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Diez meses de rebelión interna que obligaron a May a dimitir

Theresa May ha agotado todas sus vidas en los últimos diez meses. La oposición y compañeros de partido han puesto todo tipo de obstáculos en la carrera de resistencia de la primera ministra para aprobar en el Parlamento el acuerdo de retirada del Brexit negociado con la UE hasta forzar su dimisión. Seis meses después, con tres derrotas clave en el Parlamento, una moción de censura y una cuestión de confianza interna de por medio, lo han conseguido.

“Lo intenté tres veces. Creo que era correcto perseverar incluso cuando las probabilidades de éxito eran bajas, pero ahora creo que está claro que lo mejor para el país es que un nuevo primer ministro dirija ese esfuerzo”, ha señalado este viernes durante su discurso de dimisión como líder del Partido Conservador.

El periplo empezó en julio de 2018, Desde entonces, la primera ministra ha sufrido 21 dimisiones de miembros del Gobierno por diferencias respecto a la estrategia del Brexit (36 en total). El 6 de julio de 2018 encerró a su gabinete en la residencia histórica de Chequers. De allí salió el primer plan de May para el Brexit –y se evidenciaron las primeras divisiones internas–. Varios conservadores dimitieron, entre ellos David Davis, el entonces ministro para el Brexit, y Boris Johnson, ministro de Exteriores.

En noviembre, tras meses de duras negociaciones, May llegó a un acuerdo de retirada negociado con la UE. De nuevo, otra ola de dimisiones, entre ellas la del sucesor de Davis como ministro para el Brexit, Dominic Raab. Pero la verdadera odisea de la 'premier' se desencadenó el 10 de diciembre de 2018, cuando May se vio obligada a aplazar la votación en el Parlamento del acuerdo de retirada porque iba a sufrir una derrota humillante.

Dos días después, el Partido Conservador somete a su líder a una cuestión de confianza interna de la que sale airosa. Aquella victoria garantizaba a May un año más de vida que, sin embargo, sus colegas conservadores se han encargado de acortar.

El Parlamento no había votado, pero ya le había cerrado la puerta a May y la primera ministra optó por volver a mirar a Europa en búsqueda de una solución. La respuesta, otro portazo: acabamos de cerrar este acuerdo, no hay renegociación posible. Entonces ocurrió la derrota humillante que May había intentado esquivar el 10 de diciembre retrasando la votación. El acuerdo de retirada, en el que la primera ministra había apostado todo su capital político, es rechazado por 432 votos en contra y 202 a favor. La peor derrota de un Gobierno desde los años 20 –de los 317 parlamentarios conservadores, 118 votaron en contra–.

Un día después, el 16 de enero, May gasta una nueva vida. La primera ministra se enfrenta a una moción de censura, esta vez en el Parlamento, y vuelve a salir airosa. Posteriormente presenta a los parlamentarios su 'plan B' (prácticamente idéntico al 'plan A') e intenta conseguir nuevas concesiones de la UE. El bloque insiste: no hay renegociación posible.

Menos de 24 horas antes de la segunda votación clave sobre el acuerdo de retirada, Bruselas y Londres pactan 'in extremis' nuevas garantías con el objetivo de convencer a los parlamentarios conservadores rebeldes. Las concesiones siguen sin convencer y el 12 de marzo, el Parlamento vuelve a rechazar “el acuerdo mejorado” –esta vez por 391 votos en contra y 242 a favor–. Pero a 17 días para la fecha programada del Brexit (29 de marzo) May sigue insistiendo en aprobar el texto negociado con Bruselas para evitar un Brexit duro o sin acuerdo.

La primera ministra pide entonces una prórroga hasta el 30 de junio, que la UE rechaza: hasta el 22 de mayo si consigue aprobar el acuerdo en la Cámara de los Comunes o, de lo contrario, decidir un plan B (o más bien C) antes del 12 de abril, fecha límite para la convocatoria de las elecciones europeas. Y Bruselas insiste: “No puede haber una apertura del acuerdo de retirada pactado entre la UE y Reino Unido en noviembre de 2018”.

May ofrece su cabeza

“He escuchado el mensaje del partido”, dice May a sus colegas conservadores el 27 de marzo. La primera ministra, desesperada, opta por ofrecer su cabeza a cambio de que los diputados tories rebeldes apoyen el texto. Unas horas después, la Cámara de los Comunes rechaza ocho planes alternativos al acuerdo –lectura: ni este acuerdo ni las ocho alternativas propuestas–. El 29 del mismo mes, dos días después, nueva derrota clave. El Parlamento rechaza por tercera vez el acuerdo de retirada. Esta vez por una diferencia de 58 votos. Parece que la oferta de dimisión de May ha convencido a algunos de los suyos, pero no a suficientes.

Ante la imposibilidad de conseguir el voto a favor de su propio partido, May cambia radicalmente de estrategia. Renuncia a convencer a los miembros rebeldes de su partido y opta por intentar ganarse el voto del Partido Laborista, que aboga por un Brexit más moderado. Esto, como era de esperar, indigna a los 'brexiters' más intransigentes de su partido.

Este martes, la primera ministra anunció su intención de llevar el acuerdo a una cuarta votación y ofrece una serie de cambios con el objetivo de convencer a los de Jeremy Corbyn. May promete que el Parlamento tendrá la posibilidad de votar para convocar un segundo referéndum y para una “unión aduanera temporal”. Las medidas no convencen a los laboristas e indignan a los tories. Empieza la tormenta final.

Altos cargos del partido y del Gobierno anuncian públicamente su rechazo a la propuesta de May y aumentan las presiones para forzar su dimisión. El comité conservador en la Cámara de los Comunes, el mismo que convocó la cuestión de confianza en diciembre de 2018, se reúne para estudiar la posibilidad de cambiar las normas internas del partido, que impiden someter a una segunda cuestión de confianza a un mismo candidato en menos de un año.

La amenaza ha sido suficiente. May no ha querido pasar por otro proceso humillante de desgaste y se rinde. Ahora se abre la carrera por el liderazgo del Partido Conservador, a la que el 'brexiter' duro y exministro de Exteriores Boris Johnson ya se ha apuntado. May seguirá siendo primera ministra hasta que la formación nombre sucesor.

La dimisión se produce en medio de las elecciones europeas, donde el partido de May se sufrirá un duro golpe, según predicen las encuestas. Los británicos votaron este jueves a sus representantes al Parlamento Europeo, pero los resultados no se conocerán hasta el domingo por la noche. El Brexit Party del ultranacionalista Nigel Farage lidera con diferencia las encuestas y el partido de May quedaría en cuarto lugar.