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El Partido Democrático y el dilema de las alianzas 'tutifruti' para no entregar Italia a la derecha

El líder del Partido Democrático, Enrico Letta, en marzo de 2021.

Mariangela Paone

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Faltan menos de dos meses para las elecciones en Italia pero muchas cosas importantes se decidirán bastante antes del comienzo oficial de la campaña electoral, a finales de agosto. Es algo que vale para todos los partidos pero especialmente para el Partido Democrático (PD), la principal formación de centro-izquierda que, según los sondeos, compite de cerca con la extrema derecha de Hermanos de Italia para ser el partido más votado el próximo 25 de septiembre. Llegar primeros no basta e incluso puede convertirse en una victoria pírrica si la coalición del centro-derecha más a la derecha que nunca (Forza Italia, junto con la Liga y Hermanos de Italia) llega sin grietas y se confirman las tendencias de las encuestas.

“Nosotros o Giorgia Meloni”, dijo hace unos días el secretario del partido, Enrico Letta ante su ejecutiva. Pero solo una parte de la competición política se juega en esa disyuntiva. “El PD y Hermanos de Italia [FdI, por su sigla en italiano] son actualmente los dos partidos que compiten, pero el mecanismo electoral actual en Italia funciona con una lógica de coalición, por lo que no es tan importante ser el primer partido como ganar escaños con tu propia coalición. En este sentido, el centro-derecha del que forma parte FdI se sitúa por delante del centro-izquierda, que, además, atraviesa jornadas complicadas por el tema de las alianzas electorales”, explica Lorenzo Pregliasco, experto de comunicación política y fundador de la web de análisis electoral YouTrend, que esta semana realizó una simulación con varias posibilidades de alianzas para el PD.

Camino cerrado para el M5S

El resultado, con las tendencias actuales, otorga la mayoría a la derecha en todos los casos, pero la situación para el campo progresista mejora o empeora según la composición del puzle electoral, bastante más complicado para el PD después de la distancia, que parece de momento insalvable, que le separa ahora del Movimiento 5 Estrellas (M5S, por sus siglas en italiano). Para los de Letta, la decisión del M5S de abrir la crisis de Gobierno –retirando el apoyo al Ejecutivo de Mario Draghi, al que luego dieron la puntilla Forza Italia y Liga– era la línea roja que no se tenía que haber cruzado. Sobre todo porque en las mismas semanas se estaba fraguando el llamado “campo ancho”, una alianza progresista que englobara también a los grillini. Y si bien algunas voces cercanas al PD avisan de que no hay que hacer saltar los puentes, el tándem PD-M5S parece más improbable que nunca.



La relación entre los partidos nunca ha sido realmente muy fluida y el PD ha sido a menudo objeto de críticas feroces sobre todo entre los grillini de la primera hora, aunque los dos partidos hayan acabado colaborando en dos de los tres ejecutivos de esta legislatura y lo siguen haciendo en las administraciones locales, como la región de Lacio. Una colaboración fruto de las muchas metamorfosis por las que ha pasado el M5S desde que, hace cuatro años, llegó a ser la formación más votada, con más del 33 por ciento de los votos. “La cuestión ya no es PD-M5S porque me parece que no se dan las condiciones para una alianza. La cuestión es qué construye el PD sin el M5S en el centro. Creo que el esquema será una coalición de centro-izquierda con el PD, una lista ecologista y más de izquierdas y luego algo por el centro. El M5S irá por su cuenta. Pero la decisión de los electores dependerá de la oferta política: los 5S no valen siempre 10 [la cifra que le otorgan los sondeos]. Si van solos pueden subir o desinflarse. Y depende de cuántos votos irán del M5S al PD tras la crisis de Gobierno”, dice Pregliasco.

“La ley electoral pesa muchísimo en el juego de las alianzas porque en los colegios uninominales funciona la coalición y gana quien tiene un voto más que los demás”, añade. El sistema con el que se votará, que no se consiguió cambiar por la falta de acuerdo político, es un sistema mixto con un tercio de los escaños elegido en colegios uninominales y dos tercios con el proporcional.

El retorno del centro

En este escenario, el Partido Democrático está obligado a redibujar sus pactos electorales en un juego de equilibrios complejo porque en medio están los vetos cruzados de las formaciones que tendrían que sumarse al cartel electoral. Se ha pasado del “campo ancho” al “campo abierto” y allí entran varios actores. Se va de los partidos ecologistas y a la izquierda del PD –Izquierda Italiana y Europa Verde, que se presentan juntos– a Acción, el partido de Carlo Calenda, exministro para el Desarrollo Económico en el Gobierno de Matteo Renzi, ahora unido a la veterana política Emma Bonino en un cartel de corte liberal, con algunos puntos (como el retorno a la energía nuclear) que chocan con la parte más a la izquierda.

El partido de Calenda (al que los sondeos otorgan un 5 por ciento) es el mejor colocado en un área de centro cada vez más poblada y donde están Italia Viva de Renzi, varios tránsfugas de Forza Italia (cuya alianza con el PD hubiera sido impensable antes del experimento del Gobierno de unidad nacional con Draghi) y el grupo de Luigi Di Maio, el actual ministro de Exteriores, que hace un mes decidió salir del M5S, que había liderado y contribuido a fundar. Di Maio fue uno de los más críticos con el PD, hasta tiempos recientes y antes de las dos experiencias de Gobierno conjuntas, que empezaron en 2019. Pero son pocos los que se escandalizan. Tres años son una infinidad en la política italiana, donde, como se ha visto en las últimas semanas, las alianzas y los Gobiernos pueden caer en cuestión de días.

Una campaña 'calle a calle'

El secretario del PD, Enrico Letta, sabe por experiencia lo difícil que es guiar una coalición tan amplia y con intereses tan diversos. En 2013, y tras dos meses de bloqueo después de las elecciones, recibió el mandato de intentar formar un Gobierno de gran coalición en el que también estaba el Pueblo de la Libertad, la formación de centro-derecha que lideraba entonces Berlusconi. Solo duró 300 días tras una moción de censura promovida por Renzi en la ejecutiva nacional del Partido.

Pero el secretario del PD también recuerda la experiencia del Olivo, la coalición progresista encabezada por Romano Prodi que en 1996 permitió derrotar a Berlusconi. Del Olivo nació luego la Unión, una alianza aún más amplía que ganó las elecciones en 2006 de nuevo con Prodi, cuyo Gobierno duró menos de dos años, debilitado, de nuevo, por las divisiones internas.

Letta, que dejó su cargo de diputado en 2015 para ir a Francia a dirigir el Escuela de Relaciones Internacionales de la Sciences Po en París y es el presidente del Instituto Jacques Delors, volvió hace un año y medio a Italia para recuperar las riendas del partido en un momento de dificultad. “Hoy soy una persona nueva porque he trabajado con los jóvenes”, dijo entonces. Y en estos jóvenes confía el desafío de una campaña electoral que quiere “casa por casa, calle por calle”, como dice ahora citando la famosa exhortación de Enrico Berlinguer. Una campaña donde, cuando se acabe de componer el puzle, habrá que defender como necesarias todas las alianzas.

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