La parábola del Movimiento 5 Estrellas: de primera fuerza política de Italia a la escisión
Habían llegado al Parlamento con la promesa de “abrirlo como una lata de atún” y han acabado con tener un partido abierto en canal por múltiples crisis y divisiones. La parábola del Movimiento 5 Estrellas —la formación política surgida al calor del descontento social por la recesión de 2008 y fundada por un cómico, Beppe Grillo, y un gurú informático, Gianroberto Casaleggio—, que en 2018 llegó a ser el primer partido de Italia, cuatro años después entrevé la senda del declive.
La última grave herida llegó hace dos semanas con la salida del partido del que fue uno de sus fundadores y exlíder, Luigi Di Maio, actual ministro de Exteriores del Gobierno de Mario Draghi. Di Maio se ha llevado consigo a 60 parlamentarios, un tercio del total de la formación que hasta aquel momento tenía el grupo más grande del hemiciclo. Un giro que redibuja el panorama político italiano, tras un año de auge del populismo y a unos meses de las elecciones generales previstas para la primavera de 2023. Si nada se tuerce. En los últimos días la inquietud de la mayoría transversal que apoya al Ejecutivo ha ido en aumento.
Draghi adelantó un día su regreso de la cumbre de la OTAN en Madrid. Su predecesor, Giuseppe Conte, que ahora lidera lo que queda del M5S, pocas horas antes había mostrado su enojo después de que algunos medios publicaran que Draghi había pedido su destitución a Grillo, el cómico y alma mater del partido. “Me parece grave que un primer ministro técnico se entrometa en la vida de los partidos que le apoyan”, llegó a decir Conte, él mismo dos veces primer ministro sin haber sido candidato a las elecciones.
Hubo amenazas de retirada de apoyo al Gobierno aunque, finalmente, tras un cara a cara este miércoles, la crisis parece haberse aplacado. El Gobierno superó el jueves, también con el apoyo de los grillini, una moción de confianza sobre un decreto de ayudas económicas. Pero el mar de fondo sigue allí y amenaza con un verano de turbulencias para el Ejecutivo, apoyado por una mayoría heterogénea, en un extraño matrimonio de conveniencia que mantiene unidos, bajo el paraguas de Draghi, desde la Liga de Matteo Salvini hasta el Partido Democrático.
De la protesta al Gobierno
“Los 5 Estrellas en algún momento decidieron, al contrario de lo que había deseado Grillo, ser una fuerza primero parlamentaria y luego de Gobierno, en lugar de quedarse en un movimiento de protesta extraparlamentario”, comenta Stefano Feltri, director del diario italiano Domani. “No era una elección obvia porque en la historia reciente tenemos otros movimientos que se han quedado fuera del Parlamento. Cuando empezó esa evolución comenzó una trayectoria que los ha llevado a los problemas que actuales. Porque no son un partido desde el punto de vista de la organización interna y de la representación, no tienen un mecanismo de selección de los vértices, no tienen una base programática porque no tienen detrás una parte del país definida por exigencias comunes”.
Feltri se fija en los problemas que han llevado al partido hasta el punto en el que se encuentra, después de unos malos resultados en las recientes elecciones municipales y los sondeos que no les dan más del 11% (desde el 33 de hace cuatro años). “El equilibro originario ha implosionado pero no han construido uno nuevo. No podían ya ser el movimiento de protesta después de ganar las elecciones pero no han sabido bien qué hacer con esa victoria porque eran básicamente un colectivo de protestas, peticiones, unido por el descontento pero sin homogeneidad de propósitos”, añade.
De alguna manera, tras haber llenado durante años las plazas —incluida la mítica Piazza San Giovanni en Roma, símbolo antaño de las grandes manifestaciones de la izquierda italiana— al grito del “Vaffanculo” (“a tomar por culo”) de Grillo y un discurso “anti-casta”, y después haber llenado las urnas de papeletas, el movimiento ha muerto de éxito, o al menos ha quedado gravemente herido. Así lo explica el politólogo italiano Piero Ignazi: “Es el problema de un éxito demasiado rápido que no permitió la creación de una clase dirigente, a la que le faltaron los dos referentes, los dos fundadores. Uno, Casaleggio, porque murió [en 2016], y el otro, Grillo, porque prefirió retirarse un poco y dejó que el Movimiento Cinco Estrellas siguiera un poco su camino que tendría que encontrar un nuevo liderazgo en el ex primer ministro Conte. El problema, sin embargo, surgió ahí, porque la transición de Giuseppe Conte de primer ministro a jefe del partido fue muy conflictiva, muy difícil. Y provocó una fuerte crisis dentro del M5S porque Conte fue un buen primer ministro, pero resultó ser un mal líder de partido, no a la altura de la situación”.
El hecho de que precisamente Di Maio, el autor de la última gran escisión, había sido el promotor de Conte, un abogado y profesor universitario desconocido hasta hace dos años para la gran mayoría de los italianos y que se encontró gestionando los efectos de una pandemia mundial, da la medida de la profundidad de las divisiones internas.
Las batallas “virales”
“La parábola era previsible incluso para los que observaban desde fuera antes de entrar porque era evidente que había un consenso ligado a soplar el fuego de la protesta, mejor dicho, de las protestas, muy diferentes entre sí, y con poco estudio detrás y poca propuesta”, dice una persona que trabaja desde hace años con el partido -y que por eso pide el anonimato- y que ha vivido desde dentro las crisis abierta en esta etapa de Gobierno. “Todo sin intermediario a través de las redes sociales, en una mezcla, que creían virtuosa, entre una persona con un alto grado de visibilidad como Grillo y una persona con una gran inteligencia y capacidad organizativa como Casaleggio y un grupo de jóvenes que, a menudo creyéndoselo, se han sumado para lanzar batallas también muy virales, precisamente desde el punto de seducción mediática”. “Una mitad de los que quedan quieren quedarse en el gobierno, y la otra mitad salir”, añade la misma fuente. Es esta la nueva línea divisoria en una formación que aglutinó el descontento de todos los colores.
“El M5S ha tenido en su interior todas las versiones del populismo”, dice Feltri, “desde las antidemócraticas a las hiperdemocráticas, desde la utopía de la democracia total y directa contra las oligarquías hasta una forma dinástica del poder, con Casaleggio padre y Casaleggio hijo, con el mismo papel y contrato de consultoría; desde englobar la derecha que luego en parte ha acabado en la Liga hasta ser la referencia de la izquierda radical que no tenía representación parlamentaria. Los '5 Estrellas' han sido plenamente populistas, según la famosa definición de Cas Mudde, de una ideología ligera que les permite declinarse en todas las formas posibles de la protesta”.
Desde las elecciones de 2018 el M5S ha estado en tres Gobiernos distintos, primero en coalición con la ultraderecha de la Liga, luego con el Partido Democrático y siempre con Conte de primer ministro, y ahora en la coalición que apoya a Draghi, donde están todos los grandes partidos menos la formación de extrema derecha Hermanos de Italia.
La ilusión de la democracia directa
“El inicio de la legislatura en 2018 no supuso un cambio ni una reflexión sobre la necesidad de arraigarse en los territorios, de tener un momento de organización. No hubo un momento de reflexión sobre la necesidad, como fuerza del gobierno, de tener otro enfoque. Se pensó que con las redes sociales y siempre mirando a las encuestas se podía gestionar el consenso. Sin embargo, el tiempo ha determinado la necesidad de tomar decisiones, y si sobre los inmigrantes había que ir detrás de Salvini, en temas medioambientales ya no era posible decir no a todo. Estar en los palacios del poder requiere enfrentarse a la burocracia ministerial y al poder constituido y han acabado enjaulado, y poco a poco se han ido perdiendo consenso”, comenta la misma fuente conocedora de los mecanismos internos del partido, quien también reconoce que otro de los límites, a falta de una organización territorial fuerte, ha sido la ilusión de la “democracia de la Red”, con periódicas votaciones online sobre la línea del partido en los momentos cruciales: “El paradigma ha revelado su insuficiencia, si no incoherencia, porque no partía de reglas claras y compartidas y no estaba claro desde el inicio de la legislatura en base a qué criterio se decidía que se pronunciaran los parlamentarios y cuándo era necesario pasar a la votación online. Por lo tanto, quedó claro que esto de la democracia directa era una excusa cuando no se quería asumir la responsabilidad de decisiones difíciles”.
Los cambios que ha atravesado el partido, desde la plaza al gobierno, encuentran una síntesis precisamente en la salida de Di Maio, quien ha pasado de reunirse aún en 2019 con los líderes de los chalecos amarillos en Francia a presentarse como un hombre de las instituciones, pidiendo responsabilidad y anunciando en su discurso de despedida del M5S el comienzo de un camino “sin espacio para odio, soberanismo y populismo”.
Algunos analistas se han apresurado a decir que se acaba la época de los populismos. Pero para Ignazi, el politólogo, no está tan claro: “Me parece un poco atrevido anunciar la muerte de algo que ha obtenido el apoyo de casi la mitad de los italianos. Y el descontento ya ha tomado otras formas, en parte en la dirección de la extrema derecha de Hermanos de Italia y en parte hacia la abstención. En las próximas elecciones, si no hay cambios, habrá una fuerte bajada de la participación”. Lo que Ignazi ve más claro, en cambio, es el riesgo que corre el M5S de ser irrelevante cuatro años después de haber sido la primera fuerza política del país.
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