Cuando la propaganda de Putin en televisión se topa con una sorpresa
No hay margen para la disidencia o las dudas en las televisiones de Rusia. Los canales de los medios públicos y privados se atienen a las órdenes del Kremlin sobre la invasión de Ucrania, la guerra que no se puede llamar guerra, sino “operación militar especial”. Cuando se utilizan imágenes o se dan noticias que evocan necesariamente lo que es una guerra, se explica que la función del Ejército es defender a los habitantes de las repúblicas del Donbás en el este del país o acabar con “los nazis” que controlan Ucrania, en la línea de los discursos de Vladímir Putin.
Pero la máquina propagandística más perfecta puede quebrarse en momentos puntuales. Eso es lo que ha ocurrido en los últimos días en dos programas de cadenas públicas que ofrecieron opiniones que no son permitidas por el discurso oficial.
En el primer programa, emitido el 9 de marzo en Zvedva TV, un canal oficial del Ministerio de Defensa, un militar en la reserva de la Armada se salió del guion e hizo una referencia indirecta a las bajas que está sufriendo el Ejército en Ucrania. No lo hizo en un sentido crítico, pero la simple mención provocó una respuesta rápida e indignada del presentador.
“El hecho de que haya muchas personas aquí que han estado desde las campañas de Afganistán y Chechenia, y en el Donbás”, dice Vladímir Eranosianv, que aparece vestido de uniforme. “Nuestros chicos están allí, y la gente de Donetsk y Lugansk y nuestros chicos de la operación especial están muriendo ahora y nuestro país...”.
El presentador le corta. Sale de detrás de la mesa y con gesto enérgico y le dice que se calle. “No, no, no, no, no quiero escuchar eso. ¡Pare! ¿Quiere parar? ¡Ya basta!”. Eranosianv sigue hablando e insiste en que “están muriendo”: “Quiero levantarme y conmemorar con un minuto de silencio a esos chicos que están luchando por Rusia en el Donbás”.
Pretende homenajear su sacrificio, que es algo que el presentador no va a tolerar desde el momento en que le ha escuchado que hay soldados muriendo. Esa información no se consiente en televisión. “¿Puede parar ya? Yo le diré lo que están haciendo nuestros chicos. Nuestros chicos están destruyendo la basura fascista. Déjeme terminar. Es un triunfo de las armas rusas y del Ejército ruso. Es el renacimiento de Rusia”.
El Ministerio ruso de Defensa reconoció el 2 de marzo que 498 militares rusos habían muerto hasta el séptimo día de guerra, a los que había que sumar 1.597 heridos. Desde entonces no se han dado a conocer más cifras. El hecho de que el Ejército reconociera un número significativo de bajas en solo una semana en la que los planes de invasión estaban lejos de haber cumplido sus objetivos no era suficiente como para que se pudiera hablar del tema en un programa televisivo en directo, ni siquiera para ofrecerles ese reconocimiento.
Opiniones aún más pesimistas se han escuchado en un programa más relevante que se emite en 'prime time' en el primer canal de la televisión pública Rusia-1 y que presenta Vladímir Soloviev. Con entrevistas a políticos y analistas, está dedicado a la situación de Ucrania desde febrero y ha aumentado sus días de emisión. Soloviev se autodefine como un patriota convencido de que Putin ha recuperado el orgullo ruso. No tiene problemas en cambiar sus puntos de vista para acomodarlos a lo que mande el Gobierno. Es propietario de una villa en el lago Como, en Italia, que ha sido incautada por la policía italiana en aplicación de las sanciones contra los empresarios cercanos a Putin.
Los invitados al programa no suelen desviarse de las orientaciones del Kremlin. Hasta ahora. En uno de los últimos, se encontraba el cineasta Karen Shakhnazarov, habitual en las tertulias políticas, que siempre se ha posicionado en favor del Gobierno de Putin. En 2014, firmó un manifiesto del mundo de la cultura que apoyaba las decisiones del presidente sobre Ucrania y Crimea. Es miembro de la Cámara Cívica de Rusia, un organismo consultivo de 168 miembros creado por Putin en 2005 que debate y elabora informes sobre los proyectos de ley que se aprobarán en el Parlamento.
Shakhnazarov se mostró sorprendentemente derrotista sobre los planes de Putin en Ucrania, viniendo su opinión de un destacado integrante de la élite cultural. “No veo muchas posibilidades de desnazificación en un país tan enorme. Necesitaríamos enviar un millón y medio de soldados para controlarlo. Al mismo tiempo, no veo que haya allí un poder político que pueda situar a la sociedad ucraniana en una dirección prorrusa. Los que hablan de su sentimiento de apoyo masivo a Rusia no ven las cosas de la forma en que son en realidad”.
Sus opiniones cuestionan uno de los elementos esenciales de la versión oficial, según la cual los ucranianos desean seguir ligados a Rusia por razones políticas, históricas y culturales. Además, crea alarma entre los espectadores que han creído que se trata de una operación limitada que culminará pronto con éxito. Ligarla a un despliegue masivo y poco realista –las Fuerzas Armadas cuentan con cerca de un millón de integrantes en su personal activo– es una invitación a que la gente dude de su éxito.
“Lo más importante ahora ante este escenario es poner fin a nuestra acción militar”, dijo Shakhnazarov. “Algunos han dicho que las sanciones (contra Rusia) van a continuar en el tiempo. Sí, continuarán, pero en mi opinión interrumpir la fase activa de la operación militar es muy importante”.
Otros invitados del programa fueron también muy pesimistas sobre las consecuencias de la guerra en la sociedad rusa. Andréi Sidorov, vicedecano de la facultad de Ciencia Política de la Universidad Estatal de Moscú, advirtió del impacto del aislamiento económico de Rusia. “Para nuestro país, este periodo no será fácil. Será muy difícil. Podría ser incluso más difícil que lo que fue para la Unión Soviética desde 1945 hasta los años sesenta”, comentó, recordando una etapa de penurias económicas posterior a la guerra. Sidorov lo justificó por el hecho de que Rusia está ahora más integrada en la economía global que la URSS y que depende más de las importaciones.
Los invitados sí se unieron al mensaje del Gobierno al acusar a Estados Unidos de ser el principal responsable de la guerra. Pero por otro lado admitieron que las sanciones tendrán consecuencias duraderas en forma de aumento del desempleo y de los precios. Al afirmar que esa operación norteamericana estaba “perfectamente planificada”, no ocultaban que quizá el Gobierno ruso debería habérselo pensado dos veces antes de morder ese supuesto anzuelo. Y esto último no está en la versión oficial del Kremlin, por la que Putin controla los acontecimientos y tiene todas las cartas en su mano para salir triunfador.
En la misma línea, Semyon Bagdasarov, diputado de la Duma y experto en Oriente Medio, precisó que Rusia aún no ha sufrido el impacto real de las sanciones y que los ciudadanos deben estar preparados para “un aislamiento total”, porque nunca se han aplicado en el mundo sanciones tan duras, una perspectiva escasamente prometedora. También dijo que Ucrania es una especie de trampa en la que no hay que permanecer mucho tiempo. “¿Necesitamos meternos en otro Afganistán o algo incluso peor? Hay más gente (en Ucrania) y ellos están más avanzados en el uso de armas. No necesitamos eso”.
Cualquier comparación de la guerra de Ucrania con Afganistán tiene repercusiones sombrías en la opinión pública rusa. Recordar una década, la de los ochenta, de constantes combates contra los muyahidines que no pudieron ser derrotados a pesar de la superioridad militar rusa sirve para avisar de la posibilidad muy real de que el Ejército se vea abocado en Ucrania a años de lucha contra un movimiento insurgente que no se rendirá.
Estas opiniones no son las más frecuentes en el programa de Soloviev ni en otras cadenas. Al menos, ofrecen un apunte del inicio de las discrepancias entre políticos y expertos sobre el futuro de la guerra y crean una fisura en lo que es un frente propagandístico destinado a defender las medidas del Gobierno. El mensaje permanente en televisión es que Ucrania es un país gobernado por fascistas –y “drogadictos”, según dijo Putin– que oprime a la minoría prorrusa y que podría llegar a contar con armas nucleares.
La inmensa mayoría de los medios audiovisuales independientes se ha visto obligada a cerrar sus emisiones después de que el Parlamento apruebe una ley que castiga hasta con quince años de prisión la difusión de “noticias falsas”. Es el Gobierno el que decide cuáles son falsas.
Una encuesta independiente realizada en la primera semana de marzo reveló que el 58% de los rusos apoya las decisiones de Putin en Ucrania y que un 23% la rechaza. Las empresas de sondeos relacionadas con el Gobierno elevan el porcentaje de apoyo al 70%. Ambas cifras están muy lejos del 90% que se mostró a favor de la anexión de Crimea en 2014.
Soloviev, que aparece en el estudio con un portátil que lleva una gran Z pegada a su cubierta, cumple habitualmente con su cometido, por ejemplo cuando esta semana ha afirmado en su programa que el bombardeo de un hospital en Mariúpol no existió y que fue escenificado por los ucranianos. Es seguro que la próxima vez elegirá mejor a sus expertos para que no le den más sustos.
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