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Opinión - Ni liderazgo ni autoridad. Por Esther Palomera

ANÁLISIS

Los republicanos aplauden a su congresista más polémica: acosó a víctimas de tiroteos escolares y pidió la ejecución de políticos demócratas

“Los atentados del 11 de septiembre sí que sucedieron, desde luego. No creo que fueran falsos”. Este es el singular descubrimiento que ha hecho la congresista republicana Marjorie Taylor Greene, que en las escasas semanas que lleva en la Cámara de Representantes se está dando cuenta de que muchas cosas no son como ella pensaba: que el gobierno de EEUU no organizó el 11-S, ni tampoco las matanzas con armas en centros escolares; que los grandes incendios forestales no los provoca una prominente familia de banqueros judíos disparando un rayo láser desde el espacio. Quién lo iba a decir. 

La congresista se ha puesto este jueves una mascarilla en la que se podía leer “libertad de expresión” y le ha contado al pleno de la cámara que todas esas cosas solo son “palabras del pasado” que ya “no la representan”. Se arrepiente de haber difundido hace tan solo tres años las teorías conspirativas de QAnon, esas que dicen que los demócratas y “las élites” son una secta satánica de pederastas y caníbales, pero no pide perdón por haber reclamado hace mucho menos la ejecución de políticos como Nancy Pelosi. Eso no.

¿Y por qué iba a hacerlo, en realidad? Los votantes republicanos de su distrito de Georgia la eligieron precisamente por eso. Porque representa a la perfección a la ultraderecha lunática que llevaba años bien asentada en la periferia del Partido Republicano, pero que gracias a Donald Trump se ha convertido en el corazón del partido. Hace unos años, si una aspirante a un cargo público se dedicaba a acosar a víctimas de tiroteos escolares llamándolos “perros entrenados”, “cobardes” o “pequeños Hitler” esto hubiera supuesto el fin de su carrera política. Ahora puede ser el inicio de su carrera política. 

Castigo de la Cámara

Este jueves la Cámara de Representantes ha castigado a la congresista retirándola de varios comités, entre ellos el de educación, pero apenas un puñado de republicanos ha apoyado la medida. Un éxito para el líder del partido en esa cámara que ha condenado “inequívocamente” las locuras de Taylor Greene, pero que ha invitado a los suyos a “permanecer unidos”. Es el último capítulo de su búsqueda de un equilibrio imposible y curioso: defender en plano de igualdad a los congresistas republicanos que se han atrevido a condenar el intento de golpe de estado de Trump y a aquellos que con Trump han fomentado un golpe de estado. Pero dentro del partido, la batalla no está reñida. 

Es una realidad incómoda, pero Marjorie Taylor Greene representa hoy a parte de las bases republicanas mucho mejor que algunos líderes que la han definido como “un cáncer” para el partido. Irónicamente, vivir fuera de la realidad es la nueva realidad republicana. El rechazo de los hechos es lo esperable y hasta lo conveniente. Cuando Taylor Greene perseguía a sus futuros compañeros por los pasillos del Capitolio diciendo que en realidad no eran congresistas porque no habían jurado su cargo sobre la Biblia, ¿sabía que tal requisito no existe? La respuesta es que no tiene la menor importancia.

La nueva normalidad para millones de republicanos es esa. En la configuración actual del partido tiene más visibilidad la falsedad de que Obama era musulmán que los mantras tradicionales de “gobierno limitado” o “responsabilidad personal”. Creer como Taylor Greene que los demócratas asesinan regularmente a aquellos que van a “revelar la verdad” ya no es una aberrante excepción. Cuando la congresista se ha definido ante la Cámara de Representantes como “una estadounidense muy normal”, lo que quiere decir es que es una republicana bastante normal. Y lleva razón.

Su partido podría, por supuesto, haber mandado una señal de que esa no es la normalidad que quiere. Podría haber pactado con los demócratas su defenestración, como ha hecho antes con otros miembros y por mucho menos. En lugar de eso, la aplaudieron en una reunión interna cuando se disculpó con sus compañeros por “ponerles en una situación difícil”. Les recordó también quién es el verdadero enemigo: “¿vamos a permitir a los medios que nos dividan, cuando son tan culpables como QAnon de contar verdades y mentiras?”. 

Esa “disculpa” la pronunció en privado ante los otros congresistas de su partido, pero es bastante más probable que lo que hayan leído sobre este tema miles de republicanos sea el mensaje que ha publicado en sus redes sociales: “No rectificaré. Nunca pediré perdón. Siempre seguiré luchando por la gente”. Ya lo dijo Trump, Marjorie Taylor Greene es “fantástica”, “increíble” y “una verdadera ganadora”. Solo se equivocó cuando la llamó “futura estrella republicana”. En absoluto. Es la estrella presente del Partido Republicano.