ANÁLISIS

Perú, un país que parece haber perdido la cabeza

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El sábado 12 de junio, seis días después de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales peruanas, la candidata Keiko Fujimori se plantó ante un grupo de periodistas extranjeros –la convocatoria, a puerta cerrada, dejó de lado a la prensa peruana– para insistir sin pruebas sólidas, como lleva haciendo desde el lunes siguiente a la votación, que existe un fraude en su contra y para señalar que existe un “intento de la izquierda internacional de como dé lugar [sic] y con todas estas manipulaciones que hemos visto, en mesa, quieren tratar de torcer la voluntad popular” .

En esa misma conferencia la candidata comunicó que asistiría esa tarde a una marcha bajo el lema #respetamivoto. Entre los organizadores de la marcha, que también dieron una conferencia de prensa para anunciar la convocatoria, se encontraba una teórica de la conspiración ultraconservadora con cierta fama en redes sociales. En un mensaje de Twitter, Fujimori agradeció la “iniciativa” y volvió a confirmar su asistencia.

Unos días antes, empinando la curva de deslegitimación de las instituciones peruanas que su partido viene llevando a cabo desde el lunes 7 de junio, la misma Fujimori apuntó hacia el presidente Francisco Sagasti, al que acusó de “interferir” en el proceso electoral. Esto debido a una llamada telefónica que Sagasti hizo al escritor Mario Vargas Llosa –quien, junto a su hijo Álvaro, ha apoyado activamente a Keiko Fujimori en esta campaña– y que fue filtrada a la prensa. 

La llamada, según el medio que la hizo pública, buscaba que Vargas Llosa intercediera ante Fujimori para que aceptara los ya previsibles resultados de la elección. Esto fue desmentido luego por Álvaro Vargas Llosa durante una entrevista el viernes de la semana pasada, donde señaló que fue una conversación en la que no veía “nada delictuoso ni, digamos, írrito a lo que son las normas democráticas”.

En esa misma entrevista, cuando Fujimori y su equipo habían empezado ya a hablar irresponsablemente de fraude sin aportar ninguna prueba seria, Álvaro Vargas Llosa, dijo que el premio Nobel “respalda inequívocamente lo que ella está haciendo”. 

Petición de anulación de votos

Posteriormente, la escalada de acusaciones infundadas e intentos de deslegitimar el proceso electoral y a distintas autoridades del país continuó. Fujimori y su equipo no se limitaron a cuestionar la actuación del presidente de la República por una llamada ya aclarada, sino que presentaron varios centenares de solicitudes de nulidad ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) que, de ser admitidas y resueltas a su favor, hubieran servido para invalidar unos 200,000 votos en zonas del país donde Pedro Castillo venció. En el colmo de la desfachatez, más del 80% de esas solicitudes fueron presentadas fuera del plazo establecido y el partido de Fujimori exigió al JNE que las aceptara sí o sí. 

El JNE, para continuar con esta trágica comedia de enredos, primero decidió aceptar la ampliación del plazo, pero luego, antes de emitir resolución, dio marcha atrás en base a jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Esto, por supuesto, ha servido para que Fujimori y parte de sus huestes busquen ahora deslegitimar también a la máxima autoridad electoral del país.

La entrevista de Vargas Llosa

Ante todo esto, el domingo se anunció que Mario Vargas Llosa iba a conceder una entrevista televisiva. Visto lo visto, muchos nos preguntamos si el intelectual más importante del país seguiría respaldando “inequívocamente” a la candidata en su intento por deslegitimar nuestras instituciones y desestabilizar aún más el país.

La entrevista, por decir lo menos, fue decepcionante. Vargas Llosa empezó diciendo: “Las informaciones que yo tengo son parciales, muy parciales, insuficientes para tener una idea clara de lo que está ocurriendo en Lima”. Eso, por supuesto, no le impidió señalar, ante las preguntas del entrevistador, que lo decidido por el JNE “es algo muy raro, muy raro” y mentir señalando que el Jurado “no da explicaciones al respecto”, cuando ya lo había hecho tanto en un comunicado como un video.

En otro momento de la entrevista, Vargas Llosa confirma que “el presidente [Sagasti] no intentó influir sobre mí en absoluto para que yo pidiera a la señora Fujimori que aceptara el resultado electoral”. Cuando el periodista le dijo que la candidata Fujimori sí ha hablado de interferencia del presidente en esa llamada, el premio Nobel contestó: “Bueno, pues eso no lo sé, yo como digo estoy aquí en Madrid, estoy muy lejos del Perú, estoy a 10.000 kilómetros de distancia del Perú y no conozco ya los detalles”.

Esta actitud del intelectual más importante del país y su hijo es solo una muestra –quizá la más llamativa– de la indolencia, anuencia y complicidad con que buena parte, sino la mayoría, del establishment peruano está manejando la preocupante escalada de desestabilización que están llevando a cabo Fujimori y varios de sus aliados.

La misma noche del domingo, en un canal propiedad de la misma empresa donde Vargas Llosa había sido entrevistado, un excongresista, miembro de uno de los partidos políticos más tradicionales del país, ahora aliado del fujimorismo, llevaba un paso más adelante el afán por deslegitimar los resultados electorales. 

Primero cuestionaba veladamente la capacidad del JNE para entregar “resultados limpios, verdaderos”. A continuación, abiertamente, planteaba que, dado que el Jurado podía tardar semanas en revisar las solicitudes de nulidad presentadas por el partido de Fujimori, podíamos llegar a 28 de julio (fecha del cambio de mando) sin presidente. Por ello, decía, el nuevo presidente del Congreso “tendrá que convocar a nuevas elecciones”. Desatendiendo a los resultados de las ya celebradas, claro está. Nadie, ni los periodistas presentes en el estudio, ni los otros dos políticos que se encontraban en la mesa, dijeron absolutamente nada.

Llamadas a no reconocer el resultado

Esa escalada golpista, por supuesto no se detuvo ahí. El lunes, el congresista electo que, habiendo sido uno de los más votados en las generales de abril, se perfila como probable presidente del Congreso, publicó un par de tuits donde llamaba a no reconocer los resultados de la segunda vuelta.

El congresista, exalmirante de la Marina y miembro de un partido que ha manifestado su apoyo público a Keiko Fujimori, decía –nuevamente sin aportar prueba alguna– que “la legitimidad del futuro gobernante será nula ante las decenas de irregularidades en este proceso electoral con una frágil gobernabilidad y estabilidad”. Por esto, y dado que, según él, el “sistema electoral ha sido vulnerado por dentro y fuera, ya no brinda confianza”, lo que correspondía era “anular y convocar a nuevas elecciones”. Ese llamado podría ser considerado incluso un delito de sedición y/o rebelión.

Sobre todo, cuando horas antes, el congresista electo y exalmirante había firmado un comunicado junto a otros exmilitares, entre ellos un exgeneral golpista y sentenciado por crímenes de lesa humanidad, donde amenazaban veladamente al JNE.

Protesta contra el jefe de la oficina electoral

Mientras todo esto ocurría, simpatizantes de Fujimori, que han comprado ya el relato del fraude empujado por sus distintos aliados –que una semana después siguen sin ser capaces de sustentar–, acosaban al jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), el otro organismo encargado de organizar y vigilar las elecciones, en la puerta de su casa la noche del lunes. Durante el fin de semana, a través de mensajes de WhatsApp y otras redes sociales se había distribuido un llamado a realizar un “plantón”. En la convocatoria, claro, se incluía la dirección de su residencia familiar.

Esa es la situación en que se encuentra ahora mismo el Perú. El bando probablemente perdedor –el JNE aún no ha podido decretar resultados oficiales debido a las solicitudes de nulidad e impugnaciones– ha optado por tensar la cuerda de nuestra precaria institucionalidad a límites que hace solo unos días parecían impensables. 

El martes, por poner un último ejemplo, el abogado y asesor legal del partido de Keiko Fujimori, aseguraba en una entrevista, nuevamente sin prueba alguna, que “el fraude ha sido concebido desde el Foro de Sao Paulo”. El país, parece, ha perdido la cabeza y no parece existir nadie en capacidad y/o dispuesto a colocársela en su sitio nuevamente. No sé bien qué estamos esperando.