Grupos de jóvenes tomaron hoy por quinto días consecutivo las calles de Túnez para protestar contra los recortes y las políticas de austeridad del Gobierno pese a la campaña de intimidación y arrestos que ha emprendido la Policía.
Convocadas por la plataforma social “¿A qué esperamos?”, heredera de aquellas que en 2011 vertebraron la revolución contra la dictadura de Zinedin el Abedin Ali, cientos de personas se congregaron frente a la sede del Gobierno tunecino al grito de “no tenemos miedo”.
“Esta manifestación es regional y es sólo la primera porque vamos a organizar otra más grande y nacional. Es una manifestación que demuestra todo lo contrario de lo que dice el Gobierno, no somos ladrones”, explicó a Efe Ayoub Jaouadi, portavoz del movimiento “Manich Msameh” (No en mi nombre).
“Hemos demostrado que la mayoría del pueblo tunecino está en contra de estos presupuestos opresivos. A pesar de la lluvia y la represión policial, seguiremos día y noche hasta que esta ley caiga”, agregó.
En la misma línea, y frente a decenas de policías antidisturbios, Jaula el Wichi, insistía en la idea de que “la plataforma ”Fech nestannaw“ (¿A qué esperamos?), ha conseguido en una sola semana un gran apoyo del pueblo tunecino del norte al sur.
“Todos los tunecinos la han apoyado porque todos hemos sufrido y nos ha tocado de cerca la pobreza, el hambre, el desempleo, la represión, la inmigración clandestina... El país es insoportable y los jóvenes han perdido la confianza en el país”, subrayó la manifestante.
Activistas y analistas coinciden en que la situación económica y social que vive Túnez hoy es similar a la que había hace siete años, en vísperas del estallido de la “Revolución del Jazmín”: paro, inflación, hambre, desesperanza y una sociedad corrupta con amplias diferencias de clase.
Entonces, las protestas se intensificaron en apenas un mes y obligaron a que Ben Ali huyera a Arabia Saudí ante el júbilo de los tunecinos y el estupor internacional.
Sin embargo, en esta ocasión, factores políticos -junto a que muchos no perciben alternativas- apuntan a que no se llegará a un situación similar.
Ni el Gobierno ni el entorno del presidente tunecino, Beji Caïd Essebsi, uno de los animadores de la revuelta, están interesados en la inestabilidad, preocupados por la amenaza del yihadismo, aún activo en el país.
Essebsi se reunió hoy mismo con el primer ministro, Yusef Chahed, para analizar la situación. Tampoco le interesa al partido islamista Ennahda, socio en el Ejecutivo y la formación con más capacidad para movilizar a las masas.
Con el Parlamento bajo control, los islamistas permanecen en segundo plano mientras su aliado “Nidaá Tunis” se desgasta a la espera de las elecciones municipales de mayo, las primeras de la transición, en las que parten como favoritos.
Una victoria sumaría influencia territorial a su actual poder parlamentario y le colocaría en inmejorable posición de cara a las presidenciales de 2019.
Solo el Frente Popular (FP), principal partido de la oposición progresista, se ha posicionado del lado de los manifestantes, a los que ha invitado a no dejar las calles hasta que el Gobierno renuncie a las recetas de austeridad impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El citado organismo concedió a finales de 2016 un crédito a Túnez por valor de unos 2.500 millones de euros pero le exigió a cambio duras reformas económicas, con subidas de impuestos, despidos en la función pública y otra serie de medidas punitivas, que el gobierno debe imponer en un plazo pequeño.
Desde entonces, el país ha sido escenario de huelgas, protestas y todo tipo de movilizaciones que se intensificaron a principios de año con la entrada en vigor de los nuevos presupuestos generales del Estado y el desplome de la moneda local.
Las protestas se volvieron virulentas el martes después de que un hombre de 55 años muriera, al parecer atropellado por un coche patrulla, durante la represión de una marcha en la localidad de Tebourna, 40 kilómetros al oeste de la capital.
Desde entonces, cerca de 800 personas han sido detenidas en todo el país tras cuatro noches de saqueos y actos vandálicos por parte de grupos descontrolados.
Amnistía Internacional (AI) denunció hoy, sin embargo, que las fuerzas de Seguridad han aprovechado la violencia de unos pocos para aumentar su acoso y emprender una campaña de intimidación contra activistas y periodistas.
Y pidió por ello a las autoridades que respeten el derecho a la libertad de expresión y de reunión de los tunecinos, que este domingo volverán a salir a la calle para protestar y conmemorar el séptimo aniversario de la revuelta que originó las ahora asfixiadas “primaveras árabes”.