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Cuando la Revolución de los Claveles ya era irreversible, la dictadura seguía matando gente en Portugal

Ruben Martins

Lisboa —
24 de abril de 2024 23:51 h

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Portugal celebra este jueves el 50 aniversario de la Revolución de los Claveles, que acabó con 48 años de régimen dictatorial y dio paso a cinco décadas de democracia en el país. Dirigida por jóvenes soldados hartos de una guerra interminable en las antiguas colonias africanas bajo control portugués, la revolución pasará a la historia por haberse producido sin derramamiento de sangre. Pero al anochecer del 25 de abril de 1974, cuatro civiles y un agente de la policía política (PIDE/DGS) perdieron la vida frente a la sede del principal órgano opresor del periodo dictatorial, conocido como Estado Novo. Fueron asesinados en la última muestra de fuerza que la PIDE quiso mostrar, cuando el régimen ya no tenía futuro.

Sus historias quedaron prácticamente olvidadas en los libros de historia y en las páginas de los periódicos, dado lo mucho que cambió aquel día, pero el periodista Fábio Monteiro intentó rescatar su memoria y publicó Esquecidos em Abril (Olvidados en abril) [Livros Horizonte, 2019]. En declaraciones a elDiario.es, Monteiro dice que “más que deliberado”, el olvido de estos nombres “es circunstancial”, dado todo lo que ocurrió el 25 de abril. “Con la rendición del dictador Marcelo Caetano momentos antes, lo que ocurrió junto a la sede de la PIDE pasó a ser una nota a pie de página”, ya que “nada de lo que pasó allí fue considerado como central en la revolución”. 

Con el golpe ya en marcha desde hacía más de 20 horas y con la certeza de que no había vuelta atrás, varias personas se dirigieron a la sede de la policía política en una pequeña calle del centro histórico de Lisboa, la rua António Maria Cardoso, donde permanecían algunos agentes e informadores de la policía política. La PIDE/DGS era uno de los símbolos del Estado Novo, responsable del encarcelamiento y tortura de miles de opositores al régimen, pero el edificio había sido ignorado por los militares, que no controlaban este lugar. 

Sin responsables, cincuenta años después

En un último suspiro de fuerza, desde la ventana de la sede de la policía política, hubo quien disparó contra la multitud que se había congregado frente al edificio. Fue el episodio más oscuro de la jornada. Aún hoy no sabemos con certeza quién cogió el arma y disparó, dice Monteiro: “Nunca hubo un juicio y no hay constancia oficial de quién lo hizo. Algunos dicen que fue el director de la PIDE, Silva Pais, pero no hay registros oficiales” que lo prueben. 

45 personas resultaron heridas, cuatro de ellas murieron. Una pequeña placa recuerda sus nombres. “En la tarde del 25 de abril de 1974, la PIDE abrió fuego contra el pueblo de Lisboa”, reza la lápida tallada en la pared de lo que hoy es un edificio de viviendas. Las víctimas de aquel día fueron el estudiante de filosofía João Arruda, el camarero Fernando Giesteira, el soldado Fernando Barreiros dos Reis y el administrativo José Harteley Barneto.

A las 21.20 horas del 25 de abril de 1974, aproximadamente una hora después de estas muertes, y con los rebeldes militares ya en control de la calle, una serie de empleados de la PIDE/DGS fueron detenidos tan pronto como salieron de la institución. António Lage, empleado de la policía política, fue uno de los que se entregó voluntariamente. Fuera, la gente gritaba nerviosa por las muertes ocurridas una hora antes: “¡Mátenlo, mátenlo, mátenlo!”. Las grabaciones de Radio Clube Português recogen con fidelidad este momento. El reportero Alfredo Alvela pregunta a un ciudadano: “¿Qué hizo el tipo?”. Responde: “El tipo se entregó, lo registraron y, al cabo de un rato, la gente empezó a gritar que lo mataran. El tipo empezó a huir y lo mataron”. Fue la quinta persona asesinada el 25 de abril de 1974 y la única que, en cierto modo, estaba alineada con el antiguo régimen. No fue hasta la mañana del 26 que los militares consiguieron entrar en la sede de la policía política, después de que el régimen hubiera caído.

A pesar de una petición del escritor Pedro Vieira al Ayuntamiento de Lisboa en 2018 para que los nombres de los cuatro muertos se pusieran en las calles de la capital, nada se ha hecho hasta la fecha. Pero este jueves, la pequeña localidad de Arranhó, a 30 kilómetros de Lisboa, hace el gesto simbólico de rebautizar una calle en honor a Fernando Luís Barreiros dos Reis, el soldado asesinado frente a la sede de la PIDE y el único soldado que murió aquel día, aunque en aquel momento no estaba en servicio.

En declaraciones a elDiario.es, Pedro Mateus, presidente de la pedanía de Arranhó, entidad local menor del municipio de Arruda dos Vinhos, de donde era originario Barreiros dos Reis, recuerda que “la revolución también tuvo sus momentos no tan buenos” y que “no debemos dejar caer en el olvido a los que lucharon por la libertad y dieron su vida por ella”. Este gesto, dice el alcalde socialista, sirve también para recordar que “la libertad tuvo un precio para algunos, y no podemos darla por segura”.

Democratizar, descolonizar, desarrollar

Aquel jueves, el régimen y el país se despertaron sobresaltados. Un grupo de soldados avanzaba hacia Lisboa en un golpe de Estado de resultado imprevisible. Los intentos anteriores de poner fin a la revolución habían sido eficazmente contenidos, pero esta vez, el dictador Marcelo Caetano fue informado de que la revolución estaba en pleno desarrollo, en una situación considerada “grave”. El director de la policía política, Silva Pais, aconsejó al jefe del gobierno que se dirijiera al cuartel de la Guardia Nacional Republicana (equivalente a la Guardia Civil), cerca de Chiado, en Lisboa. A pesar de los repetidos llamamientos para que la gente se quedara en casa, los militares pasaron gran parte del día 25 de abril rodeados de gente celebrando la victoria cuando por fin se dieron cuenta de que no había vuelta atrás ante la fuerza de una multitud que clamaba por la libertad. Fue el “día inicial, entero y limpio, en que salimos de la noche y del silencio y habitamos libremente la sustancia del tiempo”, como lo describió la poetisa Sophia de Melo Breyner en el poema que dedicó a esta fecha.

El programa político de los militares estaba claro, pero el camino para llegar a él después de aquel día no siempre lo estuvo. Para el Movimiento de las Fuerzas Armadas, el camino era ejecutar las “3D”: democratizar, descolonizar y desarrollar. Hace cincuenta años, uno de cada cuatro portugueses no sabía leer ni escribir, la mortalidad infantil era muy superior a la de otros países europeos —40 de cada mil bebés morían antes de cumplir un año— y el agua por tubería no llegaba a la mitad de los hogares del país.

Celeste, la mujer detrás de los claveles de la revolución

La revolución, que comenzó cuando los primeros versos de la prohibida “Grândola, Vila Morena” —canción de José Afonso que se interpretó por primera vez en directo en Santiago de Compostela— se escucharon en la emisora católica Rádio Renascença, está llena de historias curiosas y coincidencias increíbles. Celeste Caeiro, que ahora tiene 90 años, es la responsable de que la revolución lleve el nombre de una flor. Caeiro trabajaba como limpiadora en un restaurante de Lisboa que había abierto el 25 de abril de 1973, exactamente un año antes del levantamiento militar. La revolución se cruzó en su camino aquel día y la fiesta de cumpleaños prometida, con claveles para las mujeres y vino de Oporto para los hombres, fue cancelada. El jefe del restaurante pidió a los empleados que se llevaran los claveles porque se iban a estropear. Caeiro se encontró con la historia de un país cuando un soldado de los rebeldes le pidió un cigarrillo, la mujer le dijo que no tenía, pero le dio uno de los muchos claveles que llevaba consigo. El soldado puso la flor en el cañón de su fusil. Muchos otros repitieron el gesto. Se convirtió en el icono de un día histórico.

Esa misma noche, el capitán Fernando José Salgueiro Maia habló a los soldados de la Escuela Práctica de Caballería de Santarém, informándoles de lo que iba a hacer. La frase que hizo que gran parte del cuartel se uniera a la revolución pasará a la historia: “Señores, como todos ustedes saben, hay diferentes tipos de estados. Estados socialistas, estados capitalistas y el estado al que hemos llegado. Ahora, en esta noche solemne, vamos a acabar con el estado al que hemos llegado”.

Fue junto al río Tajo donde se produjo el momento más tenso. El sol de la mañana del 25 de abril de 1974 entraba ya en las calles de Lisboa cuando la columna militar se encontró con los soldados llamados a reaccionar ante el golpe de Estado. A los mandos de un tanque militar M47, José Alves da Costa recibió la orden de disparar contra los soldados sublevados: “O disparáis o dispararé a vuestra cabeza”. Alves da Costa sabía que un disparo de aquel tanque significaría la muerte de muchas personas. Respondió con un lacónico “veré lo que puedo hacer” y entró en el tanque, encerrándose durante más de dos horas. Nunca disparó. Cuando salió del tanque, la revolución ya estaba en marcha cerca del Largo do Carmo, donde se refugiaban el Gobierno y el dictador Marcelo Caetano. 

Allí, Salgueiro Maia evitó en la medida de lo posible disparar a las ventanas: “¿Y luego quién paga la factura de los cristales?”, se preguntó. Finalmente, cedió y los militares dispararon una salva de tiros contra el cuartel. Fue, según se supo más tarde, el momento en que Marcelo Caetano cedió y se rindió.

Cuando el militar insurgente Manuel Silva sacó al Gobierno del cuartel de Carmo, del dictador sólo se oyó la frase: “Así es la vida”. Tras la rendición, camino del cuartel de Pontinha, donde se encontraba el centro de mando del movimiento insurgente, reinó el silencio. El régimen acababa de caer. Marcelo Caetano acabaría exiliado en Brasil. 

Una de las principales preguntas que quedan de aquel día es si la PIDE sabía o no lo que ocurría en el movimiento militar que estaba detrás del golpe de Estado. Y si lo sabía, ¿por qué fue tan cómplice de los movimientos militares?

La historiadora Ana Sofia Ferreira subraya que la dictadura cayó “con muy poca resistencia y casi ningún apoyo”, ya que “la vida bajo el Estado Novo (régimen dictatorial) era a menudo un precario equilibrio entre el orden aparente y las tensiones subyacentes”. Ferreira recuerda que “la censura, la represión política y el control ideológico eran aspectos palpables de la vida cotidiana” y que la Revolución de los Claveles fue, por tanto, “no sólo un acontecimiento político, sino también un movimiento social que sentó las bases de una sociedad más inclusiva y abierta”. 

“Tendremos que aprender a resistir de nuevo”

Ahora, con un panorama político sustancialmente distinto, en una democracia parlamentaria con 50 diputados de extrema derecha, el histórico militante socialista, Manuel Alegre, dice que “habrá que saber resistir de nuevo”, aunque el contexto sea “sustancialmente distinto”. Con el rejuvenecimiento generacional, cada vez son menos los que recuerdan el “primer día, entero y limpio”. Las nuevas generaciones nacieron dando por sentada la democracia y ya no les importa recurrir a soluciones políticas de protesta que no valoran el legado de Abril.

Matilde Pina Silva, una joven licenciada en Ciencias Políticas, explica a elDiario.es que el 25 de Abril le permitió “tener la vida que quiere”, respondiendo “por sí misma” y “con sanidad y educación públicas”. Con 22 años, Silva asegura que siempre ha crecido “europea y en democracia”, pero lamenta que a su alrededor ve que sus compañeros “emigran y es imposible tener una casa propia”. Dice que el “principal problema” es que su generación “no tiene acceso” a lo que tuvieron sus padres.

Así justifica la fuerte adhesión de los jóvenes al discurso de extrema derecha: “Hay mucho analfabetismo político. Es un discurso fácil y populista, era inevitable”. En medio de una generación eternamente a la espera de mejores condiciones de vida, la solución fue un voto de protesta.

Aún así, el legado del 25 de abril es ampliamente reconocido por la mayoría de los portugueses. Un estudio encargado por la Comisión Organizadora de los 50 Años de la Revolución y el diario Expresso muestra que el 65% de los portugueses, de izquierda a derecha, considera el 25 de abril de 1974 como la fecha más importante de la historia del país. No se debe ignorar que, históricamente, cuanto mayor es el nivel de educación y renta, mejor es la visión del 25 de abril. En cuanto al período de la dictadura, sólo el 20% cree que tuvo más cosas positivas que negativas, mientras que el 56% de los portugueses cree que la democracia trajo más cosas positivas que negativas. La transición a la democracia hace sentir orgullosos al 81% de los encuestados, aunque el 64% cree que no se ha hecho justicia con los antiguos policías políticos.

La revolución condujo a un periodo de inestabilidad que el país llegó a conocer como el Periodo Revolucionario en Curso —que duró hasta el fallido intento de golpe de Estado del 25 de noviembre de 1975—, marcado por las divisiones entre los militares posteriores a la revolución y la lucha popular entre la legitimidad revolucionaria, en la que el Partido Comunista desempeñó un papel protagonista, y la legitimidad electoral, que demostró que el peso de los comunistas estaba lejos de ser equivalente a la fuerza que mostraban en las calles. Pero la revolución dio sus frutos: el éxito de la integración europea, la recuperación del atraso sistémico del país, el desarrollo de las infraestructuras y la educación.  

Un año después de la revolución, los portugueses salieron a la calle para elegir la Asamblea Constituyente y la participación fue histórica: un 92%. De este primer grupo de diputados constituyentes salió una Constitución cuyo preámbulo muestra el pensamiento político de aquel momento: “El 25 de abril de 1974, el Movimiento de las Fuerzas Armadas, coronando la larga resistencia del pueblo portugués e interpretando sus profundos sentimientos, derrocó al régimen fascista. Liberar a Portugal de la dictadura, de la opresión y del colonialismo representó una transformación revolucionaria y el inicio de un giro histórico en la sociedad portuguesa (...) La Asamblea Constituyente afirma la decisión del pueblo portugués de defender la independencia nacional, de garantizar los derechos fundamentales de los ciudadanos, de establecer los principios básicos de la democracia, de asegurar la primacía del Estado democrático de derecho y de allanar el camino hacia una sociedad socialista, respetando la voluntad del pueblo portugués, con vistas a construir un país más libre, más justo y más fraterno”. Es también este “allanar el camino para una sociedad socialista” lo que provoca hoy las mayores protestas de la derecha, pero un preámbulo no deja de ser una nota de intenciones sin ningún valor jurídico. De los 250 parlamentarios de entonces, sólo los 16 miembros del partido democristiano CDS votaron en contra.

La revolución conserva también el más simple y eficaz de los lemas: “25 de abril siempre”, un recordatorio de la necesidad de renovar continuamente los valores del espíritu de la revolución. Se espera que este 25 de abril las tradicionales manifestaciones populares llenen las calles de varias ciudades del país, con los partidos de izquierda llamando a una fuerte movilización en las calles, dada la actual situación política. También será histórico e inédito que el presidente de la Asamblea de la República, el conservador Aguiar Branco, participe en el desfile por la Avenida da Liberdade de Lisboa este jueves por la tarde, en una señal de apertura hacia una fecha que fue mucho más transversal y que ahora es reconocida positivamente por casi todos.