Qué resquicios quedan para que Trump no sea el candidato republicano tras su aplastante victoria en Iowa
El origen del dicho en la política estadounidense de que “salen tres billetes de Iowa” viene de lo raros que son los caucus en este estado rural del Medio Oeste. Los ganadores se proclaman en asambleas de unas pocas decenas de activistas que se reúnen en gimnasios, iglesias y colegios una noche heladora de enero y, después de unos discursos, apuntan su favorito en un papel. Los papeles se amontonan, se cuentan a mano delante de todos y se lee el resultado; si hay empate, se tira una moneda al aire. Puede salir cualquier cosa y es muy habitual que el ganador en Iowa no sea finalmente el candidato del partido, sobre todo del lado republicano.
Ahora bien, desde que Donald Trump irrumpió en la política de Estados Unidos, casi ningún dicho ni norma ni intuición del sentido común se cumple. Su victoria aplastante en los caucus del lunes estaba prevista por todas las encuestas igual que su casi inevitable victoria en todo el proceso de primarias republicanas.
Trump, que no ganó los caucus en Iowa en 2016, consiguió este lunes más del 50% de los apoyos (un récord en este tipo de votación) en una noche de menor participación por una alerta de frío extremo y temperaturas entre 20 y 30 bajo cero. El resultado estaba tan claro desde los primeros votos que la agencia AP anunció la victoria de Trump media hora después del comienzo de los caucus y cuando muchos republicanos seguían votando. Pese a sus muy limitadas opciones, Ron DeSantis y Nikki Haley consiguieron esos otros dos billetes de Iowa hacia New Hampshire, que celebra sus primarias el 23 de enero; Nevada, el 8 de febrero; y Carolina del Sur, el 24.
Haley en New Hampshire
Trump lidera las encuestas también en New Hampshire, donde sí ganó en 2016, pero tiene más competencia respecto a Iowa.
Haley, la exembajadora ante la ONU y exgobernadora de Carolina del Sur, ha puesto todos sus esfuerzos entre anuncios y mítines en New Hampshire, un estado con más variedad de votantes, una población universitaria con la que puede conectar, republicanos menos conservadores que en Iowa y la participación de votantes registrados como independientes que pueden elegir votar en estas primarias en lugar de en las demócratas, donde Joe Biden apenas tiene rivales.
Haley ha acortado distancias con Trump, pero sigue estando más de 10 puntos por detrás del expresidente en la media de los sondeos. Su tercer puesto en Iowa, un par de puntos por detrás de DeSantis, no la ayuda a presentarse como una clara alternativa a Trump.
A la vez, cuesta ver al gobernador de Florida como alternativa pese a su segundo puesto en Iowa. En ese estado, había conseguido el respaldo del gobernador y otros líderes locales y había apostado fuerte en dinero y tiempo: presumía de haber visitado los 99 condados del estado. Trump ganó en 98 condados, Haley en uno y DeSantis, en ninguno, según los resultados preliminares.
Haley y DeSantis se pueden anular fácilmente entre ellos al dividir el voto entre los republicanos reticentes a Trump. Una sorpresa de alguno de los dos frenaría la marcha acelerada de Trump hacia su proclamación como candidato republicano, aunque tampoco la descarrilaría por sí sola.
La salida de Carolina del Sur
En Nevada, Trump tiene una ventaja tan aplastante –65 puntos, según la última encuesta publicada– que incluso aunque tuviera un susto en New Hampshire, se podría recuperar con facilidad con una buena noticia en Las Vegas.
La votación que puede ser algo más competitiva si para entonces hay una sola alternativa clara al expresidente es la de Carolina del Sur, donde los sondeos muestran una ventaja de Trump de “sólo” veintitantos puntos.
Los sondeos son algo prematuros en el caso de las primarias porque el electorado suele ser más flexible y reaccionar a las percepciones de quién puede ser el ganador, y la victoria se juega entre un número reducido de votantes.
La buena y la mala noticia para Haley es que este es su estado natal y del que fue gobernadora. Esto le debería ofrecer un resquicio extra de popularidad y contactos, pero si ni siquiera logra ganar aquí, el futuro de su campaña es más que dudoso. Esta puede ser la última salida para los votantes republicanos antes de entregarse a la victoria total de Trump en su proceso de primarias.
La decisión del Tribunal Supremo
El Tribunal Supremo tiene que decidir si es correcta la sentencia del alto tribunal de Colorado de excluir a Trump de la papeleta por alentar una insurrección porque esto viola la enmienda de la Constitución que impide presentarse a cargos públicos a personas involucradas en insurrecciones. El Supremo escuchará argumentos el 8 de febrero y decidirá después, supuestamente antes de las primarias de Colorado, que son el 5 de marzo.
El secretario de Estado de Maine, que administra las elecciones, también tomó la misma decisión, y este caso puede llegar al Supremo del estado, aunque probablemente cuando ya haya precedente de la autoridad judicial superior.
El Supremo de Estados Unidos no sólo tiene ahora mayoría conservadora de seis a tres, sino que tres de los jueces conservadores fueron elegidos por Trump y se ha ido particularmente a la derecha en los últimos años, como mostró la eliminación de la protección nacional del derecho al aborto en junio de 2022.
A lo largo de la historia, jueces del Supremo han votado contra los deseos del presidente o del partido que los eligió, por ejemplo, contra Richard Nixon en el caso de las cintas del Watergate, en 1974. Pero el partidismo en las instituciones es más marcado que entonces.
Como subraya Barbara Perry, directora del centro de historia presidencial de la Universidad de Virginia, “es más probable” que los jueces del Supremo vayan a votar a favor del presidente que los eligió “que lo contrario, pero nunca es una certeza”. “Los análisis de ciencia política muestran que los jueces votan en la misma dirección ideológica que los presidentes que los nombraron cerca del 80% del tiempo”. En el caso del actual Supremo, ya hay un precedente de dos magistrados conservadores, Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh, que votaron contra Trump, en un caso sobre su inmunidad en 2020.
La mayoría de los jueces conservadores se describen como “originalistas”, es decir, quienes siguen al pie de la letra la Constitución sin tener en cuenta el contexto histórico, social o político. Si lo hicieran en este caso, la enmienda 14 de la Constitución es clara en el veto a quien se haya involucrado en una insurrección o rebelión.
Aunque parece improbable que el Supremo se atreva a dar este paso, una decisión en contra de Trump acabaría con su campaña.
Los 91 cargos
El expresidente afronta 91 cargos separados en cuatro acusaciones formales contra él. “Superar 91 cargos es una tarea difícil para cualquiera. Nunca lo he visto”, decía en una entrevista a elDiario.es Ron Sullivan, penalista de larga experiencia y profesor de Derecho de la Universidad de Harvard. “Un estadístico diría que vas a caer en uno de esos cargos por puro cálculo de probabilidades. El panorama para el expresidente Trump es sombrío en este momento. Dicho esto, se le presume inocente y el sistema de justicia penal lo resolverá”.
En marzo, empiezan los juicios por los casos del asalto al Capitolio y la falsificación de documentos. En mayo, el de la sustracción de documentos clasificados. Estos tres juicios coinciden así con las primarias –aunque en marzo puede no quedar rival para Trump– y la convención republicana, donde se nombra oficialmente al candidato y que este año se celebra en Milwaukee entre el 15 y el 18 de julio. Hasta esa fecha, en teoría, el partido tiene algún margen de maniobra para cambiar de candidato.
El juicio que tiene un mayor riesgo de condena de cárcel para Trump, el del intento de alterar el resultado electoral de 2020 en Georgia, sigue sin fecha a la espera de la decisión del juez sobre la última propuesta de la Fiscalía, el 5 de agosto.
La cárcel
Trump podría acabar en la cárcel, aunque esto no le excluye automáticamente de ser candidato o incluso presidente. Hay al menos un precedente de un candidato que se presentó a las elecciones desde la cárcel, en 1920, el socialista Eugene V. Debs, condenado por un discurso contra la participación de EEUU en la Primera Guerra Mundial (fue indultado después por el presidente).
Si Trump acabara en prisión, habría una batalla legal para mostrar que se le puede aplicar la enmienda 25 de la Constitución, utilizada para casos de incapacidad.
“No hay nada que impida a un delincuente convicto ser presidente de Estados Unidos. Tienes que cumplir dos condiciones: ser ciudadano natural por nacimiento y tener al menos 35 años. Trump cumple con ambas, así que es elegible ahora. Puede presentarse y ganar”, explicaba Sullivan. “Pero digamos que gana y es encarcelado en Nueva York o Georgia. Se podría argumentar que no puede gobernar de manera eficaz. Hay una disposición constitucional, la enmienda 25, que dice que si un presidente está de alguna manera incapacitado y no está preparado para hacer su trabajo, a través de un mecanismo detallado en la Constitución se puede destituir a esa persona al menos temporalmente. Habitualmente, se utiliza cuando un presidente se somete a una cirugía o algún tipo de anestésico y no está disponible si hay alguna emergencia nacional. Sería una incapacidad similar si un presidente fuera encarcelado por no tener acceso a líneas privadas cifradas, no poder recibir briefings diarios... La falta de privacidad y de entornos seguros inhabilitaría al ocupante del cargo para poder llevar a cabo sus tareas”.
¿Y en noviembre?
No hay que olvidar que el resultado de los caucus de Iowa no es representativo ni del país ni del Partido Republicano, por lo que los resultados no se deben tomar como una medida clara del apoyo que Trump pueda tener en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
En los caucus de este lunes, participaron unas 110.000 personas, es decir, el 15% de los votantes registrados como republicanos en ese estado de algo más de tres millones de personas. Es un estado con mayor porcentaje de población blanca y rural que la media de Estados Unidos y donde Trump ganó por ocho puntos las presidenciales de 2020 y por diez cuatro años antes.
Las encuestas sobre intención de voto nacional indican que Nikki Haley sería más popular que Trump en un enfrentamiento contra el presidente Joe Biden. Las elecciones, que se esperan ajustadas, se ganan en cualquier caso en un puñado de estados muy disputados, no por el voto nacional, y la clave es quién conseguirá movilizar a más fieles en esos pocos estados. La mayoría de los estadounidenses tienen una opinión desfavorable tanto de Biden como de Trump.
Una parte de los republicanos siguen rechazando a Trump, el candidato que amenaza con meter a sus rivales políticos en la cárcel, anuncia deportaciones masivas y bromea con la idea de convertirse en un dictador. En 2021, según una encuesta de Pew, cerca de un 30% de republicanos deseaba que el expresidente desapareciera por completo de la escena política. Pero la lucha de los “never-trumpers” (“nunca-trumpianos”) no ha logrado un candidato alternativo claro, y muchos están tirando la toalla.
Justo antes de los caucus, en una crónica desde Iowa de Lisa Lerer, periodista del New York Times especializada en elecciones presidenciales, Doug Gross, abogado republicano que lleva 40 años en política y planeaba apoyar a Haley, decía: “En Iowa tienes la sensación de que estamos caminando sonámbulos hacia una pesadilla y que no hay nada que podamos hacer al respecto”.
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