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El presidente Biden en la escalinata del Capitolio: “Tenemos que acabar con esta guerra incivil”

María Ramírez

20 de enero de 2021 18:16 h

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Joe Biden asumió este miércoles la presidencia de Estados Unidos en una ceremonia sobria dirigida a reafirmar los símbolos de la maltratada democracia de Estados Unidos en contraste con los últimos cuatro años y el asalto al Capitolio de hace dos semanas. Kamala Harris se convirtió en la primera vicepresidenta de la historia del país, la primera negra y la primera india-americana en ocupar el cargo.

“Hoy celebramos el triunfo no de un candidato, sino de una causa, la causa de la democracia”, dijo Biden en su discurso inaugural. “La democracia es frágil... Y a estas horas, amigos, la democracia ha ganado”.

Biden pronunciaba estas palabras en la misma escalinata donde dos miércoles atrás miles de personas gritaban, rompían ventanas, ondeaban la bandera confederada y mensajes a favor de campos de concentración nazis. En el mismo lugar, junto a Biden y Harris, los líderes demócratas y republicanos, los jueces del Supremo y representantes de todas las instituciones celebraron este miércoles el traspaso pacífico de poderes con cantos de unidad, palomas de la paz y mujeres pioneras. También estaba el vicepresidente saliente, Mike Pence. 

El nuevo presidente dijo que tenía puesta “toda su alma” en buscar la unidad de un país agresivamente dividido. “Sé que hablar de unidad puede sonar como una fantasía inocente estos días”, dijo. “La historia, la fe y la razón muestran el camino hacia la unidad... Tenemos que acabar con esta guerra incivil”.

Biden insistió en el valor de los hechos. “Existe la verdad y existen las mentiras, mentiras que se dicen por el poder y el dinero, y cada uno de nosotros tiene un deber como estadounidenses, como ciudadanos, como líderes, de defender la verdad y derrotar las mentiras”.

A los 78 años, Biden ha cumplido el sueño que le contaba a la madre de su novia cuando apenas era un veinteañero y ya quería ser presidente. El sueño que parecía más cerca cuando se convirtió en senador a los 29 años y que le ha costado tres carreras presidenciales a lo largo de una vida marcada por momentos muy dramáticos. 

Unos minutos antes del mediodía de Washington, Biden juró el cargo con la mano sobre la biblia que está en su familia de inmigrantes irlandeses desde 1893. Es la misma que ha utilizado para jurar sus cargos de senador y vicepresidente. 

Cada detalle tenía un valor especial.

Harris, ex senadora y ex fiscal general de California de 56 años, juró con la mano puesta en dos biblias, la de su madrina y la del primer juez afroamericano que llegó al Supremo, Thurgood Marshall. Le tomó el juramento Sonia Sotomayor, la primera latina en el alto tribunal. Sujetaba las biblias el marido de Harris, Doug Emhoff, que es el primer “segundo caballero” de Estados Unidos.

Harris llegó al Capitolio precedida por Eugene Goodman, el policía del Capitolio que el 6 de enero despistó a los asaltantes para que no llegaran a los congresistas y consiguió evitar lo que podía haber sido una masacre. 

La más sobria

La ceremonia fue la más sobria en décadas, sin público en la explanada delante de la escalinata del Capitolio y con un grupo reducido de invitados para evitar riesgos para la salud pública por la pandemia y la seguridad reforzada por el peligro de ataque terrorista tras el asalto al Capitolio del 6 de enero. 

La explanada estaba cerrada y tanto el equipo presidencial como la alcaldesa de Washington y los gobernadores de los estados vecinos Maryland y Virginia habían pedido a los ciudadanos que no se acercaran al lugar de la ceremonia. En total, había poco más de un millar de personas, una escena muy distinta por ejemplo del más de medio millón que acudió a la toma de posesión de Barack Obama en 2009. Todas las personas que estaban en el escenario se habían hecho dos test en las últimas 72 horas para comprobar que no tenían coronavirus. 

En lugar de público, había un despliegue de casi 200.000 banderas de Estados Unidos, sus estados y territorios. En lugar del desfile desde el Capitolio a la Casa Blanca por la avenida de Pensilvania que se celebra desde 1873, un paseo reducido con bandas militares, sin público y con conexiones digitales. Por la noche, en lugar de los bailes presidenciales, un programa de televisión presentado por Tom Hanks y con la participación de Bruce Springsteen, Lin-Manuel Miranda, el autor del musical Hamilton, y el chef José Andrés, entre otros. 

Como era habitual antes del anterior presidente, la ceremonia tuvo toques simbólicos de esperanza en el futuro y respeto a la historia. 

La poeta Amanda Gorman, que con 22 años es la más joven en haber recibido el máximo honor para un poeta del país, recitó “The Hill We Climb” (“la colina que subimos”). Gorman hizo una referencia indirecta al asalto del Capitolio, donde la turba desplegó banderas confederadas y otros símbolos racistas, y el peligro de la “destrucción del país”. Pero su mensaje fue, sobre todo, de esperanza.

“De alguna forma, lo hacemos. De alguna forma, hemos aguantado y hemos sido testigos de un país que no está roto, sino simplemente inacabado”, recitó. Incluso mencionó sus propios sueños de ser presidenta un día. “Siempre hay luz. Si somos suficientemente valientes para verla. Si somos suficientemente valientes para serla”.

El juramento a la bandera lo leyó Andrea Hall, bombera de South Fulton, en Georgia, y pionera en su ciudad

Leo O’Donovan, cura católico, y Silvester Beaman, pastor metodista, hicieron las tradicionales plegarias. Los dos son amigos de la familia Biden. El presidente es el segundo católico en ocupar la presidencia de Estados Unidos (el primero fue John Kennedy).

Lady Gaga cantó el himno de Estados Unidos acompañada por la banda de los marines y con un gran broche que representaba una paloma de la paz. Jennifer López cantó This Land is Your Land y America the Beautiful, y pronunció unas palabras en español del juramento a la bandera. El cantante country Garth Brooks entonó Amazing Grace.

Unidad bipartidista

El presidente saliente decidió no ir a la ceremonia, algo que no sucedía desde 1869 con la excepción de Richard Nixon (si bien en este último caso las circunstancias fueron distintas porque acababa de dimitir y la decisión fue de mutuo acuerdo con su vicepresidente Gerald Ford). Tampoco estuvo Jimmy Carter, que tiene 96 años y no quiso arriesgarse a viajar por la pandemia.

Pero Biden estuvo acompañado por ex presidentes de ambos partidos y sus esposas: Barack y Michelle Obama, George W. y Laura Bush, y Bill y Hillary Clinton. El grupo acompañó a Biden y a Harris a depositar una corona en la tumba al soldado desconocido en el cementerio de Arlington, a las afueras de Washington. 

El recuerdo de los muertos es algo habitual en un país marcado por las guerras. Lo distinto de este año es tener que recordar a tantos muertos por una epidemia que sigue desbocada en el país. 

El martes por la noche, nada más llegar a Washington para su toma de posesión, Biden acudió junto a Harris a un homenaje a las 400.000 personas muertas por coronavirus en Estados Unidos. El presidente y la vicepresidenta contemplaron en silencio junto a sus parejas la fuente junto al monumento de Lincoln, iluminada por 400 luces. “Para cerrar las heridas debemos recordar”, dijo Biden. “A veces es duro recordar. Pero así es como se cierran las heridas. Es importante hacerlo como país”. 

Para Biden han sido horas muy emotivas. En las últimas horas, ha recordado a menudo a su hijo Beau, que le inspiró en su carrera política y que murió en 2015 por un cáncer cerebral a los 46 años. Beau fue fiscal general y su padre lo imaginaba a él un día como el candidato. En su despedida de Willmington, la ciudad de Delaware donde ha vivido la mayor parte de su vida, dijo, cerrando los ojos para contener las lágrimas: “Sólo tengo un lamento, que él no esté aquí. Deberíamos estar presentándole a él como el presidente”.