De pie sobre una butaca, Sergio Massa arenga a los dirigentes y militantes que estiran la fiesta en la terraza donde celebra sus resultados Unión por la Patria, trepado ahí arriba, una resurrección peronista, la figura en torno a la cual se construyó una victoria que parecía imposible. Pasada la medianoche, entre el fervor inesperado, Massa coronó —aunque todavía falta un round más, el definitivo— un proceso que atravesó a puro tropiezo.
Ministro de Economía de un gobierno con todos los indicadores en rojo, Massa pasó de los 6,7 millones de votos que sumó junto a Juan Grabois en las primarias de Argentina —los propios fueron algo más de 5,1 millones— a 9,6 millones para acercarse, casi insólitamente para el contexto, a la posibilidad de ganar en primera vuelta. La dimensión de la remontada, que fue la sorpresa masiva en Unión por la Patria (la alianza gobernante de centroizquierda), incinera los manuales: ¿qué hizo que el candidato de un oficialismo fallido logre un triunfo y consiga, para eso, un repunte exponencial?
Se votó lo que se quería, pero también lo que no
La respuesta más fácil, y quizá la más importante, la sugirió Massa en su discurso cuando habló de la motivación de los votantes: que el domingo se votó lo que se quería, pero también lo que no se quería. Sobre un registro fáctico de que entre el 13 de agosto y el 22 de octubre, la economía se deterioró, el crecimiento electoral del ministro-candidato parece tener como insumo básico el haber logrado la magia de constituirse en la bala de plata para impedir que Javier Milei resulte, al menos en primera vuelta, electo presidente.
En el mundo Massa embellecen los motivos, y afirman que el ministro logró una alquimia difícil: que se lo vea como la persona indicada para el tiempo histórico. Es, en cierto modo, parte de lo mismo: en definitiva, la oferta electoral es finita y Massa logró, sin épica ni pasiones, recortarse como lo más conveniente del menú. El peronismo pudo, en la que puede ser su peor temporada como gestor, canalizar el voto útil a su favor: en general, al menos en las últimas dos presidenciales, el voto “útil” fue un motor para Juntos por el Cambio (coalición conservadora), que llevó al triunfo a Mauricio Macri en 2015 —que en la PASO sacó 24 puntos y en el balotaje 52— y le traccionó en la remontada de 2019.
Este domingo, Unión por la Patria creció casi 3 millones de votos respecto a las primarias (PASO), Milei sumó 500 mil y Juntos por el Cambio perdió 600.000. Aunque hubo 3 millones de votantes afirmativos más que en las primarias —bajó el voto en blanco y la partición aumentó 7 puntos— el conglomerado opositor Milei-Juntos por el Cambio obtuvo casi la misma cantidad de votos. Es decir: el voto opositor extremo no varió entre el 13-A y el 22-O, aunque la atmósfera política, y sobre todo económica, empeoró de manera palpable.
Massa funcionó bien y se activó la estructura peronista
Asoma, entonces, otra dimensión: Massa genera el unánime elogio del peronismo respecto a su voluntad por momentos casi irracional y ese activo apareció en la lectura de estas horas sobre un resultado electoral que nadie esperaba. La boleta nacional de UP logró un crecimiento general de punta a punta del país, en provincias hostiles como Córdoba -pasó de 8 a 13 puntos- o en territorios amigos como Tucumán -pasó de 33 a 45%. En la provincia de Buenos Aires, la suba de casi 10 puntos, magnifica, por el volumen, el impacto del crecimiento electoral.
La tendencia generalizada marida dos fenómenos: que Massa logró funcionar bien como candidato, por mérito propio o como contrafuego contra Milei, y que la siempre discutida estructura peronista, que en las PASO jugó a medias, se activó para traccionar la boleta nacional.
¿Es, entonces, una victoria del aparato? No: la movilización tiene, según la experiencia del peronismo, márgenes de impacto menores sobre los resultados. Lo que pudo intervenir más fue que los gobernadores y jefes territoriales del Partido Justicialista, en línea con Massa, operaron como alerta directa de los riesgos que para sus territorios podía suponer Milei.
Fue insumo de debate interno, también, si el paquete de medidas que Massa lanzó post devaluación del 14 de agosto tuvo impacto. En el búnker de Unión por la Patria decían que más que un efecto positivo en términos electorales, aquellos anuncios le daban centralidad a Massa y lo mostraban proactivo frente a la crisis. Todo, al final, pareció combinarse en un puzzle que derivó en la victoria del peronismo y dejó, en otro plano, un mensaje: la centralidad de Massa y de Axel Kicillof.
Anida, ahí, otro factor: el peronismo pareció encontrar el orden y la conducción, aunque el ministro y el gobernador operen muchas veces en sintonías diferentes, que se perdió cuando la relación entre los Fernández, Alberto y Cristina, se volvió tortuosa y alteró la gestión y la convivencia en el Frente de Todos. El resultado del 22-O activa, a partir del éxito electoral, una reconfiguración de las jefaturas y, con eso, otra potencial reinvención del peronismo. Se sabe cómo es eso: el peronismo cambia de ismo y vuelve (o al menos trata) a volver a nacer.
El caso de Buenos Aires es para revisar los manuales: el domingo 22, el PJ tuvo en la provincia resultados que, en algunos casos, fueron parecidos a los del 2019, como si en el medio no hubiese ocurrido la decepción del Frente de Todos (FdT), la pandemia, la sequía, la inflación de más de 100 puntos anuales y el dólar blue a 1.000 pesos. Los votos de 2019 que perdió en 2021 y la PASO del 2023, parecieron volver casi intactos en la general de este domingo. Una hipótesis es que Milei fue el factor que logró que, luego de tres elecciones malas -las dos del 2021 y la primaria de este año- el peronismo recupere sus caudales históricos de voto.
Esa volatilidad es, lo sabe Massa, un problema para los 28 días que lo separan del balotaje. Daniel Scioli dijo, la semana pasada, que Massa acertó en plantar en la campaña de la general el “peligro Milei” y lo vinculó con su propia experiencia, en 2015, cuando lo que se conoció como “campaña del miedo” irrumpió en el tramo del balotaje. Para Scioli, eso ocurrió tarde y contó, incluso, que el propio Macri le dijo una vez electo que, si el balotaje era una semana más tarde, Scioli lo ganaba porque terminarían de calar las advertencias que hacía el entonces gobernador. A Massa -al peronismo- le funcionó para la general. También es cierto que esa herramienta ya puede no ser suficiente para la segunda vuelta.