Reconocida internacionalmente por la potencia de sus versos e interpretaciones, la poeta palestina Rafeef Ziadah lleva muchos años transmitiendo la voz de la comunidad palestina a través de sus poemas y sus recitales. Nacida en un campo de refugiados de Líbano hace 45 años, tuvo que huir con su familia a Túnez siendo aún una niña. Es hija y nieta de refugiados palestinos de Haifa y Jaffa, de donde fueron expulsados en 1948 por las fuerzas israelíes.
“Rafeef significa en árabe aleteo de los pájaros. Mis padres me soñaron libre y con posibilidad de cruzar los muros y las fronteras que nos impiden regresar a nuestra tierra”, cuenta. Estudió periodismo y un doctorado en Políticas en Canadá. Su poema ‘Enseñamos vida, señor’, escrito durante la ofensiva israelí contra Gaza de 2008, dio la vuelta al mundo en las redes sociales y la convirtió en un icono palestino.
Sus versos conectan directamente con Gaza, con Jerusalén, con Cisjordania, con “el genocidio televisado”. Ella dice que es una artista “de la palabra hablada”, una narradora de historias y una activista. Su puesta en escena revuelve y conmueve. Sus actuaciones son potentes, profundas, comprometidas. A través de ellas cuenta y se cuenta a sí misma: “Soy tres generaciones de mujeres que nunca llegaron a los 40”, relata en uno de sus poemas.
elDiario.es la entrevista en una cafetería de Madrid, tras su actuación en el Círculo de Bellas Artes, donde puso al público en pie en una ovación que duró minutos.
Usted reside desde hace unos años en Reino Unido. ¿Cómo está viviendo este momento?
Está siendo increíblemente difícil. Ni en mis peores sueños hubiera imaginado que habría un genocidio televisado durante seis meses. Al principio fue muy complicado lidiar con el racismo, todo el mundo hablaba como si el 7 de octubre fuera el inicio de la historia, como si no lleváramos décadas de ocupación, de asedio, de Nakba.
Cada día llamo para comprobar si alguien querido está bien, si sigue vivo o no. A veces tengo miedo de hacer esa llamada telefónica, porque no sé si al otro lado la persona contestará.
¿Cómo es ser palestina hoy en día en Europa?
Lo que está ocurriendo coloca un espejo ante Europa y ante los gobiernos europeos por su papel en la destrucción del pueblo palestino y en su apoyo a Israel. Vimos al principio a todos los gobiernos europeos decir públicamente que apoyarían a Israel. Dieron luz verde para que esto ocurriera. Una vez que das luz verde para actuar a un Estado como Israel, con uno de los Ejércitos más potentes del mundo, que lleva mucho tiempo cometiendo atrocidades, sabes qué ocurrirá. Y, aún así, se le dio luz verde.
Estamos en un punto de inflexión. No debería serlo solo para los palestinos, sino también para todos los ciudadanos de países europeos a la hora de cuestionar a sus propios gobiernos. Esta vez podemos ver las diferencias entre la opinión pública y muchos gobiernos, pero estos siguen apoyando a Israel. Es extremadamente peligroso a dónde nos puede llevar esto, puede terminar afectándonos a todos.
¿De qué modo?
Si se permite que Israel actúe así, con un genocidio en curso y un contexto provocado de hambre, se dará alas a todo tipo de impunidad. Si los gobiernos europeos pueden callar a la gente ahora ante Gaza, podrían callarla contra muchas otras cosas en el futuro. Tenemos una catástrofe climática, una crisis del modo de vida. Si se normaliza la censura, será contra todos nosotros, y se convertirá en el modo de comportamiento habitual de los gobiernos.
Israel está cometiendo al nivel mas básico un genocidio y, sin embargo, es aceptado en Eurovisión, como un integrante normal, cantando y bailando. Cuando se normaliza esto, se está diciendo que es aceptable comportarse de este modo.
Necesitamos pasar a otro nivel de presión e interponernos en el camino de las armas que se envían a Israel
Usted es cofundadora de la Campaña contra el apartheid israelí, que impulsa boicot y sanciones a Israel. ¿Qué deben hacer los gobiernos occidentales para detener la masacre en Gaza?
Israel recibe la mayor parte de sus armas de EEUU, Washington acaba de aprobar otro envío. La UE también tiene un acuerdo de libre comercio con Israel y un comercio de armas. Así que lo básico, si realmente los gobiernos se opusieran al genocidio, es suspender su comercio de armas hasta que Israel deje de hacer lo que está haciendo en Gaza.
Por supuesto, se puede hacer mucho más. Por ejemplo, el boicot académico, a las instituciones y universidades que sostienen la arquitectura y la infraestructura de la ocupación. Del mismo modo, a las empresas que son cómplices de la ocupación. Es necesario no normalizarlas, no llegar a acuerdos con ellas, no comprar el material que producen mientras extraen provecho de la ocupación.
Lo prioritario en este momento es pensar en las bombas que caen sobre Gaza. He estado trabajando con sindicatos vinculados a la producción de armas y a su transporte. Por ejemplo, con trabajadores del transporte en los puertos, para asegurar que no colaboren en el transporte de armas.
Aquí hay trabajadores en el puerto de Barcelona que han dicho que no contribuirán al transporte de armas a Israel. Necesitamos más acciones así. Hemos visto grandes manifestaciones, pero necesitamos pasar a otro nivel de presión, interponernos en el camino de esas armas.
El giro hacia la derecha de Israel es la consecuencia lógica del sionismo, porque es una ideología basada en la exclusión
¿Qué piensa cuando escucha declaraciones gubernamentales, a lo largo de los años, hablando de la solución de los dos Estados?
Lo encuentro extremadamente hipócrita. En esta gira en España hay gente que me ha dicho: ¿no es maravilloso que el Gobierno español quiere reconocer el Estado palestino? Y yo no puedo evitar pensar que hemos estado atrapados en esta conversación durante más de veinte años, desde que comenzaron los Acuerdos de Oslo. Desde entonces hemos visto que se ha duplicado la presencia de colonos ilegales en los territorios ocupados y la economía de Gaza y Cisjordania está completamente destruida.
Gaza es el último territorio continuo de Palestina en la costa y ahora está siendo desmantelado. Así que, cuando se habla de reconocer un Estado palestino, ¿qué Estado, en qué territorio, con qué fronteras? ¿Podrán regresar los refugiados palestinos?
Creo que es un modo de evitar la acción. Porque solo es un gesto, convocas una gran rueda de prensa, dices que vas a reconocer el Estado palestino, pero en el terreno la situación permanece exactamente igual o, en realidad, mucho peor. Es hora de presionar para que haya acción real. Hay un genocidio, están sometiendo a la población a una situación de hambre frente de las cámaras. Solo el gesto del Estado palestino no va a detener esto ahora. Necesitamos hechos que salven vidas.
Nací en Líbano, en medio de un asedio israelí de 82 días tras el cual llegaron las masacres
Muchos palestinos a los que entrevisto dicen que en este terrible momento puede -y debe- ser posible dar la vuelta a la situación, impulsar un cambio
Es que estamos en un punto de inflexión. No podemos permitir que se produzca la muerte de 34.000 personas y la destrucción de toda Gaza sin un punto de inflexión. Creo que todos los palestinos hoy nos estamos preguntando cómo lograr un cambio. Nadie quiere volver al discurso de los Acuerdos de Oslo, aunque mis sospechas son que precisamente esto es lo que se intentará desde la diplomacia occidental.
Cualquier intento de aquí en el futuro tiene que significar justicia para los palestinos. Y para mí, como refugiada palestina, eso incluye el derecho al retorno de los refugiados, algo que casi nunca se menciona, cuando lo cierto es que la mayoría de los habitantes de Gaza son refugiados.
Así que cualquier discusión ahora tiene que empezar con justicia, no debe ser la vieja conversación en la que hemos estado atrapados durante años.
Sobre la cuestión demográfica, el intelectual palestino Edward Said proponía un solo Estado en igualdad con derechos para todos. ¿Cree posible esa opción?
Lo que hay hoy es un solo Estado: se llama Israel, es un Estado desde el río hasta el mar. Eso es el Estado israelí. Controla la vida de los palestinos, tiene el poder en el territorio entero. Es un Estado de apartheid en el que los palestinos son tratados como ciudadanos de tercera clase. Es un Estado colonial como lo fue la Sudáfrica del apartheid.
Es preciso moverse hacia un escenario democrático, donde haya igualdad, sin ocupación y sin comportamientos genocidas. Por supuesto que creo que es posible, debería serlo. No hay razón alguna para que haya Estados basados en la exclusividad de una religión. No sé cómo hay gente que puede aún defenderlo.
Tras lo que está ocurriendo en Gaza, todo es más difícil. Se necesitará mucha cicatrización y mucho pensamiento sobre cómo estas comunidades pueden vivir juntas después de lo que ha ocurrido.
Hablar de reconocer un Estado palestino sin hacer nada más es un modo de evitar la acción
Estamos viendo estas semanas grandes protestas en campus universitarios de EEUU en defensa de los derechos palestinos, que están siendo estigmatizadas o reprimidas...
El mundo occidental dice de sí mismo que es democrático y libre, pero limita o incluso prohíbe la defensa del pueblo palestino. Las cosas que están diciendo son cada vez más absurdas. Por ejemplo, afirman que la kufiya -el pañuelo palestino- es un símbolo de violencia.
Imponen limitaciones a la libertad que dicen proteger. Por eso digo que esto no va solo sobre Palestina. Si anulan la conversación sobre Palestina, mañana será sobre el cambio climático, después sobre el feminismo y etcétera. La censura quedará así normalizada.
En cuanto a Palestina, todo ha girado siempre en torno al relato, a la narrativa, a la historia. Les asusta que se cuente, porque al contarlo, queda claro lo que hay. La Nakba ocurrió, la limpieza étnica ocurrió. La continuación es el apartheid. La gente está empezando a conocer la historia y el papel de Israel, especialmente la gente joven.
En EEUU muchos jóvenes judíos están cuestionando la obligación de mantener lealtad a Israel sin importar lo que haga. Por eso hay tantos intentos de acallarnos, de silenciar esos movimientos: porque están teniendo impacto, porque crecen los llamamientos al boicot a Israel, a la desinversión y a las sanciones.
La única opción es seguir organizándonos. No recuerdo ningún movimiento con impacto en el mundo que no recibiera intentos de censura. Eso es lo que estamos viviendo aquí, ahora.
¿Recuerda la primera vez que sintió la necesidad de escribir un poema?
Sí. El inglés es mi segunda lengua. Lo aprendí tarde. Solía cometer grandes errores en la pronunciación; por ejemplo, turista y terrorista, algo que una árabe no debería confundir, y siempre fui muy tímida para actuar en inglés.
Pero un día organizamos una acción en mi universidad, en Canadá, con la que intentábamos mostrar el muro del apartheid que Israel estaba construyendo. Yo representaba a una palestina y otros, a soldados israelíes. Un estudiante de mi universidad, un sionista, me golpeó en el estómago y gritó: “Te mereces ser violada antes de que tengas más niños terroristas”.
Esa misma noche fue la primera vez que interpreté en voz alta un poema. Primero lo escribí, del tirón, en una hora: ‘Shades of Anger’ (Las tonalidades de la ira). Después, lo recité con mis ojos cerrados, muy apretados. Cuando los abrí, la gente estaba en pie aplaudiendo. Y así empecé a actuar.
Queda trabajo por hacer en España para lograr que el Gobierno modifique la complicidad con el régimen de apartheid israelí
Es usted una refugiada de tercera generación. ¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
Tengo recuerdos de guerra. Nací en Líbano, en medio de un asedio, Israel asedió Beirut durante 82 días, en los que fueron destruidas comunidades enteras, arrestaron a gente y, cuando se fueron, permitieron masacres en varios campos de refugiados, perpetradas por grupos patrocinados por Israel.
El poeta palestino Mahmoud Darwish tiene un hermoso poema titulado 'Asedia tu asedio', y siento que esto es lo que hemos hecho una y otra vez. Es como la repetición de la historia, y de mi infancia. Aún así, cuando se produjo el asedio de Beirut, el Estado israelí era algo diferente, todavía había gente que hablaba en contra.
Hoy, la mayoría de la sociedad israelí tiene la misma posición con respecto a la ocupación, ha girado hacia la derecha, lo cual es la consecuencia lógica del sionismo, que siempre se va a mover en esa dirección, porque es una ideología basada en la exclusión o erradicación del pueblo palestino.
La pregunta era sobre mi infancia: Mi recuerdo es la guerra, he dicho. Pero también tengo hermosos recuerdos, de mujeres llevándonos a los refugios y cantando para enseñarnos a bailar, usando el sonido de las bombas para mostrarnos el ritmo de la dabke (danza palestina). Eso, en sí mismo, era un acto de supervivencia.
Tiene un poema dedicado a su abuela...
Mi abuela fue asesinada antes de que yo naciera. Su cuerpo quedó aplastado bajo los escombros. La mayoría de mi familia murió en Líbano. Hubo muy pocos supervivientes.
Hace escasos años, gente de aquel campo de refugiados en el que nací y viví, creó una página en Facebook y conectó a gente dispersa por todo el planeta. Alguien colgó un vídeo en el que salgo recitando un poema, y una mujer muy mayor del campo, que ahora vive en Australia, escribió: “Oh, Dios mío, cuánto se parece a su abuela”. Y yo nunca he podido ver una foto de mi abuela, no hay fotos. Pero me siento muy conectada a ella.
En mi poema 'Tres Generaciones' cuento cómo, aunque la mayoría de las mujeres de mi familia fueran asesinadas, viven dentro de mí, en cada aliento que exhalo. Y quiero que así sea. Cuando para esta gira elegimos el título 'Let it be a tale' ('Que sea un cuento'), el poema de Rifaat Alaleer, asesinado en Gaza en diciembre, esta era una de las ideas que quería transmitir: pueden matar a la gente, pueden matar a los poetas, pero nos aseguraremos de que sus palabras permanezcan vivas.
En su poema 'Pasaporte' relata el momento en el que usted adquirió la ciudadanía británica
[El historiador estadounidense de origen palestino] Rashid Khalidi escribió en uno de sus libros que la quintaesencia de la experiencia palestina es el aeropuerto. Creo que, cuando hablamos de Palestina, hay mucha gente que no se da cuenta de qué significa no tener un Estado, en un mundo organizado a través de los Estados, de las fronteras, de los pasaportes.
A los palestinos nos paran en cada frontera, en cada lugar, como sospechosos. Somos forzados a desplazarnos, somos amenazados, somos deportados. He vivido esto toda mi vida: de casa en casa, de país en país.
Ahora viaja a Dublín, continuando esta pequeña gira. ¿Cómo ha sido su experiencia en España?
Siempre es maravilloso actuar en España, porque me siento mucho más libre que en otros lugares y el público me entiende muy bien, a pesar de la barrera idiomática.
También creo que queda mucho trabajo por hacer en el Estado español para lograr que el Gobierno modifique la complicidad con el régimen de apartheid israelí. Sé que muchísima gente aquí defiende los derechos de la población palestina: les ruego que sigan presionando para que el Gobierno español detenga su comercio de armas -venta y compra- con Israel.