber ajuste mientras muestra una especie de venganza contra las feministas, como si fuéramos las brujas que hay que quemar para que todo vaya mejor”. El clima antifeminista se ha ido enrareciendo cada vez más y la situación de Peker es un buen ejemplo. Periodista y escritora feminista emblemática, acaba de retirarse unos meses en España después de sufrir graves amenazas que siguen siendo investigadas por la justicia de su país. No es la única que ha padecido amenazas o que ahora, directamente, se queda sin empleo en medios públicos o instituciones.
“La violencia contra mujeres públicas ha sido una estrategia directa”, afirma Luciana Peker, que critica que hombres progresistas hayan aprovechado la marea de la ultraderecha “para sumarse a esa idea de que las mujeres feministas son las culpables” de todo. La periodista sostiene que no todos los cambios que va a vivir Argentina se harán mediante la derogación directa de leyes, sino que habrá “maneras astutas” de ejecutar esos recortes, como vaciar de contenido algunos recursos o eliminar partidas presupuestas que, en la práctica, implicarán desarmar algunas políticas. La virulencia en redes sociales y los discursos agresivos contra el feminismo buscan, añade, coartar la libertad de expresión y la respuesta a esos recortes.
El desafío
Sonia Tessa subraya que el nudo de la derrota electoral de las fuerzas progresistas está en que el anterior Gobierno “no cambió el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población”, pero la fuerte adhesión del voto joven a Milei puede deberse, también, a “sectores de varones jóvenes que sintieron perder privilegios”. Fabiola Ríos se suma a la idea de que el nuevo presidente se ha beneficiado de un “fuerte acompañamiento de una juventud que creció en democracia y que quizá por eso cree que los derechos siempre fueron y no son conscientes de cuántas vidas y luchas costaron”. “Terminan por ser funcionales a un esquema autoritario y retrógrado, anarcocapitalista, con medidas que en el corto medio y largo van a perjudicar a los sectores más vulnerables”, dice.
Magui representa bien el estupor de las feministas más jóvenes. Su despertar político coincidió con la marea verde. Allí acudía con su madre y con amigas. Hoy tiene 20 años y la noche que Javier Milei ganó las elecciones rompió a llorar. “Desde junio de 2018 que fui a mi primera marcha quedé impactada. Creo que si cualquier persona va le pasaría exactamente lo mismo. Ver a cantidad de mujeres de distintas realidades luchando juntas por un mismo objetivo me abrió la cabeza y estoy segura que me cambió la forma de ver y de pensar muchas cosas. Me puso en alerta. Por eso me costó tanto entender como todo mi alrededor votó a favor de este presidente. ¿A nadie le resuenan las medidas patriarcales que propone este tipo?”, se pregunta. La joven sigue afectada por ver cómo gente de su entorno, también en familias progresistas, terminaron por votar a Milei.
Sonia Tessa pone perspectiva: “Ni antes toda la población era feminista solo porque el movimiento feminista tuviera altos grados de movilización ni ahora toda antifeminista. Esta victoria no giró sobre nosotras, pero tampoco podemos dejar de pensar en nosotras. Esta gente viene a vengarse pero tenemos que dejar claro que las urnas no les dieron legitimidad para eso. Hay sectores conservadores que siempre actuaron contra nuestros derechos y que hoy, no solo están empoderados, sino encumbrados en la estructura del estado. Y se viene otro desafío: se están aplicando políticas de shock que vuelven a generar una transferencia inmensa de ingresos de una población muy empobrecida y precarizada hacia las corporaciones y habrá que ver cómo el pueblo argentino acepta o combate esto. Y cómo los feminismos nos plantamos”.
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