El régimen de Al Asad colapsa tras casi 14 años de guerra en Siria y los rebeldes se abren a una transición política
La bandera siria con las tres estrellas rojas ha vuelto a ondear en Damasco, como lo hizo en las manifestaciones de 2011 en contra del régimen de Bashar Al Asad, pero este domingo lo ha hecho sin miedo. El presidente abandonó la capital a primera hora, después de que los grupos armados opositores la rodearan el sábado, y sus fuerzas armadas y de seguridad se retiraron sin oponer resistencia.
La marcha de Al Asad ha abierto la puerta a una transición de poder que, de momento, está siendo pacífica, pero que tiene grandes retos por delante. El Ministerio de Exteriores ruso ha confirmado este domingo que el mandatario había abandonado el país tras mantener negociaciones con los insurgentes y ordenar que se facilite una transición pacífica. Horas más tarde, desde Moscú se confirmaba que el mandatario y su familia han sido acogidos por Rusia, que había sido el principal aliado del régimen desde su intervención militar en la contienda en 2015.
En las calles de Damasco y de otras ciudades sirias, los ciudadanos han salido a celebrar a medida que se han confirmado los rumores de que Al Asad se había ido y, con él, más de 20 años de represión, discriminación entre sectas y persecución de las voces críticas. Al grito de “Alá es grande” y otras consignas en contra del ya expresidente, los sirios han celebrado este domingo una libertad que parecía ya inalcanzable después de casi 14 años de conflicto armado.
Pero la alegría también se mezcla con temores por lo que vendrá a partir de ahora en un país destruido por la guerra, hundido en la miseria y profundamente dividido. Los diferentes grupos podrían buscar vengarse o imponer su dominio sobre el resto —como la minoría alauí de la familia Al Asad hizo durante décadas—.
Promesas de transición pacífica e inclusiva
La coalición de grupos islamistas que ha conquistado Damasco y expulsado al dictador sirio del poder, encabezados por el Organismo de Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham, en árabe), se ha apresurado a prometer una transición pacífica y de la que nadie quedará excluido, así como el respeto de las minorías religiosas, especialmente las que han estado asociadas al régimen, como los alauíes y los cristianos.
El hombre que se ha convertido en la cara visible de la revuelta, Abu Mohamed al Jolani, líder del Organismo (que se creó a partir de la filial de Al Qaeda en Siria), ha querido lanzar mensajes de tranquilidad en ese sentido y había ordenado a sus hombres: “Entrad en Damasco con modestia, tratad bien a vuestro pueblo y a vuestra gente”.
Tanto Al Jolani como la coalición de grupos armados, agrupados en las Operaciones Militares, han insistido en que se preserven las propiedades públicas y privadas en la capital, y que no se ataquen las instituciones del Estado porque son de todos los sirios y no exclusivamente del régimen. El líder yihadista —que lleva años intentando mostrar moderación, pero que no ha salido de las listas negras de terrorismo y por el que EEUU ofrece 10 millones de dólares— ha afirmado que este es el comienzo de “una nueva era para la nación musulmana y toda la región” de Oriente Medio, durante una visita a la histórica Mezquita de los Omeyas de Damasco, a la que solía acudir a rezar el ya expresidente sirio en las fechas religiosas señaladas.
Por su parte, Hadi Al Bahra, presidente de la Coalición Nacional Siria -el principal órgano opositor en el exilio-, ha explicado a elDiario.es que las Operaciones Militares es quien manda ahora sobre el terreno, porque es la que ha tomado el control del territorio, en una rápida y eficaz ofensiva contra el régimen, cuyas fuerzas armadas y de seguridad se rindieron y retiraron sin ofrecer resistencia. “El actual Gobierno continuará su trabajo hasta que empiece la transición. Los empleados estatales van a seguir desarrollando su labor”, ha afirmado en unas declaraciones en los márgenes del Foro de Doha, celebrado este fin de semana en la capital qatarí. “Los burócratas y tecnócratas van a permanecer, pero los ministros y el primer ministro vamos a tener que cambiarlos”, ha agregado. Al igual que los rebeldes armados, Al Bahra ha destacado que las instituciones del Estado son de todos los sirios.
Precisamente, el primer ministro sirio, Mohamed Ghazi al Jalali, permanece en Damasco y tendió la mano a los opositores armados poco después de que irrumpieran en la capital forzando la huida de Al Asad. De acuerdo con Al Jalali, las instituciones seguirán funcionando hasta su traspaso al nuevo gobierno, cuya formación y características aún no están claras, pero que todos parecen estar de acuerdo en que debe representar a todas las formaciones armadas y políticas, y las comunidades religiosas y étnicas de la diversa Siria.
Al Bahra ha dicho que la hoja de ruta para la transición la marca la resolución 2254 del Consejo de Seguridad de la ONU de 2015, que establece la creación en un plazo de seis meses de un órgano de gobierno “no sectario, inclusivo y creíble”, y la celebración de “elecciones libres y justas” en un plazo de 18 meses, todo ello en el marco de un “proceso político liderado por los sirios” pero con el apoyo de Naciones Unidas.
El veterano opositor, originario de Damasco, también ha afirmado que el Ejército será “reestructurado” y que en él se integrarán aquellos militares del régimen “que no hayan cometido crímenes” y el Ejército Libre Sirio, creado al comienzo de la revuelta de 2011 por los uniformados que desertaron para no reprimir a su propio pueblo. El Ejército Libre Sirio también ha participado en la ofensiva contra Al Asad, aunque desde hace años juega un papel menos destacado en comparación con los grupos armados de tendencia islamista, más radicales en sus ideas y en sus prácticas.
Al Bahra no se ha mostrado preocupado por esas tendencias y ha destacado que los grupos armados acordaron actuar de acuerdo con un “código ético” durante su ofensiva. “Estas reglas aseguran que no haya extremismo, malos comportamientos o violaciones de los derechos humanos”, ha explicado, y ha agregado: “Está funcionando muy bien”.
De momento, no ha habido denuncias de abusos o crímenes por parte de los rebeldes que han conquistado las ciudades más importantes de Siria, una tras otra, entre finales de noviembre y este fin de semana. En las redes sociales han circulado vídeos en los que se pueden ver a cristianos sirios celebrando la caída del régimen que, supuestamente, les protegía frente a los islamistas.
“Nuestro objetivo es tener una Siria unida, no dividida, y queremos unir a todos bajo un sólo Gobierno”, ha recalcado Al Bahra, en referencia no sólo a la población siria sino a las tres administraciones que en los pasados años han gobernado las áreas que escapaban al control del régimen en el norte y el este de Siria.
La cuestión kurda y otros retos
La autoproclamada administración kurda controla un amplio territorio en el noreste de Siria y supone uno de los mayores obstáculos, debido a las rivalidades entre los kurdosirios y la oposición respaldada por Turquía (como es el caso de la Coalición Nacional Siria), los insurgentes islamistas y otros actores del conflicto.
El Gobierno turco tendrá mucho que decir respecto a los kurdosirios, contra los que ha intervenido militarmente en Siria para alejarlos de su frontera, ya que los considera una amenaza y una rama del turco Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK). El ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, ha declarado este domingo en el Foro de Doha que su Gobierno está en contacto con todos los grupos “para asegurar que las organizaciones terroristas no se aprovechan de la situación” después de la caída del régimen de Al Asad.
Fidan ha nombrado expresamente a la organización yihadista Estado Islámico y a las milicias kurdosirias Unidades de Protección Popular (YPG), a las que equipara con el PKK, considerado terrorista y vetado Turquía. “Ninguna rama del PKK en Siria puede considerarse un interlocutor legítimo para mantener conversaciones en Siria, porque sus filas están llenas de combatientes terroristas internacionales de Turquía, Irak e Irán”, ha denunciado.
El titular de Exteriores ha dicho que el nuevo gobierno sirio “no debe suponer una amenaza para sus vecinos, sino todo lo contrario”, agregando que ha llegado el momento de que los refugiados que se encuentran en los países fronterizos (Turquía, Líbano y Jordania) puedan regresar a sus hogares -una de las principales reivindicaciones de Ankara en los últimos años, ya que hospeda a unos 3 millones de sirios-. Miles de ellos han celebrado este domingo en Estambul la caída del régimen de Al Asad.
El enviado especial de Naciones Unidas para Siria, Geir O. Pedersen, ha expuesto algunos de los retos a los que se enfrenta ahora el país. Entre ellos, ha destacado el hecho de que Hayat Tahrir al Sham se encuentra en la lista de grupos terroristas: “Es muy importante que veamos sobre el terreno unos desarrollos que demuestren que puede lograr una transición hacia un futuro democrático en Siria”, ha dicho en una rueda de prensa en el marco del Foro de Doha. “Estamos siguiendo muy de cerca todo lo que ocurre sobre el terreno, lo que hacen todas las facciones, y hay una serie de procedimientos que tendrán que seguir si quieren salir de esa lista” de grupos terroristas, ha agregado.
“Lo más importante en estos momentos es evitar el derramamiento de sangre, que haya un diálogo y un proceso que incluya a todas las comunidades, y preparativos para la transición”, ha afirmado Pedersen, quien ha dicho tener una “esperanza precavida”: “Este puede ser el principio de verdad de una nueva Siria, esperemos que haya voluntad para trabajar todos juntos hacia ella”.
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