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Análisis

La primavera neofascista censura el aborto: Meloni silencia los derechos de las mujeres en Europa

16 de junio de 2024 22:24 h

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La censura al derecho al aborto en la cumbre del G7 muestra que el efecto del avance de la extrema derecha —en el poder real y simbólico— atenta contra los derechos de las mujeres, incluso cuando el poder es ejercido por una mujer. El resultado de la reunión entre las autodenominadas siete democracias más avanzadas del mundo es que el aborto vuelve a ser tabú. El documento marca un claro retroceso. En la edición del año pasado, en Hiroshima (Japón), se sostenía que había que proteger “el aborto legal y seguro y los cuidados post-aborto”.

La marcha atrás es explícita. Ahora no se puede mencionar al aborto y se escurre un lavado pronunciamiento por “la voluntad de promover la salud y los derechos reproductivos para todos y avanzar en la salud maternal, de los recién nacidos, niños y adolescentes”. La presidencia de la cumbre, a cargo de Giorgia Meloni, fue la que hizo el lobby por el borrado de la palabra aborto a pesar del rechazo de Canadá y Francia. La dama de la política retro (vestida de rosado en las fotos con las visitas) ya había usado, a principios de año, fondos europeos para forzar a las mujeres a ser madres.

“La ofensiva de Giorgia Meloni es un intento de limitar el derecho adquirido de las mujeres a interrumpir un embarazo y es un desafío de la derecha contra la ley 194 que se obtuvo con largas batallas y representa una piedra angular de los derechos de las mujeres en Italia”, señala el escritor Paolo Berizzi, autor del libro Il Ritorno Della Bestia, come questo governo ha risvegliato il peggio dell´'Italia (Rizzoli). En el libro el autor define al gobierno de un fascismo pop o trash, pero no para alivianarlo: la bestia ha vuelto.

“Este derecho garantiza una libertad femenina que a Giorgia Meloni no le gusta. Ya han desfilado junto a exponentes anti abortistas de todo el mudo (de Estados Unidos y de Rusia) que son los que luchan contra los gays, que piensas que las lesbianas son enfermas y las trans aún peor. Son misóginos y machistas y toda esta galaxia se recompuso y vive una nueva primavera con Meloni. En este momento de Italia un derecho civil adquirido por las mujeres empieza a sentir temblar el suelo sobre sus pies”, describe Berizzi que se tiene que mover con escolta por las amenazas fascistas contra su integridad.

Emmanuel Macron criticó el retroceso: “Francia ha incluido el derecho al aborto en la Constitución”, se diferenció, pero los resultados electorales (por el triunfo de Agrupación Nacional, de Marine Le Pen) que lo llevaron a convocar a elecciones legislativas anticipadas –el 30 de junio y el 7 de julio– debilitaron su poder en el pulso. Él perdió incidencia y Meloni coqueteó con el presidente argentino Javier Milei con quien se abrazó más allá del protocolo después de la represión sufrida por manifestantes argentinos. Milei es un embajador de la machosfera y se pronuncia en contra de la “agenda del aborto sangriento”. Además, su ataque directo a Pedro Sánchez, durante un acto con Vox, generó el corte de las relaciones diplomáticas con España.

Meloni no perdió el tiempo en ostentar su ambición de liderar un giro a la derecha mundial. “Melonizar Europa” fue su lema en la campaña electoral. Y no solo Europa: América Latina y Estados Unidos también. Meloni, como si fuera una dulce cuidadora, le marcó para dónde mirar a Joe Biden, de 81 años, en Borgo Egnazia, Apulia, durante una exhibición de paracaidistas que hundió al presidente demócrata ante la prensa al parecer desorientado en las versiones editadas del momento. El gesto, más que guiarlo, le abrió el camino a Donald Trump para la próxima cumbre. 

La Ley 194 fue aprobada en 1978 y garantiza el acceso libre y gratuito a la interrupción voluntaria del embarazo hasta los 90 días. Sin embargo, la norma quedó añeja casi medio siglo —46 años— después de su aprobación y está bloqueada por la cantidad de médicas/os que se declaran objetores de conciencia e impiden la práctica. “La ley es de 1978 y tiene muchas limitaciones producto de las negociaciones de la época. El 65% de los ginecólogos es objetor de conciencia y, en algunas regiones, la cantidad de quienes se niegan a realizar la práctica llega al 80%”, remarca el periodista Leonardo Bianchi.

La primera ministra italiana prometió, como candidata, que no tocaría el derecho al aborto para matizar los miedos a un gobierno de extrema derecha. Pero no cumplió. Meloni promovió que las mujeres sean invadidas en su privacidad, culpabilizadas y atacadas por fundamentalistas antiderechos en las clínicas en las que se practican abortos. Bianchi apunta: “El gobierno de Meloni está haciendo todo lo posible para negar el derecho al aborto. Hay un apoyo ideológico de una manera muy solapada con una enmienda al Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR) que aseguró una mayor presencia antiabortista en las consultas para obtener un certificado para poder acceder a un aborto”.

El 23 de abril, el Senado italiano, aprobó que los grupos antiderechos actúen en los centros de planificación familiar. La medida es una invitación a culpabilizar a las mujeres en un decreto sobre las medidas financiadas por el Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR). La letra chica de la norma implica que hay más fondos para hacer sentir mal a las mujeres que no pueden o quieren continuar con un embarazo. En la práctica implica generarles traumas post-aborto, dilatar o impedir las intervenciones.

Culpabilizar a las mujeres

Las mujeres tienen que ir a un centro para conseguir un certificado y ahí pueden toparse con fundamentalistas que las hagan sentir verdugas por tomar sus decisiones o asesinas por no continuar con un embarazo. El peaje demonizador no es novedad. Pero ahora tiene más respaldo estatal y mayores fondos. La escritora italiana Giulia Blasi contextualizó: “No es algo nuevo que los operadores antiabortistas entren en los centros de asesoramiento y en las instalaciones públicas, lo nuevo es que Meloni ha decidido insertar esta norma dentro de la normativa que tiene el Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (PNRR), por lo tanto, con el presupuesto público para ese plan, hay fondos que van a estas asociaciones (supuestamente pro maternidad) que no hacen nada, absolutamente nada, para ayudar a las personas en sus trayectorias de crianza, sino que solo van a los centros de asesoramiento para intimidar a las mujeres que tienen que interrumpir un embarazo”.

¿Si una mujer está embarazada y genuinamente quiere ser madre pero no tiene dinero, acompañamiento familiar o condiciones emocionales para enfrentar un embarazo, parto y puerperio estos grupos dan un apoyo real? No. Blasi desnuda la doble demonización a las mujeres: las culpabilización si abortan y las desamparan si son madres. “No ofrecen ningún apoyo duradero, sólo pequeñas limosnas, pero usualmente se limitan a hacerlas sentir culpables y a intimidarlas para impedir que aborten. Esto no es posible en un país civilizado, y por eso se ha producido, con razón, un levantamiento contra la medida”, explica.

De todas maneras, más allá de las marchas contra la medida, el resultado de las elecciones europeas agigantó las ambiciones del liderazgo antifeminista de Meloni. Ya no tuvo que maquillar de moderadas sus intenciones y llevó a un retroceso en la declaración del G7 que implica, en los hechos, que ante la crisis política de Europa lo primero que se borra son los derechos de las mujeres. “La única familia que concibe es la tradicional”, acentúa Berizzi. Meloni también persigue a las madres lesbianas —sin dejara inscribir a hijos e hijas con dos mamás— porque no apoya a las madres, persigue a las mujeres en sus elecciones —de amor, de sexo, de familia y de proyectos de vida— libres.

“El papel de las mujeres tiene sus raíces: durante el fascismo las mujeres fueron relegadas a papeles marginales, en posiciones minoritarias, con una visión del mundo que gira en torno al hombre y la mujer está limitada y tiene una función social solo porque genera vida y da a luz. Esta es la típica concepción derechista de la mujer”, dice Berizzi. La diferencia es que la extrema derecha actual encuentra voceras antifeministas en mujeres con poder. Incoronata Boccia, subdirectora del TG1, uno de los principales noticieros públicos, sentenció, ante las cámaras: “Estamos confundiendo un delito con un derecho. Se tiene miedo de decir que el aborto es un homicidio. La política tiene miedo de decir que el aborto es un asesinato”. Incluso, arriesgó que el principal problema de la humanidad no es la guerra, sino el aborto. El resultado: ni paz, ni derechos.

“Los llamados cementerios de fetos han existido durante mucho tiempo en Italia. Pero ahora un diputado de Fratelli d´Italia pidió el reconocimiento legal del feto. La ofensiva al derecho al aborto también pasa por los medios de comunicación. En Piemonte el consejo regional asignó 460.000 euros para movimientos anti abortistas (que defienden la vida 'no nacida'). Mientras que en en el Hospital Santa Ana, de Turín, crearon la llamada 'habitación de la vida', en convenio con la Federación del Movimiento por la Vida, para presionar a las embarazadas a que no aborten. También se proponen medidas similares a las de Hungría para que las mujeres estén obligadas a escuchar los latidos del feto”, describe Bianchi. El silencio del G-7 no es silencio. Hace ruido. Es dejar avanzar la persecución a las mujeres.